1.
Durante la mañana del jueves 21 fui a realizar algunas tareas de balización. No llegué temprano a la Cueva del Gándara y tampoco pensaba quedarme más allá del mediodía. Durante los días anteriores lleve un actividad febril para ultimar los carteles y las tarjetas indicadoras. El trabajo lo realizamos en la imprenta de Julio. La plastificación fue un remate más laborioso de lo que imaginaba. Pero finalmente el jueves estuvo todo listo para poder colocarlo.
La prisas y la cantidad de asuntos que llevaba entre manos hicieron que olvidase la maza. Eso dificultó notablemente la colocación del cartel. Además la broca de 4mm se descabezo. Por suerte esto último ocurrió en el último agujero que tuve que hacer para las varillas.
Lo primero que hice fue poner las tarjetas de señalización ZB en la primera balización. Luego caminé más allá del pasamanos y terminé el trabajo que había comenzado hace una semana, con Carlos y Alicia, en las rampas coralinas. Finalmente volví cerca de la entrada y me peleé durante una hora con el cartel hasta que conseguí dejarlo en una posición aceptable.
A las dos y pico estaba de vuelta en el coche.
2.
El sábado por la mañana temprano me acerqué a Gibaja. Allí me encontré con seis miembros de Espeleo50 en el apartamento de Chicha: Hugo, Antonio, Miky, Chicha, Tripi y Riki. Me invitaron a un opíparo desayuno. Hablamos de viajes exóticos sin frenos ni fronteras. Mientras tanto empezaba a nevar y bajaba la temperatura. Pero a la hora de conseguir un compañero para balizar en el Gándara no hubo remedio. Cerrando filas, se declararon interesados en visitar la Red de los Parisinos de la Fresca para prepara la clásica travesía.
A las diez y media llegué a la desviación de la Sía. La quitanieves trabajaba a destajo. Me dijeron que no aparcase allí. Decidí bajarme hasta el ensanche de la primera granja de La Gándara bajando a la izquierda. Desde allí tuve que caminar cinco minutos adicionales pero me quedé más tranquilo. En la zona de viviendas se esforzarían más por quitar la nieve para dejar acceso. Y la cosa no pintaba bien. Podía caer una nevada y dejarnos bloqueados a todos. La temperatura era de -2º.
Tuve que abrir huella en la nieve para llegar a la entrada de la Cueva del Gándara pero no era demasiado profunda aún. Por la boca entraba un ciclón de aire helado hacia el interior. Al mezclarse con el aire húmedo y templado, el aire frío y seco había creado una niebla de condensación y simultáneamente había secado el suelo. Esta vez traía una broca nueva y algunos objetos que la vez anterior olvidé. El viernes por la noche había estado dando una charla de Conservación y esto hacía que estuviera concentrado en la tarea de balización…
Primero realice una balización entre el pasamanos y la laguna. Hay gours someros que merece la pena proteger. Luego fui al Fisc y remate los senderos poniendo hilos por los dos lados Además coloqué las tarjetas de aviso ZB. Con esta tarea pensaba acabar mi jornada pero cuando me acerqué al Delator comprobé que el deterioro de las coladas era brutal. Además un grupo de cerdos habían dejado los desechos de los carbureros sobre corales y gours junto a la lagunilla que se forma al fondo de las coladas. Me di cuenta hasta que punto es urgente balizar todas las zonas frágiles para que se conserven. No se si endurecer la normativa de acceso a las cavidades sería viable en la práctica debido a las dificultades que tenemos los hispanos para asumir normas. La gente va a las cuevas para expansionarse, pero creo que una mínima formación en este sentido salvaría muchas zonas y cavidades. Sea como sea es difícil de comprender por qué a diez minutos de la entrada se abandonan desechos de carburo sobre una zona de formaciones. Después de estas reflexiones decidí balizar toda la ruta entre el Fisc y el Delator. Eso me llevo como dos horas más. Pero las considero bien empleadas.
A la vuelta me encontré con un grupo de madrileños empezando a descender el Pozo del Oso. Llevaban carbureros y me entretuve haciendo labor educativa un rato. Les mostré los materiales y las técnicas de balización y quedaron convencidos de su uso.
No nevaba cuando salí de la cavidad. El frío no era tan intenso como en la mañana pero el coche tenía chupones de hielo en los bajos. No tarde ni un minuto en quitarme el mono y entrar en el coche. Mientras bajaba el Valle del Asón puse la calefacción a tope. Un auténtico placer. Poco después, cuando pase por Ramales, se puso a nevar de nuevo. Disfrute del paisaje mientras escuchaba Voluspa II.