Tras el éxito de la incursión a la Cueva del Cobre en otoño pasado con mis antiguos compañeros de la SEII de Madrid, Félix se animo a organizar otra excursión espeleológica. Le gusto lo que le hablé de la Red del Gándara. Con las dificultades de organizar a 10 personas -FelixI, FelixII, Zaca, Chicha, Antonio, Miguel, Micky, Ángel, Ángel Benito, Perico- se quedo el fin de semana del 10 al 12 de Marzo del 2006. El viernes por la tarde estuve esperando que Félix me llamase hasta que a las 9 le llamé yo. Se le había olvidado mi número en la oficina y de los dos coches que venían uno estaba en Burgos y el otro pasado Villarcayo. Rápidamente terminé de preparar todo y tome la carretera a La Gándara por Ramales y Soba. Había empezado a llover fuerte y con viento.
Cuando llegué ya estaba allí el coche de Zaca que había venido con tres compañeros más conduciendo él todo el camino. Se quejo amargamente de haber tenido que currárselo todo sin poder emborracharse ni ná. Mientras les ponía al tanto de novedades espeleológicas en Asón y en Cantabría aparecieron el resto de compañeros. Félix venía conduciendo el otro coche. En total éramos, incluyéndome, 10 personas. Además al día siguiente aparecio a las 9 de la mañana Miguel, un médico al que le gustan las aventuras que vive en Balmaseda. Entre Felix, Chicha y Zaca fui sometido a un interrogatorio de información espeleológica y de detalles sobre la cueva.“El albergue El Carrascal tiene una buena cocina, una amplio sala, una sala de estar o comedor y, como añadido, una suite nupcial -con jacuzzi incluido- que debe hacer furor en Soba”. Durante la noche mis sueños fueron amenizados por los silbidos del huracán exterior aderezados por tres tipos de ronquidos diferentes. A pesar de todo conseguí dormir placidamente a intervalos y me levante de buen humor.
Nada más asomar la nariz nos dimos cuenta de que llegar a la cueva, aunque esté a cinco minutos del coche, no iba a ser fácil. Algunos paisanos acostumbrados a ver llover en la Cornisa Cantábrica comenzaron a pensar que se avecinaba el Diluvio Universal. Jamás habían visto tanta agua salir por todas las surgencias del valle. La cascada del Asón se asemejaba a las cataratas de Niágara. Miguel fue a comprar sin éxito, debido -quizás- a que la tienda no estaba abierta por la pereza de las dependientas en un día así, bolsas de basura grandes para improvisar impermeables. Además habían algunos paraguas que funcionaban a intervalos cuando el viento lo permitía. Félix de la Llave opto directamente por no meterse en la cueva.
Los preparativos, tediosos y pesados, se complicaron. Cada uno se busco un rincón por la casa para extender sus cosas. El problema principal fue ajustar los arneses y recordar como se colocaba cada aparato. Los carbureros, apagados quizás durante años, también requirieron la atención de un niño malcriado. Pronto se vio que el carburo escaseaba. Me dedique a recorrer los pequeños tumultos originados por cada espeleologo. Chicha se acababa de comprar un nuevo croll que me mostró con satisfacción. Al viejo le quedaba 1mm. para cascar por el orificio inferior. Félix se jacto de unos guantes de fregadero agujereados que, según el, eran buenísimos y que le habían durado años y años(¿?). Creo que a las once nos fuimos en dos coches, el de Miguel el médico y el de Zaca, a aparcar en el cruce del Puerto de la Sía. Como no tenía impermeable me puse una bolsa de basura agujereada para la ocasión.
Durante el ascenso el diluvio se convirtió en una lluvia normal que nos permitió respirar un poco. En cuanto llegué al agujero me metí pa dentro dejando mi bolsa de basura y un paraguas prestao por Miguel. Los demás hicieron lo mismo y nos pusimos a colocarnos los arneses para el pasamanos inminente. Caían chorros y goteos por doquier (en sitios que todas las demás veces he visto secos) dificultando encontrar un sitio cómodo en el que sentarse. Deje que los más ansiosos se alejaran hacia delante buscando el camino. Me preguntaban de vez en cuando para seguir adelantando. Pero yo tenía que velar por los que iban más despacio y controlar de vez en cuando el total. Empecé a sentir el placer de no correr y de poder observar las galerías iluminadas desde múltiples puntos como no las había visto antes. No me podía creer las nuevas vistas que iba descubriendo. Y mis compañeros tampoco se podían creer lo magnífica que es la Red del Gándara. Además nunca había visto tanta agua caer por todos lados. Pero lo mejor estaba por llegar.
La galería zigzageante nos hizo sudar a casi todos pero como ya la conocía dosifique el esfuerzo. “Perico ha conseguido adelgazar 15 kilos últimamente lo que es un logro impresionante”. Hicimos una parada a la salida de la zona en que se debe ir agachado. “A partir de este punto se puede transitar erguido aunque las continuas subidas y bajadas también se notan.” Poco a poco fuimos llegando al pozola gatera de acceso. No pensé que esa gatera fuera a dar problemas a nadie ya que he visto pasar a individuos grandes y corpulentos. Pero los dio. Zaca, que fue el segundo en meterse tras de mi, intento pasar dos veces y no lo consiguió. Decidió salir y no intentarlo más veces. FelixI, Miguel, Micky, Antonio, Chicha y Ángel Benito pasaron la gatera pero Perico y Ángel ni la intentaron. Decidieron salirse con Zaca. Me aseguraron que no tendrían problemas de pérdidas. Enseguida llegamos al pozo y de aquí a la Sala de la Cascada en un momento. y a
La cascada rugía y se había multiplicado, apareciendo nuevas cascadas por varios sitios a la izquierda de la bajada. Estuve echando un vistazo por la zona de la izquierda para ver si encontraba continuación por algún lado que no hubiera visto anteriormente pero no encontré nada. “Me intriga al mirar la topografía esquemática la cantidad de galerías que aparecen por esa zona. Quizás estén en niveles diferentes”.segunda cascada. Las excéntricas siguen, milagrosamente, todas en su sitio. De todas formas me puse en la zona de acceso avisando a todos los del grupo para que no tropezasen con ninguna. Estuvimos muy poco tiempo allí. La corriente mezclada con niebla y gotitas nos empapaba. Y nos fuimos rumbo al vivac de los franceses y a la
Al poco de andar por la galería fósil que va hacia el vivac Antonio dijo que tenía hambre, que estaba cansado y que lo mejor era volver (se había dejado fuera un medicamento que tenía que tomar como a las 8 de la tarde). El resto del grupo querían proseguir salvo Micky que se mostraba indeciso. Les expliqué que faltaban de 15 a 30 minutos para el vivac y otros quince o veinte para la segunda cascada. Comimos y después de una valoración Antonio y Micky decidieron continuar con el resto. Al cabo de quince minutos -menos- estábamos en el vivac. Antonio se alegro de haber continuado al darse cuenta de que en realidad era poco lo que faltaba. Estuvimos unos minutos actualizando los equipos y en seguida subimos el resalte de cinco metros que nos llevo a uno de los meandros más bonitos que conozco. Mientras iba andando empecé a escuchar un sonido grave, una especie de vibración. Tenía que ser la cascada pero aún faltaban 200 metros por la retorcida galería. Cierto que fue aumentando el volumen de la vibración y cuando estábamos llegando a la ventana del pozo me recordó la turbina de una central hidroeléctrica en pleno rendimiento. No había manera de ver nada por la cantidad de niebla y agua pulverizada y en segundos teníamos los monos empapados. Hablar, a gritos. Estuvimos poco tiempo allí y comenzamos el regreso.
Volvimos a parar en el vivac para atender a los sistemas de iluminación y, con ritmo, enfilamos hacia la galería fósil. A mitad de ésta, debido a la escasa iluminación que llevaba, Ángel Benito resbaló y se metió un gran batacazo. Un corte en un dedo y un golpe en las lumbares. Al principio no podía moverse pero se recupero y, con dolor continuo, siguió andando aunque algo más despacio. Miguel, que es médico, le recomendó que no parase, que siguiera poco a poco. Cerca de la Sala de la Cascada me di cuenta de que había luces de otro grupo. En el ascenso de la Sala de la Cascada hay unas rampas con pasamanos y allí alcanzamos a los del otro grupo que resulto ser toda la gente del cursillo de este año: César , Moisés, Pepe, Susana y todos los cursillistas. En total 14 personas que sumadas a las 7 que formaban nuestro grupo iban a hacer el ascenso del pozo muy lento. Cuando les contamos lo del golpe de Ángel Benito nos dejaron pasar a él y a mi para que no se perdiera en la vuelta. Fue, mirándolo por el lado positivo, una suerte que pudiéramos salir los primeros saltándonos la espera del otro grupo entero.
Después del pozo, en donde nos cayeron un montón de piedras pequeñas que nos dieron en el casco, continuamos con calma y tranquilidad, pero sin parar, hacia el exterior. Creo que a las nueve estábamos fuera. Había luna y nubes que la ocultaban y se abrían a veces. Tuvimos la suerte de que Zaca se acercase con su furgoneta para ver si había salido alguien. Nada más llegar al albergue nos dimos una gran cena. Calculé que unas tres horas de espera, más o menos, iban a ser necesarias; y así fue pues FélixI, que fue el primero en aparecer, creo que lo hizo como a las doce y media o una. En general llegaron bastante cansados. Yo había cenado tanto que apenas pude dormir dando vueltas en la cama. Además el número de ronquidos diferentes aumento esa segunda noche.
A la mañana siguiente aunque llovía no era un diluvio. Desayuné y charlando un poco de todo nos despedimos. FelixI me prometió venir en Junio para ayudarme a localizar la Sima de las Falsas Esperanzas“Esta sima se encuentra en Peñas Rocías cerca de La Mole y me parece que la gente del AER no la ha mirado ya que no recuerdo que la hallan nombrado en ningún informe (lo mismo me equivoco). Para la campaña de verano...”. Quedamos en repetir salida espeleológica sin esperar mucho tiempo. De todas las cuevas de las que hablamos la que más sonó fue la travesía Rubicera-Mortero. “Esperemos que no ocurran tantos azares como en esta...” que, según él, debería ser revisada con atención.