No hay ningún obstáculo mental ni físico para ir a Hoyo Salcedillo. Este fin de semana, 24/9/2005, todo va sobre ruedas. Vamos sobre las ruedas de mi coche Mois, Manu y yo. Tenemos predicciones de frente gallego y lluvias pero amanece despejado. Hemos quedado a las 8 en la estación de tren de Solares. A Manu, que es el único que se ha atrevido a ir por la reunión, le encargo que saque una morcilla de carburo y una cuerda de 30. Le veo animado. Nos trae también, a Mois y a mi, un recado: a Isidoro se le está acabando la paciencia; tenemos que devolver todo el material del club que está en nuestro poder (Que yo recuerde entregue todo el material que tenía antes del verano). Pero nunca se sabe. El tema de la organización del material y del funcionamiento del club está en el ambiente. Mois, que es hombre visceral, se deja llevar por la colérica pasión. Los demás practicamos la flema inglesa. Rodamos con suavidad cuesta arriba por Mirones; Valle del Miera; Valdicio. Me siento a cambiarme de ropa en la trasera del coche y Esteban se acerca a saludarnos. Charlamos un poco de todo, la sequía, el forraje, la alimentación de las vacas, la escasez de tiempo libre de los ganaderos...Este año ha vuelto a subir con su mujer a la cabaña del barranco de la Sota. Han pasado del 15 de junio al 15 de julio. Se les murió una vaca que enterraron en el prado. No le pregunto por los arándanos que tapizan la zona. Me imagino que la sequía no los ha dejado prosperar demasiado. Cuando intento abrir el tapón del depósito del agua del carburero veo que está encasquillao. Parece un estado universal. Estar encasquillao. Estar rallao. Esteban saca unas tenazas. El tapón cede al primer intento. Hoy voy a probar suerte con el ALP de acero inoxidable. Además estreno linterna frontal casera fabricada con diez leds. Cinco son ultrabright blancoazulados y los otros cinco blancos sunligth. De esa forma se consigue una luz de un tono más similar a la roca de las cavidades. Parece que hay más luz.
En un momento subimos el cuestón hasta la boca del Hoyo Salcedillo. En otro momento nos preparamos como espeleólogos. En otro instante estamos caminando hacia el interior de la cueva y nos topamos con la primera cuerda. Me quedo gratamente sorprendido de la potencia de mi nuevo invento casero de leds. Ilumina casi como un foco. Vamos a todo trapo. Esto es una pista americana de entrenamiento. En el acceso al Arroyo de la Dispendiuse abandono mi carburero ALP harto de que me dé problemas. O no cae bien el agua, o se sale o se suelta el tubo y se apaga. Avanzamos que da gusto. En unas dos horas estamos bajo el Passe Muraille. Algo más de dos horas y media y en el Ibis Rojo. Es la una y cuarto. Nos preguntamos si seguimos o nos paramos a comer junto al vivàc. Por consenso decidimos seguir hacia la Galería Lèo.
Estamos algo excitados por la perspectiva de encontrar el arbusto de excéntricas. Se trata de un grupo de excéntricas -pueden verse en una foto de un artículo de Subterránea sobre esta cueva- que surgen de un suelo arenoso con aspecto de ramitas blancas de un arbusto. Mois se lanza hacia delante en plan marine en desembarco de Normandía por la Galería del Gluón. Unos trescientos metros después de salir del Ibis Rojo se alcanza un cruce de galerías. Casi en sentido contrario al de venida se sigue por una galería que al principio no es muy clara. Es el comienzo de la Lèo? Se suceden una serie de amplias salas con cornisas arenosas y desfondamientos. Una de ellas tiene un pasamanos. Un rato después el techo de la galería se une con el suelo cortándonos el paso. Una corta búsqueda por la izquierda nos lleva a una pequeña galería que continúa hasta precipitarse en un pozo de unos 35 metros. Me lanzo lleno de curiosidad y aterrizo en un meandro de dos metros de anchura media y, en su mayor parte, de unos treinta de altura. Es la galería Lèo? Ahora avanzamos asombrados y contentos. No hay dificultades en el camino, llano y en suave declive. Al principio la decoración de las paredes del meandro nos llama la atención para más tarde entusiasmarnos. El recubrimiento de flores de agujas de aragonito es general durante centenares de metros. Recuerda el Callejón de las Flores de la Destapada. Muy a menudo aparecen murales de excéntricas blancas u oscuras. Hay varios paneles de un blanco inmaculado formados por manitas y deditos de diferentes tamaños que desean tocarnos al pasar. Pero el que más comentarios produce es el panel Eroticus. Es un muestrario de penes, cipotes y pollas de todos los tamaños y en todas las posiciones. Lo único extraño es que todas son de un blanco inmaculado. Es una pena que no estén aquí las churris del club para disfrutar del espectáculo visual. Pero la próxima vez que vengamos seguro que nos acompañan.
Unos trescientos metros más allá desembocamos en un ensanche que al principio confundimos con el Cañón Jaune. Nos paramos a comer y a actualizar los equipos. Como los leds no requieren actualización me adelanto con topo y brújula para conseguir nuestra posición. Descubro con facilidad que estamos en un recodo en que la galería Lèo se ensancha para luego lanzarse en un tramo amplio y rectilíneo de unos 50 metros a desembocar en el Cañón Jaune. A la vuelta encuentro a mis dos compañeros ultimando los detalles de sus carbureros. Decidimos que por hoy ha sido suficiente con llegar aquí. No estamos interesados en salir demasiado tarde. Durante el retorno debatimos sobre cómo visitar ésta cueva más a fondo. Una propuesta consiste en entrar directos a montar un vivac en el Ibis Rojo un viernes por la tarde. El sábado temprano se puede ir hasta la punta de exploración y, según Mois, salir el mismo sábado por la noche. Una alternativa a este plan consistiría en dedicar todo el sábado a visitar la zona punta, sin prisas, más allá del Carrefour d’Ixe y volver a dormir al Ibis Rojo. El domingo por la mañana, tempranito, se saldría de la cueva. Sea como fuere todos estamos con ganas de volver y se volverá este otoño.
Cuando estamos en el último resalte de subida Manu echa en falta su puño Petzl y tengo que bajarle el mío por la cuerda. Seguramente lo perdió en la arrastrada de los laminadores. El descenso, aún de día, se resuelve sin novedad. La tarde está pacífica. En casa de Esteban no parece haber nadie. Han dejado a un perro joven atado y ladra como un idiota. Trato de calmarle con silbos dulces pero siempre vuelve a encanarse con sus ridículos ladridos. Al pasar por las escuelas de Valdicio descubrimos, con envidia, a un grupo numeroso de vecinos preparándose una barbacoa al atardecer. Se nos despierta una hambre feroz.