Una de las fotos tenía unos pendants rosados. Las texturas habían quedado perfectamente reflejadas. Era una buena foto para el nuevo calendario, pero faltaba una referencia humana. Juan me sugirió repetir la foto con alguien en ella.
El jueves Oscar fue a terminar las instalaciones en Cuevamur. Le acompañaron Sergio y Sara. Pensaba ir con ellos a realizar la nueva foto pero no pudo ser. Y fue por eso que quede el sábado con el grupo que iba realizar la visita. En total éramos más de veinte personas. Como a las diez estábamos preparándonos en el aparcamiento de Las Covalanas. Había mucha más gente por allí, creo que estaban realizando unas pruebas para un curso de Habilitación de Monitores de Espeleología. Una cascada de calorazo nos inundaba a marchas forzadas.
Yo albergaba la esperanza de que alguna fémina se viniese a la Sala de los Cristales para posar en la foto y ayudarme con los flashes. En la puerta de Cuevamur nos paramos unos minutos para dar explicaciones sobre la visita y sobre los senderos balizados que iban a encontrarse. El primer pasamanos, el resalte, la rampa, los laminadores y el pasamanos de la Gran Sala los transitamos en grupo. Allí los visitadores se dispusieron a bajar la enorme rampa hasta el fondo de la Sala para realizar el circuito que atraviesa la Gatera de los Retales. Mientras tanto se preparaban para el descenso sugerí que alguien me ayudase a hacer fotos en la Sala de los Cristales, pero todos querían hacer la visita completa. Tenía que inventarme una foto conmigo mismo como modelo.
Antes de comenzar a pensar en las fotos me di un paseo por las instalaciones de balización. Revise algunas varillas en las que habían saltado las caperuzas. Fije el hilo lo mejor que pude. Es claro que algunos tropezones fueron sobre varillas (resisten bastante pero a veces se parten) Me concedí un rato para reflexionar sobre cómo colocar los flashes. Era difícil hacerlos funcionar con el disparador remoto a la distancia que pretendía. Tuve que colocarme en la foto como modelo cercano a los flashes para poder disparar. En la primera tanda de fotos disparé un flash frontalmente a mano y dos en ángulos transversales. Además puse una linterna a iluminar difusamente el fondo de la galería. La cosa se empezó a poner complicada. Tiré por lo menos nueve fotos intentando sacar lo mejor posible de los instrumentos que tenía. Finalmente me harté de hacer fotos con el trípode fijo en la misma postura y con la cámara inmovilizada en la misma mirada.
Me trasladé a una zona de concreciones masivas en el centro de la Sala y me dispuse a realizar unas cuantas fotos diferentes. Como ahora las distancias eran más cortas fue más sencillo manejar los flashes (la distancia de disparo de los sensores es demasiado corta para las necesidades espeleológicas…) Allí realicé unos quince disparos a temas varios y en algunos me incluí como modelo humano. En un momento dado me sentí saturado de tanta foto. Además empezaba a sentir un poco de hambre.
No sabía que hora era, no llevo reloj en las cuevas ni tampoco fuera, pero por lo menos habían pasado dos horas desde que me separé del grupo. Me entretuve un rato aplacando mi hambre pero esperarles en la Sala de los Cristales significaba demasiado tiempo para mi escasa y débil paciencia. Opté por salir. En el enorme Hall de entrada había un innumerable grupo de personas practicando instalaciones. El calorazo era casi insoportable considerando que estábamos en la Cornisa Cantábrica. Más abajo, ya cerca de aparcamiento y en el mismo, había más manadas de cursillistas. Me encontré con Cipri, un viejo compañero de espeleo, realizando uno de los cursillos. Un bajón de tensión me estaba adormeciendo. Opté por marcharme rápidamente a casa antes de caer redondo al suelo. Además estaba ansioso por echar un vistazo a las tomas que había capturado. Fue una sabia decisión…