25/7/24

Desfonde

Fotos: Guillermo

Texto: Ant on Ío

Llega el día en el que César, Guillermo y yo hemos decidido volver a Salcedillo. Algo se remueve en mi inconsciente. Vagos recuerdos de esfuerzos e incursiones hasta conseguir encontrar el camino al Ibis Rojo. Muchos compañeros que acompañándome hicieron posible llegar tan lejos. César, Gelo, el Cura, Moisés...   Río de la Dispendieuse, Galería del Bosón Intermedio, Pozo Muralla, Galería del Gluón, Galería Leo, Río de la Javanesa, Galería del Balcón Florido y tantos otros rincones increíbles...

          A las seis de la mañana nos pusimos en marcha, habíamos quedado a las siete. Como a las ocho estábamos aparcando y a poco más de las nueve entrando por la boca. Sudamos en la subida con el ambiente tropical, la niebla, la humedad 100% y la temperatura alrededor de 20º. No apetecía entrar en la heladera con toda la ropa mojada de sudor tropical, la cueva permanece a una temperatura que ronda los 2º a lo largo del año. A veces en invierno las zonas cercanas a la boca están chapadas de hielo. 
 
 
 
 

Decidí experimentar con una camiseta térmica marina y un fino forro polar. Así conseguí librarme de la sensación de humedad. Con cuidado, pero a buen ritmo, cubrimos la ruta hasta el Río de la Dispendieuse y avanzamos hasta el primer caos de bloques en el que es posible tomar una ruta alternativa, un estrecho meandro cuya entrada se realiza por un pasamanos. La idea era ir ahorrando energía descansando cuando fuese conveniente. Sin embargo la cueva es exigente, estilo pista americana, y las ligeras dudas sobre del itinerario que me fueron surgiendo iban contribuyendo al desgaste. Me acordaba de la ruta con más o menos detalle dependiendo de las zonas, pero no con la seguridad que permite ir rápido. Ya cerca del punto en que se sube a la Galería del Bosón Intermedio un largo recorrido por un meandro desfondado no acabó de convencernos. Echábamos de menos la seguridad de un pasamanos. En general todas las instalaciones están en un estado precario ya que son las mismas que pusieron los exploradores alrededor de 1989, hace unos 35 años. Sería necesario, al menos, cambiar los anclajes por otros de acero inoxidable, reforzar las cabeceras y poner más seguridad en ciertas zonas expuestas, con roca algo dudosa, que dependiendo de la determinación y la agilidad pueden ser más o menos transitables. Y también dependiendo de la suerte. La cosa fue que decidimos de común acuerdo no continuar y comenzar la vuelta tranquilamente.

 
 

 
 

Justo a la altura del giro de 90º del río de la Dispendieuse nos había llamado la atención un hito en una galería arenosa sin continuación. Sin embargo al fijarnos con más atención pudimos ver el comienzo de una galería interesante. Para resarcirnos de nuestra retirada fuimos a investigar, encontrando abundantes formaciones y la conexión con el sector de la Galería Sakoet. Realmente se merece una incursión en exclusiva todo el sector.

Las galerías de la red de entrada ahora nos parecían bastante más pesadas de recorrer que nueve horas antes por la mañana. Pero la espeleología es así, a veces es muy cansada. Nada más salir el ambiente tropical se impuso como tal. La niebla seguía  en el mismo sitio pero más densa.  A ésta se había sumado una nube de tábanos que amenizaron la bajada hasta el coche y que, sobre todo, hicieron la tarea de cambiarse de ropa mucho más entretenida. Por fin, sentados en el coche ultramoderno & smart de César, pudimos disfrutar de relax. En el mesón del camping tomamos cerveza y poco más pues no era hora de cocina. César marchó enseguida pero Guillermo sugirió ir a un restaurante de Hoznayo a comer algo a la brasa. Realmente estaba muy bien braseado lo que comimos. Me parec que veníamos de un larguísimo periodo de olvido y penumbras en el que girabas a una nueva posición para observar el transcurso de los hechos y el devenir. Así con todo el tema sigue planteado, sigue pendiente, visitar las galerías remotas de Salcedillo. Antes o después iremos.   

 



 

20/7/24

Y si...

 

Llego con un poco de antelación al mesón del camping de Lunada. Me reúno con Marta frente a un café, hablamos de todo: de comer, de comer poco, de no comer nada, de los efectos del ayuno y de cosas similares. Luego llegan Jon y Bittor procedentes de Vizcaya: vamos a recolectar especímenes de troglobios en la Cueva del Arroyo. Nos demoramos con tranquilidad frente al fantástico desayuno de Bittor charlando de viajes, bichos y cuevas. Subimos por la carretera de Los Machucos con dos coches y antes de aparcar en el lugar adecuado para la aproximación nos acercamos a echar un vistazo a un cercano campo de droseras carnívoras.   

           Marta y yo intercambiamos ideas acerca de donde está la cueva ¿más abajo o más arriba a siguiendo la base de las paredes? Empezamos por el agujero más cercano, pero ninguna de las muchas grietas sopladoras a lo largo de "un amplio vestíbulo alargado" es lo suficientemente ancha para poder seguir hacia adentro. Aunque es cierto que una de ellas promete mucho si se amplía un poco para poder avanzar. De hecho tengo la impresión que ya se ha realizado algún trabajo en ese sentido. Luego vamos valle abajo y comprobamos las posibilidades de tres oquedades más. La última es un antiguo cuvío para conservar cosas frías gracias al aire helado que sale. La estructura de todas las grietas en todas las oquedades es similar. Acaban siendo tan estrechas que sería necesario un buen trabajo para seguir avanzando.


  
 

Decidimos volver valle arriba mirándolo todo con más cuidado. Finalmente llegamos al vestíbulo alargado en el que empezamos nuestra búsqueda. Intento forzar la grieta que más promete pero al poco la cosa no pinta bien y me salgo. Nuestro desconcierto va en aumento. No tiene sentido. Pero a Marta se le ocurre una idea: ¿y si esto es la cueva? Es decir, la cueva en vez de penetrar perpendicular al valle sería paralela al valle. Girando la topo 90º comprobamos que encaja con lo que vemos. La cueva no es más que "el amplio vestíbulo alargado". Aquí tenemos un ejemplo de pensamiento lateral que no se ciñe a la teoría establecida. Es una buena enseñanza. En espeleología (y en cualquier problema científico, humano, social...) la flexibilidad mental al enfocar las cosas tiene muchas ventajas. Aunque la facilidad de las creencias establecidas siempre nos está tendiendo siempre la trampa.

Ya seguros de estar en la cueva nos dedicamos a buscar bichos de todo tipo, a hacer fotografías a los bichos encontrados y a recorrer el corto recorrido de la cavidad. Aparecen opiliones, milpiés, caracolillos, polillas y otros seres. Si tienen la mala suerte de ser raros, o interesantes, caerán en los tubos transparentes de los estudiosos de la vida troglobia. Luego de un buen rato alguien habla de que hemos quedado a comer en el mesón como a las dos. En breve recogemos, salimos y llegamos a los coches. Hace un día precioso. Creo que volveré a ayudar a este grupo de investigadores que ven las cuevas no como un terreno deportivo, sino como un lugar donde observar y aprender algo más de este maravilloso e inagotable Mundo en el que vivimos los humanos.   

   

 

 
 

 
 
 



14/7/24

Rascavieja

 

La cueva en sí era "facilona" y el acceso un "paseo senderista". Eso era lo que pensábamos cuando la elegimos César y yo para ir con Iris y Mateo; aunque en la práctica la elegí yo ya que César no tenía tiempo para pensar en cuevas. A la excursión se apuntaron además toda una tropilla variopinta de varias generaciones. Eduardo, Irene, Marisa, María, Abril... todos empacados en dos coches para ahorrar combustible.

Como a las once y media de la mañana iniciamos nuestro paseo senderista. Resulto que la cómoda senda se había convertido con las lluvias y el calor en una traza algo visible al comienzo de la ruta pero totalmente desaparecida por la vegetación al ir avanzando hacia el este. Al final fuimos campo a través de helechos, hierbas y arbustos espinosos y con piedras o resaltes, bajo el manto verde, tropezando y desequilibrándonos. En esta etapa se nos descolgó María que se volvió al segundo grupo, el de los no espeleólogos, que venía bastante atrás. Aunque la cueva se encuentra en una posición muy "localizable" la falta de visibilidad y las dificultades con la vegetación nos obligaron a mirar en un par de sitios antes de "localizarla" de hecho. Es probable que el primer agujero al que me acerqué fuese la Cueva del Patatal. Luego andando por la base de la pared, medio en travesía por roca, medio abriéndose camino por la vegetación, llegamos a la bocaza.

 

 

Unos minutos después, y ya con aspecto de espeleólogos, nos metimos en la cavidad. Nos sorprendió la notable corriente de aire procedente del interior. Pasada la salita de entrada una muy empinada rampa de tierra orgánica nos condujo a una enorme sala. Avanzando un tanto apareció un grupo de estalagmitas con la punta plana y el aspecto de un huevo frito. Extrañas cosas que ocurren en las grutas. Un divertículo a la derecha nos entretuvo un rato antes de seguir adentrándonos por una rampa arenosa que nos elevó hasta un collado entre la primera sala y otra sala tan grande como la anterior. Los suelos estaban decorados de amplias coladas y gours someros. Tuvimos que ir sorteándolos por los caminos mejores para minimizar los daños a las formaciones minerales. Atravesando una tercera sala nos pusimos en una bifurcación. César miro la hora y dijo que mejor elegir una de las dos para que no se nos hiciera tarde (habíamos quedado como a las tres en Casa German). Nos metimos por el ramal de la derecha que era el que traía corriente de aire evidente y pronto llegamos, por una rampa de bloques, a una obstrucción sin posibilidades y sin soplos. Sin embargo, volviendo atrás un poco, localizamos la corriente de aire en unas grietas que descendían entre bloques y en el que alguien había instalado un hilo guía y  pintado abundantes flechas de tizne negro. Dejamos a Iris y Mateo al comienzo del pasaje estrecho y fuimos a echar un vistazo somero. Se trataba de una serie de auténticas gateras técnicas entre bloques y a la tercera lo dejamos para no entretenernos demasiado. Ya de salida nos preguntábamos, con elucubraciones variadas, por esas extrañas gateras. A la vuelta a casa comprobamos, mirando bien, que la gateras eran el paso a un tramo de cavidad ya topografiado pero que contiene importantes incógnitas. Nos quedó claro que íbamos a volver a Rascavieja.

           Para mejorar la bajadita a los coches descendimos directo a la hierba y fuimos horizontales después, pero la cosa fue aún peor que en la subidita. Afortunadamente luego pudimos retomar la senda y acabar con éxito la bajada. Poco después estábamos en Casa German frente a unas cervezas que nos supieron a gloria. Y frente a una comilona de las de dos platos y postre que terminó de rematarnos. Sólo quedó pendiente donde encontrar un sitio donde dormir la siesta plácidamente. Así fueron las cosas.  

 

 

7/7/24

Pantaleón y los visitadores

 

Cuando llegamos a San Pantaleón vimos la puerta de la finca cerrada todavía. Eran las ocho y media y nos extrañó que Guillermo no hubiese llegado. Entramos y aparcamos bajo un manzano junto a la casa y desde el balconcillo de la entrada contemplamos el panorama de un día primaveral, más que veraniego, a pesar de que estábamos a siete de julio. Nuestro amigo llegó un poco estresado porque al ir a imprimir la topo del Coverón no había tinta en la impresora. La cosa fue que había que conformarse con el pdf del "móvil dedicado a cuevas". Mis amigos piensan que soy un maniático y, es verdad, lo reconozco. No puedo prescindir de mi pedazo de papel y de mi brújula cutre para sentirme seguro en una gruta. Terminamos el viaje en la curva adecuada de la subida al puerto Fuente las Varas. Allí los tres, César, Guillermo y yo, terminamos de prepararnos y, atravesando un prado y un bosque jurásico, llegamos a la boca de la cavidad.

           Nuestro objetivo era llegar a la sala del Big Red Knob ("Gran Cipote Rojo"), visitar algunas de las galerías de los alrededores de esa zona y hacer fotos. Llevábamos las cámaras normal y macro y una bolsa con tres flashes que al final sólo contenía dos por no revisar bien las cosas antes de ir a la cueva. Es así: hay que prepararlo todo el día anterior y revisar todo el material pieza por pieza . Llevo toda una vida yendo a los subterráneos y todavía no he aprendido la lección. De todas formas se hizo lo que se pudo con dos en vez de tres. El camino nos era conocido a Guillermo y a mí, de mayo del año pasado y fuimos rápidos y seguros por la ruta ya recorrida. Cierto que encontramos indicadores, hitos y catadióptricos, que nunca habían estado ahí. Pero en realidad no los necesitábamos y, de alguna manera, nos molestaban. De primeras pensé en liquidarlos pero luego lo pensé mejor y los deje tranquilos en su sitio. Tardamos menos de dos horas y media desde la boca a Big Red Knob. En el acceso a la sala tomamos una ruta diferente con una estrechez divertida que salía directamente al "cipote rojo".

 
 

Hicimos una sesión fotográfica, con la cámara gorda y los dos flashes, primero en el "cipote" y luego en la aglomeración de estalagmitas y macarrones. A la salida de la sala, después de comer un poco sentados en un área cómoda, hicimos unas cuantas fotos más a los temas más llamativos. Las galerías de esta zona son más cómodas de recorrer y no cansaban. Pero a la vuelta empecé a sentir el esfuerzo acumulado, sobre todo en la estrechez barrosa y luego en la Gran Galería. El recorrido por bloques arriba y abajo es cansado. Las gateras de salida me parecieron mucho más pesadas que por la mañana. En total estuvimos en la cueva algo más de ocho horas casi sin parar de movernos. No es una cueva dura pero exige gran cantidad de movimientos variados. Podríamos considerarla una especie de indicador del nivel de entrenamiento. Por ejemplo para intentar ir a las galerías remotas de Salcedillo.

En San Pantaleón visité el gallinero y estuve tentado de soltar a todos sus habitantes pero su propietario no quería verse obligado a recogerlos porque eso de meter las gallinas en el gallinero lleva su tiempo. Del interior de la cocina Guillermo trajo unas cervezas y unos aperitivos. La casona de Guillermo en San Pantaleón es un lugar increíble que te transmite calma y bienestar. Huele a respetable madera antigua, a libros del siglo XIX, a historia que recordar para aprender de  los errores del pasado. Disfrutamos del atardecer hablando de unas cosas y de otras. Cosas que mayormente no tienen solución o cuya solución requiere demasiado esfuerzo de comprensión. Aunque, a veces, la mejor solución es comprender que un problema a cuya creación no has contribuido no es un problema tuyo: no tienes que resolverlo. Como casi siempre que vamos a una cueva esta vez nos pareció que teníamos que volver al Coverón para ver unas galerías que, según la topografía, tiene soplos importantes. Y, ciertamente, es muy probable que volvamos de visita a los muchos rincones que posee el Coverón de Llueva o, tal vez, a explorar con los ingleses.