12/11/20

Ley, justicia y ética




Día Primero

            Es domingo 25 de octubre, la carretera a Castillitos está embotellada y todos los sitios para aparcar colapsados. Antes de llegar a la ratonera final elijo una zona en el arcén un poco más ancha, doy la vuelta y aparco. Un minuto más y me quedo sin ese sitio y sin ningún otro. Las restricciones sociales por el covid nos han llevado a elegir los espacios naturales abiertos como una opción prioritaria. Muchos parques naturales de España están sufriendo una afluencia masiva que ya ha llevado, o llevará en breve, a la necesidad de regular su acceso.  

Bajando por la senda de Cala Cerrada hay gente por todos lados, subiendo o bajando, y en multitud de ocasiones me veo obligado a apartarme del camino  para dejar paso a otras personas. A la altura de la primera rambla que cruza el camino observo un posible acceso a la zona de Cala Abierta. Es por ahí donde debo buscar la Cueva del Cristal. Unas decenas de metros más allá del cruce sale una senda, apenas marcada, a la izquierda y al poco trecho se incorpora al lecho de la rambla.  La sigo un buen rato y me desvío un par de veces a echar un vistazo a oquedades que observo. Antes de que se complique la ruta me salgo a la cumbrera divisoria atravesando un pequeño pinar umbrío. Busco con Google Earth la ubicación que tengo marcada y me acerco al borde de los acantilados en varios puntos. Pero sin referencias no es posible encontrar el acceso para bajar.

A la vuelta, justo por el mismo camino, la situación de coches y personas es un poco más despejada debido a que es la hora de la sobremesa y muchos o estarán comiendo o están recién comidos. De todas formas conducir por esa carretera con tráfico abundante es bastante peligroso y exige una previsión continua. 




Día Segundo

Es martes 27 de octubre, y apenas hay gente en la carretera a Castillitos y en los aparcamientos. Hace un bonito día soleado. Aparco en la mejor sombra al lado del comienzo del sendero a Cala Cerrada. 

En el intervalo de tiempo entre el domingo y el martes localicé en el blog cumbresdecartagena una entrada en la que se describe un día de excursión a la Cueva del Cristal y en la que pude ver multitud de fotos de la ruta a la cueva. Basándome en las fotos me di cuenta que la mejor forma de aproximarse a la cueva es por una senda cercana a la cumbrera divisoria, entre el mar y el barranco por el que discurre la senda a Cala Cerrada.

La senda va siempre a la izquierda de la cumbrera y es bastante obvia. En un punto no muy claro decido abandonar la senda y bajar directamente al borde de los acantilados. Elijo el punto mirando en las fotos la posición relativa de varias calas y colinas (como hacen los navegantes cuando tiene la costa a la vista: con la intersección de los arcos capaces de tres visuales a puntos destacados tomadas de dos en dos). Además enciendo Google Earth para tener una idea de cuanto me estoy acercando. En un momento dado observo al asomarme, bastante abajo, unas rocas grises que aparecen en algunas de las fotos. Además descubro, justo al lado de donde estoy, un parabolt en la roca. Deduzco que por aquí comienza el destrepe.

Primero bajo por unas calizas naranjas. El descenso es delicado pero los agarres son excelentes. Lo que más impresiona es el mar un centenar de metros más abajo. Luego la roca cambia a una especie de caliza gris azulada que se fractura en grandes bloques de caras planas y romboidales. Los agarres son mejores pero se trata de una escalera bastante aérea. Como último escalón utilizo un arbolito.

A partir de aquí comienzo a buscar por la derecha. Una primera oquedad bien generosa me confunde. Más allá de una arista llego a una vertical canal. Veo otro parabolt y dos oquedades, pero ninguna es la cueva que busco. Empiezo a desconcertarme. De vuelta al final del destrepe continuo hacia el este saltando una pequeña arista de roca y observo otras dos oquedades. La primera parece prometedora pero se acaba al poco. La segunda es una gatera horrible pero está marcada con pintura roja. Es obvio que esta tampoco es la boca que busco. Mi desconcierto es total. Cinco bocas y ninguna es. Me retiro trepando y pongo algún hito.

 



Día Tercero

Es jueves 5 de noviembre y se ha declarado el confinamiento perimetral en los municipios de la región de Murcia. Hace un día con fuerte viento del norte y totalmente cubierto. Amenaza lluvia. Aparco en el aparcamiento de Cala Cerrada. He venido hacia Cartagena a la hora en que todos los trabajadores lo hacen, como a las ocho de la mañana. La ley dice que no debemos salir de nuestros municipios salvo razones de necesidad: ir al trabajo, consulta médica, cuidar a un anciano o a un enfermo o razones de necesidad (por ejemplo asistir a un juicio) Las razones de ese confinamiento están claras. Se trata de disminuir la interrelación social y de esa forma disminuir en alguna medida la tasa de contagio. 

Estoy infringiendo la ley al venir a otro municipio por razones personales. Sin embargo es obvio que no estoy contribuyendo en ninguna medida a aumentar la tasa de contagios. Vengo solo en el coche y estoy al aire libre en una zona en que también estoy solo. No pongo en riesgo de contagio a nadie, incluido yo mismo. Se trata de una actuación ilegal pero con una ética bien clara. Muchos podrían sentirse ofendidos por la obviedad de que ellos cumplen la ley y yo no lo hago. Sin embargo al no cumplir la ley me expongo a una sanción económica. Es justo que sea así. A mi me resulta aceptable esa posibilidad, dado que desde el punto de vista ético me siento justificado. Y tampoco me parece mal que otros salgan solos, o con gente que convive, al aire libre, cambiando de municipio. 

Pero, ¿qué es lo que podemos hacer si la actividad al aire libre requiere dos o más personas? Estoy pensando en la escalada y en la espeleología. La única solución que se me ocurre, aparte de abandonar esas actividades multipersona, es crear círculos burbuja. Es el mismo concepto que subyace al permitir ir juntos a los que conviven. En caso de decidir formar un grupo-burbuja tendremos que reducir drásticamente el número de personas con las que salimos al aire libre y fijarlas. Un ejemplo es salir siempre con el mismo compañero de escalada. O con el mismo compañero de espeleo. O tal vez un círculo de tres.  En cualquier caso deberíamos fijar para estos tiempos un grupo "burbuja" en que no se admite a nadie más. Además en dicho círculo nos debemos exigir mutuamente llevar las medidas de seguridad al máximo nivel (en nuestra vida personal, familiar y laboral) con una responsabilidad intachable. Con todo eso podemos intentar seguir viviendo en estos tiempos difíciles, pero no tenemos ninguna garantía. 

En los días entre el martes 27 y el jueves 5 estudié más las fotos del blog y llamé por teléfono a J.L.Llamusí para que me diera alguna indicación. Se ofreció a acompañarme y, con lo que le expliqué, me dijo que había estado a menos de diez metros de la entrada. Justo un poco más abajo y más a la derecha de la esquina.

Al final volví de nuevo solo. El fuerte viento del norte no golpeaba en las laderas y acantilados de la vertiente sur de Cabo Tiñoso. Pero al mirar el oleaje y la superficie del agua era evidente que el viento seguía ahí. Eso junto con el cielo plomizo le daba al paisaje un aspecto dramático. A pesar de saber "casi" donde estaba me costo encontrar la boca. Tuve que moverme tres veces por las laderas del acantilado. Realmente difícil de encontrar. 

La boca, con forma de amplio embudo, es bien hermosa. Me puse el frontal y fui para adentro. La galería es grande y con el suelo lleno de guijo blanco y cristalino. Las formaciones gravitacionales, bien blancas, están truncadas a golpes. Hace años los mineros sacaron un gran beneficio de la roca cristalina blanca vendiendo el guijo para ornamentación de jardines. El material se embarcaba al fondo de la canal en un pequeño embarcadero. La cueva quedo, salvo algún divertículo, pelada de formaciones. Eran otros tiempos. 

Recorrí básicamente toda la cavidad. Por el camino un grupo de murciélagos me saludo con pocas ganas. Pero dejé una gatera al final por no llenarme de polvo la ropa de calle. La gran sorpresa vino aquí. Se percibía una corriente de aire muy notable saliendo por la gatera. Fue un gran momento. Dado que la topo daba unos diez metros más allá de la gatera como final de la cueva se imponía una revisión a ver de donde venía ese viento. A la subida puse algunos hitos más para marcar bien el comienzo del destrepe.




Día Cuarto

Es jueves 12 de noviembre, y continúa el confinamiento perimetral en los municipios de la región de Murcia. Hace un día perfecto. Ni frío ni calor. Esta vez ha venido también Mavil, de forma independiente en su coche, para ver qué podemos hacer con la corriente de aire. Su perro, Santo, le acompaña. Por el camino de bajada le indico los puntos clave a tener en cuenta para encontrar la cueva.

Es impresionante ver bajar a Mavil con su perro por esos destrepes. Si el perro se resbala empujaría al que se ponga por delante. De cualquier forma conseguimos llegar sanos y salvos personas y perro. Mientras nosotros nos internamos en la cueva el perro se queda en la entrada. En pocos minutos alcanzamos la gatera pero hoy el flujo es menor y entrante. Será por la temperatura y la hora. Al otro lado hay una salita con una pequeña galería a la izquierda. 

La primera fase es buscar de dónde viene, o por donde se va el aire. Después de un repaso con una barrita de incienso localizamos dos lugares por los que viene viento. Una grieta estrecha al final a la izquierda y una amplia grieta o diaclasa enfrente. De los dos lugares elegimos el que tiene mayor flujo y más facilidad de desobstrucción. Justo enfrente.

Durante horas maceamos la frágil roca abriendo hueco. La mayor parte del trabajo la hace Mavil que anda con muchas ganas. Luego taladramos un poco pero con una roca tan llena de huecos el sistema es ineficaz. Intento pasar un par de veces pero me quedo atorado. A las cinco, después de múltiples sesiones de maza, nos ponemos a pensar en salir. Creemos que lo mejor sería un motopico.

La salida al exterior se produce justo cuando se pone el sol. El paisaje está espectacular y anochece. El perro mueve la cola mostrando su alegría. La cosa de subir se pone delicada cuando Mavil tiene que levantar al perro en los puntos más difíciles de la trepada. Camino arriba se nos hace totalmente de noche. Viene un viento frescachón del este que nos estimula en las cuestas. Al llegar a los coches tenemos una sensación satisfactoria. Ha sido una hermosa jornada, probable prólogo de otras cuantas más en el Cristal...  

 




9/8/20

La Verde con Iris



A Iris le ilusionan las cuevas. Os costará un esfuerzo imaginar una ilusión tan grande. Nosotros, los espeleólogos que hemos entrado centenares o miles de veces en una cueva, seguimos sintiendo la magia de los mundos subterráneos. ¿Cómo de grande será entonces la ilusión y la magia en la mente de una niña de ocho años al entrar en esos mundos? Intentad poneros en su lugar recordando vuestra percepción del mundo a esa edad. Lo que ahora nos parece estrecho a esa edad era una amplia avenida y cualquier sala podría verse como un mundo inmenso. Los ruidos lejanos, las luces y las sombras eran un escenario, y la imaginación fuerza motriz de criaturas de ensueño, librando batallas en el subconsciente. Y las galerías conducían a catedrales repletas de seres petrificados en la roca, esperando a ser liberados por el poder de la mirada de una niña.

Estoy siendo acompañado de una gran soñadora. Y vamos a una cueva llamada La Verde en un día húmedo, cálido con nubes bajas. Podríamos estar en Costa de Marfil o en Camerún. Eduardo, Iris y yo nos abrimos paso en una espesura de ortigas, helechos y enredaderas que sobrepasan nuestra altura: el riachuelo de la cueva transporta agua. Recuerdo una fuerte pendiente llena de vegetación, raíces y barrillo para llegar a la boca. Hoy no es posible subir directamente por ahí. Tenemos que rodear la pendiente por la derecha. Los arbustos y los arboles nos ayudan a encontrar puntos de apoyo para ascender.

Ahí en la frontera está ese placer de abandonar la jungla tropical y penetrar en el fresco ambiente. Pero enseguida la boca lleva a tres destrepes en los que, por si acaso la gravedad juega con nosotros, supervisamos los movimientos de Iris. Hay una gatera memorable en la que compruebo con satisfacción que no hay gota de agua. Mis temores por las lluvias de ayer se esfuman. Los instrumentos de achique, esponja y cubito, seguirán ahí esperando a ser necesarios.  Desde el otro lado de la gatera preparo unas fotos con flashes cuyo sujeto es Iris pasando la gatera. Hago varias, todas muy parecidas,  buscando la luz ideal.



Una red de galerías con encanto nos entretiene por un tiempo corto mientras les cuento historias sobre esta cueva. Pero nos espera el largo laminador con columnitas que constituye el paso a las grandes galerías de la cueva. Iris se mueve por el laminador sin apenas agacharse mientras nosotros nos arrastramos con esfuerzo. Luego ya estamos en la hermosa sala con hermosas formaciones y hermosos recuerdos. Allí hice una gran sesión fotográfica con mi amigo J.Ángel hace unos tres años. También ahora hacemos fotos en la alta y estrecha galería repleta de coladas y formaciones. Un poco más allá hay un pasaje entre columnas con mucho encanto que conduce a una amplia galería baja. Esta avenida no acaba sino que se convierte en un laminador con tantas columnitas que hacen su tránsito prácticamente imposible. Pienso que esa zona se junta con los laminadores de entrada. Sin embargo no percibo ni una fracción del soplo de viento que siempre está presente en esos laminadores.

Avanzamos por la gran galería de la cueva sorteando por los lugares más fáciles las dificultades que se presentan. Subir y bajar bloques, flanquear coladas o cornisas, salvar grietas, todas ellas usuales en las cuevas. Entonces llegamos al comienzo del pasamanos-quitamiedos. Aunque en ningún momento hay que colgarse se transita por una estrecha repisa que bordea una grieta cuya profundidad va aumentando. No traemos arneses para nosotros pero lo que nos para en seco es que tampoco traemos arnés para Iris. Aquí no podemos, sencillamente, supervisarla sino que debería ir asegurada a la cuerda del pasamanos. Decidimos volver en este punto. Es una pena porque podría haberlo pensado ayer aunque, mejor pensado, lo que hemos visitado con Iris es un buen recorrido de iniciación.

A la vuelta los laminadores con columnitas son un poco cuesta arriba. Pero a Iris le resultan tan divertidos como cuesta abajo. Tanto es así que coge la saca de Eduardo y se encarga ella misma de ir moviéndola por esta zona.  También trepa sin dificultades los resaltes hasta la entrada. Y baja por la jungla tropical sin inmutarse. Creo que llegará a ser una gran espeleóloga, doy fe de ello. Esperemos que este planeta pueda continuar siendo un lugar en el que merece la pena existir para nuestros niet@s, aunque los necios, los dormidos y los malos sigan existiendo y estropeando la armonía. Amen.  








 

6/8/20

No viene, pero va.

¿Ir de cuevas en plan grupito de amigos? Indefinidamente que posponerlo tendremos. Irás de cuevas contigo mismo... o, a lo sumo, con un par de compañeros -de absoluto fiar- habrás de ir.
Un plan muy perfilado no puedo asegurar que fuese. Una aguda sensación de necesitarlo tal vez sí. La inmersión en un devenir cacofónico y estridente. La angustiosa práctica de nadar contracorriente en una riada de esperpentos. Esto, tener un plan, era similar a elegir nadar hacia una playa fluvial para salir arrastrándose hasta el comienzo de un bosque silencioso de límites indeterminados. Indeterminados no por su desconocimiento sino por la naturaleza misma del bosque. El papel de ríos y bosques estaba intercambiado en aquel mundo. Son los ríos de ese Mundo los que encuentran límites aunque no pase lo mismo con los bosques. Me encontraba en un dominio  de Bosque Ilimitado. Se podía escuchar su silencio fuerte, amable y acogedor.
El bosque era un bosque sin fisuras. Desde el suelo que despejaba al caminar hasta las copas de los árboles que solo dejaban pasar  la luz llamada verde. Lo verde, que es verde porque se apropia de todo salvo del verde. Pero era fresco también. Y fresco es una sentimiento clave. Las cosas a veces son frescas como recién hechas por Dios o por Eso a lo que no podemos darle forma ni nombre y que hace que las cosas sean hechas. Dicen los creyentes de la Ciencia que son las leyes naturales de la materia. De la materia que podemos percibir -o medir- y de la que no podemos también. Es un sistema de creencias muy respetable y práctico. 
Una buena corriente de aire frío exhalaba la boca de la cueva (Puntida). La cueva era la de siempre pero el cómo la veía yo ahora y el cómo la pude ver yo en otras ocasiones, la misma forma no tenía. De las anteriores veces ninguna caminé tan resuelto a encontrar lo que recordaba como seguro. Pero la realidad nunca obedece a los recuerdos que evocamos. Y menos que en ninguna otra, obedece de ésta manera forzada y determinada, dando por real lo que solo existe como recuerdo.
Repetí algunos de los pasos de mi primera visita, el once de marzo del 2017, hace poco más de tres años. Intentaba rescatar de mi memoria los sitios que me parecieron tan prometedores para una posible continuación. Pero lo más parecido que encontré no me pareció lo mismo. No obedecía a la imagen que había evocado mi mente. La memoria es el mayor misterio de todos los que nos rodean. Nos permite montar la creencia en una individualidad fija e inmutable. Pero al escarbar en eso que llamamos recuerdos nos encontramos con algo mutable y cambiante. ¿Como es posible que cada mañana al despertar nos reconozcamos como el individuo llamado Menganito? 
Más tarde repetí los pasos de mis posteriores visitas. Incluso al intentar reconstruir las visitas de hace pocos meses me encontré con incongruencias imposibles de salvar. Era como si la cueva que recordaba fuera una diferente que la que ahora visitaba. Me esforcé por hacer encajar las dos visiones y casi me encajo yo mismo en una grieta de la que me vi con dificultades para salir. Descendí en 20 segundos y tarde en salir 20 minutos haciendo movimientos milimétricos en una grieta inclinada (una especie de laminador a 60º).  Luego recorrí la galería que visité con Nano y más tarde con Miguel y aún más tarde con César. Me introduje por algunas desviaciones y chimeneas. Una de ellas podría dar continuidad previa desobstrucción. En ningún lugar de todos los recorridos que hice me encontré una corriente como las percibidas en anteriores ocasiones. Sin embargo no debería haber sido así dado que la diferencia de temperaturas entre interior y exterior era muy grande y la cueva exhalaba mucho aire frío
En cierta forma me pareció mágico, una señal del destino, toda esta historia mía con la Puntida. Como si algo modificase la realidad según la vamos viviendo. Como ocurre con los paisajes de los sueños. Como si la realidad no fuese más que un sueño gigantesco. La señal que me enviaba la cueva es la de que no hay continuación. El viento no viene de ningún lado pero se va de la cueva. No viene, pero va. Es la señal de la cueva. Pero también es la señal de los tiempos que corren en el mundo.    
La pandemia ha traído un mundo sin continuaciones evidentes. Deberían existir las continuaciones porque el viento va pero no encontramos ninguna porque el viento no viene. La cosa es así: los desgraciados que diseñaron el virus de Wuhan están consiguiendo lo que querían. Eso les delatará claramente. Podemos adivinarlo mirando quien/quienes/que organismos/naciones/grupos fácticos consiguen objetivos con los resultados de la pandemia. Delatarlos solo nos dará una satisfacción mínima, pero necesaria. Pero eso no nos dirá cuales son las posibles continuaciones, si es que existen. Habrá que retrotraerse al comienzo para comprender el final.
Más tarde salí de la cueva al bosque. Había infinidad de mundos en el Mundo. Solo era necesario abrir una ventana en cualquier rincón para asomarse a uno de esos infinitos mundos. Con el poder de la tecnología mágica pude abrir unas pocas ventanas. Mi asombro era genuino. Si es que ha de tener continuación el mundo de los humanos habrá de tenerla creándola con esfuerzo y sacrificio. Pero hay infinidad de mundos que continúan ahí sin más que seguir su rumbo natural. Sin esfuerzo, sin meta ni objetivos, solo siguen siendo...     

20/6/20

Catadióptricos




Una amalgama de deseos e ilusiones me hizo visitar de nuevo la Cueva de la Puntida. Relajado y feliz me tome  todos los preparativos; trastos de fotografía y trastos de espeleo. A las 12 de la mañana estaba en Ajanedo aparcando el coche donde comienza la pista a Bordillas. El bosque estaba muy crecido y la sendita que asciende hasta la boca de la cueva apenas era visible. No soplaba viento de salida en la boca pero si había abundantes goteos. Había llovido mucho los últimos días.

Justo en el umbral me fije en un conjunto de telarañas que destacaban por estar en contraluz. Quedaban iluminadas de tal forma que tenían un fondo sombreado y oscuro de grandes bloques. La brisa movía las telarañas haciendo muy difícil realizar un FS (pila de enfoque) coherente. Pero a pesar de ello me puse manos a la obra a ver que conseguía. Luego de una hora había realizado cuatro o cinco tomas de FS y para rematar la faena me moví hasta una zona de helechos colgantes e hice dos o tres tomas más. Me sentí saturado de intentar hacer tomas. Un FS macro no es como tomar una foto sin más. Requiere pensar en multitud de detalles y ponerse en posiciones incómodas y/o forzadas. Así que dos horas haciendo ese tipo de tomas satura a cualquier fotógrafo acostumbrado a fotos más sencillas. Sin embargo los espectaculares resultados de ese tipo de fotos pueden llevar fácilmente a una adicción.




Recogí los instrumentos de fotografía, preparé los de espeleología y pasé a la segunda fase de mi actividad. Subí hasta la cima del caos de bloques en la gran sala y descendí la otra vertiente hasta alcanzar una grieta entre bloques por la cual se conecta con el sistema de galerías a la derecha de la entrada. Avancé poniendo catadióptricos (las miguitas de pan para no perderse...), pues es fácil no tener claro si un sitio se ha recorrido -o no-  en esta zona de tantos bloques superpuestos y galerías. La cosa acabo bien. Comprobé la ruta que lleva de una zona a otra con mucha facilidad y en un corto tiempo. Pero este día no percibí vientos de ninguna clase, salvo sutiles movimientos poco significativos. 

En un tiempo reducido volví sobre mis pasos el camino hasta la salida y bajé el frondoso bosque. Las nubes amenazaban lluvia y el ambiente había refrescado. Estaba contento de mi renovada conexión con las cuevas de Cantabria. Había conseguido disolver una jodida sensación de no pertenecer ya a esa historia y a ese mundo de la espeleología. Ciertamente las guerrillas y desencuentros que imperan en ese colectivo -añadidos al desprecio mayoritario por la sacralidad del marco subterráneo- habían estado contribuyendo a una sensación de distanciamiento. Pero no era algo que hubiera echado raíz en mi mente. Podía percibirlo. Aún puedo conectar con las cuevas. Y, tal vez, con los espeleólogos también...   




31/5/20

Lobo y Oso



Habían pasado dos meses y medio desde que comenzó el confinamiento por el virus de Wuhan y a finales de mayo ya era posible viajar entre comunidades con algo más de garantía de no tener controles. En realidad no había ningún problema para viajar desde Murcia hasta mi domicilio oficial cercano a Santander. La vuelta a Murcia podía ser más difícil si no se relajaban las medidas de contención.
En Cantabria las cuevas eran un atractivo lugar para ir en familia por ser lugares apenas frecuentados. Como Stephanie nunca había visitado una cueva teníamos una razón más para ir a visitar alguna. Después de unos minutos de reflexión me vino a la cabeza la Cueva del Lobo. en una zona de Soba bien bella en medio de un bosque de hayas y muy apartada de las rutas excursionistas. 
Nuestro quedo formado por Marisa, Ananda, Stephanie y yo. Cruzamos el puerto de Alisas, atravesamos Arredondo y subimos por el valle del Asón hasta Soba. Las zonas de aparcamiento de los Collados estaban abarrotadas de excursionistas. Era asombroso. Pero nuestro objetivo estaba aún a varios kilómetros laderas arriba del puerto de la Sía
Aparcamos un poco más arriba del arranque de la pista a Zucía. No encontramos a nadie en la pista, ni tampoco en las cabañas. Si vimos vacas, caballos y ovejas. Estaba todo en paz. A lo largo del bosque de hayas el silencio era la nota dominante. Las montañas de hojas secas de haya tapizaban el suelo con una capa de medio metro. Pero al cambiar de ladera se escuchó un ruido en dirección a la zona del Carrascal. Rompía la armonía.
Nos preparamos someramente con frontales, ropa de para ensuciar y algún mono de tela y bebimos algo de líquido. Las hojas y la humedad hacían incómodo el corto ascenso hasta la boca. El perfil de ojo de cerradura y el fuerte viento, mezclado con hojas secas, hacen de este lugar la entrada a un mundo de hadas y duendes. Enseguida se desemboca en la amplia galería del Oso.




Galería arriba visitamos todo lo visitable incluidas las yacijas vacías que hace muchos años estuvieron llenas de huesos de oso. En algunos lugares aún se veía algún trozo. El resto fue probablemente esquilmado, aunque quizás una parte esté en los museos de Santander. Lo más interesante fue descubrir  que la galería no se acababa donde yo pensaba que lo hacía. El resultado de una corta desobstrucción ha dado paso a una amplia galería por la que no continué debido a mis acompañantes. La dificultad era una pequeña trepada. El viento que venía de la continuación era importante.
Galería abajo visitamos varias zonas incómodas y, con Ananda solamente, algunas gateras. Tal vez un poco trabajo podría prolongar alguna de ellas, pero debo señalar que en esta zona el viento está ausente.
Galería del Flysch adentro atravesamos el caos de bloques, cercano al inicio de la galería, y continuamos un poco más hasta el primer desfondamiento. Allí Stephanie comenzó a sentirse incómoda y optamos razonablemente por volver. Las fijaciones de acero inoxidable que encontré indicaban un claro aumento de la seguridad en esta zona debido, casi con certeza, al tránsito de grupos guiados por empresas de aventura.
El valle de Soba estaba espléndido en su tramo final de primavera. Las nubes suavizaban la luz y la temperatura. De bajada vimos turistas alemanes y moteros. No me quedo claro que las normas de no transitar entre comunidades se estuvieran infringiendo, pero la situación hacia pensar en ello como muy probable. La Cueva del Lobo quedaba atrás pero pendiente quedaba también una visita a las nuevas zonas de la Galería del Oso. Y si la circunstancias cuadraban volver a realizar la travesía Torca Fría--Cueva del Lobo con Ananda, actividad por la que mostro bastante interés. Nos dijo que pensaba realizar un cursillo de espeleología vertical para poder hacer ese tipo de actividades. Sería una bonita forma de compartir experiencias.   



22/2/20

Rajas 5






A la misma hora que el domingo pasado nos reunimos, esta vez sábado, en Las Salinas. La temperatura era más baja que hace una semana pero iba a hacer más calor. Eso se veía venir. Me regalé un desayuno brutal pero ni Vicente ni Abdón tomaron otra cosa que café.
Esta vez no olvidamos subir el motopico, ni las macetas y piquetas y tampoco un tubo de poliuretano. Sobre las diez de la mañana la Raja aspiraba una fuerte corriente. Mientras hacia 6 taladros con la Hilti para coser con cable el segundo escalón Vicente empezó a taladrar en la raja para ensanchar.  Abdón enhebro el cable y fijó los perrillos. Luego pusimos tablas en X y en H.
El trabajo de ensanchamiento iba a destajo. Vicente probo a meter con un hilo una GoPro enlazando una linterna para mejorar el invento. A pesar de las variadas pruebas que hizo los resultados no fueron demasiado clarificadores. Lo mejor era seguir ensanchando a pleno ritmo. En los entreactos que iba dejando la gran tarea me dediqué a rellenar y acuñar detrás de las tablas el segundo escalón. Finalmente le metí dos tubos de poliuretano por las rendijas. Uno de ellos estaba viejo y no salía. Le arreé un picotazo con la piqueta y fue saliendo -e hinchándose algo- la vieja pasta que contenía, pero el otro tubo funciono bien. Quedó muy chulo pero con un tubo adicional quedaría más perfecto.




Sobre las doce de la mañana cambio, después de unas cuantas vacilaciones, el sentido del flujo de la corriente. Se nos dispararon las teorías acerca del funcionamiento del sistema: respiración por gran volumen con alternancia de temperatura, ladera sombreada en la otra boca al mismo nivel (ladera este), otra boca superior… Todas las elucubraciones son pocas. Pero el tiempo dirá. Lo mejor sería poner termómetros y anemómetro en la boca para tener series temporales de datos que nos guíen un poco al establecer las hipótesis. Vicente trajo también un georadar y lo estuvo probando sobre la zona. Fue asombroso comprobar como quedaba reflejado el hueco subterráneo de la raja ventosa a pesar de su reducido tamaño.  
La gran tarea permitió visualizar con claridad el tubo vertical y el cambio de pendiente abajo. Agotamos las baterías de la Bosch y casi las de la Hilti. Finalmente podíamos pisar el tubo vertical. Vicente probo a hacer un video con el móvil usando la linterna del propio teléfono. Salió bastante bien. Eso nos permitió visualizar como el tubo se hacía casi horizontal, pareciendo de tamaño casi humano, y como giraba a la derecha aproximándose al conducto principal. Pensé que no estaría mal topografiar lo que tenemos para tomar decisiones prácticas.
Hacía calor cuando empezamos el retorno al coche. Vicente tenía ganas de celebrar los avances. Nos fuimos directos a un bar que conocía él en Fortuna, famoso por sus catalanas con jamón. En vez de cervezas todos tomamos coca-colas. La cabeza y los proyectos se nos dispararon. Si por Vicente hubiera sido habríamos vuelto al día siguiente a la gran tarea de la prometedora Raja Eiger…      



16/2/20

Rajas 4


A las ocho de la mañana los bancos de niebla  envolvían intermitentemente el camino entre Alguazas y Las Salinas. La temperatura había descendido esa noche hasta 7ºC pero de todas formas estaba seguro de que nos acercaríamos a 25ºC en el centro del día. Aquí, en el Reino de Murcia, estamos sometidos a un clima semidesértico extremo. En el corto invierno puede hacer mucho frío, las heladas son usuales en zonas altas no adyacentes a los cauces de agua, río Segura, río Guadalentín, río de Mula... Pero lo más destacable hasta que se asienta la primavera son las rápidas oscilaciones de temperatura entre el día y la noche. No es inusual pasar de 5ºC a 30ºC en doce horas. El domingo 16 de febrero se presentaba como uno de esos típicos días en que el frío del amanecer se iba a transformar en un día de manga corta.
Me sorprendió muy poco descubrir a Vicente sentado a la barra disfrutando de su desayuno. Era lo mismo que yo me disponía a hacer: tostadas con tomate y aceite, sangre encebollada y café con leche. La gripe le estaba soltando con lentitud. Todavía se le notaba en la cara la pelea con los virus pero, a pesar de ello,  de ánimo estaba bien sobrado. Abdón llego antes de las ocho y media y se tomo un café. Con su ausencia Perico hizo acto de presencia en nuestra charla de bar. Fue una pena no poder conversar con él en persona. Las aventuras y desventuras de Perico no dejan impasible a nadie.
No tuvimos duda: el coche de Abdón resultaba algo “pequeño” y el mío no tenía gasóleo y es “antiguo”. Eran excusas fáciles para hacer lo que todos estábamos deseando: montarnos en el nuevo BMW de Vicente. Me resulto impresionante la amplitud del interior, ese cuero blanco y aromático de tacto agradable y la suavidad de la conducción. Vicente nos dijo que no le da tiempo a cogerles apego a sus coches: con la misma facilidad que los compra en subastas los vende al mejor postor. Vicente me pareció tan seguro de lo que hace con estas compraventas que empecé a plantearme encargarle un coche.





El camino desde la casa cueva a la Raja Eiger se me hizo muy corto. La mañana estaba apacible. Invitaba a pasear por el monte. La Raja aspiraba una buena corriente de aire fresco mañanero. Como habíamos subido dos taladros decidimos usar primero mi Hilti hasta agotar las baterías. No íbamos a sacar piedras sino a preparar su extracción (para ello necesitamos que el tamaño sea razonable). Así que nos centramos en convertir en guijarros dos bloques de tamaño lavadora posados en la base de la rampa. Al cabo de un rato la cosa quedo lista para actuaciones posteriores. A renglón seguido nos pusimos manos a la obra para ensanchar la raja de la izquierda. Después de un tiempo de trabajo las baterías del Hilti empezaron a renquear. Al asomarme al límite de lo que podía visualicé una plataforma de piedras en lo que me “parecía” la prolongación. La dirección era hacia la ladera de la superficie exterior. Nos tomamos un respiro.
Fuera hacía un día espléndido. Bajo los pinos, comimos mandarinas de los bancales de Abdón y manzanas de los campos del Señor. Luego me di un paseo ladera abajo en busca de algún indicio, agujero, grieta o depresión, en la superficie. Pero como ya me había avisado Vicente allí no había nada de nada. Mientras tanto Vicente y Abdón habían continuado avanzando hacia abajo con ensanches progresivos usando la taladradora Bosch.  La corriente de aire había cambiado de sentido: ahora el evidente flujo fresco era saliente.
 El trabajo había tomado ritmo e ímpetu. No sacábamos muchas piedras pues la mayoría eran de tamaño guijo. O bien se caían por el hueco oscuro o bien las apartábamos con los pies hacia la zona trasera de la grieta. Enseguida nos dimos cuenta de que las que caían lo hacían unos buenos metros dando golpes en las paredes de un conducto vertical o inclinado en contra de la ladera. Acabamos con las baterías del Bosch y apuramos un poco más las del Hilti. 
En el entreacto Vicente fue avanzando lo suficiente como para asomarse con un móvil y grabar un vídeo de lo que se veía. La película nos mostro un tubo vertical con oscuridad total abajo y en el que flotaba el polvo que arrastraba la fuerte corriente de aire saliente. Una sugestiva imagen que nos hizo animarnos aun más pues los indicios positivos aumentaban de intensidad. Tampoco podía olvidarme de lo que me había contado Vicente: la noche anterior había soñado con una cueva en la que descubre la geoda más grande del mundo. Pero no se lo cuenta a nadie. Aunque al final decide contárselo a un amigo para poder demostrar que, en cualquier caso, fue él quien primero la encontró. Una bonita historia que me tomé bastante en serio. En mi vida de espeleólogo he tenido sueños parecidos en varias ocasiones y siempre han sido premonitorios. 
Por el camino de vuelta se nos apareció en la charla la geoda de Pulpí. Le conté a Vicente las dificultades que estaba teniendo para poder realizar una foto dentro de la geoda. Según Vicente han puesto precio, unos 1600€ por diez o quince minutos, a las sesiones de fotografía o filmación dentro de la geoda. Sin duda es un avance pero me parece que se escapa de mis posibilidades o, mejor dicho, de mis planes financieros . A la una y media estábamos de nuevo en Las Salinas disfrutando de las charlas ante unas cervezas. Había sido un día fructífero pero… se tendrá que continuar trabajando con paciencia.
Las próximas tareas antes de seguir sacando piedras en cadena consistirían en avanzar por la raja ventosa (en la que se vislumbra una continuación obvia) y en dar estabilidad al segundo escalón con cable, tablas y poliuretano en el fondo del conducto principal. 








13/2/20

Luchena









La suerte fue que en el verano del 2019  J.L.Lamusí me regaló un ejemplar del boletín del SEDECK en el que encontré un artículo titulado “Cuevas hipogénicas en la zona occidental de Murcia”. En el artículo, hablaba entre otras cosas, de una interesante cavidad en el Barranco de Luchena de la Sierra de Pericay, aguas abajo del pantano de Valdeinfierno. Asociada a esa cueva también nombraba los Ojos del Luchena, una surgencia termal en el Barranco de Luchena.
El sábado ocho de febrero Marisa y yo quedamos en Totana con Jorge para una primera visita a la zona del Luchena. En realidad yo no tenía ni idea de cómo acercarme en coche a la parte final del Barranco de Luchena, zona en la que se ubican la Cueva y los Ojos del Luchena. Basándome en el artículo y mirando Maps y Google Earth localicé una pista que parecía permitir el acceso al cauce del río. La pista pasaba por una casa muy cuidada rodeada por una cerca de bloques de mármol. Un poco más allá giraba a la derecha en lo que parecía un obvio alejamiento al cauce del Luchena. Optamos por dejar el coche cerca de la casa y coger un camino que iba directo al río. Llegamos al Luchena sin problemas pero el cauce llevaba bastante agua. Además había zonas con barro o inundadas que impedían moverse con calzado normal. Así que optamos por volver.
Después de varias vueltas y vicisitudes encontramos la carretera al pantano de Valdeinfierno desde Zarcilla de Ramos. La presa, una interesante y antigua obra de ingeniería, tiene unas escaleras a su derecha que permiten el acceso al barranco de Luchena. Sin embargo aquí tampoco encontramos un sendero que permitiese el paso sin mojarse o embarrarse. Optamos por darnos una vuelta por la zona de bosques bajo el Roque de los Buitres, donde hay una colonia de cerca de 300, yendo hacia el Albergue Casa Iglesias. Para nosotros fue un auténtico descubrimiento ese albergue. A los atractivos bosques, a la colonia de buitres y a las excursiones posibles (entre otras al barranco de Luchena), se le deben añadir unas instalaciones fuera de lo común: piscina, campos deportivos, rocódromo, palacete acristalado, instalaciones fotovoltaicas, miradores… todo en un lugar de una belleza y una tranquilidad fuera de lo común.  Y no olvidemos la Cueva y los Ojos del Luchena. Con todo nos faltaba mucho por explorar aún.




El jueves trece de febrero Marisa y yo nos acercamos por Lorca y Zarcilla de Ramos hasta la pista de la casa de los bloques de mármol. Había descubierto, estudiando los mapas, que una de las prolongaciones de esa pista permite el acceso a la zona final del barranco y a una casa albergue que allí existe. Ciertamente no tuvimos ningún problema. Aparcamos cómodamente junto al cauce del Luchena. A dos minutos nos encontramos con la canalización que entrega las aguas termales transparentes y cálidas al río Luchena que discurre por el barranco desde el pantano de Valdeinfierno. Enseguida nos dimos cuenta de que los Ojos no estaban en ese punto ya que la canalización subterránea indicaba otra procedencia.
Después de cruzar con ciertas dificultades el Luchena visitamos la casa albergue. Su situación es excepcional para todas las actividades que pueden realizarse. Pero consideramos que por ese margen el avance era complicado. Volviendo al otro lado encontramos vestigios de una senda que elevándose por un barranquito terroso conducía a la zona en que pensábamos que se encontraba la Cueva de Luchena. Ciertamente la intuición no me engañó esta vez: el barranquito dio acceso a una zona con marcas de haber sido transitado y señalizada con hitos. En un rellano ocupado por un bosque de pinos centenarios vislumbre casualmente un resalte con un agujero muy llamativo. Aunque la idea que tenía era alcanzar un agujero mucho más evidente a unos cincuenta metros más arriba una somera inspección a este primer agujero me convenció de que era la boca de la Cueva de Luchena. Para descartar confusiones visité, mientras Marisa descansaba bajo los pinos, la boca que se veía más arriba. Resulto ser un amplio abrigo muy atractivo para las cabras…
De vuelta al Luchena intentamos seguir aguas arriba por el margen derecho pero enseguida nos corto el paso las paredes, el barro y el agua. Lo que sí era evidente eran los registros de la conducción de agua termal que se sucedían uno tras otro en el margen izquierdo. Volvimos sobre nuestros pasos al punto de cruce y caminamos aguas arriba por el margen izquierdo atravesando frondoso bosquecillos en plan jungla, y vadeando zonas de barro por el mejor sitio que pudimos encontrar para no embarrarnos por completo. Finalmente volvimos a tropezar con vados de agua y/o barro en el punto en que el barranco gira a la derecha 90º. En cualquier caso pudimos contabilizar del orden de siete u ocho registros. Uno de ellos era un túnel al que accedí con la literna del móvil. La temperatura fue aumentando hasta que las gafas se me empañaron por completo. Un hundimiento en el suelo permitía ver la conducción de aguas termales unos metro más abajo. 
Ciertamente uno de los objetivos que me planteo próximamente es conocer el punto de los “verdaderos” Ojos del Luchena. Y otro hacer una visita exhaustiva a la Cueva de Luchena. Esta próxima primavera se promete muy interesante…









2/2/20

Rajas 3



Todo a salto de mata. Justo hasta la noche anterior no hemos podido concretar si íbamos o no a la Raja. De camino dejo a Marisa en los Baños de Fortuna y voy al encuentro de Vicente, Perico y Abdón en el aparcadero de la casa cueva. Mientras espero me da tiempo a emplear la cámara para captar la primavera. Las flores están apareciendo en la mayoría de los almendros de la zona. Las abejas se emplean a fondo con las flores. Están como extasiadas o borrachas con el aroma que perciben. Resulta fácil fotografiarlas en ese estado y con la hermosa luz que hay.
Los tres esperados llegan en la furgoneta de Abdón. Perico viene un poco estresado por la cantidad de cosas que ha tenido que hacer. Pero como siempre muestra su mejor sonrisa. A Vicente se le notan las ganas de salir corriendo por el monte. No tenemos mucho peso que subir ya que no hemos traído taladro ni trastos pesado. Solo unas pocas herramientas que apenas molestan. Subimos rápido y con ímpetu.
Al llegar los primeros que bajamos a la Raja a trabajar somos Perico y yo. Metemos seis fijaciones con chapa, pasamos el cable, lo cortamos y terminamos fijándolo con unos cuantos perrillos. A renglón seguido entre Perico y Abdón se suben cuatro bloques de tamaño muy respetable que no esperaba que pudiesen subir a pura fuerza. Pero hay gente muy fuerte. Los cuatro bloques descansan ahora, perdidos y anónimos, en la montaña de derrubios que se está formando desde hace años en la ladera adyacente a la Raja. Continuamos sacando capazos de piedritas a buen ritmo hasta que la cosa se pone en sacar un bloque macizón tamaño lavadora. El asunto es que no hay cobertura y  lo tenemos que posponer.




Más abajo de la lavadora el terreno es llano y de piedritas medianas. Pero no se vislumbra ningún hueco evidente. Vicente baja y hecha un vistazo a todo. Yo decido gastar un tubo de poliuretano más en el primer tinglado de cable. Inserto piedritas en plan turrón en la pasta amarillenta que va creciendo. 
Ordenamos y recogemos  en pocos minutos. Y nos vamos directos al bar de los Baños de Fortuna. Allí el panorama es exuberante. Todo lleno. El agua, las tumbonas y por supuesto el bar. La primavera ha aumentado varios grados la temperatura hormonal en el lugar. Parece que la cosa pinta bien para el negocio de la piscina termal…    



29/1/20

Rajas 2




Como nadie se anima decido subir un rato a la Raja para tareas que se puedan hacer en solitario pero también para dar ejemplo y que se animen a venir. 
Antes de nada localizo en Bricomart tubos de poliuretano baratos y compro cinco. Y boquillas de sobra. Y decido subirme la taladradora para preparar el trabajo posterior haciendo algunos agujeros estratégicos.
Primero me dedico a rellenar más oquedades con turrón de piedras con poliuretano en la zona que comencé el día anterior. Este poliuretano no es demasiado bueno. Tengo la impresión de que los tubos no contienen lo mismo que los caros. Se me acaban dos tubos volando y pongo un tercero. Hay que vigilar un buen rato el aumento de volumen del polímero y recolocar lo que va rebosando. Así consigo llenarme un par de dedos de ese potingue por los agujeros de los guantes. Me costará dos días arrancármelo.
Finalmente antes de irme realizo seis agujeros adecuados para coser con el cable el talud. Y otro fallido en el que estropeo una laja muy útil.
Me bajo muy contento por la senda que va hacia el barranco del Corke y por el camino inspecciono la superficie intentando adivinar qué es lo que guarda en sus entrañas. No cabe duda de que algo apasionante.