4/1/19

Pequeño Gigante



Largo tiempo ha hablé con Ester y Juan Carlos con el propósito de organizar una excursión a la Cueva del Gigante cercana al pueblecito del Portús. En fechas de la semana entre Navidad y Fin de Año no podía ser para la pareja. Además  quería que otros amigos pudiesen venir y eso complicaba más la determinación de la fecha. Por fin pudimos concretar la salida para el viernes 4 de enero del 2019.
           Marisa, Claire, Joaquín y yo en mi coche; Ester, Juan Carlos y María en el suyo. Nos vimos en Molina de Segura y tras presentarnos enfilamos hacia Cartagena. Un poco antes de llegar al Portús paramos en el Bar Moreno de Canteras. Dan unas tapas extraordinarias para desayunar. Unos cinco kilómetros más de conducción nos llevaron a la bonita cala del Portús.



La primera fase de la caminata bordea el mar y la playa nudista del Camping. Luego la senda se encarama hacia el este por encima de los acantilados. El sendero es un poco enrevesado y el punto clave para seguirlo consiste en no perder las flechas azules de vista. Varias sencillas trepadas y destrepes se suceden para amenizarnos el recorrido. Por suerte no hay grandes desniveles que salvar. Y de pronto la senda empieza a bajar por una escarpada pendiente pasando por algunos puntos delicados. Hasta que se corta y aparece un gordo cable de acero inoxidable.
            Es una vía ferrata muy corta y con dificultades mínimas, salvo el hecho de que el lugar es impresionante. Hay algún peldaño de hierro y asideros. Bajando en diagonal alcanzamos la amplia boca de la cueva a unos cinco metros sobre el nivel del mar. Estamos en un paraje llamado Cala Estrella. Esta cala también puede alcanzarse por una senda más larga que se inicia en el barrio de Tentegorra de Cartagena.






La visita a la cueva es corta pero muy instructiva. Salitas con las paredes recubiertas de depósitos cristalinos de colores rojos y blancos variados. Como un helado de fresa y nata multicapas. Galerías ascendentes que pueden treparse parcialmente. Una de ellas lleva a una entrada alternativa para la que se necesitan cuerdas. Y lo mejor de todo: el lago de aguas termales de color verde esmeralda. Por supuesto, como siempre, se estableció un flirteo colectivo para darse un baño. Unos que si y otros que no. Al final los bañistas fuero Juan Carlos, María, Marisa y Joaquín. Los demás fuimos espectadores del placer de los otros. Yo me hubiera bañado pero tenía el talón herido.
A la vuelta hice algunas fotos en la ferratilla. El paseo estuvo dominado por el sol del atardecer en la bahía del Portús. Es un magnífico punto del Mediterráneo Español. Finalmente tuvimos tiempo de parar en una venta (bar-tienda) a un par de kilómetros de la playa del Portús en la que sirven tapas excelentes. Y cerveza fría. Allí acabamos celebrando efusivamente la extraordinaria excursión del Gigante.