29/2/16

Frozen







20/2/16

Revisiones


Hace poco tiempo unos amigos, del grupo CCES, me invitaron a participar en las exploraciones de su nueva zona: Valdició. Sabían, pues yo mismo lo he manifiesto de vez en cuando, que las cuevas de esa zona me atraen. Tanto o más que las del Asón. Aunque reconozco la belleza de las cuevas de los valles costeros, siempre he sentido, es algo subjetivo, que a esas cavidades les falta un puntito de duende. Creo, me imagino, que esto es debido a la intensa actividad humana que las rodea. En algunos casos esa actividad humana, en forma de minería, invade la cavidad lo que es el caso de la Cueva del Soplao o de la Cueva de Udías.
Durante años estuve obsesionado con dos cavidades de la zona de Valdició: la Sima del Carrio y la Cueva de Hoyo Salcedillo. En la Sima del Carrio obtuvimos algunos interesantes resultados pero finalmente la exploración quedo inacabada en gran medida. Ahora se presentaba una nueva oportunidad de explorar en Valdició. Así que acepté acompañarles con un grado de entusiasmo contenido. Contenido porque conozco las dificultades que nos plantearon esas cavidades. En el caso de Hoyo Salcedillo estaríamos hablando de una de las más duras puntas de exploración que cabe plantearse en las cuevas del Asón-Miera. Por otra parte la sima del Carrio conlleva una dura aproximación seguida por una cavidad heladora con importantes dificultades hasta la punta de exploración.  
El sábado, día veinte, se trataba de revisar una cavidad explorada hace muchos años. El caso es que Adrián y Sergio ya habían visitado la parte “conocida” de esa cueva. Y digo conocida porque ellos sospechan que eso es sólo la punta de un iceberg inmenso. En su visita constataron que el potente soplo de aire que recorre la galería principal se pierde al llegar a una gran sala terminal. Al entrar en la sala, en el techo, se abre una grieta por la que pensaron que se perdía la corriente de aire. El objetivo principal de la visita/revisión era escalar hasta la grieta y comprobar si tenía continuación. Las elucubraciones de Sergio, bastante bien fundamentadas y alimentadas por las informaciones del blog Cuevas del Alto Asón, sugieren que esa cueva podría estar conectada con alguno de los grandes sistemas. Así que ese chorro de aire es el indicador que debe seguirse si se desea ir más allá de la punta del iceberg.  
Durante la semana anterior al veinte de febrero había nevado varias veces y el frío había sido intenso en toda Cantabria. Las zonas montañosas se habían llevado la ración más grande. Para mí no estaba claro que pudiésemos acceder a la cavidad. Pero finalmente el sábado estaban limpias de nieve las cornisas -a esa altitud- y aunque el frío era intenso la temperatura superaba los 0ºC. En Solares no podía decirse que hiciese mucho frío pero eran necesarios gorro y anorak. Me encontré con Sergio, Fonso y Manu en un bar cercano a la gasolinera. La camarera estuvo muy simpática con nosotros. Me invito a que fuese a desayunar allí todos los días (según ella hace unos desayunos portentosos) Para mis compañeros era un sitio bien conocido por sus bocadillos y pinchos de tortilla.




A lo largo del Valle del Miera las surgencias y torrenteras andaban muy crecidas. El cambio de ambiente entre lo costero y lo montañés se produce rápidamente al acercarse al pueblo de Mirones. El valle se estrecha y se hace agreste. Un poco más arriba, en Ajanedo, nos reunimos con Adrián, Marta y Josean. Mientras preparaban un sinfín de trastos contemplé el paisaje. Pero por poco tiempo pues no tardamos en movernos unos kilómetros más allá, hasta un punto cercano a San Roque, donde aparcamos los coches y preparamos las sacas. Allí también mire el paisaje pero sin demasiadas contemplaciones. Hacía frío y todo el mundo se forro de ropa.
Mis temores acerca de la aproximación se confirmaron en pocos minutos. La senda pasó de ser cómoda a ser incómoda; luego a ser una traza de diez centímetros de anchura (ideal para resbalar sobre el barrillo y precipitarse pendiente abajo); y por fin pasó a ser nada de nada. El tramo final lo hicimos trepando sobre la hierba buscando las zonas de menor inclinación. A pesar del frío sudamos de lo lindo.
La cueva fue una comodidad inmediata, un relax tras el esfuerzo de la subida. Galería ancha, suelo limpio sin complicaciones y techos bien altos. Un paseo en comparación con el acceso. Se hicieron dos grupos: Adrian, Sergio y yo a escalar. El resto a topografiar desde la entrada, revisar desviaciones de la galería principal, observar la fauna de la cavidad y tomar fotografías. Nos volveríamos a ver en la sala terminal junto al punto de escalada.
El trío escalador se puso bajo el problema en poco tiempo. En realidad el problema era escaso pues la roca era buena y enseguida se llegaba a una chimenea que facilitaba la escalada. Estuvimos mareando la perdiz unos minutos hasta que quedo claro quien iba a escalar, quien iba a asegurar y quien iba a hacer el vago: Sergio escalar, Antonio asegurar, Adrián hacer el vago.
La escalada se desarrollo sin contratiempos y Sergio alcanzo una galería desfondada sobre la sala que necesitaba un pasamanos. Enseguida que hubo sitio para dos subí con material de apoyo. Recogí de paso el material usado en la escalada, salvo los parabolts que se dejaron in situ. El pasamanos llevo bastante tiempo. Una de las razones fue que se acabaron los parabolts y hubo que empezar a meter roscapiedras. La colocación de estos requiere mucho más tiempo y destreza que la de los parabolts (apreciaciones de Sergio). De cualquier forma Sergio, seguido de cerca por mi, pudo acabar los pasamanos y entrar en una galería estrecha que se diversificó en varias ventanas: todas daban, con grandes saltos, directamente a la sala. Por ahí el viento no se iba ni se venía. La hipótesis de que la grieta era la continuación se derrumbaba. Todavía quedaba mirar la grieta en dirección contraria, pero la fe se había evaporado. Bajé rápidamente a la base mientras Sergio terminaba de desmontar los pasamanos. A pesar de todo Sergio dejo la cuerda de acceso y Adrián subió a echar un vistazo. Debió ver alguna posibilidad de continuación porque finalmente la cuerda de acceso se dejo puesta. Al cabo de un rato llegaron FonsoJosean, Manu y Marta a la base de la escalada. Marta había encontrado, cerca de la entrada, unos ejemplares de los caracoles que buscaba y quería fotografiarlos con macro. Comimos, con hambre acumulada, allí mismo.





La cuestión era ¿qué pasaba con la corriente de aire? Si la corriente llegaba hasta donde estábamos (ese día era muy floja debido a que las temperaturas exterior e interior eran similares) y no se iba por la grieta entonces debía irse por la sala. Sala muy grande, llena de grandes caos de bloques, y de recovecos, por todos lados. Situación similar a la de la Rubicera. Encontrar el lugar por donde seguía el viento no iba a ser una cosa facilona. Nos distribuimos por la sala, sin organización, un poco al azar. Yo me encaminé hacia donde cae la cascada. Mi idea era seguir el agua: por donde se vaya el agua se va al sistema principal. Puede que sea muy estrecho, pero el agua tiene que pasar por algún lado. Con ciertas dificultades llegué a la base de la cascada. El agua se metía entre grandes bloques que podían descenderse pero había demasiada lluvia de cascada para intentarlo en ese momento. De pasada observe un grupo de formaciones curvadas en dirección al interior de la cavidad. Eso indicaba un flujo de viento mantenido en el tiempo. Cuando volví a la base de la escalada Adrián estaba con Fonso enzarzado en un pozo cercano que al final no dio resultados. Sergio, con el resto, estaba mirando unas gateras que le llevaron a unas pequeñas galerías sin pisar, pero sin corriente de aire aparentemente. No se podía concluir nada. Se hacía necesario volver un día en que el gradiente de temperatura entre cavidad y exterior fuera grande. En un día así la búsqueda de un paso soplador será más fácil.
El tiempo había pasado. Con suerte saldríamos al anochecer, pero bajar las pendientes de hierba de noche no era muy atractivo. La galería principal es ascendente, con una fuerte pendiente, así que nos calentamos bastante volviendo a la entrada de la cueva. Cuando salimos el sol se había puesto pero había suficiente luz como para moverse bien. Opté por bajar a rastraculo (culitren) las primeras pendientes de hierba y la mayoría me imitó. Llegamos al coche ya de noche pero sin problemas. Al final bajar había sido bastante más fácil que subir.
Adrián se vino conmigo en el coche. Mientras bajábamos se nos ocurrió parar a tomar unas cervezas en el bar del camping de San Roque. Soñaba con una cerveza McDougall leyenda. En el bar nos encontramos con otro grupo de espeleos, entre ellos Lorenzo de EspeleoFoto. En el entreacto se nos unió Jara. Cayeron varias cervezas y calimochos que dieron alas a nuestra imaginación. Un momento de genialidades alcohólicas. Poco después conducía suavemente hacia los valles costeros…



4/2/16

A refreshing new world

Fotos: Miguel F. Liria
Texto: A. González-Corbalán




                 Las ganas de explorar se despiertan de nuevo en los exploradores cuando el viento de la inspiración desea soplar vientos favorables. Hacía poco tiempo que Miguel había estado reconociendo, con el joven Mikel, unas viejas conocidas, más poco transitadas, galerías que él suele llamar “de las Zetas”. Y de nuevo se puso, no lejos del balcón que cae de El Patio, muy cerca de unas grietas que se abren en el techo de una gran galería. El deseo de explorarlas creció y se fortaleció. Y el tiempo de reunirnos para ir a hacerlo se hizo huidizo, escaso, parco, o quizás simplemente esquivo. Así pues en vista de la situación que se nos estaba planteando tomamos la decisión de expandir el tiempo. Si el tiempo se hacía escaso nosotros lo íbamos a “expandir”. El método que seguimos fue simplemente añadir un día laboral entresemana a nuestros quehaceres espeleológicos. Eso sí  por la tarde, para evitar el incumplimiento de las tareas y compromisos establecidos contractualmente para con la sociedad.
El jueves por la tarde, a las cuatro y pico, me reuní con Miguel y Mikel el Joven en Ramales de la Victoria. Siempre me he preguntado a que victoria se refiere el nombre de ese simpático y acogedor pueblo. Y hace bien poco me ocupe de enterarme. Previa operación de buceo en internet averigüé, seguramente lo supe cuando estudiaba historia en el bachillerato y más tarde lo olvidé, que dicho nombre se debe a la que se considera batalla decisiva de las Guerras Carlistas, entre liberales y carlistas, sucedida en 1839 en Ramales y en la que vencieron los liberales. El general Esparteros sobre el general Rafael Maroto. Es decir las fuerzas progresistas sobre las fuerzas que defendían los viejos derechos, fueros y prerrogativas.
A pesar de ese loable resultado constato que no se hicieron las suficientes reformas en España después de la victoria liberal. No se barrieron, de una vez por todas, las diferencias, los fueros y los nacionalismos. O dicho de otra forma: esas guerras no consiguieron liberarnos (bien entendido, en el sentido de no dependencia y no en el de borrar nuestras raíces) de nuestro  pasado medieval. Quizás ahora, con este revoltijo político que estamos viviendo, estemos de nuevo a las puertas de una nueva posibilidad  de conseguirlo. Los nacionalismos, que campan por todo el territorio español sin que nadie les pare los pies, llevan con astucia durante las últimas décadas una labor de intoxicación para imponernos un feudalismo estilo XXI. Sería paradójico, y sobre todo trágico, para esas retrógradas facciones que todo su pugna acabase con el resultado contrario al que ansían, es decir con su desaparición absoluta y definitiva por hartazgo generalizado de los españoles. Aquí es necesario decir claramente, nadie debe pensar lo contrario, que sería mucho mejor para todos los españoles que no hiciese falta más guerras para acabar lo que empezaron nuestros tatarabuelos hace tantos años a costa de sus vidas mismas. Mejor que sea el bien de todos, guiado por la razón, quien dicte la trayectoria.


De cualquier forma Mikel, Miguel y yo volvimos a la cueva a mirar la grieta en el techo de la gran galería escalándola con diligencia y empeño. En poco tiempo pasamos del coche  a la boca, y en algo más de tiempo de la boca a nuestra zona de exploración, y en bastante más tiempo de la base de la grieta a su término practicable por humanos. La tarea de escalar dicha grieta fue asumida por Antonio. Se trataba de una escalada bastante sencilla con abundancia de presas grandes y rugosas, casi pinchosas: “Pude poner cuatro seguros sin ninguna dificultad gracias a la ligera taladradora. Por el camino eche un vistazo a un laminador que subía en diagonal. No había nada. Luego seguí escalando en chimenea hasta un pequeño resalte que escalé en placa. Arriba monté una reunión y enseguida subió Miguel. Mientras Miguel aseguraba a Mikel yo me despoje de todos los elementos de equipo, salvo el mono rojo lleno de remiendos, e intente avanzar por la estrecha galería. Pero solo conseguí ir cinco metros más allá de la reunión. Sin desobstrucción no era posible seguir. No soplaba nada de aire. Y tampoco parecía ensancharse”.
Mikel fue recogiendo todos los seguros al subir. Y Miguel monto un tinglado muy económico para rapelar desde nuestro balcón encaramado. Un parabolt con chapa y maillón y otro parabolt con un cordino unido al primero. Funcionó perfecto. Una vez aterrizados volvimos a la carga. Miguel era de la opinión, en contra de la mía, de que el otro ramal de la grieta, en dirección opuesta al que habíamos escalado, tenía muchas más posibilidades de dar continuación. Y tenía toda la razón. Usando el primer parabolt de la escalada anterior Miguel escaló unos metros y flanqueo hacia la izquierda. Se encontró con la base de un pozo reverberante de dimensiones notables, unos 30-40 metros según sus estimaciones. Y lo mejor de todo: con galerías colgadas que se asomaban al pozo a través de ventanas. Nuevos lugares que explorar, nuevos mundos por descubrir.
Fuera de la caverna la temperatura se había despeñado a unos meros 4ºC sobre el punto de congelación del agua. Hacía frío, pero en el coche pudimos calentarnos en breves instantes. A lo largo de la serpenteante bajada nos apeteció dedicarnos a charlar. Le lancé a Miguel, otra vez más, insistentemente, la idea de esquiar en el paraíso de los esquiadores: el norte de Noruega. Pero la charla escoró rápidamente hacia una singladura a las Islas Cabo Verde en un barquito de seis metros. Y hacia la agotadora y estresante atención que deben desplegar los tripulantes de los trimaranes de diseño avanzado. Esos que baten todos los records de velocidad en navegación a vela.
                  Cuando llegamos a Ramales de la Victoria el pueblo estaba iluminado y feliz. Poco después nos despidió a los tres con una breve y enigmática sonrisa casi imperceptible. Tal vez fuera una mera proyección de que dicho signo se había producido en nosotros mismos, tal vez un pálido reflejo de su fugaz paso por nuestros rostros o quizás un espejismo de nuestras mentes. Nunca lo sabremos con certeza.