Para esta visita a las Ilhas Açores Marisa y yo elegimos las islas de Pico y Faial. Estas dos islas se pueden visitar en una sola estancia en Azores ya que el ferry tarda menos de una hora entre las dos. En Pico, aparte de la Montanha do Pico, teníamos el atractivo de centenares de tubos volcánicos que allí suelen llamar furnas. Por contra los algares, simas volcánicas que se forman al retirarse la lava de una chimenea volcánica, son menos abundantes. Para movernos por las islas decidimos, como opción más cómoda, alquilar un pequeño coche.
En nuestro primer día en Pico subimos a la Casa de la Montanha para informarnos sobre la ascensión al "pico" de Pico (alcanza unos 2350 metros sobre el mar). Llovían aguaceros, acompañados a veces de niebla cerrada, de forma intermitente así que el tiempo no estaba para subir, sino más bien para descender. De bajada hacia Madalena visitamos un tubo volcánico llamado Furna do Frei Matias. Está indicada en los mapas turísticos (y en Maps). Con varias entradas, dos de ellas bastante selváticas, hicimos un recorrido por tres sectores de este tubo volcánico. Pero me percaté de que existe más tubo del que visitamos, porque una fuerte corriente de aire se perdía entre los bloques de un desprendimiento en el sector de mayor altitud de los que estuvimos. Los sectores que recorrimos eran cortos pero muy bonitos y tenían el aliciente de las entradas tipo "Parque Jurásico".
Unos días después visitamos el tubo con mayor desarrollo explorado (hasta el momento unos 5200 metros) en las Azores. Lo llaman Gruta das Torres y se trata de una visita turística. Al entrar se atraviesa el Centro de Visitantes donde te explican diversas cosas sobre la formación de cavidades volcánicas y donde pueden verse paneles y vídeos en portugués o en inglés. Luego es la visita propiamente dicha, pero para un espeleólogo es muy poco satisfactoria porque se recorre solamente un circuito de menos de 300 metros de cavidad. La verdad es que se echa en falta la oferta de visitas algo más generosas, como las que se hacen en Ojo Guareña o en el Soplao, y que a alguien con una mínima forma física no le supondrían ningún esfuerzo especial.
Pasado un corto plazo, y en parte debido a la frustración de la visita anterior, empecé a buscar información sobre tubos de lava. Me enteré de que la empresa de aventura Tripix organizaba visitas espeleológicas a algunos tubos. Pero los días siguientes tenían compromisos con otros grupos y otras actividades. Además, ni en Tripix, ni en la oficina de turismo, quisieron darnos datos sobre ubicación de cavidades. Afortunadamente tuve algo de suerte con internet y localicé un listado de cavidades en la web de Os montanheiros con bastantes datos, pero en el que faltaban las coordenadas. Posteriormente accedí a un articulo de 1993, Caves and pits from the Azores, que daba coordenadas UTM de las cavidades conocidas hasta aquel año.
Seleccioné una cavidad con más de un kilómetro, 1450 metros más o menos daban en el listado, cercana a São Roque, donde nos hospedábamos, y con un poco de paciencia transformé las coordenadas UTM en una ubicación sobre Maps y GEarth. Me salía que la Furna do Henrique Maciel estaba en mitad de una zona selvática en la Freguesia do Santo António. No me fiaba mucho ya que en el 93 no se usaba GPS y en mitad de una selva es difícil dar coordenadas precisas. Pero decidimos ir a echar un vistazo.
Al día siguiente fuimos a buscarla. Primero anduvimos por pistas y luego por sendas selváticas. Pero las sendas no nos acercaban a la ubicación y sin sendas era imposible circular. Más cerca de la población encontré a un labriego plantando maíz y le pregunté acerca de la furna. Me dijo que él no sabía donde estaba pero que conocía a Henrique Maciel y/o a algunos parientes que vivían en São Roque y nos dio su dirección aproximada. Preguntamos dos o tres veces sin éxito. No es fácil encontrar gente por las calles en Azores, está todo como vacío, aunque haber gente hayla, y estaba a punto de tirar la toalla cuando llamamos a una bonita casa con jardín cuidado. Nos abrió la puerta, con cierta desconfianza, la esposa de Henrique Maciel, hijo. Al poco salió Henrique mismo. Resulto ser un hombre extremadamente amable, bastante mayor pero ágil todavía. Se ofreció a llevarnos en su furgoneta hasta la boca de la furna, que está en un terreno que era propiedad de su padre, pero que ahora pertenece a su hermano. En el trayecto nos contó que él no quiso saber nada de tierras, ni de propiedades y de joven emigró a Toronto donde ejerció de carpintero hasta que se jubiló y volvió a sus Azores queridas.
Para llegar a la boca Henrique desbrozó con una especie de machete, tenia un largo mango de azada para evitar herirse las manos, una senda entre muretes que nos llevo hasta una portezuela de madera. Abriéndola tuvimos acceso a un bosque de árboles grandes con el sotobosque muy transitable. Henrique nos comentó que, sesenta años antes, en los terrenos de ese mismo bosque había viñas, protegidas con muretes de cantos de lava, al estilo tradicional de Pico. Unos cien metros hacia el norte, en una ligera depresión, nos señaló un pequeño agujero. Era la entrada a la furna.
Por la tarde, después de descansar, volvimos a visitar la cavidad. Desde el principio a Marisa y a mí nos entusiasmó. En primer lugar fuimos hacia el Norte, siguiendo una fuerte corriente, otras entradas tal vez, porque entendimos a Henrique que era la zona más cómoda. El tubo no tenía señales de estar transitado. El suelo era una colada volcánica casi continua. La sección del tubo era una bonita U invertida y había muchas zonas en las que las raíces colgaban del techo hasta el suelo o se aferraban a las paredes. Paramos a hacer algunas fotos. Finalmente tropezamos con un desprendimiento, posiblemente reciente. Con el trabajo debido podría desobstruirse, por arriba o por los laterales, buscando por donde se va la corriente más fuerte. Según Henrique este derrumbe pudo ser debido a las obras que se realizaron para construir el Centro de Salud local. Volvimos bajo la boca y con una pequeña arrastrada nos introdujimos en el sector Sur. Para nuestra sorpresa la corriente de aire era más notable, el suelo era más uniforme y las dimensiones del tubo tanto o más grandes que las del otro sector. Y lo mejor: era todavía más bonito. Las paredes estaban tapizadas de colonias de bacterias de color oro, verde u otros colores. El tubo se bifurcó y se torno mas alto y estrecho. Además aparecieron dos tubos afluentes que descartamos por ser de menor tamaño. Más adelante la bifurcación volvió a resolverse en un único conducto. Marisa se inquietó ya que su luz comenzaba a fallar y tenía la sensación de estar lejos de la entrada. La tranquilicé fácilmente ya que yo llevaba iluminación alternativa. Al poco vimos luz del día mirando hacia delante. Habíamos llegado a una entrada en medio de un bosque, un jameo, una claraboya como los llaman allí. Más allá el tubo estaba colmatado por la lava solidificada. Salimos al bosque para ver si había posibilidades de volver por sendas, pero, en menos de un minuto estuvimos a punto de perdernos y, claro, de perder la posición de la boca por la que habíamos emergido. Así que preferimos volver por el tubo antes que perdernos por el bosque. Deshicimos la ruta en poco tiempo ya que no nos paramos a hacer fotos.
Estábamos muy contentos por nuestra suerte. Haber conocido a las personas adecuadas y haber visitado este tubo mágico en mitad de una zona selvática era como un sueño, o como la guinda de nuestra estancia en Pico. Desde luego tuvimos y tenemos claro que estas islas en mitad del Atlántico nos atraen. Hay muchas razones para esta atracción y una de ellas es la belleza de sus furnas y algares...