21/11/15

Fotografía



En una mañana tenía que recrearme.  No se trataba de una jornada completa. A las tres me había propuesto, voluntariamente, estar en casa. Y el deseo de hacer fotos con el nuevo equipo había crecido demasiado en los últimos meses como para ignorarlo. Mi amigo J.A. quería salir a una cueva. Le animé a que viniera a la cueva del Torno para hacer una foto y practicar espeleo durilla. O dicho de otra forma: pasar multitud de estrecheces y gateras trabajosas. Se lo pensó un poco porque había una atractiva salida programada a la travesía Torca Ancha/Torca Juñoso. Aunque demasiado multitudinaria para mi gusto: más de 10 espeleólogos.
La Cueva del Torno era una buena opción para probar la resistencia de las maletas estancas y la logística del equipo fotográfico. Las condiciones climatológicas de la cueva son bastante agresivas. De la mayor importancia era comprobar el alcance de los disparadores por radio en esas duras condiciones. Y ver si era posible controlar el toqueteo de la cámara sin dejarla hecha un cristo.
De cualquier forma el sábado, bastante temprano, J.A. y yo nos reunimos en Hoznayo. y quince minutos después estábamos aparcando frente a la valla del prado donde se encuentra la cueva. Se presentaba muy mal tiempo y no resultaba agradable salir del coche. Tuvimos suerte, pues apenas nos llovió durante la corta subida. La boca de la cavidad estaba embarrada pero, hábilmente, logramos pasar sin mancharnos apenas.
Una rápida progresión nos llevo hasta los aledaños de Skull Chamber. Desembalamos las dos maletas y pusimos en posición los cuatro flashes. Al verificar el disparo uno de los cuatro falló. Después de varias modificaciones descubrí que había insertado al revés el flash en la zapata del disparador.
Disparé dos veces los flashes en la primera toma. Eso provocó que el modelo (J.A.) se viese doble. En la siguiente toma disparé también dos veces los flashes pero hice que el modelo se escondiese en el segundo disparo. Esto provocó que su figura fuese un poco fantasmal (transparente) La solución es dar nada más un flashazo en la zona del modelo… bueno habrá que ir aprendiendo.
Recogimos rápido y comenzamos la vuelta. En el paso Andy’s Back J.A. se estresó ya que la saca que portaba se deslizó por el desfonde un tanto. Afortunadamente la saca estaba al alcance de la mano. La rápida sucesión de estrecheces y gateras nos hizo sudar de lo lindo pero a la una y media estábamos en el coche. El tiempo consistía fundamentalmente en aguaceros y granizadas intermitentes. Sin embargo pudimos cambiarnos sin lluvia.
Previo paso por Hoznayo y por un centro comercial a las tres me encontraba en casa duchado y con todos los trastos en orden...




20/11/15

BL2



Había quedado con Sergio para volver a la desobstrucción de la BL2 el viernes 20 de noviembre del 2015 pero él no pudo. De todas formas yo estaba muy animado. Sabía, además, que se aproximaba un drástico cambio de tiempo y que posiblemente no podría hacerse nada allí en varios meses. Así que no fue nada raro que tomase el camino del Valle del Miera y fuera conduciendo suavemente hasta el Puerto  de La Lunada.
La idea que perseguía ese día era aterrazar con tablas y estacas la zona arcillosa par evitar su desplome en las próximas lluvias. Hacerlo en pequeño nos permitiría testar las posibilidades de extender el método a toda la excavación. Esta vez subí el coche justo hasta el lado de la dolina. Durante un par de horas trabajé en el agujero. Clavando estacas de hierro con un mazo y colocando tablas de castaño, desechadas de un entarimado, de forma transversal a la pendiente.
 El arranque de la taladradora iba bien pero no tenía suficiente gasolina en el depósito para taladrar en posición vertical. Decidí dejar el tema de taladrar para la siguiente ocasión pues quería llegar pronto a casa. De todas formas intenté una última operación para conseguir sacar los dos pesados bloques que impiden continuar hacia abajo. La idea consistía en pasar una cinta, escarbando un poco la tierra por debajo, alrededor del bloque y tirar desde arriba. No me costo mucho el posicionar correctamente la cinta. De hecho quedo en una posición óptima para tirar desde arriba sin que el bloque se desestabilizase al subir. Pero el bloque no se movió ni un milímetro de su posición. Sencillamente pesaba demasiado.
Recogí todos los trastos, dejando las tablas de castaño para su posterior uso en el apuntalamiento, de forma ordenada y los transporté hasta el coche situado a cien metros de allí. Bajé con mucha suavidad la pista y con mucho cuidado el Puerto. Eché en falta unos cuantos quitamiedos más en esta estrecha y peligrosa carretera. Y alas cuatro estaba en casa.



7/11/15

Motivo

Fotos: Miguel F. Liria
Texto A. Gonzalez-Corbalán




Por fin volvíamos a El Patio. Las incógnitas, y las escaladas por hacer, nos hacían soñar/dream/draumur. Una mímica mental repetida y ensayada hasta la saciedad. Un paso más para cuajar una forma, para fijar un mapa en la mente/mind/hugur, para desarrollar una imagen del mundo. Pero antes debíamos subir la cuesta.
Hacía un calor veraniego. Estábamos a casi 20ºC en una mañana de un día de noviembre del año 2015 en la ladera norte de una montaña de la Cordillera Cantábrica. Hice calma con las piedras de la subida. Astillas de calma en chorros de luz. Y luego vino el fresco de dentro. La ropa no se hacía necesaria fuera, pero tampoco dentro. Había una cueva que estaba seca. El mundo estaba seco. Mi mente estaba seca. Tus pensamientos -los tuyos- también estaban secos.
Subimos. Había cuerdas de subida. Había cuerdas de bajada. Había caminos que caminar. Había pensamientos que pensar. No había nada que objetar.
Recorrimos, acompañados de nuestros modernos artilugios, las galerías nuevas de una vieja cueva. Apuntamos en un cuaderno los números que las pantallas de los artilugios nos dictaron. Y añadimos bosquejos de lo que nuestros ojos nos mostraban. Más allá de ello estaba el marco del mundo. Y más allá del marco estaba la luz. Y más allá de la luz estaba la mirada. Y más allá de la mirada Él que miraba. Un reflejo en el espejo.  
Me mire a mí mismo en el espejo a lo largo de incontables instantes del devenir. Y siempre estaba allí El mismo que miraba. Luego subí a un nuevo sitio. Pero yo no era nuevo ni antiguo. Era el mismo y diferente siempre. La Galería Nacho cayo en el terreno de lo antiguo. Ya la conocíamos. Estaba allí -cayendo hacia el lugar del que procedíamos ahora-. Una conexión se cerraba. Una forma se fijaba.








Pero había más. El frío hacía más real nuestra pequeña historia. El peligro de caer,  de sentir el dolor de un cuerpo chocando contra la roca, nos despertaba. Cúpulas y ventanas eran los nombres de las formas que descubríamos. Gateras, estrecheces y pozos reverberantes ascendentes. Las formas no estaban ahí aún. Luego vinimos nosotros a lo largo de senderos que conducían, sin ir a ningún lado, yendo a este. Y ellas aparecieron.  Tras ello vino el nombre.
Lo recogimos todo. Cuando salimos amaneció, aunque luego fue que atardecía. El tiempo había transcurrido a fuerza de pura subjetividad, existir lo llaman. El número de hambres transcurridas mostraban un intervalo de horas. Allí fue mismamente donde tomamos las cervezas. Allí fue mismamente donde hablamos de los proyectos. Nuevas ilusiones parecían surgir y desaparecer parecían otras. Pero las apariencias nos engañaban.
Transcurrieron los días. Las formas se asomaron a la pantalla del ordenador sólo para que yo pudiese verlas. Los números dictaban, las máquinas hacían su trabajo, mis ojos miraban. Las incógnitas desechadas mostraron otro rostro. El mundo que surgía y el imaginado no coincidían. Lo sorprendente se acerco con pasos sigilosos y nos acertó de lleno con su disparo.  La bolsa de color azul claro, como el cielo tibetano, solo contenía abultadas ilusiones. Pero las ilusiones iban a ser, siendo lo que eran, todo lo que era imprescindible ser: motor/motivo/emoción.