El 30 de julio quedé con Marisa, César y Guillermo para visitar la Mina Lobeto. Con nosotros vinieron Iris y Mateo, los buenos lobeznos. Nos reunimos todos en la Shell cercana a Torrelavega y Guillermo continuó en nuestro coche. Un rato después aparcábamos cerca de Cabanzón. Lloviznaba de forma ligera.
La marcha de aproximación transcurre al principio por una buena pista para transformarse después en una pista destrozada por los trabajos madereros y finalmente convertirse en una senda ancha amenazada de invasión selvática. El gps del móvil de César nos indicaba que la cueva estaba a 30 metros pero no la veíamos y estábamos rodeados de selva. A los dos intentos dimos con ella.
A unos metros de la entrada un arroyuelo procedente de la mina se metía, girando a la izquierda, hacia el soplao de la cueva. Una gran rana nos dio la bienvenida y desapareció. Primero por la gatera y luego por el riachuelo avanzamos. Varias veces llevamos a cuchos a Iris para que no se mojase los calcetines. Todos los demás llevábamos botas de goma altas. Luego ascendimos a un nivel más alto de la propia galería y luego volvimos a bajar y luego a subir. Me senté junto a César para aclarar nuestra posición en la topografía de pantalla de móvil. Me maldecí a mi mismo por no haber traído una topo impresa en papel y una brújula mecánica siempre a mano. Las buenas costumbres antiguas que siempre han dado excelente resultado. Y juré no volver a depender de elementos tecnológicos tipo móvil para moverme por una cueva. De paso nos sentamos y tomamos algo de comer.
Más adelante se fue aclarando más la cosa aunque, para evitar zonas acuáticas profundas, tuvimos que desviarnos por unos laminadores que desembocaron en el río por un resalte en el que instalamos una cuerda con nudos para bajar y para asegurar a los lobeznos. Un poco más allá, de forma un poco enrevesada, llegamos al objetivo principal de nuestra visita; las famosas formaciones azules de Lobeto. Nos quedamos haciendo fotos un largo rato.
Ya de salida nos desviamos para ver Lobeto II. Por la sima entraba un arroyo y había algún tronco caído. En contra de lo que parece en la topo la galería minera no conecta con la zona de Lobeto II. Los punteados se corresponden con un cruce a distinto nivel muy mal representado. La galería superior debería representarse con línea continua y la inferior con punteado. Al no haber línea continua en la superior se entiende que las galerías conectan con desnivel.
Volvimos a la salida desandando el camino recorrido. Había dejado de lloviznar pero la vuelta se nos hizo larga. Incluso las cuestas parecían haber cambiado de sentido para peor. Tal vez fuese el hambre aunque en la cueva habíamos estado entre 5 y 6 horas solamente. Decidimos buscar un sitio para comer por allí cerca. Fuimos a Celis donde Guillermo conoce un mesón de cazadores pero había cerrado la cocina de ese y de los otros restaurantes. Acabamos en la Casa Azul, junto a la autovía Santander Oviedo, sitio abarrotado hasta las cejas. Para nuestro asombro nos atendieron enseguida, nos pusieron una mesa, y nos dieron de comer. Eso sí: el ruido imperante, producto de adultos y niños vociferantes, era increíble. A un metro no podías entenderte con el que tenías al lado. Nos pusimos morados a base de platos combinados, pero era algo tarde para atracones con hambre...