22/2/20

Rajas 5






A la misma hora que el domingo pasado nos reunimos, esta vez sábado, en Las Salinas. La temperatura era más baja que hace una semana pero iba a hacer más calor. Eso se veía venir. Me regalé un desayuno brutal pero ni Vicente ni Abdón tomaron otra cosa que café.
Esta vez no olvidamos subir el motopico, ni las macetas y piquetas y tampoco un tubo de poliuretano. Sobre las diez de la mañana la Raja aspiraba una fuerte corriente. Mientras hacia 6 taladros con la Hilti para coser con cable el segundo escalón Vicente empezó a taladrar en la raja para ensanchar.  Abdón enhebro el cable y fijó los perrillos. Luego pusimos tablas en X y en H.
El trabajo de ensanchamiento iba a destajo. Vicente probo a meter con un hilo una GoPro enlazando una linterna para mejorar el invento. A pesar de las variadas pruebas que hizo los resultados no fueron demasiado clarificadores. Lo mejor era seguir ensanchando a pleno ritmo. En los entreactos que iba dejando la gran tarea me dediqué a rellenar y acuñar detrás de las tablas el segundo escalón. Finalmente le metí dos tubos de poliuretano por las rendijas. Uno de ellos estaba viejo y no salía. Le arreé un picotazo con la piqueta y fue saliendo -e hinchándose algo- la vieja pasta que contenía, pero el otro tubo funciono bien. Quedó muy chulo pero con un tubo adicional quedaría más perfecto.




Sobre las doce de la mañana cambio, después de unas cuantas vacilaciones, el sentido del flujo de la corriente. Se nos dispararon las teorías acerca del funcionamiento del sistema: respiración por gran volumen con alternancia de temperatura, ladera sombreada en la otra boca al mismo nivel (ladera este), otra boca superior… Todas las elucubraciones son pocas. Pero el tiempo dirá. Lo mejor sería poner termómetros y anemómetro en la boca para tener series temporales de datos que nos guíen un poco al establecer las hipótesis. Vicente trajo también un georadar y lo estuvo probando sobre la zona. Fue asombroso comprobar como quedaba reflejado el hueco subterráneo de la raja ventosa a pesar de su reducido tamaño.  
La gran tarea permitió visualizar con claridad el tubo vertical y el cambio de pendiente abajo. Agotamos las baterías de la Bosch y casi las de la Hilti. Finalmente podíamos pisar el tubo vertical. Vicente probo a hacer un video con el móvil usando la linterna del propio teléfono. Salió bastante bien. Eso nos permitió visualizar como el tubo se hacía casi horizontal, pareciendo de tamaño casi humano, y como giraba a la derecha aproximándose al conducto principal. Pensé que no estaría mal topografiar lo que tenemos para tomar decisiones prácticas.
Hacía calor cuando empezamos el retorno al coche. Vicente tenía ganas de celebrar los avances. Nos fuimos directos a un bar que conocía él en Fortuna, famoso por sus catalanas con jamón. En vez de cervezas todos tomamos coca-colas. La cabeza y los proyectos se nos dispararon. Si por Vicente hubiera sido habríamos vuelto al día siguiente a la gran tarea de la prometedora Raja Eiger…      



16/2/20

Rajas 4


A las ocho de la mañana los bancos de niebla  envolvían intermitentemente el camino entre Alguazas y Las Salinas. La temperatura había descendido esa noche hasta 7ºC pero de todas formas estaba seguro de que nos acercaríamos a 25ºC en el centro del día. Aquí, en el Reino de Murcia, estamos sometidos a un clima semidesértico extremo. En el corto invierno puede hacer mucho frío, las heladas son usuales en zonas altas no adyacentes a los cauces de agua, río Segura, río Guadalentín, río de Mula... Pero lo más destacable hasta que se asienta la primavera son las rápidas oscilaciones de temperatura entre el día y la noche. No es inusual pasar de 5ºC a 30ºC en doce horas. El domingo 16 de febrero se presentaba como uno de esos típicos días en que el frío del amanecer se iba a transformar en un día de manga corta.
Me sorprendió muy poco descubrir a Vicente sentado a la barra disfrutando de su desayuno. Era lo mismo que yo me disponía a hacer: tostadas con tomate y aceite, sangre encebollada y café con leche. La gripe le estaba soltando con lentitud. Todavía se le notaba en la cara la pelea con los virus pero, a pesar de ello,  de ánimo estaba bien sobrado. Abdón llego antes de las ocho y media y se tomo un café. Con su ausencia Perico hizo acto de presencia en nuestra charla de bar. Fue una pena no poder conversar con él en persona. Las aventuras y desventuras de Perico no dejan impasible a nadie.
No tuvimos duda: el coche de Abdón resultaba algo “pequeño” y el mío no tenía gasóleo y es “antiguo”. Eran excusas fáciles para hacer lo que todos estábamos deseando: montarnos en el nuevo BMW de Vicente. Me resulto impresionante la amplitud del interior, ese cuero blanco y aromático de tacto agradable y la suavidad de la conducción. Vicente nos dijo que no le da tiempo a cogerles apego a sus coches: con la misma facilidad que los compra en subastas los vende al mejor postor. Vicente me pareció tan seguro de lo que hace con estas compraventas que empecé a plantearme encargarle un coche.





El camino desde la casa cueva a la Raja Eiger se me hizo muy corto. La mañana estaba apacible. Invitaba a pasear por el monte. La Raja aspiraba una buena corriente de aire fresco mañanero. Como habíamos subido dos taladros decidimos usar primero mi Hilti hasta agotar las baterías. No íbamos a sacar piedras sino a preparar su extracción (para ello necesitamos que el tamaño sea razonable). Así que nos centramos en convertir en guijarros dos bloques de tamaño lavadora posados en la base de la rampa. Al cabo de un rato la cosa quedo lista para actuaciones posteriores. A renglón seguido nos pusimos manos a la obra para ensanchar la raja de la izquierda. Después de un tiempo de trabajo las baterías del Hilti empezaron a renquear. Al asomarme al límite de lo que podía visualicé una plataforma de piedras en lo que me “parecía” la prolongación. La dirección era hacia la ladera de la superficie exterior. Nos tomamos un respiro.
Fuera hacía un día espléndido. Bajo los pinos, comimos mandarinas de los bancales de Abdón y manzanas de los campos del Señor. Luego me di un paseo ladera abajo en busca de algún indicio, agujero, grieta o depresión, en la superficie. Pero como ya me había avisado Vicente allí no había nada de nada. Mientras tanto Vicente y Abdón habían continuado avanzando hacia abajo con ensanches progresivos usando la taladradora Bosch.  La corriente de aire había cambiado de sentido: ahora el evidente flujo fresco era saliente.
 El trabajo había tomado ritmo e ímpetu. No sacábamos muchas piedras pues la mayoría eran de tamaño guijo. O bien se caían por el hueco oscuro o bien las apartábamos con los pies hacia la zona trasera de la grieta. Enseguida nos dimos cuenta de que las que caían lo hacían unos buenos metros dando golpes en las paredes de un conducto vertical o inclinado en contra de la ladera. Acabamos con las baterías del Bosch y apuramos un poco más las del Hilti. 
En el entreacto Vicente fue avanzando lo suficiente como para asomarse con un móvil y grabar un vídeo de lo que se veía. La película nos mostro un tubo vertical con oscuridad total abajo y en el que flotaba el polvo que arrastraba la fuerte corriente de aire saliente. Una sugestiva imagen que nos hizo animarnos aun más pues los indicios positivos aumentaban de intensidad. Tampoco podía olvidarme de lo que me había contado Vicente: la noche anterior había soñado con una cueva en la que descubre la geoda más grande del mundo. Pero no se lo cuenta a nadie. Aunque al final decide contárselo a un amigo para poder demostrar que, en cualquier caso, fue él quien primero la encontró. Una bonita historia que me tomé bastante en serio. En mi vida de espeleólogo he tenido sueños parecidos en varias ocasiones y siempre han sido premonitorios. 
Por el camino de vuelta se nos apareció en la charla la geoda de Pulpí. Le conté a Vicente las dificultades que estaba teniendo para poder realizar una foto dentro de la geoda. Según Vicente han puesto precio, unos 1600€ por diez o quince minutos, a las sesiones de fotografía o filmación dentro de la geoda. Sin duda es un avance pero me parece que se escapa de mis posibilidades o, mejor dicho, de mis planes financieros . A la una y media estábamos de nuevo en Las Salinas disfrutando de las charlas ante unas cervezas. Había sido un día fructífero pero… se tendrá que continuar trabajando con paciencia.
Las próximas tareas antes de seguir sacando piedras en cadena consistirían en avanzar por la raja ventosa (en la que se vislumbra una continuación obvia) y en dar estabilidad al segundo escalón con cable, tablas y poliuretano en el fondo del conducto principal. 








13/2/20

Luchena









La suerte fue que en el verano del 2019  J.L.Lamusí me regaló un ejemplar del boletín del SEDECK en el que encontré un artículo titulado “Cuevas hipogénicas en la zona occidental de Murcia”. En el artículo, hablaba entre otras cosas, de una interesante cavidad en el Barranco de Luchena de la Sierra de Pericay, aguas abajo del pantano de Valdeinfierno. Asociada a esa cueva también nombraba los Ojos del Luchena, una surgencia termal en el Barranco de Luchena.
El sábado ocho de febrero Marisa y yo quedamos en Totana con Jorge para una primera visita a la zona del Luchena. En realidad yo no tenía ni idea de cómo acercarme en coche a la parte final del Barranco de Luchena, zona en la que se ubican la Cueva y los Ojos del Luchena. Basándome en el artículo y mirando Maps y Google Earth localicé una pista que parecía permitir el acceso al cauce del río. La pista pasaba por una casa muy cuidada rodeada por una cerca de bloques de mármol. Un poco más allá giraba a la derecha en lo que parecía un obvio alejamiento al cauce del Luchena. Optamos por dejar el coche cerca de la casa y coger un camino que iba directo al río. Llegamos al Luchena sin problemas pero el cauce llevaba bastante agua. Además había zonas con barro o inundadas que impedían moverse con calzado normal. Así que optamos por volver.
Después de varias vueltas y vicisitudes encontramos la carretera al pantano de Valdeinfierno desde Zarcilla de Ramos. La presa, una interesante y antigua obra de ingeniería, tiene unas escaleras a su derecha que permiten el acceso al barranco de Luchena. Sin embargo aquí tampoco encontramos un sendero que permitiese el paso sin mojarse o embarrarse. Optamos por darnos una vuelta por la zona de bosques bajo el Roque de los Buitres, donde hay una colonia de cerca de 300, yendo hacia el Albergue Casa Iglesias. Para nosotros fue un auténtico descubrimiento ese albergue. A los atractivos bosques, a la colonia de buitres y a las excursiones posibles (entre otras al barranco de Luchena), se le deben añadir unas instalaciones fuera de lo común: piscina, campos deportivos, rocódromo, palacete acristalado, instalaciones fotovoltaicas, miradores… todo en un lugar de una belleza y una tranquilidad fuera de lo común.  Y no olvidemos la Cueva y los Ojos del Luchena. Con todo nos faltaba mucho por explorar aún.




El jueves trece de febrero Marisa y yo nos acercamos por Lorca y Zarcilla de Ramos hasta la pista de la casa de los bloques de mármol. Había descubierto, estudiando los mapas, que una de las prolongaciones de esa pista permite el acceso a la zona final del barranco y a una casa albergue que allí existe. Ciertamente no tuvimos ningún problema. Aparcamos cómodamente junto al cauce del Luchena. A dos minutos nos encontramos con la canalización que entrega las aguas termales transparentes y cálidas al río Luchena que discurre por el barranco desde el pantano de Valdeinfierno. Enseguida nos dimos cuenta de que los Ojos no estaban en ese punto ya que la canalización subterránea indicaba otra procedencia.
Después de cruzar con ciertas dificultades el Luchena visitamos la casa albergue. Su situación es excepcional para todas las actividades que pueden realizarse. Pero consideramos que por ese margen el avance era complicado. Volviendo al otro lado encontramos vestigios de una senda que elevándose por un barranquito terroso conducía a la zona en que pensábamos que se encontraba la Cueva de Luchena. Ciertamente la intuición no me engañó esta vez: el barranquito dio acceso a una zona con marcas de haber sido transitado y señalizada con hitos. En un rellano ocupado por un bosque de pinos centenarios vislumbre casualmente un resalte con un agujero muy llamativo. Aunque la idea que tenía era alcanzar un agujero mucho más evidente a unos cincuenta metros más arriba una somera inspección a este primer agujero me convenció de que era la boca de la Cueva de Luchena. Para descartar confusiones visité, mientras Marisa descansaba bajo los pinos, la boca que se veía más arriba. Resulto ser un amplio abrigo muy atractivo para las cabras…
De vuelta al Luchena intentamos seguir aguas arriba por el margen derecho pero enseguida nos corto el paso las paredes, el barro y el agua. Lo que sí era evidente eran los registros de la conducción de agua termal que se sucedían uno tras otro en el margen izquierdo. Volvimos sobre nuestros pasos al punto de cruce y caminamos aguas arriba por el margen izquierdo atravesando frondoso bosquecillos en plan jungla, y vadeando zonas de barro por el mejor sitio que pudimos encontrar para no embarrarnos por completo. Finalmente volvimos a tropezar con vados de agua y/o barro en el punto en que el barranco gira a la derecha 90º. En cualquier caso pudimos contabilizar del orden de siete u ocho registros. Uno de ellos era un túnel al que accedí con la literna del móvil. La temperatura fue aumentando hasta que las gafas se me empañaron por completo. Un hundimiento en el suelo permitía ver la conducción de aguas termales unos metro más abajo. 
Ciertamente uno de los objetivos que me planteo próximamente es conocer el punto de los “verdaderos” Ojos del Luchena. Y otro hacer una visita exhaustiva a la Cueva de Luchena. Esta próxima primavera se promete muy interesante…









2/2/20

Rajas 3



Todo a salto de mata. Justo hasta la noche anterior no hemos podido concretar si íbamos o no a la Raja. De camino dejo a Marisa en los Baños de Fortuna y voy al encuentro de Vicente, Perico y Abdón en el aparcadero de la casa cueva. Mientras espero me da tiempo a emplear la cámara para captar la primavera. Las flores están apareciendo en la mayoría de los almendros de la zona. Las abejas se emplean a fondo con las flores. Están como extasiadas o borrachas con el aroma que perciben. Resulta fácil fotografiarlas en ese estado y con la hermosa luz que hay.
Los tres esperados llegan en la furgoneta de Abdón. Perico viene un poco estresado por la cantidad de cosas que ha tenido que hacer. Pero como siempre muestra su mejor sonrisa. A Vicente se le notan las ganas de salir corriendo por el monte. No tenemos mucho peso que subir ya que no hemos traído taladro ni trastos pesado. Solo unas pocas herramientas que apenas molestan. Subimos rápido y con ímpetu.
Al llegar los primeros que bajamos a la Raja a trabajar somos Perico y yo. Metemos seis fijaciones con chapa, pasamos el cable, lo cortamos y terminamos fijándolo con unos cuantos perrillos. A renglón seguido entre Perico y Abdón se suben cuatro bloques de tamaño muy respetable que no esperaba que pudiesen subir a pura fuerza. Pero hay gente muy fuerte. Los cuatro bloques descansan ahora, perdidos y anónimos, en la montaña de derrubios que se está formando desde hace años en la ladera adyacente a la Raja. Continuamos sacando capazos de piedritas a buen ritmo hasta que la cosa se pone en sacar un bloque macizón tamaño lavadora. El asunto es que no hay cobertura y  lo tenemos que posponer.




Más abajo de la lavadora el terreno es llano y de piedritas medianas. Pero no se vislumbra ningún hueco evidente. Vicente baja y hecha un vistazo a todo. Yo decido gastar un tubo de poliuretano más en el primer tinglado de cable. Inserto piedritas en plan turrón en la pasta amarillenta que va creciendo. 
Ordenamos y recogemos  en pocos minutos. Y nos vamos directos al bar de los Baños de Fortuna. Allí el panorama es exuberante. Todo lleno. El agua, las tumbonas y por supuesto el bar. La primavera ha aumentado varios grados la temperatura hormonal en el lugar. Parece que la cosa pinta bien para el negocio de la piscina termal…