I
Fran y Víctor son amigos de Manu. Tienen cierto interés por la espeleología. Hace unas semanas realizaron una práctica de técnicas de espeleo vertical con unos equipos prestados. Les instalamos un par de cuerdas en el primer largo de la vía Roberval a Peña Cigal. Se lo tomaron en serio y aguantaron una tarde y la mañana del día siguiente subiendo y bajando como maníacos. Víctor ya había hecho un cursillo hace un año, pero para Fran era la primera vez. Fue algo duro para él. El tiempo les sonrió y pudieron disfrutar del ambiente. La Zigal se había puesto últimamente muy inestable y cambiaba de humor varias veces al día. Era como una mujer voluble y temperamental con las hormonas a cien por la primavera. Tan pronto te caía un aguacero, con rayos incluidos, como te sonreía un sol envuelto en transparencias. De cualquier forma, y como premio a su esfuerzo, quedamos en castigarles con una movida espeleológica.
II
El martes 12/6/2007 quede con Miguel para recorrer en piragua los acantilados de Peña Candina en busca de cavidades. Sabíamos de buena tinta que por allí anda la resurgencia del río que recorre Liendo. Nuestra idea era embarcar en la playa de San Julián para tener el viento nordeste en contra a la ida y a favor a la vuelta. Cuando llegamos a San Julián vimos que el viento había arreciado y la ola era algo grande como para encaramarse a los acantilados. De todas formas decidimos bajar la piragua hasta el agua para hacer una prueba de equipo y familiarizarnos con la tarea. Pero no pudimos hacer nada ya que la pista que descendía a la playa se ha desmoronado (absurdo diseño). Nos entretuvimos hablando de planes futuros y quedamos en salir de espeleo el sábado. Pensando en que la cueva no tuviera demasiadas acciones verticales, por si venían Fran y Víctor, y por que era lo que más nos motivaba, le propuse ir a la Red del Gándara por una de las entradas cercanas a Bustalveinte. Pero cuando hable con Manu me recordó que esa entrada era dura, sin grandes bellezas y que corríamos el riesgo de que sus amigos aborrecieran la espeleo antes de haberla saboreado. Sopesamos ir a la clásica Toño-Cayuela pero algunas aparentes complicaciones nos decantaron finalmente por hacer la travesía Sopladoras-Agua.
III
El mismo viernes por la noche cuando estaba ajustando la cita del sábado con Manu me llamo José para confirmarme que se sumaba a la expedición. Con él se repetían los cuatro integrantes del grupo de Hoyo Salcedillo. Por otra parte Fran llevo su autocaravana a Asón y allí durmieron él, Manu y Víctor. Los ruidos nocturnos y el rumor del río les hicieron dormir a tope.
El sábado me encontré en Solares con José, recogimos en Arredondo a Miguel y nos reunimos todos en Asón. A pesar de lo avanzado de la mañana había alguno medio dormido. Les comuniqué de forma concisa que íbamos a utilizar una ruta alternativa de acercamiento a las Cuevas Sopladoras. Ninguno conocía las aproximaciones y no hubo preferencia alguna. El tiempo no estaba excesivamente caluroso pero iba en progresión ascendente.
Como saben la mayoría de los espeleólogos de Cantabria el acercamiento a las Sopladoras, unas dos horas, comienza por el valle de Rolacías hasta el cruce con el afluente del barranco de la Sota. Desde aquí, tomando rumbo al sur, se atraviesan las cabañas del Chumino alcanzando así la Cuesta del Avellano y la cascada del mismo nombre. Desde este punto estamos a dos minutos de las Sopladoras. Sin embargo existe una aproximación mucho más interesante, aunque -hay que decirlo- no es apta para personas con vértigo o que tengan dificultades en senderos de montaña. Justo desde Asón se avanza por la pista hasta cruzar el puente de cemento y se vuelve atrás, río abajo, por una senda poco marcada que al poco atraviesa el barranco Huerto del Rey (el que desciende desde la boca de la Cueva del Agua). La estrecha senda asciende lateralmente entre robles y se abandona enseguida para ascender entre helechos, tojos y brezos algo a la derecha de la arista que cierra por el norte el barranco Huerto del Rey. En toda esta fuerte subida la referencia es la propia arista por la que en algunas ocasiones trepamos pequeños resaltes. El paisaje se va engrandeciendo. Finalmente alcanzamos la base de la pared en la que se encuentra la Cueva del Agua. A partir de aquí bordearemos dicha pared, lo más cerca posible de su base, primero hacia el norte, luego hacia el oeste y finalmente hacia el sur (realmente estamos siguiendo en sentido inverso el estrato en el que se desarrolla la travesía). Al principio por suaves prados que se van empinando y estrechando hasta formar un haza, hacia el oeste, que discurre a gran altura y paralela al valle de Rolacías. De lejos parece que el haza es intransitable y vertiginoso pero siempre encontraremos senderillo, aunque a veces sumamente estrecho. Se llega a un punto en que un enorme bloque en equilibrio amenaza con rodar hasta las cabañas del Chumino unos trescientos o cuatrocientos metros más abajo. Este punto marca el cambio de orientación hacia el sur. Viene un tramo fácil que acaba en unas fuertes pendientes herbosas teniéndose que descender ligeramente por debajo de unas pequeñas paredes para cruzar un barranco, volviéndose a ascender con suavidad por prados y avellanales hasta la misma cascada de la Cuesta del Avellano. Total: menos de dos horas y media.
IV
A varios de los compañeros les costo parar de hablar a la subida y ahora les estaba costando entrar en la cueva. A mi la subida me había costado llenarme de arañazos y urticarias las piernas. Con la excursión ya tenemos suficiente -dijo alguno que otro. Hubo un presión general por comer antes de meterse en el agujero. Los que vayan a las Sopladoras deben recordar que en el pequeño resalte de entrada hay que tener cuidado par no romperse la crisma. Sea como fuere al cabo de un rato todos estábamos preparados y caminando por la amplia galería de inicio. Los dos caos de bloques se pasaron sin problemas aunque cada vez hay más rastros en todas direcciones. Por suerte siempre suele estar el potente soplo para indicarte el camino correcto. Las instalaciones de los dos resaltes estaban en su sitio. Sería conveniente instalar otros dos pequeños resaltes, más por seguridad que por dificultad. Hay que tener en cuenta que esta travesía es muy transitada. Los pasamanos sobre las marmitas estaban perfectamente y en la última marmita todavía nadie ha instalado un pasamanos. Aunque la mayoría de la gente no lo encuentra difícil las personas con poca envergadura pueden tener problemas.
De vez en cuando hacía que Manu se fijara en detalles para controlar la travesía. Unas galerías fósiles con una pequeña trepada a un nivel superior acabaron conduciéndonos de nuevo al río principal del sistema. Nos detuvimos en los Meandros. Quería probar mi nueva célula para flash esclavo apta para cámaras digitales. Conseguimos que disparase a muy corta distancia pero no funciono para las fotos con el flash alejado, como yo quería. Aunque seguramente podrá arreglarse la cosa.
La gente acabo desesperándose de tanta prueba. Pero se les olvidó enseguida con la belleza de los Meandros. La diversión principal consistía en hacer de hijos pequeños: ¿cuando llegamoos...? ¿cuándo paramoos...? estoy cansaoo...tengo hambree...tengo seeed...me ha pegaoooo.....Al cabo de un rato por los Bulevares decidí que me paraba a comer. Tenía hambre. Como nadie conocía la cueva podía comportarme como un dictador sin problema alguno. De todas formas todos se sentaron y se pusieron a comer de inmediato. Lo de comer siempre es bienvenido.
Saliendo de los Bulevares hay una bonita zona con pequeñas marmitas que se bordean por estrechas repisas. A las pocas revueltas se llega a una zona de dimensiones más modestas en la que el río va ocupando mayor proporción de la superficie disponible hasta que obliga a meterse en el agua hasta la cintura para pasar un corto tramo. Lo había dejado caer varias veces pero no me creyeron hasta que lo vieron. Después de esto enseguida se desemboca en la enorme sala de salida. Ya se ve una luminosidad verde en la lejanía. Veo difícil pero posible hacer una foto de este magnífico paisaje subterráneo. Captar el tono de la luz tamizada por la vegetación sería la clave.
Realizamos la bajada dejando a la derecha la arista por la que subimos y siguiendo una senda marcada, pero casi anulada por los helechos gigantes, hasta casi alcanzar el emboque de Rolacías. De aquí seguimos por unos prados hasta el Asón. El paisano que nos encontramos abajo junto al puente no había estado jamás en las Sopladoras. Le pregunte por una cueva que exhala aire helado a pocos metros de donde estábamos. Me dijo que intentaron entrar pero que poco pudieron y hace mucho.
El lo llamo el Cuvío del Raposiro...una incógnita sin despejar pero bien planteada.