Alrededor. Miro. Ramales de la Victoria. Entro. Busco en la antigua escuela. Estan P.Hierro y P.Merino. Me saludan con groserías a la usanza. Pero me siguen cayendo bien a pesar de todo. Me fumo el resto de un puro a mi salud y a la suya. Wichi también está, trabajador y ordenado. Me saluda de forma normal. Ha decorado el polvoriento local con un montón de bonitas fotos de viejos calendarios espeleológicos. También ha colocado (¿Wichi u otro?) un póster de una rubia despampanante entresacada del Playboy que traje un día -que íbamos al agujero de Garma Ciega- para consolar al personal en las profundidades. Wichi trabaja bien. Me poso en un polvoriento asiento y me dedico a provocar al personal con el puro y con comentarios acerca de su reprimido lado femenino. Se palpa el dexkonzierto general pero Wichi, el ser más evolucionado de esta Asociación Espeleológica Ramaliega, sale a dar caña de mi lado. Poco después llega Cristóbal con una camiseta que exhibe un cartel en árabe y en castellano acerca de ciertas actividades arqueológicas, sospechosas, en Málaga. Cristóbal es en sí sospechoso ¿qué hace un malagueño, que exhibe camisetas rotuladas en árabe, viviendo en un pueblo abertzale de Euskadi? Pronto se suma a los preparativos de Wichi. Mientras tanto les obsequio a todos con un requirimiento de ayuda para la próxima actividad –Travesía Toño/Cañuela– con espes recién horneados. Sin embargo todos se muestran crueles, quisquillosos y celosos de su tiempo, que no piensan dedicar a actividades de promoción, ni similares. Seguramente no es tan fiero el león como lo pintan. Al final salimos todos expelidos por la puerta y nos distribuimos en dos coches: el de Cristóbal con Wichi y el mío con P.Hierro y P.Merino. Nos acercamos a casa de Gelo con la intención de coger los aparatos de topo. Tras una espera de 20 minutos, en que practico un dialogo de monosílabos con P.Hierro, vuelve a salir P.Merino con los objetos codiciados rescatados de una viga. Cantabria profunda.
Ya vamos algo tarde hacia el Sapo y se nota la pesadez en el ambiente. Al pasar por Astrana nos asombramos de que la casa de J.Casero no de muestras de estar habitada en un puente tan cojonudo para los madrileños como éste -del 30 de Abril al 2 de Mayo- (para los que no lo sepan aclaro que J.Casero es adicto a la zona del Mortero y Garma Ciega desde hace 30 años). En la última cuesta antes del aparcamiento el coche renquea lo que me demuestra la pesadez, sobre todo mental, de los viajeros... Al llegar al parking nos encontramos con Alfredo(BK) y un amigo que no recuerdo como se llama. Y retomamos, pesados, el camino andando cansinos hacia Entremazos. Cuando llegamos a las pendientes de verdad, bajo el Mazo Grande, P.Hierro y Cristóbal escapan del pelotón dejando al resto con la lengua fuera aunque al final el único escapado es Cristóbal. Al llegar a la entrada y echar un vistazo a mi alrededor me percato de que nadie se toma en serio lo de prepararse para entrar en el Sapo. Todos, pero sobre todo Wichi, sacan comida y se disponen a devorar sin medida. Wichi, como regla general, parece no tener límites y traga sin parar durante un tiempo incalculable. Quizás una hora. Quizás más. Aunque es posible que esté exagerando. O quizás no.
P.Merino ha elegido la tarea de topografiar para, seguramente, no tener que aguantar todo el día a los delanteros del equipo AER. Hace una declaración de intenciones de no bajar el último pozo (70/80) acabando la tarea de topo en su cabecera y explorando unas galerías secundarias. Los exploradores de punta protestan y tratan de convencerle, aunque sin resultados, de que topografíe también el último pozo. Lo que no queda claro es quienes van a acompañar a P.Merino en la tediosa tarea de la topo. Si hay una cosa que tengo clara hoy es que voy de tranqui; así que peleo por ir con P.Merino a esa pinche tarea. Eso me permitirá conocer la Sima del Sapo mucho mejor que si voy perdiendo el culo hacia la punta de exploración detrás de Cristóbal, Wichi y P.Hierro. Finalmente el amigo Innominato de Alfredo(BK) se va con los fieras a explorar y nos quedamos P.Merino, Alfredo(BK) y yo para aguantarnos unos a otros y practicar la Santa Paciencia.
Los exploradores desaparecen por una gatera que se hace cómoda casi de inmediato. Nosotros comenzamos a medir desde el porche. P.Merino lleva los papeles y apunta, Alfredo (BK) lleva brújula, clinómetro y sujeta la punta de la cinta y yo, en cabeza, llevo el rollo de la cinta y voceo las distancias. Durante un rato todo se calma y nos vamos habituando a la rutina de dar las lecturas y de estar quietos la mayor parte del tiempo. Pero la calma dura poco. Las pequeñas dificultades de la sima se ponen pesadas debido al incordio de la cinta. En uno de los primeros pozos dejo la cinta colgada de un mosquetón anclado en el nudo de unión de dos cuerdas y continúo hasta el fondo con el extremo. Nos encontramos un buen número de pequeños resaltes resbaladizos que hay que destrepar (y que, más tarde, habrá que trepar). Uno de ellos conduce a una profunda badina. Me empleo a fondo para no deslizarme hacia ésta, refunfuñando por la escasez de cuerdas en estos ridículos pasos no aptos para patosos. Más adelante nos encontramos con una zona confusa, por suerte marcada con catadióptricos, que parece llevarte a otro meandro ascendente cuando la verdadera ruta se oculta tras un recodo. Todo esto desemboca, bajando un pocete, en una, también confusa, encrucijada. El descenso de este pocete, que casi se puede destrepar, necesita de ojo para no darse un coscorrón con el techo donde está la cabecera y, también para pasar un fraccionamiento en una repisa. De aquí parten tres galerías y una cuarta que continúa la sima hacia abajo. Descubrimos que cada galería tiene asociado un papelito con su descripción. La galería que P.Merino pensaba explorar lleva a “nada” según el papelito. Hay otra “nada” y una galería “estrecha y rasposa”. Decidimos seguir la topo hacia la cabecera del pozo de 80 pero, antes, nos tomamos un descanso y comemos algo.
En esta zona de meandro sinuoso, que prolonga la sima hacia el pozo de 80, las pequeñas dificultades aumentan, obligándonos a realizar un montón de estaciones de topo cortas. Creo que andamos cerca de 100 puntos de topo. Finalmente, antes del pozo grande, nos encontramos con dos bonitos pozos. El primero esta instalado como un trampolín. Primero te tienes que deslizar por un bloque alargado y estrecho en suave pendiente, asegurado por un pasamanos, y cuando llegas al extremo, en la punta del bloque, tomas la línea vertical directa anclada al techo. Parece, más o menos, que tienes que arrojarte desde el trampolín hacia el pozo. El siguiente pozo es limpio, acampanado y aparenta ser mayor de lo que realmente es. Conduce a una sala amplia y circular en cuyo extremo se toman las cuerdas de acceso al pozo de 80. Desde hace un rato Innominato responde a todos los ruidos onomatopéyicos que produzco por cansancio y aburrimiento. En general se trata de cabras de distintas edades, borregos –cuando la desesperación crece- y grajas mezcladas con rapaces nocturnas. Es el único consuelo que me queda cuando saboreo la incomunicación con mis semejantes. Innominato está desde hace rato aquí, en la cabecera del pozo de 80.
Cuando nos encontramos nos da noticias. Los exploradores han trabajado en tres frentes: una escalada en la base del pozo; un péndulo hacia una ventana en el pozo grande y una desobstrucción. La escalada, según entiendo, no da resultados. La ventana les conduce a un pozo de 30 seguido de un meandro y de otro pozo de 30 y los exploradores quedan parados ante una rampa que no se baja por falta de material. La desobstrucción se abandona por llevar al mismo sitio que el recién descubierto pozo.
Nosotros hemos acabado el trabajo que teníamos previsto y la gente de punta parece que está volviendo ya. Como estoy interesado en salir pronto para portar por casa y veo que son las seis en mi moderno reloj Casio, comunico a los presentes que empiezo a remontar y despliego mi arsenal. De todas formas quien avisa no es traidor y les comunico a mis pinches acompañantes que tengo interés por salir cuanto antes. Al poco rato, de forma apagada, les oigo nombrarme y poco después dejo de oírles. Como la sima es una especie de tobogán deslizante la entrada es mucho más fácil que la salida. Me empiezo a cansar de pasos resbaladizos, de equilibrios precarios y de pasos que hay que ir trepando. Y además me parece que hay más pozos y resaltes que al entrar. Los debe haber puesto un diablo mientras estábamos abajo. Cuando llego al pozo más largo ando un poco renqueante ya, lo que unido al chicleo y a lo resbaladizo de las paredes me hace subir el pozo a paso de caracol. Me animo al conseguir acabar de remontarlo, recuperándome para los últimos pozos de ascenso. Hay uno que acaba en un estrecho meandro desfondao con un pasamanos y que se me antoja algo cabroncete. Finalmente, justo una hora y media después de comenzar, asomo la nariz a una soleada y plácida tarde. Me pongo a aullar un rato para desfogarme y ahuyentar a los lobos. Un rebaño de vacas, a más de una manada de caballos, me prestan brevemente su atención. Cuando me canso de aullar me dedico a pensar, que es algo parecido pero no igual. A las ocho y cuarto aparece Alfredo(BK) que me acompaña hasta los coches para recoger las cosas que P.Merino y P.Hierro han dejado en mi coche. Después de todo solo se trata de dos pares de zapatillas de deporte con calcetines pestosos en su interior. Les dejo destinados a bajar empaquetados, los cuatro y equipajes, en el coche de Cristóbal y me voy tan deprisa como puedo por la pista hacia Astrana.