Completamente idos nos vamos de espeleo. Quedo con Cesar en Erosqui a las nueve y media y tras estar a veinte metros uno del otro durante cinco minutos nos conseguimos ver... seguramente la ceguera es universal. Por el camino a Puente de San Miguel le da tiempo a contarme todas las babosadas que le han tocao las pelotas los últimos días. En la ermita de San Roque hay una manada de cazadores que piensan cazar algo. Están bien armados y preferimos no insultarles llamándoles cabrones-hijos de puta-asesinos. Al poco los primeros matabichos desaparecen y llegan otros de la misma calaña que acusan a la manada anterior de furtivos y fuera de la ley. Nosotros empezamos a pensar que no vamos a salir con el pellejo entero de esta aventura. Le pregunto a un matabichos si no nos confundirán con un jabalí y el muy cabroncete me muestra su mejor sonrisa. Moisés aparece media hora tarde a pesar de ser el instigador del puto madrugón. Mientras nos mamamos con parsimonia más de una hora pa prepararnos le da tiempo a contarnos toas las desgrasias que lan sucedío viniendo de Comillas; llega a darnos grima escuchar tal cúmulo de casualidades adversas. Como en el fondo estamos hasta los huevos de tanto curro en este Sistema nos dedicamos a sopesar las posibles tareas; elegimos lógicamente la que menos pesa: una que trata de hacer más cómoda la entrada a Gaterópolis ensanchando una fisura que da acceso directo a ese arrastradero. Así nos evitamos bajar un pozo de 40 para subirlo, como imbéciles subnormales profundos, de inmediato por el otro lado. Y siempre tendremos suficiente con arrastrarnos por Gaterópolis unas cuantas horas. Pa ensanchar la fisura utilizaremos unos fórceps que guardo en un pequeño maletín amarillo regalo de la empresa de Moisés. Queda perfecto. Me siento bien con todo el equipo limpio, la saca bien estibada y todo en perfecto orden; lástima que solo dure unos minutos, el tiempo necesario pa entrar por la asquerosa boca de la sima y empezar a arrastrase; al cabo de un minuto estará todo hecho una mierda. Aunque por otra parte no esta tan mal eso de que lo ensuciemos, desordenemos y rompamos todo.
Por la vereda hay barro, zarzas, y un bosque de tojos de tamaño XXL. Nos pinchan a tope a pesar de ir disfrazaos de rinocerontes. Finalmente acabamos a palos con las zarzas, lianas y tojos montando una batalla campal pa llegar a la boca de la torca del Hielo. Solo falta que nos peguen un tiro la manada de cazadores salvajes y borrachos que han soltado hace un rato en la explanada de San Roque pa rematar el mogollón de pinchazos y resbalones. Cuando nos dejamos caer por el asqueroso tobogán lleno de barro de la entrada me siento como un niño haciendo una travesura. Solo falta que mama venga a reñirnos por ensuciar la ropa. Ahora os voy a confesar la verdadera razón de que me guste entrar en las cuevas: mi deseo frustrado de ensuciarme sin ninguna represión. He tardado mucho tiempo en darme cuenta pero se trata de una verdadera pasión, rebozarme primero en barro fangoso y luego arrastrarme por una gatera arenosa para quedar como una croqueta. Finalmente puedes tiznarte con el carburero y así alcanzar el éxtasis. Os lo recomiendo encarecidamente; no os lo perdáis. Tenéis oportunidades cojonudas de realizaros en la pocilga de la sima del Valturón; o simplemente en la entrada de La Iglesia en la Hoyuca.
Tropezando y dándome coscorrones, me asomo al segundo pozo de la Sima del Hielo y me congratulo de que este casi seco. Las últimas ocasiones en que lo bajé me obsequió con duchita de agua por el cogote. Abajo inicio un rápido movimiento hacia la gatera de acceso a la Red para no detenerme a pensar. Sin embargo mis pensamientos negativos me atrapan a mitad de gatera empujando la saca que ha quedado empotrada delante de mi y sobre un charco atravesao ; me esfuerzo por no caer ni dejar caer a la saca; trato de levitar pero la carne es débil... solo consigo ensuciarme un poco menos y enfurecerme un poco más por haberme dejado engañar another time. Respiro con amplitud cuando salgo de la puta gatera y camino erguido con mi saca a la espalda. Breves arrastradas y contorsiones nos conducen a la galería 2001...voy sintiéndome mejor, he conseguido quitarme un peso de encima. Moisés trata de liarnos para alcanzar el pozo de la Castaña por la galería de la derecha (con una “pequeña” desobstrucción) pero César y yo no nos dejamos engañar por las apariencias y nos arrastramos por los laminadores y gateras de la izquierda; al fin y al cabo no son tan desagradables (nota: nadie debe ver aquí una intencionalidad políticamente incorrecta; solo nos atenemos a los hechos).
Por fin nos asomamos a la raja negra que da sobre el pozo. La estrechura tendrá un palmo de ancha y no parece nada difícil de liquidar. Pero las historias reales se escriben con renglones torcidos. Para empezar la bonita pieza que Moisés trae para conectar en el hueco de la batería del Maquita no hace los contactos correctamente. Entonces usamos directamente los hilos para hacer los contactos. Para nuestra sorpresa conseguimos que funcione renqueando como un borracho saturao, es como si la gorda y pesada batería no estuviera recién cargada. Moisés nos asegura con mirada entre torva e implorante que la recargo anoche y que los cables son de un aspirador y por lo tanto “cojonudos”. Visto que pasan las horas y no hacemos nada aquí enterraos (y pensando en el sol del exterior) decidimos como último recurso utilizar las baterías originales de la Maquita para hacer “algo”. Al cabo de un taladro y medio nos deja colgaos sin más. Lo máximo que conseguimos es un agujero de 40 cm/ batería Maquita. La frustración planea sobre nosotros como una bandada de buitres sobre el cadáver de una vaca y César en un paranoide alarde científico y tecnológico comienza un verdadero test para localizar el fallo de energía. Nos deja alucinaos haciendo paso a paso una reducción del problema hasta que no queda otra cosa que uno de los polos del cable del aspirador como responsable. Es muy fino, se calienta y, además, esta casi cortado haciendo que se pierda toda la potencia. Con pedazos de cinta y mocos de la nariz conseguimos que todos los contactos funcionen y podemos hacer el resto de los taladros. A todo esto se nos han hecho las siete. Cesar prueba el ensanche y dice que se puede pasar pero que es algo incómodo. Moisés y yo nos miramos incrédulos y decidimos pasar de él; ya nos hemos esforzado suficiente solo para conseguir llegar a arrastarnos a Gaterópolis un poco antes.
Andandito nos movemos con toda la rapidez que podemos. Trato de escapar de mis premoniciones sin éxito: al cabo de un rato estoy de nuevo ante la puta gatera pero ahora cansado y harto. Como me deprime ser el último y quedarme descolgao viendo como los demás se van sin esperarme entro el primero en la gatera. Si bien fui muy cuidadoso con la saca al venir, ahora no tengo tantos miramientos y utilizo la técnica del escarabajo pelotero para pasar. Afuera es noche cerrada y el camino de vuelta a los coches lo hacemos sin parar de parlotear sin sentido inflándonos de satisfacción y de planes enloquecidos. Parece que hace buena temperatura pero la realidad objetiva (¿qué es eso?) nos dice que no es así debemos estar a 10 grados; siempre salgo caliente de las cuevas... Para nuestra desgracia seguramente volveremos a este agujero alguna vez más.