30/8/19

Plata





Estaban muy cerca de nuestro alojamiento en Isla Plana. A vuelo de pájaro alrededor de un kilómetro. Las cuevas de la Plata E,W y N me presentaron un divertido reto para ser localizadas. Tuve que ir dos días para conseguirlo. El primer día localicé sin mucho esfuerzo la boca de la cueva N (norte) y tras un buen rato de calores y cuestas por la zona de la cueva E (este)  abandoné la búsqueda anocheciendo. Por el camino de vuelta me encontré a unos cuantos seres humanos paseando sus inquietantes/maleducadas/amenazantes/locas mascotas. Como la sociedad mismamente. 
La vez siguiente fui en coche y mejor preparado. Tenía las posiciones en GoogleEarth del móvil y había estudiado el terreno en la pantalla del ordenador. El posicionamiento funcionaba a la perfección en Maps pero no en Google Earth. Así que iba saltando de una aplicación a otra para ver donde estaba y donde estaban las bocas. Con este método me fue fácil localizar la boca de la cueva W (oeste). Tenía una hermosa reja. 
Caminé un rato y me puse a buscar las bocas de la cueva E. Al cabo  de un rato encontré cerca de un frondoso arbusto un agujero terroso que supuse la entrada más al sur de las tres que tiene la cueva este. Después de media hora intentando localizar las otras dos bocas se encendió una lucecita que me dijo: “quizás la boca que has encontrado no es la más al sur”. Mientras tanto el cielo iba tomando un aspecto amenazador y oscuro que no presagiaba nada bueno. Las predicciones daban gota fría para casi toda España. “In extremis” busqué un poco más al sur de la boca localizada y ¡aja! he aquí que me encontré la boca principal con su reja y todo. A pesar de que me fui a toda prisa tuve tiempo de calarme hasta los huesos e incluso de tener algo de frío. Puse la calefacción del coche para secarme un poco mientras volvía a Isla Plana. Paro de llover enseguida.
El viernes 30 por la mañana quedé con un amigo para visitar las cuevas localizadas. Elegimos la cueva W por ser la más cercana al coche y, principalmente, por ser la que muestra mayor riqueza de formaciones y rincones hermosos. Como medida de precaución pusimos una cuerda para entrar aunque el pocete de tres metros se puede destrepar sin grandes dificultades. Y desde luego nos pareció bastante fácil trepar ese resalte. Es necesario posicionar la reja de forma estable para evitar que caiga sobre el marco. Desde dentro sería muy penoso abrirla.
Dentro de la cueva ya -y para nuestra sorpresa- percibimos una corriente de aire fresco entrante por la pequeña galería descendente que lleva a la Sala del Descenso. No podíamos comprender la formación de esa corriente si la cueva solo posee una boca. Pero el mundo está lleno de misterios formidables.
Desde la salita comenzamos una serie de recorridos sistemáticos por todos los huecos que mostraban posibilidades de continuar. Sin embargo a pesar de nuestros esfuerzos ninguna de las rutas estudiadas nos llevó a encontrar la bajada a la “gran sala” sino a ratoneras de diversos tipos. Al cabo de unas horas de arrastrarnos por todos lados estábamos cubiertos de polvo y sudor. A pesar de que nos paramos en varias ocasiones a reflexionar y a observar los indicios finalmente nos quedamos sin ninguna opción razonable. La Cueva de la Plata W parece ser mucho más complicada de lo que podíamos imaginar. Abatidos, polvorientos y cansados salimos alrededor de las tres de la tarde. El sol caía a plomo, abrasador.
Nos fuimos a la playa, nos dimos un baño mágico y comimos con Marisa. Acabamos una botella de vino. Así vimos las cosas de otro color y pudimos hablar de otros asuntos. Para mi el negocio de conocer las cuevas de la Plata quedó pospuesto y pendiente de realizarse…    
  



18/8/19

Piedritas




Sacar piedritas de la Raja Eiger es un pasatiempo formidable. El día 18 de agosto tenía el aliciente del calor. Estaban previstos entre 38 y 40ºC. Además pensábamos ir después de comer, a la hora de la siesta, en el momento más caluroso del día. Por eso cuando me acerqué a casa de Perico lo que menos me esperaba era encontrarme con dos acompañantes dispuestos a trabajar con nosotros. 
Abdón, Perico y Antonio (Tojo) estaban metidos en la piscina de Perico. Aunque me invitaron al baño no tenía ganas. La piscina estaba al sol y lo que más deseaba era refugiarme en el frescor del interior de la casa. Muros gruesos y construcción tradicional.
Entre salir, ir por Caprés y aparcar bajo el Corque se nos hicieron más de las cinco. Mi secreto era llevar un paraguas también llamado parasol. Esa fue la mejor idea que he tenido para protegerme del sol en los últimos 40 años. Pude subir la cuesta cargado con la mochila sin apenas sudar. Luego nos protegió el pino que vive en la boca de la Raja.
Alternamos métodos suaves con métodos fuertes para mover las piedras. Trabajar en el fondo de la Raja y su lateral por donde sale una corriente fuerte de aire. Así el trabajo se hizo más llevadero e incluso divertido.
Sin embargo el misterio mayor fue el cambio de sentido en el flujo de aire. Me parecía imposible si la otra boca se encuentra a desnivel con la Raja. Se me ocurrió una buena teoría. Si ambas están al mismo nivel los cambios locales de sombra, sol, dirección del viento y esas cosas pueden cambiar el sentido. Como la corriente de aire que se forma entre la ventana que da al patio y la que da a la calle.
Ya anochecía cuando empezamos a bajar. Y era de noche cuando rulamos en los coches hasta Fenazar. Allí paramos y tomamos cerveza, ensalada y bocatas grandes de salchichas caseras. Aún así tenía hambre. Pero eso es ya otra historia.

9/8/19

Iris



Ya que íbamos a ir a una cueva había que pensar en una que fuese adecuada, bonita y de un tamaño acogedor. Tamaño especial para Iris. ¿El Canónigo, La Verde, La Carrera, La Puntida, La Hoyuca o El Lobo? Como sitio mágico El Lobo. Como sitio cercano y de galerías coquetas La Hoyuca. La Carrera mucha cuesta. La Verde demasiada jungla. Canónigo demasiado corta. La Puntida demasiado volumen. El Lobo demasiado coche. Nos quedaba La Hoyuca
Unos largos preparativos, hasta media mañana, y nos fuímos Iris y yo con Eduardo para una visita a la red de entrada de la Hoyuca. Había que pensar en la ropa de repuesto a la salida, en una buena luz para Iris y Edu y en una botella de agua. Decidí prescindir de cámaras fotográficas. Esta vez sólo iba la diversión.
El tiempo estaba neblinoso y había caído un poco de calabobos. Pero, a la entrada de la cueva, no había charcos, ni goteras, ni chorrillos. Solo un caracol, como un camello solitario en un inmenso desierto, se atrevía a cruzar las resecas extensiones de tierra de la primera salita. En un pequeño desfonde terroso, muy cerca de la entrada, ayudamos a Iris. Pero en realidad mostraba una agilidad extrema y una facilidad de movimientos asombrosa para la poca práctica que tiene debajo de tierra.
Las primeras galerías eran de un tamaño ideal. Mientras Iris caminaba erguida nosotros teníamos que agacharnos. En las estrecheces ella no encontraba nada estrecho aunque nosotros sí. Pero un poco más adentro desaparecieron las estrecheces y las galerías empezaron a ser muy generosas. Le explique a Iris lo que significaba que unas galerías llevasen agua y que otras estuvieran secas desde hace milenios o tal vez millones de años. Es decir: activas y fósiles. También guardamos silencio. Eso tan raro. 
Luego llegamos a un río. Pasamos a Iris en volandas pero seguramente hubiera pasado bastante bien sin ayuda. Después de visitar un gran gour nos internamos en una zona laberíntica pero llena de sorpresas. Paramos un rato y apagamos las luces. No fue una iniciativa mía sino de la niña. Solo quedo el ruido interno. Me sorprendió el volumen, hace una década ese ruido hubiera sido casi imperceptible… El ruido interno reflejo del ruido que invade el Mundo como una plaga apocalíptica. 
Visitamos una gran sala con muchos bloques y formaciones. Cruzando la sala continuamos por una galería llena de pequeñas simas hasta llegar a un balcón en que daba comienzo un pasamanos. Desde aquí comenzamos el retorno. Iris mostro interés por visitar zonas más lejanas de la cueva a pesar de las dificultades y el agua. Pero Eduardo no estaba por la labor y casi seguro que yo tampoco. La parte más interesante fue cuando les conté como era el Astradome. Pero, por el momento, no es un sitio visitable en plan sencillo. No sabemos nada de si sigue practicable Giant Panda. De cualquier forma quedo bien claro que a Iris las cuevas le gustan y que seguramente volveremos dentro de poco. Era hora de irse a casa a comer.  

8/8/19

La Ilusión

Fotos: Miguel F.Liria
Texto: A.González-Corbalán



La ilusión por volver a explorar me vino enseguida. La combinación de Santander, frescor y añoranza era una mezcla poderosa que rápidamente hizo su efecto. Fabricar baterías de repuesto para mi Carbi P2 se hizo una prioridad imperiosa y me puse a la tarea. Cinta aislante negra, spray de caucho impermeable negro, funda termoretráctil amarilla consiguieron enfundar perfectamente las baterías de dos celdas Li-Ion 18650. Para darles un buen acabado me bastó un poco de pegamento sellador y una pegatina de Carbi. Quedaron insuperables. Mi deseo era aprovechar todo el material. Fui a SANRO y convencí al encargado de que me fabricase otras tres más con algunas soldaduras fáciles. Conseguí seis packs de baterías, aparte de la de serie. Pensé: a  cuatro horas de duración -usadas generosamente con luz a raudales- me daría para un par de días. Me sentí feliz. Había pasado de Stenlight a Carbi. Y también había pasado de una fase a otra: la exploración sin pretensiones de dejar nombres pero con el muy firme propósito de dejar el entorno subterráneo lo menos tocado posible. La exploración como hermosa y pacífica tarea sin pisoteos.
No disponía más que de dos semanas escasas y tenía muchos compromisos. Sobre todo el compromiso de habitar mi casa un poco de tiempo. Tenía a los amigos del SCC, a los amigos del CCES y a mi amigo Miguel. Sólo obtuve respuesta de Manu y de Miguel pero, a la postre, durante los fines de semana eran difíciles de compatibilizar la espeleo, la vida familiar y la social. Y era mucho menos difícil una tarde de jueves. A Miguel le expliqué la existencia de soplos en La Puntida, la ausencia de éxitos -tras largos años intentando seguirlos- y el gran rendimiento acercamiento/hurgamiento que resultaba al ser una cueva a diez minutos del coche y estar las puntas de exploración a quince minutos de la entrada. Hecho. 
Era una tarde sofocante de agosto. Pero el frescor del aire subterráneo nos reanimó en la entrada. La tarea de hacer una topo para desenmarañar el lío de caos de bloques y galerías que posee La Puntida era la prioridad del día. Pero el disto no funcionaba bien. Miguel descubrió que las baterías estaban algo gastadas. Una vez cambiadas la esperanza de hacer la topo se esfumo: Miguel observo lecturas divergentes y cambiantes en la brújula. Se trataba de los interruptores magnéticos de su foco. Definitivamente me enfadé con la situación y optamos, creo que fui un poco brusco, por lo más práctico: hurgar por todos lados verificando aquellos rincones que había reconocido hace largo tiempo ya. Tuvimos para cuatro horas de gateras, cuerdecitas, retorcimientos, trepadas y movidas de todo tipo. Al final estábamos bastante satisfechos. Pero teníamos más claro aún que una topo era necesaria.
A la salida anochecía y el valle estaba inundado de una luz muy hermosa. Bajamos a Solares y tomamos unas bebidas frescas. Por el camino, de venida y de ida, hablamos de proyectos y de posibilidades. Quizás la jubilación de Miguel. Quizás navegar. Seguro que vivir con pasión lo que trajese el tiempo.