2/12/06

Nunca mais (2/12/2006)


El valenciano, Juan Casero, tenía razón en una cosa: las perlas no se deben ofrecer a los cerdos. Si alguien quiere conocer las cuevas que se lo curre. Así las estimaremos en lo que valen. No voy a hablar de los conocimientos que voy adquiriendo sobre la Red del Gándara. Ni sobre ninguna de las hermosas cuevas que conozco. Sobre todo eso, de las hermosas. He llegado a ver que lo mejor que podemos hacer es proteger la  NATURALEZA del ser humano. Y a las cuevas de los espeleologos. Así pues no os voy a contar ni donde esta, ni como se llega a esta cueva. Ni siquiera su nombre. Os deberéis conformar con saber que esta cerca del puerto de Lunada.
El sábado se presenta casi negro, gris oscuro, en algunas direcciones. A las nueve llama Gelo desde Ramales. Como la cosa se mantiene, más o menos, quedamos en Lunada. A las nueve y cuarto hemos quedado Marisa y yo con Manu en Solares, pero llegamos veinte minutos tarde. En la gasolinera compramos dos pilas de petaca; una para los leds de Marisa y otra de reserva para los míos.
Las peores premoniciones meteorológicas se van cumpliendo. Cuando pasamos por La Cavada esta lloviendo. Intermitentemente llueve por el valle del Miera a chaparrones. El puerto de Lunada nos agasaja con agua mezclada con viento. Un cóctel delicioso. Vuela agua. Me protejo con una mierda de paraguas revuelto por el viento casi todo el tiempo. Gelo le presta otro paraguas a Manu. Por lo demás prefiere ir embutido en su mono de nylon. Marisa va con un impermeable y paraguas. Ángel lleva un poncho de agua. Se trata de la mejor opción. Al cabo de un rato entramos en una zona más protegida del viento. No vamos muy deprisa pero en menos de una hora alcanzamos la entrada de la cueva. Tenemos suerte, podemos resguardarnos de la lluvia. Este detallín nos facilita el cambio de trajes. El que yo me pongo es a medida, hecho por un sastre. 





Poca gente podría decir que conoce la realidad a fondo. En realidad nadie sabe un carajo acerca de nada. La realidad de nuestro destino. Todo comienza de forma arrastrada. Luego sigue a gatas. Después puedes ir de pie (llegamos a una sala con un gran desprendimiento de bloques)  Eso es un evento en la vida de un ser humano. Ir de pie. Las manos libres. Libertad. Profundo. Pero más tarde el destino nos obligará a arrastrarnos como gusanos por el barro. Al final de los bloques hay paso por arriba o por el arroyo. Una flecha en el punto adecuado dice algo del camino correcto. Flechas sin arcos. Flechas envenenadas. Flechas con plumas. Flechas con punta metálica. Flechas de tizne.  Perdemos a Manu. Vuelvo a buscarlo y lo encuentro metido en una gatera hacia ninguna parte. Manu se deja llevar por las maldiciones y los juramentos. Nunca mais. Digo y pongo en su voz.
                Estamos mojados y arrastrados pero las cosas no mejoran. Bueno, a veces la galería es alta y hay espacio de sobra. Pero entonces nos exige andar con pies de wólfram para no estrellarnos en algún desfonde. Chimeneas reverberantes nos dan una calurosa acogida con lluvia de florecillas e himnos nacionales. Nosotros andamos orgullosos sin comprender nada. Hurgamos en nuestras recónditas conciencias buscando. Solo aparece una cucaracha despavorida huyendo de una muerte segura. La zapatilla vuela. Un grito absurdo, parecido a un estornudo telúrico, convierte nuestros pensamientos en un arco iris lunar. No obsta.
Hay dos diseños: anchoxbajo y estrechoxalto. Ahora toca el segundo. Parece menos transitado el terreno. Si esta es la mejor entrada superior hacia la Red del Gándara ¿cómo serán las otras? Encontramos un tira de plástico con el número de una cueva. Corresponde al enlace con otra entrada. Carece de importancia con tal que podamos llegar a las galerías grandes. Todo es confuso. Todo cambia de posición en nuestras mentes. Comienza una navegación sin rumbo conocido. No hay brújula. O el campo magnético ha dejado de existir. Un planeta sin campo magnético. Un planeta sin nubes. Un planeta sin mares. Un planeta con una estrella azul. En lo profundo no hay separación. Todo esta aquí. Como podría ser de otra manera. Como podría ser que hubiera otra cosa.



  
              ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Bajando. Deslizándonos. Resbalando. Andando. Saltando. Escalando. Gateando. Digamos que la pendiente es de un 10%. Hay bloques empotrados y amontonados en una galería alta (como diaclasa)  A veces grandes chimeneas desembocan sobre ensanches. Al fondo de uno de esos ensanches una gatera tubular nos frena. Me meto y paso justín. Parece que por abajo se podría pasar mejor. Los demás  pasan justines también. Sobre todo Gelo que es el más grandote.  Desembocamos en una sala formada por la base de otra chimenea. El arroyo cae por una pequeña cascada y se mete por un laminador en la base de la chimenea. Destrepamos por una arista. No hay camino evidente. Me meto por el incómodo laminador guijarroso y encuentro una piedra con una pátina de barrillo. Sirve de pizarra. Una hermosa X escrita con un dedo (¿índice quizás?)  desea decir algo. Lo interpreto como “por aquí no vas a ningún lado”. No nos quedan opciones a seguir. Por un momento pensamos en alguna galería superior que halla pasado desapercibida. La ignorancia se manifiesta. Ya estaba aquí antes pero no la percibíamos. Nos volvemos
                La gatera tubular se puede pasar por abajo. Ahorramos esfuerzos. Según vamos volviendo y comprobando que todas las desviaciones son irrelevantes nos vamos convenciendo de que quizás la X no signifique “por aquí no vas a ningún lado”. Más maldiciones. Más “nunca mais”. Marisa va cansada. Paramos cada pocos minutos. Las paradas se penalizan con frío. El frío de las paredes. Una pared como símbolo de nada por ahí. Como límite helado. Como límite creado. Creados en el cielo o creídos por la mente. Crear o creer. La diferencia de una vocal. Podéis arrastraros o volar.
                Entramos en la bóveda de nubes, salimos de la bóveda de roca. Caen gotas líquidas. Asciende el vaho caliente. No hay viento. El termómetro marca dos grados. Gelo se baja por Miera. Nos propone parar a tomar algo pero Marisa no tiene otra ropa que la embarrada y es demasiado para una tarde de sábado endomingada. No apetece otra cosa que irse a una bañera llena de agua caliente y quedarse allí el tiempo que haga falta. Divagando por los caminos interiores. Infinitos. Hacia todos los lugares y todos los tiempos. Un proceso que puede mirar_se_a_si_mis_mo. Recuperada la energía de la tierra recorro los espacios interestelares. Estrellas azules. Estrellas naranjas. Estrellas rojas. Estrellas de neutrones. Estoy aquí y tengo hambre. Una hermosa cena.
                A la mañana siguiente miro el libro de Pepe León y el blog de los exploradores de la Red del Gándara. La confusión se desvanece. Todo ajusta. Llamo a Gelo y charlamos, felices de los avances. Más de setenta kilómetros de galerías están ahí para ser visitadas. Para nosotros: casi como si las explorásemos.

18/11/06

Through (18/11/2006) Mazo Chico

           
           A día de hoy el Sur sigue soplando. Dentro de ti también. Y dentro de mí. Pero no te preocupes. Eso no significa nada especial. Tienes que acostumbrarte. No te va ocurrir nada. Las piedras resplandecen.
El sol aparece enrejado. Una masa gris se agazapa en la frontera sur del valle. Ramales no reconoce su deseo. Tampoco ellos. Ni siquiera tu. Cristóbal hilvana ideas mientras Wichi mueve sus manos sobre las cosas. Profusas, las imágenes se reparten cubriendo las paredes. Nos sentamos con cuidado. Manu esta a mi izquierda. Wichi justo al frente, a menos de un metro.
Primero llega Pedro. Casi seguido Ángel y Belén. Son más de las diez. Los pasteles calculan su trayectoria libremente. Héroe del reparto, no tomo croissant con nata. Ellos se van al Valle de Mena. Entre que observo, engarzo una cuña en la historia. Voy a tomar chocolate. Mientras, Wichi coge sus cosas.
Salimos por la puerta. Tiene un diseño peculiar. Regules. Luego La Gándara. Hay una piedra gorda en la carretera. No respira apenas. Y Astrana al final. O al principio. Recordaré la piedra –tranquilizo a Manu-. Todas las vacas andan rumiando. No a lugar a invitaciones. 
Ahora estamos junto a los coches. Dos coches, cuatro personas. 2X2. ¿Neopreno ya?, ¿neopreno en la boca de la sima?, ¿neopreno en el comienzo de las arrastradas?. Seguro que neopreno. Manu ya, los demás en la boca. Un reparto inconsciente. Llevo un bidón dentro de otro cortado. Ajuste matemático –me dice Wichi-. Sonrío.


La hemos tenido que buscar. Sima del Mazo Chico escondida entre los brezos. Tenemos rico chorizo y rico pan. Rico neopreno. Rico reparto de chismes. También tenemos un conducto rico con una ventanita al cielo. Y luego veo las primeras ricas cuerdas. Cristóbal cuelga ricamente. Manu observa todas las riquezas.
                La vertical, corta, es acogedora. Los pensamientos claros,  los colores limpios. Y al revés. Otra vertical corta. Es un escaqueo. Eso o hacer el gusano cinco metros. Entramos de lleno: un pozo reverberante. Sesenta a ochenta metros de negrura. Se abre, amplio, magnifico. Para empezar un corto péndulo, casi pasamanos, te pone las pilas. Una perfecta repisa te espera quince pisos más abajo. Cristóbal y la repisa están allí.  El pozo se hunde hacia las profundidades. Setecientos metros de sima te esperan si vas por ahí.
Tenemos que cambiar de vía. Mientras Manu desciende Cristóbal prepara una señal catadióptrica en este punto. Todo a la izquierda trata de decir. Cambia de vía, trata de decir.  




                Se le amontona a Manu el fraccionamiento. Un poco de paciencia. Un poco de comunicación con los aparatos. Bichos raros. Dressler, croll, puño. Puño, dressler, croll. Croll, dressler, puño. Tres permutaciones y quedan otras tres. Una locura profunda. Evanescente. Y vano.
El catadióptrico se parte al apretarlo. Un poco de cinta y queda guapo. Miro a Manu. Quince metros más abajo. Otro fraccionamiento: otra jodienda.
La sima nos vigila. Oigo su respiración alrededor de nosotros. Está viva. Me parece el camino hacia otro espacio diferente. Siempre me lo parecen.  Las simas. Hacia otros mundos posibles. Busco otros mundos. Huyo de este mundo. Complemento este mundo. Todos los mundos son el mismo mundo. Todos los mundos están en este MUNDO. Charlamos.


Entramos en un meandro. Algo estrecho, obliga a llevar la saca colgando. O en la mano. Contorsiones y destrepes. Avanzo. Y retrocedo. Aparece otra cuerda de unos diez metros. La bajo. Luego aparece otra cuerda de unos diez metros. También la bajo. Luego hay barro cremoso en el suelo de una sala. Lo piso. Luego hay un agujero negro. Me paro.
                Estoy parado mirando a Cristóbal. Sobre el agujero negro dos catenarias de cuerda. Unos diez metros de altura cada una. La primera es amplia. La segunda estrecha. Veo a Cristóbal llegar hasta casi el punto bajo de la primera comba. Luego le veo jalar de la cuerda hasta alcanzar los anclajes. Inoxidables. Y le veo trincarse. No parece más complicado que otras veces. Un péndulo muy abierto. Ahora me toca a mí. Dudo. ¿A que altura bloqueo?. El primer intento: demasiado alto, no llego. El segundo intento: demasiado bajo, necesito los dos brazos para mantenerme en posición, no puedo trincarme. El tercer intento: me pongo el croll y con el puño gano la partida.
La otra comba es un paseo. Una ventana alta, meandrosa, por la que desagua un arroyo y una corriente de viento. Es el camino. Cincuenta metros más de ese camino. La galería se inventa un cómodo vestidor. Allí dejamos los aparatos, ropa seca -solo algunos-  y los restos de comodidad. A partir de aquí deberemos arrastrarnos por el arroyo. Como sapos.



Sigo a Cristóbal. Trato de controlar la mojadura. Dura. Tres arrastradas con entreactos discretos. Y llegamos a nuestro objetivo. La siguiente arrastrada es un laminador demasiado incómodo. Una bonita travesía o una jodida travesía. Esa es la diferencia entre ensancharlo o dejarlo al natural. Desembalamos. Tenemos la taladradora, una pata de cabra, un puntero, una azadilla, un bidón-balde y un gordo martillo. Y grandes dosis de confianza. 


Poco tardan en llegar Manu y Wichi. Cristóbal devora un bocadillo. Yo devoro el tiempo. Wichi se pone a trabajar. Manu también devora algo. La travesía será bonita. Al otro lado las nuevas galerías del Mortero del Crucero, el río hasta la pequeña sima. Y su conexión con La Calaca. Si será bonita. Veinte veces lo diría.
Al cabo de un tiempo interminable hemos sacado suficientes piedras. Hemos apilado las piedras. Hemos cavado el lecho del río. Hemos engordado las tripas. Hemos vomitado veneno. Hemos tragado demasiado. Hemos participado en una rifa. Hemos pasado al otro lado.
Cristóbal se da un paseo por allá. Luego recogemos todo. Nadie quiere desinstalar. Sacar cuerdas no apetece. Nadie, salvo Cristóbal. Responsable y trabajador. Muy responsable. No podemos escapar de su sermón. Estamos atrapados por Cristóbal. De pronto Wichi cambia a su bando. Él va a tener que subir el taladro. Los demás podemos sacar las cuerdas. No es para tanto. Se me enciende una lucecita. Yo subiré la saca del taladro. Y mis cosas. Vale. Luego Cristóbal me endosa una cuerda de 10 metros. Protesto pero me lo paso bien.


Miro hacia arriba. Veo una luz. Le grito que se quede quieto. Estoy en la base del pozo largo.  Pueden caer piedras. Wichi me grita que es Chavi. Vale. La cabecera es algo delicada –por las piedras-. Allí esta Chavi. Hablo un poco con él. Y continúo. Me queda poco. Fuera ya, el viento se manifiesta. Es fresco. Pero menos que la corriente del último conducto antes de la boca. Sale Manu y de seguido Cristóbal y Chavi. Manu tiene frío. Nos vamos a cambiarnos al coche. Al pasar Entremazos el decorado cambia y el viento arrecia. Las lucecitas del valle titilan. El sur esta enfrente.
Cristóbal se marcha corriendo. Ya llega tarde. Le echaran un rapapolvo. Los demás paramos en La Gándara a tomar unas cervezas. Luego seguimos el viaje. En Ramales es tarde de sábado. No nos apetece pasearnos. Nos vamos hacia casa. 

11/11/06

Chivos Muertos (11/11/2006) Chivos Muertos

I.
    ¡Hola, estamos subiendo a Lunada!. Mogollón de niebla. 11ºC. La carretera se estrecha hasta un pelín y conduzco con pies de uranio. Estoy harto de subida. 10ºC. Manu no para de tararear un esquema musical que a veces me recuerda a un conocido bolero. Son ya las diez y media. 8ºC. De porrazo aparecen entre la niebla un mogollón de coches aparcados a la derecha de la carretera. No queda apenas sitio para meter otro. Viene corriendo un tipo a preguntarnos si más abajo, en dirección a Cantabria, despeja la niebla. Le desilusionamos sin compasión. Aparcado, contemplo las pocas ganas de Manu. Cambiar de indumentaria y soplar viento del norte que te moja. Hacer frío y caer chirimiri. Le dejo que se explaye. Y después de escuchar varias premoniciones de desastre abandono la idea de ir hacia Bustalveinte arrastrando su falta de entusiasmo.
    Con alivio Manu sigue tarareando la misma canción mientras descendemos hacia San Roque. Ya cerca del pueblo submergemos de la niebla y podemos ver el paisaje. Las morrenas se aclaran. Atrevesando un rebaño de cabras guapas nos creemos cerca del espíritu de la montaña. Luego se embarranca el Miera. Más cabras con pastores, pastorcillos y cabritillos. Paro. Por nuestra ladera desemboca un barranquito coqueto. En la otra ladera del valle hay un conjunto de agujeros llamativos. Ya los había mirado con interés en otras ocasiones. Pregunto a los pastores. Me encaminan a la Cueva de los Moros. Se la ve flotar por encima de unas cabañas cerca de Calseca. ¿No es la cueva que vinculan con Canto Encaramao?. Bajo un poco y aparco en un ensanche. Abajo el Río Miera forma unas pozas transparentes y golosas. Y nos colocamos encima los monos de espeleo.


II.
    La pendiente es fuerte. Un par de fotos en las pozas de abajo. Como una promesa de venir a bañarme en tan guapo lugar. Como la aceptación completa. Mojarse. El río, abajo, ha tallado un enorme desplome dominado por paredes. Arriba, cornisas estrechas o menos estrechas. Montones de cagarrutas como señales de un camino practicable. La senda, por la cornisa, tiende a ser cómoda.
    Nos colocamos encima de la enorme oquedad que exhibe la ladera. No hay bajada directa. Avanzamos un tanto más. Miramos veinte metros arriba de la canal. Descendemos hasta otra cornisa. Volvemos atrás. La oquedad es eso, solo una oquedad. La enorme galería que la forma esta perfectamente colmatada por sedimentos al fondo. Un estrato de varios palmos de grosor se extiende tapizando toda la cueva de mierda cabruna.
    Retomamos la senda por la cornisa. Cien metros más. Llegamos al porche de otra cueva. Sale aire frío. Se avanza sin problemas hacia el interior. Encendemos los leds. Entramos hacia dentro de la tierra sintiendo el chorro de aire en la cara.

III.
    Una cueva que se presenta a sí misma con un hito, un reloj parado y viento. Extraordinaria impresión. No miro la hora del reloj. La primera bifurcación. Nos vamos por la izquierda. Salita. Más bifurcaciones. Un meandro estrecho y ascendente, mas o menos, hacia el norte. Al cabo de unas decenas de metros se acaban todas las posibilidades de continuar por allí. Volvemos mirando pequeñas galerías. Pasamos de nuevo por el reloj. Nos metemos hacia lo que parecen anchas galerías meandrosas. Así es. La impresión es de todo grande, todo laberíntico.

     La hermosa galería promete hacia el norte y hacia el sur. Nos vamos al norte. Saltamos un desfonde. Dejamos varios desvíos para mirar después. Bajamos por una amplia arenera hasta el cauce de un riachuelo. Ahora solo tiene humedad. Me pregunto el sentido de las aguas. Manu mira también sin decidirlo. Avanzamos rápido. Comienza una zona cuestosa. Una pequeña trepada y alcanzo una colmatación caída de una chimenea. No es posible seguir. Ya volviendo escalo un resalte y alcanzo una gran chimenea por la que no se puede avanzar. Poco más allá destrepo hasta un meandrillo que se sifona por un pequeño charco. Nada que hacer.
      Un poco más atrás volvemos al enlace con la salida y nos metemos por debajo hacia un nivel inferior. Lo alcanzamos por un cordino que alguien dejo. Me sorprende la liada de galerías. Yendo hacia el sur la galería se simplifica. Termina convertida en un tubo de presión por el que se avanza sin dificultades. Luego aparecen un par de resaltes, subida y bajada, para volver a convertirse en tubo. Finalmente emergemos a una galería grandona por una gatera bastante justa.
     Hacia la derecha la galería se va estrechando hasta que una colmatación por sedimentos arenosos nos dice que no. Hacia la izquierda hay varios niveles que parecen entrelazarse. Avanzamos hasta llegar a una zona de bifurcaciones múltiples, confusa, con señales en varias direcciones. Me siento un poco perdido. O liado. Decidimos volver hacia la gatera. Sin embargo tengo la impresión de que hemos pasado ya por aquí.
     Manu mira el reloj del hito. No es un reloj. Un termómetro tampoco es. ¿Un higrómetro?. Marca, parece que funciona, la humedad ambiental al 90%. Perfecto. Nos damos unas vueltas por las galerías que rodean este punto y descubrimos que todas desembocan por balcones altos encima de la ancha galería del comienzo...


     El sol ha salido y nos ha engañado tontamente. El día hubiera permitido ir hacia Bustalveinte...Pero quizás nunca habríamos conocido la cueva de los Chivos Muertos. Ni la posible apertura de un barranquito, enfrente de esta cueva, en la otra ladera del valle. De todas formas, por añadir razones, luego vuelve a nublarse y a lloviznar. No hay nada especial. Solo el flujo que pasa. Taladrándonos el cerebro (o el alma?).



   Cuando vuelvo a casa miro el libro de Pepe León:

   Cueva de los Chivos Muertos.

   Curiosa. Parece que tiene otra entrada, travesía cortita.

   Habrá que comprobar los flujos de aire.

28/10/06

Munio (28/10/2006) Río Munio

I.
Ayer nos reunimos en el Polideportivo de la Universidad Noelia, Pablo, Eduardo, Rafael, Julio y Susana. Tardamos en fijar el objetivo de la salida. Por un lado estaba el tema de Mazo Chico - Crucero. Descartado por demasiada gente y demasiada complicación. El paso que puede sifonar está aun sin desobstruir. Por otro lado se barajaba la posibilidad de ir al Cuivo – Mortero. A mi no me apetecía por demasiado remojón de agua fría, todo el tiempo con neopreno. Finalmente la posibilidad que prospero fue la travesía Torca del Hombre – Río Munio. Travesía corta y sencilla, la dificultad esta en las dos horas y media de aproximación por un cuestón tremendo. La torca está en el Helguerón.
Nadie tenía ganas de pensar en preparativos de espeleo. Como cualquier otro viernes por la noche. Sin embargo Julio llevo a Susana a su casa (tenía prisa por preparar los trastos de la salida). Luego se junto conmigo, Pablo y Noelia en el bar de enfrente del Polideportivo. Estuvimos hablando de viajes. Entre otros de la ascensión de Pablo y Noelia al Kilimanjaro. Aclimatación súbita a la altitud es la técnica utilizada por los organizadores del treking. También hablamos de mi primer viaje de buceo al Mar Rojo. Pececitos de colores. La envidia de todo el mundo al que se lo cuento.

II.
Hemos quedado a las ocho y media en la gasolinera Adelma de Hoznayo. Voy muy retrasado. Me llaman para requedar en Solares. Pero al final volvemos a quedar en Hoznayo. Moisés y Susana vuelven a Santander a por algo que se les ha olvidado. Volvemos a quedar en Arredondo.
Rafael, Eduardo, Manu y Julio vienen en mi coche. Nos vamos por Ramales. Moisés y Susana van por Alisas. En Arredondo Manu se compra un bocata y vemos a Moisés pasar de largo hacia Asón. Andamos al traspiés.
Finalmente nos encontramos en el aparcamiento de Asón. Lleno de vida. Hay mucha gente comenzando excursiones. Nos enrollamos a preparar cosas: reparto de colectivo: cuerdas de 60, 40 y 45, equipo de espitar y dos morcillas de carburo. Ya parece todo preparado. Nos vamos suavemente hacia Rolacías.
En la primera casa esta un hombre muy mayor que vive con tres ancianos más y un niño que podría ser su nieto. Este hombre me llama poderosamente la atención siempre que le veo. Su forma elegante de envejecer. Su mirada es intensa y clara. La mayoría de los ancianos a los que miro a los ojos me devuelven una mirada sin brillo en la que no deseas bucear. En la segunda casa no aparece nadie. Ni siquiera los perros. Seguimos adelante.
Entramos en el bosque. Moisés lleva su pequeña Olympus en ristre. Se adelanta y se pone a los laterales para hacernos fotos. Finalmente dejo de hablar. Así me canso menos. El bosque esta seco. Parece verano en vez de otoño.
Al llegar a la confluencia del barranco que viene de la Sota paramos. El calor arrecia. Comienza a escucharse un ruido que va aumentando de volumen. Al principio pensamos en algo volador. Enseguida descubrimos nuestro error. Empiezan a llegar motos de trial que nos sobrepasan y siguen hacia arriba. Tras un primera tanda de unas quince motos viene una segunda tanda y después una tercera y después un cuarta y después... Finalmente llegan algunos rezagados. En particular llega uno que anda algo mal. Un par de compañeros le van esperando.
Hemos salido del bosque. El sol nos castiga sin misericordia. Seguimos muy de cerca al motorista rezagado y varias veces le adelantamos en sus descansos. Las motos se han acumulado en un tramo de la senda algo vertiginoso. Vamos ganado altura como podemos. Finalmente nos separamos de la ruta principal, por la que siguen las motos, y nos metemos hacia el Helguerón.
Hacemos un descanso bajo la sombra del contrafuerte que sostiene la meseta del Helguerón. Al poco llegan Julio y Susana. Nos ponemos en marcha hacia las cabañas. Desde la última penetramos en el bosque de hayas que llena un pequeño vallecito. Cruzándolo en diagonal hacia su margen derecho y siguiendo la pequeña pared que lo cierra nos encontramos con la boca de la Torca del Hombre. Aspira aire de forma manifiesta.
Comemos. Nos preparamos. Un colchón de hojas de haya se traga los objetos...
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III.
Al comienzo todo va pesado. Yo también llevo algo que pesa. Me veo dando voces a Manu, que viene detrás ayudando a las cuerdas a moverse. Tardan. Empiezo a pensar que saldremos tardísimo por la boca de Río Munio. A las doce de la noche quizás. Preparo el primer pozo pasando la cuerda de sesenta por los dos maillons en vez de atar extremos y lanzar el mazo. De esa forma baja uniforme por el aéreo sin posibilidad de engancharse. Por fin consigo terminar. Manu me está mirando. Le doy las últimas recomendaciones. Me bajo en el ascensor.
Rafael baja al cabo de un rato. Eduardo tarda tanto que me inquieto: aterriza con las cuerdas liadas a todos los trastos que lleva. Ha estado haciendo fotos. Julio y Manu aterrizan sin novedad. El pozo, de casi sesenta metros, es un disfrute.
Siempre que comienzo una travesía me inquieta la no marcha atrás. Los anclajes del segundo pozo (12m) están muy oxidados y cutres. Los del tercero (8m) tampoco están mejores. Luego busco los del último pozo. Me cuesta un par de minutos recordar que hay que destrepar por un estrecho meandro unos metros y luego recorrerlo hasta alcanzar la cabecera.
Algunos anclajes de este cuarto pozo están en pésimo estado. Sobre todo uno de los maillons que aseguran el pasamanos se ha reducido a un montón de óxido a punto de cascar. Por suerte los anclajes fundamentales del pozo son parabolts que exhiben una salud pasable. De cualquier forma es una travesía que, en breve, deberá reinstalarse con acero inoxidable.
Este pozo (de entre 30 y 40 metros) te deposita en una sala cubierta de bloques al fondo de la cual murmura un arroyo. El recorrido principal sigue este arroyo hasta su confluencia con el torrente de Río Munio. Conlleva el paso de algunos laminadores bajos que, a veces, sifonan en crecidas. En principio esta ruta, que ya hice con César hace unos años, es la  usual. Pero existe otra. Al llegar a una sala mediana el arroyo continua por una amplia galería de techo bajo. Sin embargo la aparición de unos hitos que nos sacan del arroyo nos engatusa. Los seguimos.
Al principio resulta muy evidente el recorrido. Varias anchas galerías. Pero de pronto todo se acaba en un cul de sac. Volvemos atrás y rebuscando unos segundos encontramos la continuación. Toda la corriente de aire se va por una pequeña galería. Una sucesión de estrecheces y salitas nos lleva por un camino ascendente hasta una ventana arenosa sobre el Río Munio. Hemos llegado al Balcón. Un resalte de unos quince metros equipado con dos fijaciones nos permite alcanzar el río.
Nos queda un paseo por anchas galerías acompañando al Río Munio. Sorteando los pequeños lagos que se forman. Y cuidando de no resbalar sobre la arenisca pulida o sobre los bloques. Especialmente resbaladizas son las rocas de la salida, húmedas y con una pátina vegetal.
Son las seis. Hemos tardado mucho menos de lo que esperaba. Nos desperezamos en la agradable tarde otoñal. Pero no nos dormimos. Comenzamos el descenso que haremos sin pausa hasta el aparcamiento. Mientras nos cambiamos, junto a la carretera, aparece un viejo compañero de escaladas y charlamos de todo un poco. Terminamos tomando unas cervezas en el bar Coventosa de Asón. Y, luego ya, escuchando blues de Tom Waits mientras volvemos hacia Santander.

21/10/06

Canciones (21/10/2006) Garma Ciega

I.
Me empuja. No sé de donde viene. Una intensa fuerza. Decidí recuperar mi saco de dormir hace dos días: un 1 kilogramo de excelente plumón, marca Gálvez. Reposa desde hace dos años en el campamento de la Sala de Titanes.
Camino rápido y sin pausa. Concentrado en el horario que me he fijado mentalmente. Garma Ciega a las cuatro y media. He salido del IES Ricardo Bernardo a las dos y media. Atascados, los coches y los autobuses escolares, pugnan por encontrar su huida. Voy retrasado. Viernes veinte de octubre.
El oído alerta. La niebla impone su carácter a pinceladas. Veo huellas de un cánido grande en el camino entre Mazos. Y luego en el borde de Cellagua. No me gustaría encontrarme con un mastín guardián. Los lobos los descarto. Caballos pastando y algunas vacas me calman la inquietud.
Dejo el paraguas en el hueco de un haya. El bosque me hace dudar. La cálida hojarasca ha borrado los relieves. El lapiaz se presenta traicionero. Al resbalar me asusta un agujero poco profundo disimulado por las hojas.
Un poco de comida: barritas, chocolate, un mendrugo de pan... La Tika y baterías de repuesto. Una botella de Aquarius medio llena y un poco de agua en otra botella. El carburero en el fondo de la saca.
La primera cuerda, a cielo abierto, negra,  apenas deja correr al dressler: hinchada.  La segunda, en la penumbra, blanca, ha sido colonizada por líquenes y algas verdes. La tercera, blanca, cruje como una vieja barca de madera. La cuarta ya no me llama la atención. Sigo hacia abajo. Las operaciones se van automatizando. Cada vez más simples. O eso parece.
Canto. Cantar en la oscuridad. Cantar para evitar el miedo. Cantar para huir de la soledad. A mitad de sima un péndulo a la derecha exige un esfuerzo mayor que los demás. Más abierto el ángulo, más dificultad. Un nudo de enlace entre cuerdas hace incómodo el aterrizaje en uno de los últimos pozos.
Espero el estrecho meandro como un soldado la batalla. Me sorprende el equipamiento actual. El tránsito es más cómodo que la última vez que bajé.  Apenas un chorrillo de agua lo recorre. Contrasta la poca agua que hay abajo con la humedad y los charcos en la superficie. Me lanzo con entusiasmo hacia Titanes. Todo esta señalizado pero, a pesar de ello, todo es confuso para mí entre el río y Titanes. 
  
II.
Son  casi las siete. Titanes parece inmutable. Solo el silencio cambia. La tienda de campaña no cambia. Hurgo dentro de los bidones en busca del saco. Luego me fijo en un plástico muy bien puesto: es el envoltorio del saco.
Me siento durante un rato. Mientras descanso como algunas chucherías.  Al poco estoy inquietándome. Preparo el petate  con el saco al fondo. Pongo en marcha el carburero al ralentí. Hasta el momento solo he tirado de leds. Ahora me apetece más luz. Pienso en la incomodidad del carburero colgando de la cintura toda la sima arriba.
Decido prescindir de la velocidad. Intento practicar el movimiento consciente. Como tai-chi. No importa el objetivo, sino el movimiento en sí.  Me muevo en el meandro mejor que otras veces. Se me escapa de las manos el  esfuerzo en un tramo. Me estreso.
Vivo la base de los pozos como una tregua. Los primeros pozos me permiten impulsarme rítmicamente. Son limpios y amplios. Canto. Cantar para huir de los oscuros pensamientos. Cantar para hacerme compañía. ¿Cuatrocientos metros cantando?
La llegada a la ruta fósil con barrillo cremoso me anima. Creo que, mentalmente, he dividido la sima en tres tramos. El tramo segundo es hasta el Comedor. Se me hace largo. Aun confuso, lo que recuerdo de otras veces coincide. La llegada al Comedor crea el sentimiento de que estas cerca de la salida.
Durante un minuto confundo una pared, treinta metros sobre mí, resplandeciente por las gotitas de agua, con la claridad del cielo. No me importa ya. Siento la salida. Todo esta salpicado de hojas de haya secas. Algunas ramas y tronquitos se han colado casi cien metros en la profundidad. Montones de barro negro tapizan las bases de los últimos pozos. Materia vegetal descompuesta.
El cielo cuajado de estrellas. Son casi las once. Calidez en el aire. Primero el bosque con cuidado y luego a pasos alargados y cómodos. Bajo sin pausas. Las vacas me miran con ojos brillantes desde la oscuridad. Los caballos huyen espantados. El carburero a tope de luz. No hay problema de que se acabe. El viento agita la llama protestona. Si los lobos supieran lo fácil que es cazar a un humano... Pero el fuego les asusta. ¿Por que no lo intentaran nunca?
Con mucha calma me cambio de vestimenta. Bajando hacia Astrana empiezo a recibir mensajes en el móvil. Me paro. SMS: he salido bien. A Marisa y a Julio. 
            
III.
        Me acuesto pero duermo poco. Tres horas y estoy despierto con ganas de salir disparado; ¿estrés quizás?  ¿O esa fuerza intensa? ¡Qué fuerza y que narices! A las ocho y media estoy en Solares con Moisés y Susana. Hoy es sábado. Hemos quedado con un grupo del AER en Ramales.
       Ángel, Olarra, Chavi, P.Merino y Belén están en Ramales esperándonos. Hay algo de prisa. A las diez debemos estar atentos en la ladera del Asón. En el fondo de la sima Wichi y Cristóbal se disponen a iniciar la prueba. Esta mañana, a las seis y media, han entrado a Garma Ciega con varios botes de humo, hierbas secas para quemar y energía personal sobrada. ¿Llegaran en tan poco tiempo hasta la zona del sifón? Los que saben dicen que sin problemas.
       Nos vamos en tres coches: el de Chavi, el de P.Merino y el de Moisés. La carretera del Asón tiene varios puntos adecuados para aparcar: la cantera, un par de márgenes, la cuevita. Nos repartimos de forma confusa. Chavi y Ángel cerca de La Fresca mirando desde enfrente con prismáticos. Olarra en la carretera haciendo largos. El resto diseminados por el bosque y moviéndonos por zonas. Son las diez.
         Luego son las once. Sigo dándome paseos y mirando. Los walki-talkis no tienen pilas. Encuentro una amanita panterina en el bosque. Me pregunto cuales serian los efectos de comérmela.  Luego son las doce. Me bajo a la carretera a dar un largo y ver el panorama general. Me pregunto si  tendremos un tope de tiempo. Vuelvo a subir a mi zona. Entre las ramas de las encinas observo a Ángel y a Chavi que me observan a su vez.
        Luego es la una. Me bajo definitivamente. Como un  goteo van apareciendo todos al lado de los coches. Moisés ha visto humo blanco y Susana también. La zona por la que lo vieron esta algo desviada al sur de las expectativas. Pero las cuevas son impredecibles. Una primera inspección no arrojo ninguna cueva, ni fisura, con soplo.
     Se ponen a comer allí en contra de mis deseos. Tengo hambre de cocido y de mesa puesta. Aguanto como puedo mientras devoran fiambre y quesos con pan. Para distraer la mente exploro las posibilidades del macro de mi cámara Olympus. Le hago una foto a una cría de lagartija. Al cabo de una hora nos bajamos al bar Coventosa. Mientras toman cafés, chupitos y juegan al futbolín pido un cocido y una ensalada mixta. También tomo postre.

      Por la tarde volvemos a la carga. ¿Por donde salió el humo de color blanco? Le pregunto a Ángel de que color es el humo de los botes: NARANJA. Botes de salvamento&rescate. El humo de los botes es blanco hasta que se sabe que es naranja. Queda la posibilidad del humo de las hierbas secas. O de que al diluirse el naranja se confunda con el blanco. Hurgamos por doquier. Los tojos me martirizan a la bajada. Demasiado.
      Ahora estamos junto a los coches. Todos comentan y charlan. Pero yo estoy con pocas ganas de hablar. Quizás aburrido. Y algo cabreado sin razones claras. ¿El estrés quizás?.  A la vuelta cabeceo en el coche mientras hablamos de humos blancos y de humos naranjas.

7/10/06

La Buenita (7/10/2006) Udías

I.
Tras un paréntesis, debido a las actividades en la pared de Zigal, vuelvo a la speleo a primeros de Octubre del 2006  -el sábado, 7-  con una salidita promocionada por Moisés. El  poder de convocatoria del viernes+tarde reunió a un grupito numeroso  pero no aplastante  -Moisés, Susana, Javier, Chino, Eduardo y su hermano, y dos chicas del último cursillo de las que  no recuerdo el nombre-  en donde siempre. Ya había llovido con ganas el viernes y daban lluvias para el sábado. Volvió a surgir el tema de una cuevita que esta al lado del bar La Gándara. La Buenita es en realidad una mina de plomo y zinc explotada desde la colonización romana hasta hace pocos años. La mina Buenita intercepta en varios puntos una cueva de amplias galerías que recibe el mismo nombre. La Cueva Buenita, por su dirección y su posición en la depresión del Hoyo Cobijón (¿o Covijón?), podría haber sido una entrada, ahora fósil, del río que actualmente se sume en la Cueva de Udías. En esta última cueva la red de entrada se acerca lo suficiente a La Buenita como para acariciar la idea de conectarlas. ¡Y así eludir la salida por la cloaca en la que han convertido el sumidero que constituye la entrada principal de la Cueva de Udías!. De esta forma se podría constituir una interesante travesía que entrando por la Torca de la Luna Llena y continuando por la zona más espectacular de la Cueva de Udías acabase, finalmente, por La Buenita. Esta ilusión que infecta a Moisés desde hace meses podría ser contagiosa en algunos casos.

II.
            Manu estaba en su furgoneta, verde manzana por fuera y roja por dentro, esperándome en el aparcamiento de la gasolinera de Monpía. Como había lloviznado le pedí que fuéramos en la furgoneta por si había que cambiarse dentro de un coche. Al cabo de un rato recibimos una llamada de Susana. Nos dijo que aún estaban en Comillas, que les esperásemos en el bar La Gándara. La noche anterior el autocontrol de Manu para poderse levantar pronto había dejado como resultado solo tres mojitos en su fiestecita particular. Se quejo amargamente de que podía haberse quedado toda la noche tomando mojitos en vez de madrugar. Bueno, a decir verdad quedar antes de las 10 de la mañana el sábado es un madrugón. Recién llegados al aparcamiento del bar estuvimos sopesando la idea de entrar a tomar algo. Pero antes de que pudiésemos ejecutar nuestra intención apareció la pareja en su “nuevo” Opel, prestado por un concesionario que está arreglando el bollo del otro Opel. Nos cambiamos allí mismo con el suelo oliendo a tierra mojada y el bosque de castaños vestido de otoño. Con una calma que se me coló dentro.  En el maremagno de material Susana no encontraba su mono exterior MTDE. Quizás olvidado en Comillas o en Santander. Moisés le dejo el suyo y se quedo solo en mono interior azul. 

III.
      La marcha de aproximación consiste en recorrer 100 metros de carretera, saltar el quitamiedos, bajar 10 metros y volver hacia atrás menos de 50.  Total 3 minutos. La boca de la mina esta tapiada con un muro de hormigón, pero en su base, a la derecha, hay un pequeño agujero soplador por el que se puede entrar. A pocos metros  de la entrada el conducto minero tiene una bifurcación a la izquierda. No mucho más allá, por la bifurcación, se puede observar una pequeña oquedad que deja penetrar la luz desde el exterior.
     En línea recta, viendo la luz de nuestra entrada en la lejanía, nos adentramos por el conducto principal topografiando con el medidor láser. En realidad mientras dos personas se dedicaban a esa tarea yo me puse a mirar desviaciones. Al principio nos confundimos y tomamos un conducto que no nos conducía a la cueva. Al volvernos fuimos tirando los hitos que habíamos puesto para no perdernos en el laberinto de conductos mineros. Pronto recordó Moisés el camino adecuado. Tomamos una desviación a la izquierda que nos llevo en unos minutos hasta una galería grande -en algunos sitios 10x10 metros-  con formaciones de un blanco cristalino similares a las del Soplao.  Topografiando la gran galería, avanzamos con facilidad y proseguimos un buen rato mirando varias desviaciones a la izquierda que no dieron resultado. Pasamos por el borde de un pozo que habría que mirar; no vaya a ser que conduzca a la red activa y por ahí a Udías (hay que tener en cuenta que el nivel de la cueva de Udías se encuentra unos 30 metros por debajo de La Buenita).
     Un poco más allá la galería parecía acabarse en una colmatación de guijarros; pero los mineros excavaron en ese punto un pequeño conducto artificial ascendente que desemboca en una amplia sala. Hurgamos por el borde de esa sala sin resultados positivos. Profundizando hacia el techo con los focos pudimos observar una galería colgada a la que puede llegarse con una escalada en travesía. Aún hicimos varias comprobaciones por un rincón en el que se hundía una estrecha fisura hasta asegurarnos que desembocaba abajo en la galería principal de la cueva. Ya de vuelta tomamos la prolongación más obvia por la mina hasta un pequeño ascenso a un nivel superior. Nuestro objetivo era dar de nuevo con galerías de cueva. Anduvimos dando vueltas por el laberinto hasta darnos cuenta que los conductos nos llevaban al mismo lugar siempre o a sitios ya transitados. Volvimos pues.
     Hubo una propuesta de pararse a comer y otra de salir a comer cocido en el bar. El cocido del bar La Gándara suele estar excelente. Pero cuando iba con Manu enfilao hacia la salida vimos que Moisés y Susana no venían detrás. Nos paramos un rato hasta que el hambre nos hizo tomar algo de lo que llevábamos. Hartos de esperar y un poco intrigados volvimos atrás hasta encontrarnos con la pareja. Al mirar, por casualidad, a la izquierda de la galería habían encontrado un importante ramal con hermosas excéntricas blancas. Nos entretuvimos una hora recorriendo esa galería, contemplando las excéntricas y comiendo algo más.
     Para cuando volvimos a la superficie eran más de las tres y fuimos al bar a tomar cafés y cervezas. El dueño nos contó varias historias. Una sobre cuevas con restos arqueológicos a las que se ofreció a llevarnos. Otra sobre el origen de las minas: a su parecer eran fundamentales en la producción total de plomo para Roma. Dicho plomo, según algunos historiadores, pudo ser un factor de decadencia física para las clases altas en Roma que lo utilizaban en cubiertos y vasos. Nos mostró un antiguo cuchillo de bronce, hierro y asta. Y también nos invito a una magosta, merienda a base de castañas asadas, dentro de unos días. Y a colaborar en la preservación del castañar de Bustablado. Una verdadera mina de tío. Yo me prometí a mi mismo un buen cocido dentro de poco... 

25/8/06

La huella de Moisés (25/8/2006) Udías-Luna Llena

I.
Mavil aterrizo en Santander el jueves 24/8/2006. El viernes llovió bastante y Mavil se dedico a caminar por la ciudad visitando tiendas de deporte y rocódromos. Por la tarde llamo Moisés y quedamos en ir a explorar a Udías/Torca de la Luna Llena. César llego la noche del mismo viernes y también Manu me llamo para ir de espeleo. 
A la mañana siguiente cayeron algunos chaparrones agradables mientras íbamos de Monpía a Cabezón de la Sal en la furgoneta de Manu. Para hacer un poco de tiempo nos fuimos a pasear por el mercado de Cabezón en busca de higos pasos para Manu. Susana vino con Moisés a pesar de andar malucha. Todos, César en su coche y Moisés en el suyo, nos encaminamos hacia El Llano. Extendimos todos los cacharros al lado de los coches. Volvió un tiempo fresco y delicioso. Había demasiados cacharros. Dudábamos entre ir todos por la mina de Udías o dejar que Mavil, conmigo y César, bajase la torca. La sospecha de que no cupiese por la estrechez del Pozo Graff originaba la duda. Decidimos arriesgar. La cita era en la punta de topo de la Galería Sur. Manu, Susana y Moisés se llevaron el material para instalaciones. Iban cargados como mulas.
Poco tiempo después, ya en la Torca de la Luna Llena, César iba delante, Mavil detrás y yo cerrando cuando le pregunté a Mavil si le gustaba la torca. De libro de texto, de manual -me respondió. Pero no le gusto tanto como para decir que estaba “homologada” (cuando a Mavil le gusta una cavidad suele adjetivarla como homologada) Habíamos hablado y sopesado tanto el entrar por la torca pensando en el volumen de Mavil que acabo asustándose un poco de la estrechez del Pozo Graff. Se le dio bien y  dijo que no era para tanto. Lo peor fue el manejo del freno del descensor en la zona adiaclasada del pozo. No perdimos tiempo en la Sala Triangular; nos pusimos en marcha hacia el punto más remoto topografiado de la Galería Sur. Para preservar la virginidad de la cueva Moisés nos aviso de pisar por la senda ya establecida. Yo aleccioné durante todo el tiempo a los sorprendidos espeleólogos de que pisáramos por la “huella de Moisés”.

II.
De pronto, cuando ya se hacía larga la Galería Sur, encontramos un papelito con la siguiente oración: “topografiar a partir de aquí”. Pensamos, por un momento, que acababan de escribirlo para largarse a explorar pero enseguida caímos en que se había escrito durante la anterior visita a la zona. Era extraño que hubiéramos llegado a este punto antes que el otro trío. Ellos habían entrado por la mina y el recorrido es más directo y con menos dificultades. Al poco, llegaron. Moisés había estado reformando algunas instalaciones en el Pozo Pastelero.
Teníamos entre manos el reparto de tareas pero no había demasiada claridad. Sabiendo lo bien que le resultaría a Mavil aprender a topografíar pensé que fuera en el grupo de topo; pero parece que topografiar es considerado un castigo por la mayoría de los espeleologos. Mavil se fue con Moisés a explorar; César con Susana a topografiar y yo con Manu a bajar los pozos que salpican la Galería Sur. Cuando mire el material me di cuenta que una pocilga andaba cerca. Moisés había andado utilizándolo en el Pozo Pastelero. Me costo 15 minutos ordenar un poco lo que iba a usar en el trabajo de instalación y ponérmelo encima.
El primer pozo, a mano izquierda, estaba a cinco minutos de camino. Instalamos a un gran bloque directamente y fraccione a la pared más sólida para acercarme al borde, muy roto, del pozo. A medio colocar un segundo fraccionamiento la batería empezó a renquear. Conseguí acabar a duras penas y tuve la suerte de que la caída fuera limpia. Abajo encontré un tapón de bloques que dejaba un pequeño hueco por el que se intuía un estrecho pozo. No había soplo o quizás era muy débil. La impresión que me produjo fue que no era camino hacia parte alguna. El segundo pozo, a mano derecha, lo bajamos instalando en naturales que nos vinieron perfectos. Abajo se cerraba casi, aunque había un débil soplo y era posible desobstruir. El tercer pozo, a mano derecha, era una rampa que acababa en una boca que se acampanaba más abajo. Necesitaba equipamiento de spits o parabolts y no pudimos bajarlo. El cuarto pozo presentaba un curioso aspecto de lapiaz. La caliza blanca estaba carstificada con acanaladuras y puentes de roca. Podía destreparse sin problemas. Y Manu destrepo hasta una zona obstruida por un bloque que podría eliminarse para seguir hacia abajo. Pero cuando fue a subir se perdió entre los bloques y entro en crisis. Durante un rato Manu me gritaba que no encontraba la salida y yo le gritaba que veía todo el itinerario sin problemas. Manu consiguió salir. Luego se quedo sin luz de carburo. Avanzamos por la Galería Sur, el con la eléctrica y yo con carburo y leds, en busca de nuevos pozos que bajar.


III.
Vimos la luz del resto de compañeros hacer arabescos en el techo de la galería. Volvían con un largo tramo de topografía en el bolsillo y un buen pedazo de Galería Sur explorado (hasta un desfondamiento con un fuerte soplo). Moisés se sorprendió de que la batería solo hubiese podido meter dos parabolts. Pero así son las cosas. Dos que metí yo y cuatro o cinco que metió él hacen un total de siete como mucho. No es serio. Algo deberíamos hacer.
Restauramos nuestros equipos de iluminación mal que bien y nos pusimos a la siguiente tarea. A unos cinco minutos de avance, nos contaron, había un pozo prometedor. Nos acercamos con una cuerda y cordinos para intentar instalarlo en naturales. Al borde de  la boca del pozo, muy amplia, había un gran bloque del que montamos la cabecera. Me acerque al borde pero no encontré ningún saliente natural y fiable del que colgar el fraccionamiento. Unos treinta metros más abajo observe lo que pudiera ser una rampa de bloques que se hundía bajo la pared del pozo. Quedo pendiente la exploración.
Hubo un reparto de peso. Moisés se marcho muy rápido hacia el Pozo Pastelero para mejorar la instalación de la cabecera (antes de marcharse detecto las huellas que alguien había marcado fuera del sendero; nadie se hizo responsable). Los demás fuimos andando, algo rápidos, siguiendo a Susana (Mavil decía que íbamos como flechas) y cuidando de pisar la “huella de Moisés”. Una distancia apreciable nos separaba del Pozo Pastelero y las únicas paradas que hicimos fueron para esperar a algún rezagado que hubiera podido despistarse. Nos presentamos sudorosos en la cabecera del pozo y tuvimos que esperar un poco a que se arreglasen todas las instalaciones. El descensor de Manu había desaparecido. No sabía si perdido en alguna parada u olvidado en el coche. Ante la situación, y contando con su falta de experiencia con el nudo dinámico, le deje mi descensor.
Cuando nos pusimos a caminar por las galerías de Udías hubo un acelerón por parte de Manu que insistía en querer salir pronto para tomarse una cerveza(¡¡). Le dije que por pronto que saliera tendría que esperar a los demás sin cerveza y así se calmo. Luego en las cuestas el acelerón fue mayor. Moisés, Susana y Manu hicieron su maratón particular; cuando acabo la cuesta se pararon a esperarnos(¡¡). Para no caer en los barros movedizos de la salida de la mina alguien había extendido una sucesión de cajones de plástico, abandonados como navíos a la deriva en un mar de fango.
La mierda nos comía por doquier. Barro pegajoso impregnándolo todo. Las orejas también. Al final todo el sucio material quedo en poder de Moisés para su posible utilización en fechas próximas. A continuación vino el tema de las cervezas, cocacolas, refrescos y raciones en el bar La Gándara. Empezamos con un par de raciones pero el hambre no se nos calmaba y fuimos pidiendo más raciones. Una cena directamente nos hubiera salido más rentable. En plan vacile el propietario nos dijo que por allí no solían venir deportistas Pero cuando supo que éramos espeleologos -ya se acordaba de nosotros- nos tomo con interés. ¿que buscáis bajo tierra, underground...?? el sentido de la vida le respondí -para regocijo de todos los presentes-. Creció la locuacidad y la hilaridad. Nos fuimos después de pagar y por el camino la furgoneta de Manu nos regalo un pedazo de música rockera.

1/8/06

Rangers (1/8/2006) Chorros del Río Mundo

I.
                Este verano me he sentido alejado de la práctica de la espeleo. Cuando me pregunto el porqué de esta actitud mía no encuentro una causa única y lineal. Más bien es un vago sentimiento de cansancio, no por las cuevas en sí mismas, sino por la actitud de los propios espeleologos. Hay una cosa clara y es que mientras yo siento el mismo o más entusiasmo que cuando comencé a hacer espeleo la mayoría de la gente (que hizo espeleo) de mi edad han abandonado totalmente la práctica de la espeleo o continúan con una actividad testimonial. La razón de que yo siga, a mi modo de ver, es que para mí la Naturaleza entera es un Templo. Es mi verdadera religión o quizás mi Gran Madre. Como los indios, que llaman Pacha Mama a la Naturaleza y la veneran como algo sagrado.  Me hace sentir bien. A menudo cuando salgo de una cueva me siento cargado de una energía tremenda, también a veces en un bosque o en el mar. Pero donde más suelo sentirlo es en las cuevas. Así que no percibo las cuevas como un sitio donde hacer carrera exploratoria, ni como una propiedad, sino más bien como un sitio sagrado, igual que el resto de sitios naturales, un sitio que te regala su belleza y su misterio y al que siempre vuelves a recargar tus pilas por muchos años que pasen.
Muy a menudo deseas compartir con otras personas este Templo, siempre y cuando lo respeten. Sin embargo a veces los espeleologos tenemos actitudes muy ridículas y posesivas con las cavidades. Entiendo que a casi todos (los espeleologos)  nos gusta descubrir. Lo que no entiendo es ese afán de guardarse los descubrimientos para sí mismo; mas siendo el colectivo de espeleólogos tan escaso y siendo la espeleología una actividad tan selectiva. Se nos cuela la competitividad, la posesividad, el afán de protagonismo y cosas similares. Pájaros en la cabeza. Vanidades. ¿Qué debería aprenderse en un cursillo de espeleo? Lo principal: que las cavidades son un Templo de la naturaleza y que debemos caminar con infinito cuidado, con tremendo respeto, sin estrés, sin prisas por ellas. Así no pasará (o será más difícil que pase) que un espeleologo estúpido tropiece con la más rara excéntrica de la red del Gándara o que un grupo de ansiosos exploradores pise por todos lados los sedimentos de una galería sin darse cuenta de que puede pisarse siempre por el mismo sendero: es perfectamente posible y gente de otras tierras nos lo demuestra con el ejemplo (franceses en la galería del Sahara de Borgoñeses). Solo es una manera de estar. Una manera de sentir respeto. No es la manera de sentir de la mayoría de los espeleologos que conozco. O quizás me equivoco.   

II.
Hace tiempo (un mes es mucho para mi) que no hago espeleo, que no hago espeleo con  Mavil y que no hago espeleo en el Sur. Me cuadra ir a Murcia  a finales de julio (hace varios meses que no veo a mis viejitos) y tras unos días de mucho Mediterráneo y de otras aguas cálidas Mavil y yo nos encontramos en Molina de Segura para tomar unos granizados de limón. Los Chorros del río Mundo y su gran cueva nos atraen. En las tierras del Sudeste la temperatura oscila (estos días) entre 30ºC de mínima y 40ºC (arriba o abajo) de máxima. Pero sabemos que el agua de los Chorros esta a 5ºC más o menos. Así que estar fresco y sombreado es un aliciente añadido a la espeleo en los Chorros. Hace años, cuando entre por primera vez por la Speleuka, me intrigo la potente corriente de aire que recorre este sector de la cueva de los Chorros. De todos los que se interesan por esta cavidad es sabido que existe tres sectores conocidos de amplio desarrollo: el primero y clásico sector de la Surgencia se puede recorrer aguas arriba del río Mundo hasta el sifón Vera. El segundo, sector de la Speleuka, esta comprendido entre el sifón Vera y el sifón Mateo. El tercero, de reciente exploración, tiene su acceso por la estrecha sima Hineni y también esta comprendido entre dos sifones; aguas abajo sus aguas entran en el sector de la Speleuka. El sector de la Speleuka fue explorado inicialmente mediante campamentos establecidos más allá del sifón Vera, un precedente impresionante de tesón exploratorio. Mediante arduos trabajos en el interior de este sector, incluyendo la escalada de la sima Speos y otras cuantas escaladas más, se encontró una zona con soplo muy cercana a la superficie. El remate se realizo mediante botes de humo. Posteriormente hubo que desobstruir la estrecha grieta que se descubrió en el exterior, llamada ahora Speleuka,  y vaciar un corto charco que a veces sifona. Según me han contado en una de las últimas exploraciones antes de su descubrimiento dos de los exploradores pasaron el sifón Vera (40 metros de longitud y 10 de profundidad)  a pulmón, exploraron hasta los pozos de acceso y volvieron por el sifón Vera de nuevo a pulmón. De cualquier forma a pesar del tremendo soplo que sale por la Speleuka y de 30 años de exploración no se han localizado galerías aéreas de conexión con los demás sectores ni tampoco nuevas entradas a este sector. Mavil y yo decidimos nuestro objetivo: seguir el aire y ver a donde nos llevaba. Como nubes.                   

III.
                El lunes 31/7/2006 la temperatura ambiental rondaba los 40ºC.  Me pegué un chapuzón en una balsa de riego de aguas transparentes y pase a las 7 de la tarde por casa de Mavil. Tras cargar las cosas y saludar a Galo y a la madre de Mavil partimos con el aire acondicionado a tope hacia Hellín, 100 kilómetros al norte más o menos. Antes de seguir para Riopar pasamos por casa de Antonio Dólera, en Hellín, a ver si se venía a Los Chorros pero  no andaba muy por la labor pues carecíamos de permiso. Antonio Dólera llevo a mucha gente de visita a la cueva de los Chorros como guía contratado. Nos invito a una autentica limonada con ron.
Teníamos un problema importante. No había permiso para entrar en la cavidad, cosa totalmente necesaria si no quieres buscarte un lío con multazo incluido (y las cosas son muy estrictas en los Chorros). Además es imposible acampar en sitio alguno bajo multazo mucho mayor. Hay tres colectivos continuamente ojo avizor: en primer lugar los guardias rurales que controlan el tema de acampadas; en segundo lugar los rangers (para mayor claridad: los del SEPRONA) que controlan el tema de acampadas y los permisos, en tercer lugar el reten de bomberos de Riopar que esta continuamente circulando, observando y haciendo recorridos y que no dudara en dar el aviso a los otros dos. Por último, y para terminarlo de arreglar, está el tema de los guías de la Cueva de los Chorros que también darán el chivatazo si alguien anda acampado o entrando en una cueva sin permiso. Y esto último hay que tomárselo también muy en serio.  El Calar del Mundo y Los Chorros constituyen las estrella de la corona de la Comunidad de Castilla-La Mancha, al menos en la provincia de Albacete. No se escatiman medios para preservarlo. Y es muy lógico que así sea ya que la zona es mágica y maravillosa.

 El fresco bosque junto al arroyo de Mesones                               Vivac junto a la fuente y la balsa

Cuando ya estábamos llegando a Riópar nos impusimos decidir un sitio para dormir de forma que no existiera peligro de ser sorprendidos. Mavil, que conoce la zona a fondo, eligió el arroyo de Mesones a dos kilómetros, de pista, de la carretera principal,  subiendo hacia el Argel. Zona de bosque umbrío muy poco transitada, al llegar a una fuente que alimenta una balsa cristalina y fresca junto al arroyo montamos un pequeño vivac. Dormimos a pierna suelta en el hotel mil estrellas.  

IV.
                El martes nos despertamos a las ocho de la mañana. Tras un ligero desayuno preparamos totalmente las sacas de forma que al llegar al punto donde se aparca el coche, junto a la cancela de la Cañada de los Mojones, solo tuviéramos que ponernos las sacas y salir vestidos de excursionistas, andando a toda pastilla. Se trataba de minimizar las posibilidades de ser sorprendidos en el camino hacia la Speleuka. Lo ideal hubiera sido llevar la saca metida en una mochila de montañero. Por suerte todo salió redondo y no nos tropezamos con nadie. Ni siquiera encontramos ninguna manada de toros bravos de la ganadería que pasta por la Cañada de los Mojones. Mejor.
                Los preparativos para meterse en la Speleuka incluían la decisión de si te pones el neopreno directamente o aguantas a ver si no lo necesitas o quizás lo necesitas más tarde...Sabemos que generalmente por bajo que este el nivel del charco cercano a la entrada sueles tener que meterte entero en el agua. Mavil no lo dudo ni un instante (siempre se pone el neopreno)  así que decidí ponérmelo yo también. La entrada es estrecha y tras un corto descenso por una zona más amplia hay que introducirse por un muy estrecho y resbaladizo laminador pendiente (casi vertical) que si bien es fácil de bajada de subida ya lo veríamos más tarde. El charco que sifona no tenía agua, solo un poco de barrillo. La corriente de aire es critica
                     
         La entrada Speleuka esta justo arriba de la saca                        La rampa de entrada a la Speleuka

en ese punto. Poco después por unos conductos agaterados se llega a la cabecera, instalada con cadenas, de un pozo de 20 metros equipado (en general todo está equipado en esta cavidad). A partir de este punto seguimos la Vía Scout , galería amplia y variada que muestra un pequeño soplo pero bastante más débil que el de la entrada. Los recuerdos de Mavil nos indican que deberemos ir hacia la galería Artemio Cuenca donde la corriente de aire se muestra fuerte de nuevo. Para alcanzar esta galería se debe bajar el pozo Speos pero no hasta abajo; a mitad de altura, mediante un fácil péndulo, se alcanzan las amplias terrazas que dan comienzo a la Artemio Cuenca.
                                              Pozo Speos                                                        

                El recorrido por la Artemio es grato. Presenta abundantes concrecciones y hermosas formas. La galería tiene cerca de su final una serie de desfondamientos o balcones de donde comprobamos que emergía el flujo de viento aunque bastante débil por lo diversificado. La continuación de la Artemio, llamada Vía de los Sedimentos, no presentaba corriente alguna de aire.
                Destrepando cualquiera de los desfondamientos se alcanza una galería semiactiva por la que al cabo de un corto recorrido desembocamos, mediante más destrepes, en la zona superior de la gran galería activa que conduce el río Mundo. Desde la parte superior de la galería mediante un sistema de pasamanos y unos destrepes, con buenas presas, muy verticales se llega al lecho del río. Hay que pasar dos lagos y en el segundo de ellos el agua llega hasta el pecho. Estaba helada.
La zona del segundo lago es crítica para la corriente de aire. Se nota que es un conducto fundamental sin alternativas. Pero la continuación podía hacerse por muchos caminos. Nuestro criterio fue escoger el camino que presentase más corriente de aire. Pero muchas veces el soplo era tan débil que la decisión no era fácil. Resultaba claro que andábamos por las ramas sin encontrar el tronco. Puesto que hay un ligero buzamiento hacia el norte perpendicular al eje de la cavidad y que todas las zonas fósiles se encuentran en general algo al sur de dicho eje optamos por intentar las galerías que nos acercaban a esa dirección. Primero nos detuvimos con detalle en la zona de la chimenea David. Ha sido explorada mediante escaladas y todavía están las cuerdas. Allí no encontramos la más mínima traza de viento. A continuación nos enredamos por el dédalo de galerías que forman la Red de la Marlekorita o mejor dicho que se aproximan a la Vía de las Marlekoritas. Allí observamos débiles flujos de aire en muchas galerías pero, obviamente, habíamos perdido la línea principal. La siguiente desviación hacia el sur es la que conduce a la zona del vivac. Lo encontramos intacto e instalado de una forma sumamente práctica y agradable. Solo observamos débiles trazas de viento. Sin embargo opté por seguir un poco más hacia la zona superior al sur. Remontando un resalte equipado por una cuerda fija alcanzamos una galería que giraba de nuevo aguas arriba. Sin embargo un poco más allá y antes de que se elevase a un nivel algo más alto observe un conducto bajo, al nivel del suelo, que soplaba con fuerza. Estábamos de suerte.
Metiéndonos por este conducto de estilo agaterado y bastante pisado alcanzamos un cruce. Por la derecha venía un potente flujo de viento, casi violento en ocasiones, por la izquierda se perdía parte de este flujo y otra parte se introducía por la galería por la que habíamos venido.  Estábamos acercándonos al tronco. Todo esto se veía bastante transitado por los exploradores. Algo más allá otro cruce presento similares características y un resalte nos obligo a un destrepe cuidadoso. A continuación tuvimos que ascender a un nivel algo superior mediante unos pasos entre bloques y alcanzar una galería en forma de tubo a presión. Aquí el flujo de viento se perdía.  Sin embargo Mavil observó una plataforma a la que se accedía por una corta trepada y luego una escalada que conducía a una galería colgada. De allí bajaba todo el flujo de viento. No había huella alguna en esta zona. Habíamos dado con una clave. La escalada, de roca muy quebradiza, requerirá material para asegurar.

                                               Observando las sierras



A la bajada encontramos un indicador muy positivo: las únicas sierras que Mavil ha visto en toda la cavidad estaban allí al lado. Para que se formen la corriente de aire debe ser importante y muy constante.  Estaba claro que habíamos encontrado algo nuevo e interesante. Salíamos muy contentos.
Ocho horas estuvimos en la cueva. A la salida el laminador se presento en toda su crudeza. Me costo salir. Además el hecho de andar con neopreno tantas horas te va restando agilidad. Aunque el neopreno sea de 3mm tipo surfero.  En el exterior nos esperaba el calor y el solazo intenso. Por el camino de vuelta al coche se mostraron algunos toros, aunque lejos. En el aparcamiento no había moros en la costa. Pudimos meter las cosas al maletero y salir rumbo a Riopar  sin novedades. Por la pista de bajada nos tropezamos con el retén de bomberos aparcados en un claro. Nos miraron con intensidad pero nosotros seguimos tranquilos hacia abajo. Habíamos cumplido nuestro objetivo. Ya de vuelta paramos a cenar invitados por Antonio Dólera en Hellín. Fue una plácida velada.