30/6/24

Dejad de la mano de Dios


 
 

Ha unos dos mil años, en época romana según unos pocos indicios históricos, de la mina de Mercadal extraían los romanos calamina. Más tarde, y ya recientemente en los siglos XIX y XX, piritas y blendas. A esta mina podría llamársele actualmente cuevamina pues el aspecto de una gran parte de las paredes y suelos de sus galerías, abandonadas hace décadas ya, es completamente natural. La naturaleza ha ido haciendo su trabajo y los depósitos y formaciones cubren un porcentaje notable de las superficies dándoles un aspecto similar al que puede tener cualquier cueva bien decorada. La enseñanza que podemos extraer de esta trivial observación es muy sencilla e inspiradora: en muchas ocasiones no hacen falta grandes actuaciones o intervenciones (coordinadas u orquestadas por fundaciones, ongs o similares) sobre el medio natural para restablecer su equilibrio y belleza. Tan sólo es necesario dejar que la naturaleza haga en paz su trabajo. Simplemente "dejar de la mano de Dios" expresión que en algún sitio, no recuerdo dónde a pesar de intentarlo con ahínco, mostraban como la "teoría subyacente" a la creación de las Reservas Naturales de Rusia (zapovédnik) a finales del siglo XIX en época del último zar Nicolas II.

No siempre ha sido tan difícil cuadrar una salida montañera o espeleológica, o simplemente senderista, como ahora. Hace años quedábamos, en grupos de cuatro o más personas, para irnos todo el fin de semana saliendo el viernes. Un par de décadas después salíamos un día del fin de semana, sábado o domingo, y era algo difícil conseguir ir más de dos. Actualmente un día suele ser difícil de cuadrar para grupos reducidos, incluso de dos personas. A veces se sale tan sólo una mañana o, n menos, tres o cuatro horas, para volver a tiempo de alguna comida, celebración o para hacer otra actividad por la tarde. Así van las cosas es previsible que en unos años ir a algún lado en grupo sea una rareza e incluso esté mal visto ya que usar el coche o molestar a la fauna estará controlado, regulado y penado. Pero a día de hoy todavía es posible ir a ver una cueva, así que con algo de suerte y paciencia se pueden cuadrar las cosas, ¡y esta salida pudimos concretarla! El domingo 30 de junio Roberto, su hijo Adrián, César, su hijo Mateo y yo quedamos en el parque de los "patos".

 
 
 
 
 
 
 

 En un sólo coche ya, nos acercamos hasta un aparcadero herboso justo donde empieza la pista hacia la mina. La vegetación, exuberante y recrecida, impedía seguir los senderos y, de no ser por Roberto, no hubiésemos encontrado la boca. Pasamos por una zona de grandes árboles y poco después en un rincón vimos los porches. Nada más entrar al voluminoso recibidor/distribuidor nos topamos con un desnivel vertical que circundaba un profundo lago. Vimos que toda la cuevamina tiene las galerías inferiores inundadas. Parece ser que el nivel de esas aguas varía ampliamente, dependiendo de las lluvias, llegando en algunas temporadas a estar completamente seco. Mientras íbamos avanzando en dirección "eje principal" la tónica fue encontrar a la izquierda ventanas o galerías que daban al exterior y desniveles bruscos a la derecha que daban a lagos o a galerías inundadas. Más allá aparecieron en la ruta traviesas de madera,  un aporte de agua en forma de arroyo y un sapo/rana. Según informaciones recibidas esa galería se va aproximando a las galerías de Reocín con las que, en teoría, contacta. Pero hay demasiado fango profundo que impide el paso a las bravas sin usar algún invento que permita andar sobre dicho fango. Me aventuré veinte metros galería adelante y casi pierdo las botas de pocero. Volviendo ya atrás encontramos, gracias a Roberto, un paso a niveles superiores con galerías igual de decoradas que las del nivel principal y, en algún caso, oliendo fuertemente a huevos podridos (sulfuro de hidrógeno). Fue necesario aguantar la respiración. Nos entretuvimos mucho, sobre todo los chicos, admirando los pequeños detalles de suelos y paredes. Para poder verlo todo mejor y hacer alguna foto hicimos abundantes paradas.

Fuera todo estaba tranquilo. En el parque de los "patos" un ganso de pico negro con un cerco blanco y una mancha naranja me hizo honores, todos menos yo se habían ido a comer, amenazándome con sus gorgoteos y mirándome con intensidad. Pude hacerle fotos, pero tuve buen cuidado de no poner mi mano al alcance de su duro pico de ganso. Ya se sabe, los gansos son así de bordes. Y aunque este ganso en particular no me dejó la opción de preguntarle por su gansa creo que las gansas también se las gastan finas...   

 
 
 
 





 

16/6/24

Bosque Silencioso

Fotos: Guillermo y Antonio

Texto: Ant on Ío 

 

La primera vez fui de excursión con Marisa  y nos quedamos a cien metros de la boca, pero la vegetación espinosa y el terreno lleno de agujeros y desniveles no era una invitación a perseverar. La segunda vez fuimos Guillermo y yo pero la amenaza de lluvias fuertes no invitaba a iniciar la búsqueda. La tercera vez fuimos otra nueva vez Guillermo y yo siguiendo, para seguirla necesitaba el silencio, la difusa y cambiada ruta del primer intento. Más helechos, más arbustos mas vegetación habían surgido. Lo importante es la cueva, el camino, sobretodo los compañeros. Pero otras veces lo importante es el silencio. Sin el silencio no se producen las cuevas, ni los caminos ni siquiera los compañeros. Todo ello es producto del Silencio. En realidad el Universo entero es el Producto del Silencio. Aunque esto no podamos comprenderlo es una profunda verdad. La razón es sistemática e intenta una y otra vez reducirlo todo a un sistema acotado, controlado e inteligible pero la Realidad es inasequible y no puede ser reducida, clasificada y metida entre límites definidos.

           Justo donde pensaba, allá donde lo dejamos en abril, a cien metros hacia el noreste, por una traza entre altas hierbas, agujeros y destrepes sobre roca y árboles, descendimos a una depresión cárstica llena de venerables encinas. El ambiente era otro. Y allá estaba, bajo los cortados de roca, al sur del hoyo o dolina, la Cueva de las Rozas. En su boca destacaba un número pintado en rojo por un espeleólogo, tal vez no hacía mucho. Había sido más fácil de lo que esperábamos. Nos sentamos a saborear el momento y el silencio. Nos estábamos preparando para entrar en la cueva con la afectación y la parsimonia del que está invitado a una gran boda y espera una sucesión de platos suculentos sin el más mínimo esfuerzo, sólo con el cuidado de no empacharse demasiado para poder seguir disfrutando del placer de comer con cada plato nuevo.

 

 

Un resalte corto, unos tres metros, daba acceso a una gran sala. Pusimos una cuerda para que resultase cómodo bajar y subir. Aunque habíamos traído arnés bastaba agarrarse a la cuerda y poner bien los pies en las repisas, sólo sería necesario un poco más de seguridad si viniesen niños. Primero anduvimos hacia el Norte/Noroeste por entre pedrera, coladas, gours, bloques, columnas, estalagmitas. Grandes grupos de estalactitas decoraban gran parte del recorrido. La tarea consistía en mirar, ver, admirarse y hacer fotografías con las cámaras de los móviles Samsung y con la Olympus macro. Una vez nos sentamos a interpretar el plano de la cueva porque no estaba muy claro como íbamos a continuar. La zona de los huesos de oso estaba esquilmada. Prueba de que no pueden publicarse tales cosas. Es un hecho que se repite una y otra vez. Puedes publicar datos técnicos de una cueva, sin adornos de ningún tipo y sin información práctica en exceso para intentar preservar las cuevas. Puedes balizarlas. Pero mejor puedes cambiar a los espeleólogos actuales por otros de un nuevo tipo, un modelo más adecuado y funcional. Espeleólogos deportistas, espeleoturistas y exploradores ansiosos por espeleólogos científicos, exploradores sin ansia y espeleoturistas del silencio. Y cambiar la federación de espeleología vinculada al deporte por una Asociación Espeleológica Nacional vinculada a Cultura, Medio Ambiente y Turismo. Pero para eso deberíamos ser todos muy honestos y humildes o, dicho de una forma más cercana, tener valores. Y aunque seamos egoístas, poco honestos, poco humildes y poco cuidadosos, sí que podríamos comprender que en la Realidad no todo es lo que parece y que el beneficio de hoy es la pobreza del mañana. Esto último lo entendemos todos muy bien ya que, desgraciadamente, asistimos todos los días a estas faltas de previsión.

Más tarde fuimos hacia el Sur. Había muchos gours, muchas coladas resbaladizas y muchas columnas. Hicimos más fotos y nos alegramos de estar allí. Volvimos al bosque. Comimos casi todo lo que habíamos traído en el placentero lugar que ocupaba el bosque de encinas venerables. Hicimos el equipaje. Y, nos dispusimos a volver con mucho cuidado para no perdernos. Mejor llevar muy bien puesta la atención para seguir las trazas y las débiles trochas a lo largo de dos depresiones, o hoyas boscosas, hasta que consigues emerger del Bosque a la zona de prados sembrados de cráteres. Sí, las vacas dejan el terreno como si hubiese habido un micro bombardeo. Y luego la hierba se encarga de camuflar los agujeros, llenos de agua por las lluvias pertinaces, convirtiéndolos en trampas de tobillo. Además todo esto está cuesta arriba. Pero bueno, si mantienes la calma y la concentración subes poco a poco. Luego llegas al aparcamiento, te cambias a ropa más agradable y te acomodas en el maravilloso asiento del coche.  Te dejas llevar por el poderío de los caballos y por el ronroneo del motor hasta que avistas un bar y te dices ¡tomemos una cerveza en este lugar! Y así lo hicimos. Sentados ante unas cervezas el mundo se reordenó, todo tuvo significado y todas las estrellas aparecieron en pleno día. Incluso fuimos felices.