¡Mirad lo que nos rodea con los ojos de un niño! Podéis creerme cuando os digo que el colectivo espeleológico forma el conjunto de seres humanos más privilegiado que existe en la actualidad. Tenemos un campo de juego bello a más no poder. No tenemos aglomeraciones, nuestro campo de juego, las cuevas, está siempre vacío de multitudes aunque en la Tierra seamos ya demasiados. Además podemos explorar lugares en los que el ser humano no ha pisado. Eso es romántico y emocionante. El poder de seducción de lo desconocido. Además el reto de la exploración es creativo. Con unos recursos limitados tenemos que resolver problemas técnicos, logísticos, puramente físicos y psicológicos también. No hace falta que os cuente mucho más porque todos lo sabéis de sobra. Como también sabéis que las cuevas se deterioran con nuestro paso. No hay nada más bello que los suelos de una cueva tal y como nos los encontramos por primera vez. Es obra de la naturaleza, y la naturaleza solo realiza obras perfectas.
Creo firmemente que coincidiréis conmigo, cuando menos, en este punto: nos gustaría encontrarnos todo lo que vemos en las cuevas como lo vieron los que lo descubrieron. Perfecto en su belleza. Pero ¿es esto posible? No es el humano un ser que modifica sin remedio su entorno y todo lo que toca? ¿no es acaso eso mismo lo que hacen todos los animales e incluso las plantas? Tenemos que pisar en algún sitio para movernos, tenemos que tocar las cosas que nos rodean. Explorar significa moverse por doquier. Todo esto es verdad. Pero también es verdad que, como humanos que somos, podemos reflexionar antes de hacer las cosas. No todo da igual.
Explorar cuevas y descubrir sitios es un logro personal importante. Los que hemos tenido la suerte de experimentarlo lo consideramos algo muy valioso. ¿Acaso estoy pidiendo que dejemos de explorar para que no toquemos, ni pisemos, ni manchemos nada? La respuesta es no. No se trata de dejar de explorar. El asunto es explorar introduciendo algunas pequeñas novedades en el procedimiento. Un poco de calma, no se pongan nerviosos ustedes. Puede suponer un poco más de trabajo, pero nada para un espeleólogo; un humano acostumbrado a traspasar todos los límites físicos y mentales establecidos.
En el proceso de exploración hay que ir sin prisas. No se trata de explorar con ansiedad, como si alguien fuera a quitarnos la gloria del descubrimiento. Cuando el grupo explorador llega a una zona frágil hay que parar para establecer con raciocinio por donde se va a pisar. Esto es: ¿qué vamos a sacrificar para pasar? Puede ponerse una balización de fortuna con un hilo apoyado en anclajes naturales o con pequeños hitos. Esta forma de actuar requiere un mínimo tiempo de reflexión y de dialogo en el grupo. Pero merece la pena gastar cinco minutos ahora que lamentar para siempre el deterioro de algo bello. Así se ha hecho, con éxito, en varias exploraciones recientes en Udías, Torca Urbió y en donde se ha podido. Más tarde un equipo especializado, formado normalmente por dos o tres espeleólogos, montará la balización definitiva basada en la establecida el primer día. Los hombres y las mujeres de acción no tienen por qué preocuparse. Siempre hay gente dispuesta a gastar media o una jornada espeleológica en el tranquilo trabajo de balizar. Es una ocasión excepcional para observarlo todo con detenimiento y hacer buenas fotos.
La última cueva en la que estoy balizando la he conocido hace poco. Es una cueva en exploración aunque no soy yo el que la explora. Además no tengo interés en explorarla, sólo en conservar su belleza. Me vais a permitir que no nombre, ni incluya referencia alguna de dicha cueva. Se trata de atajar el proceso de deterioro antes de que comience. Cuando esté balizado todo lo que consideremos frágil no tendré inconveniente en hablar un poco de ella . Pero de momento lo mejor que le puede pasar a la cueva es que todo el mundo la ignore.
El domingo 25 de enero del 2015 Miguel y yo estuvimos indecisos entre ir a seguir las exploraciones en el Patio o ir a balizar. Dudábamos del tiempo atmosférico. En Ramales estaban cerrados los bares a las nueve y media de la mañana. El tiempo era estable. Esto nos inclino por la lejana, andando claro está, cueva a balizar. Por el camino, paramos a desayunar un pincho de tortilla con café.
La gatera de entrada estaba embarrada como otras veces. La primera fase de la balización había quedado impecable. Solo unas cuantas huellas absurdas rompían la belleza de los frágiles suelos. En menos de veinte minutos nos colocamos en un piso inferior que sólo conocíamos por referencias de unos compañeros. Nos habían contado de una zona extraordinariamente bella y frágil. Con las débiles indicaciones comenzamos la búsqueda por unas galerías de apariencia caótica y confusa. Primero fuimos “como a la derecha” según bajábamos. Nos movimos con mucho cuidado observando cada recoveco. La galería parecía tener centenares de posibilidades de continuación, sobre todo en desfondes con grandes bloques. Después de un par de horas y de muchas vueltas, habíamos pasado varias veces por los mismos lugares y teníamos varias interconexiones entre las galerías recorridas. La conclusión que sacamos fue la siguiente: había muchas zonas con corales mereciendo protección/balización pero no habíamos encontrado lo que buscábamos.
En una segunda fase anduvimos desde la base de los pozos “como a la izquierda”. La galería no tenía bifurcaciones, salvo algunos pozos laterales que no conducían a nada especial. Paramos en un desfonde sin equipar. En este sector tampoco encontramos lo que buscábamos, aunque había varias zonas que exigirán balización.
Finalmente fuimos desde la base de los pozos directos “hacia abajo” por una fuerte pendiente. Desembocamos en un par de meandros de difícil tránsito. Sin instalaciones de pasamanos no era recomendable seguir adelante. A las cinco y media estábamos fuera y a las siete tomábamos en Ramales unas patatas con cervezas.
Aquí queda mucho curro… ¿alguien quiere ayudarme?