25/1/15

Prioridades 3



¡Mirad lo que nos rodea con los ojos de un niño! Podéis creerme cuando os digo que el colectivo espeleológico forma el conjunto de seres humanos más privilegiado que existe en la actualidad. Tenemos un campo de juego bello a más no poder. No tenemos aglomeraciones, nuestro campo de juego, las cuevas, está siempre vacío de multitudes aunque en la Tierra seamos ya demasiados. Además podemos explorar lugares en los que el ser humano no ha pisado. Eso es romántico y emocionante. El poder de seducción de lo desconocido. Además el reto de la exploración es creativo. Con unos recursos limitados tenemos que resolver problemas técnicos, logísticos, puramente físicos y psicológicos también.  No hace falta que os cuente mucho más porque todos lo sabéis de sobra. Como también sabéis que las cuevas se deterioran con nuestro paso. No hay nada más bello que los suelos de una cueva tal y como nos los encontramos por primera vez. Es obra de la naturaleza, y la naturaleza solo realiza obras perfectas.
Creo firmemente que coincidiréis conmigo, cuando menos, en este punto: nos gustaría encontrarnos todo lo que vemos en las cuevas como lo vieron los que lo descubrieron. Perfecto en su belleza. Pero ¿es esto posible? No es el humano un ser que modifica sin remedio su entorno y todo lo que toca? ¿no es acaso eso mismo lo que hacen todos los animales e incluso las plantas? Tenemos que pisar en algún sitio para movernos, tenemos que tocar las cosas que nos rodean. Explorar significa moverse por doquier. Todo esto es verdad. Pero también es verdad que, como humanos que somos, podemos reflexionar antes de hacer las cosas. No todo da igual.
Explorar cuevas y descubrir sitios es un logro personal importante. Los que hemos tenido la suerte de experimentarlo lo consideramos algo muy valioso. ¿Acaso estoy pidiendo que dejemos de explorar para que no toquemos, ni pisemos, ni manchemos nada? La respuesta es no. No se trata de dejar de explorar. El asunto es explorar introduciendo algunas pequeñas novedades en el procedimiento. Un poco de calma, no se pongan nerviosos ustedes. Puede suponer un poco más de trabajo, pero nada para un espeleólogo; un humano acostumbrado a traspasar todos los límites físicos y mentales establecidos.



En el proceso de exploración hay que ir sin prisas. No se trata de explorar con ansiedad, como si alguien fuera a quitarnos la gloria del descubrimiento. Cuando el grupo explorador llega a una zona frágil hay que parar para establecer con raciocinio por donde se va a pisar. Esto es: ¿qué vamos a sacrificar para pasar? Puede ponerse una balización de fortuna con un hilo apoyado en anclajes naturales o con pequeños hitos. Esta forma de actuar requiere un mínimo tiempo de reflexión y  de dialogo en el grupo. Pero merece la pena gastar cinco minutos ahora que lamentar para siempre el deterioro de algo bello. Así se ha hecho, con éxito, en varias exploraciones recientes en Udías, Torca Urbió y en donde se ha podido. Más tarde un equipo especializado, formado normalmente por dos o tres espeleólogos, montará la balización definitiva basada en la establecida el primer día. Los hombres y las mujeres de acción no tienen por qué preocuparse. Siempre hay gente dispuesta a gastar media o una jornada espeleológica en el tranquilo trabajo de balizar. Es una ocasión excepcional para observarlo todo con detenimiento y hacer buenas fotos.
La última cueva en la que estoy balizando la he conocido hace poco. Es una cueva en exploración aunque no soy yo el que la explora. Además no tengo interés en explorarla, sólo en conservar su belleza. Me vais a permitir que no nombre, ni incluya referencia alguna de dicha cueva. Se trata de atajar el proceso de deterioro antes de que comience. Cuando esté balizado todo lo que consideremos frágil no tendré inconveniente en hablar un poco de ella . Pero de momento lo mejor que le puede pasar a la cueva es que todo el mundo la ignore.
El domingo 25 de enero del 2015 Miguel y yo estuvimos indecisos entre ir a seguir las exploraciones en el Patio o ir a balizar. Dudábamos del tiempo atmosférico.  En Ramales estaban cerrados los bares a las nueve y media de la mañana. El tiempo era estable. Esto nos inclino por la lejana, andando claro está, cueva a balizar. Por el camino, paramos a desayunar un pincho de tortilla con café.



La gatera de entrada estaba embarrada como otras veces. La primera fase de la balización había quedado impecable. Solo unas cuantas huellas absurdas rompían la belleza de los frágiles suelos. En menos de veinte minutos nos colocamos en un piso inferior que sólo conocíamos por referencias de unos compañeros. Nos habían contado de una zona extraordinariamente bella y frágil. Con las débiles indicaciones comenzamos la búsqueda por unas galerías de apariencia caótica y confusa. Primero fuimos “como a la derecha” según bajábamos. Nos movimos con mucho cuidado observando cada recoveco. La galería parecía tener centenares de posibilidades de continuación, sobre todo en desfondes con grandes bloques. Después de un par de horas y de muchas vueltas, habíamos pasado varias veces por los mismos lugares  y teníamos varias interconexiones entre las galerías recorridas. La conclusión que sacamos fue la siguiente: había muchas zonas con corales mereciendo protección/balización pero no habíamos encontrado lo que buscábamos.
En una segunda fase anduvimos desde la base de los pozos “como a la izquierda”. La galería no tenía bifurcaciones, salvo algunos pozos laterales que no conducían a nada especial. Paramos en un desfonde sin equipar. En este sector tampoco encontramos lo que buscábamos, aunque había varias zonas que exigirán balización.
Finalmente fuimos desde la base de los pozos directos “hacia abajo” por una fuerte pendiente. Desembocamos en un par de meandros de difícil tránsito. Sin instalaciones de pasamanos no era recomendable seguir adelante. A las cinco y media estábamos fuera y a las siete tomábamos en Ramales unas patatas con cervezas.
Aquí queda mucho curro… ¿alguien quiere ayudarme?




1/1/15

Las Ratas





Lo que me inspira hoy es un hecho irrelevante. Algo minúsculo sin trascendencia alguna. Además no creo que tenga sentido preocuparse por ello más de un minuto. En su momento no lo hice ni siquiera uno. Y ahora que lo cuento tampoco me preocupa. Creo que escribo sobre ello porque es un buen ejercicio de gramática. Y el ejercicio fortalece los músculos. Además se trata de un hecho risible. Y la risa es buena, sobre todo si el chiste está en uno mismo.
La verdad es que las ratas no se merecen la fama que tienen. No hay cosa más sucia que un ser humano desparramando sus pensamientos y sus actos por la creación. No existe una especie que transmita más veneno y patógenos que el Homo Sapiens. De hecho me permito afirmar que las ratas han cumplido, hasta hace bien poco, un gran papel en las artificiosas ciudades que habitamos. Ellas se comían toda la basura que podían de forma voraz e incansable, transformándola en tejidos vivos de rata. Lo que constituye una tarea encomiable y de una dificultad extrema. Transformar plomo y plástico en algo comestible y nutritivo es algo mágico. Ni siquiera nuestras modernas plantas de reciclaje han podido todavía emular a las humildes ratas. Acaso nuestra perdición, nuestro pecado original, comenzó cuando nos trasladamos a las ciudades. Algunos las admiramos como tontos incorregibles. Sus bonitas luces de colores, sus torres de cristal, sus imponentes edificios de piedra tallada y también esas estructuras metálicas increíbles llamadas puentes; todo ello nos encandila como las cuentas de abalorios a los indígenas del Amazonas. Si dejásemos de trabajar, incansables e insomnes como hormigas, para mantenerlas con vida, sus calles apenas serían reconocibles al cabo de unas semanas. Y como únicos habitantes, corroyéndolo todo, solo quedarían los fantasmas y el polvo. Las ratas, probablemente, acabarían la tarea. Pero no me apetece seguir hablándoos de esa realidad virtual a la que llamamos ciudades. Ni tampoco de su matriz de origen, las llamadas civilizaciones. Todo esto ya lo sabéis. Y no pretendo aburriros.  Os hablaré de la Sima Destapada. Destapada significa que estuvo tapada en alguna ocasión.
Cuando llegué al punto clave sencillamente me percaté de los hechos, recogí todo el material a lo largo del ascenso, salí de la sima, llamé a mi mujer y nos fuimos a comer frente al mar en un rincón soleado de Isla Plana. De hecho la pequeña ración de indignación de ella y de Mavil no me llego a conmoverme lo más mínimo. Por supuesto fue una pena no darse un mágico baño en el lago termal de la Sima Destapada. Por otra parte, el hecho de intentar haceros comprender que las ratas no son los malos de la película es lo más interesante de este cuento. Los malos no existen realmente. En las enseñanzas budistas se aprende que el origen básico del sufrimiento es la ignorancia. Es decir, no es que exista lo bueno como contrapuesto a lo malo: esa solo es la lectura superficial de los hechos. Lo que realmente tenemos entre manos es la ignorancia. O dicho de otra forma la falta de consciencia. A ver si lo digo más llano: ¡¡que no te enteras contreras!! Robar lo público y poner grifos de oro en tu patio al estilo saudí. Así pues hete aquí un asunto común en nuestra cultura latina, heredera parcialmente de otras culturas mediterráneas, musulmanas y africanas: considerar todos los bienes ajenos como potencialmente aprovechables para uso exclusivamente propio (incluidos los bienespúblicos)
Aunque con una saca podía subir los cuatro trozos de cuerda que necesitaba, Marisa se vino hasta la boca de la Destapada para ayudarme. El cerro donde está la sima llamaba su atención y podía subirse bien desde el final del sendero a la boca. Llevaba tres cuerdas de veinte y una de diez. El primer pozo necesita una de veinte, el segundo dos  de veinte, sobrando algo, y el resalte anterior al pozo Coke una de diez. Muy cómodo todo. De todas formas estaba un poco nervioso y me costo un minuto encontrar el paso entre la base de los primeros pozos y la cabecera de los grandes. A pesar de que me prometía un largo baño, el hecho de bajar los dos grandes pozos en solitario me inquietaba un poco. Es cierto que no era la primera vez que hacía esto sin compañía alguna, pero eso no me aportaba una sensación de seguridad. Además se me multiplicaban los recuerdos: Mavil, Joaquín, Lola, Espeleo50… sin duda éste es un sitio al que le tengo un cierto apego.
Descendí emocionado el pequeño resalte anterior al pozo Coke. Las fijaciones químicas de acero inoxidable me ofrecían una seguridad total. Avancé por el pasamanos de acceso al pozo y comencé a ver la realidad: las cuerdas que esperaba encontrarme puestas habían desaparecido. No estaban ya. Las habíamos puesto nosotros hace tres años. La del Coke era muy nueva. El esfuerzo de colocarla y el dinero que habían costado. Y el detalle de dejarla allí para todos. Para facilitar la visita. Estaban pasadas por las argollas de las fijaciones. No lo pensé más. Comencé la vuelta hacia la superficie.
En la base de los pozos iniciales me volví a cambiar de ropa para protegerme en las estrecheces. Aproveche para hacer un ejercicio excelente y me moví con concentrada soltura. El día estaba resplandeciente. Disfrute del paisaje y mientras descendía con calma fui observando las plantas que colonizan el árido terreno. Volví a pasar junto a la roca plana en la que está escrito love you con tinta roja…
La plaza de Isla Plana estaba en calma invernal aunque la temperatura era deliciosa. Pasaron dos parejas españolas de paseo tras la comida. Ellos lanzaban a voces su opinión sobre el servicio de mesas del restaurante en el que habían estado mientras ellas iban un poco detrás, siguiendo a sus maridos, como impone la costumbre latina. También pasaron varias parejas de alemanes. Ellas y ellos juntos muy deportistas y activos. Mientras tanto yo devoré una buena empanadilla acompañada con mojama de atún.