Fotos: Hada, Miguel, Paco y Antonio
Texto: Ant on Io
La visita a la Cueva del Escalón me convenció a
medias. Un día de primeros de marzo me fui hasta esa cueva y localicé, entre
varios escenarios, uno viable para bailar. Ese mismo día visité la red de
entrada de Coventosa pero no me ofreció ningún escenario
adecuado. Pocos días después entré en La Puntida.
Encontré un lugar que cumplía casi todos los requisitos salvo el de tener un
suelo limpio. Fijamos una fecha a mediados de marzo para ir a El Escalón.
Los días anteriores a la sesión fotográfica en El
Escalón había estado diluviando. El lugar de las fotos iba a tener demasiados
goteos y escorrentías. Decidí suspenderlo, buscar más y fijar una fecha para
finales de primavera. La búsqueda me llevó a mirar los agujeros del valle del
Miera cercanos a la carretera entre Rubalcaba y Mirones. Un tiempo después fui
de visita al Cañón Oeste de La Cañuela. Hermosos sitios pero inadecuados por la
escasez de superficie limpia y plana. Finalmente acepté que, aunque era difícil,
el mejor lugar era El Volcán.
Llevar a las bailarinas hasta un sitio así era un
reto en sí mismo. Hada y Raquel no tenían experiencia alguna en el tema de las cuevas
y tenía que conseguirles monos, iluminación y arneses. Eran muchas cosas que
transportar: el montón de material fotográfico, cuerdas, material de
instalación y seguridad y además varias escalas. Pero lo más importante era que
un grupo de experimentados espeleólogos, constituido por individuos de edades
variadas y de ambos sexos, arropase a las bailarinas. Necesitaba unos cuantos
ayudantes.
Después de recurrir a mi abundante lista de
contactos pude reunir un equipo suficiente de personas para ir el domingo 28 de
mayo a la Cueva de La Carrera. Después de más de un año iba a hacer de nuevo espeleología
con Nacho. Y, casualmente, en el último sitio en el que habíamos estado juntos.
Paco, un nuevo integrante de nuestro club, también iba a venir. Marisa
aportaría la presencia femenina en un mundo, la espeleología, dominado por
varones. Miguel se dejo seducir por el plan: tenía una cuenta pendiente con El
Volcán, un sitio al que no habíamos conseguido acceder pese a la infinidad de
vueltas que dimos por la cueva aquel día (en aquella fecha no había corrientes
de aire, ni tampoco cuerdas que indicasen el camino). También vino Oskar, quien siempre coincide conmigo en salidas
surrealistas. La última vez fue en el sector de Sonámbulos (Gándara) realizando
una balización exhaustiva con alfombras incluidas.
En Arredondo nos reunimos todos los integrantes del
numeroso grupo, ocho en total, algo antes de que dieran las nueve de la mañana.
El aparcamiento de la curva -que habíamos utilizado otras veces- fue el lugar
de los preparativos y de la distribución de trastos. Por suerte Hada y Raquel
portaban unas mochilitas con su material personal y los vestidos que iban a
ponerse en la sesión fotográfica. Una vez distribuidos todo lo necesario el
peso que llevaba cada uno no resulto excesivo. Algunos no llevaban saca o era
demasiado pequeña para tanta cosa y eso complico un poco las cosas pero finalmente
todo se estibó en alguna saca o mochila.
La subida no tenía marcas de carrera aunque había
suficientes señales. Estando bien atento no se perdía la débil traza. Sudamos
de lo lindo, así que la llegada al chorro de aire helado que exhala la boca fue
refrescante. El primer tramo de la cavidad no presentó ningún problema. El
camino resultaba evidente. Las balizaciones estaban
bastante bien conservadas. En parte por ello, y en parte por la escasez de
visitantes, el paisaje seguía casi impoluto. En pocos minutos nos plantamos en
la zona del pozo. Hada y Raquel se habían movido hasta aquí con tanta -o quizás
más- agilidad como cualquier espeleólogo experimentado. Se les notaba el
exigente entrenamiento al que se someten continuamente. Pero ahora tocaba otro
tema: las cuerdas.
La primera sorpresa del día fue desagradable: el
pozo no estaba instalado. Teníamos material de sobra para instalarlo salvo una
cosa: chapas. Se me habían olvidado. Por suerte Nacho tenía tres chapas.
Decidimos usar la cuerda de 30 y dos chapas para realizar la instalación (había
que reservar alguna para la escalada). Mientras tanto Miguel estuvo buscando un
camino alternativo que no necesitase cuerda o que se pudiese instalar con
naturales (como luego verificamos uno de los lugares que miro si permite una
instalación más cómoda y sencilla que la actual) Una vez instalada la “forma”
alternativa de bajar el pozo, unos 15 metros, con dos de las escalas que portábamos todo
quedo listo para que bajasen las bailarinas. Con un dressler
Miguel aseguro desde arriba el descenso sucesivo de Hada y Raquel mientras que
Nacho supervisaba a mitad de pozo el buen desarrollo de la operación. La
agilidad y buena forma de las dos chicas se demostró de nuevo.
A través de una laberíntica zona, en poco minutos,
alcanzamos la base de la escalada. Aquí me llevé la segunda sorpresa. Pero esta
vez fue una sorpresa agradable. Había una instalación completa con una cuerda. No
tardamos más de quince minutos en estar todos arriba. Las dificultades de
acceso habían sido superadas y mis temores, la noche pasada apenas pude dormir
pensando en la logística, se fueron esfumando como una nube pasajera.
Una enrevesada zona, no exenta de ciertas dudas,
nos llevo en poco tiempo al Volcán. Enseguida me percaté de que, aunque la zona
es amplia y plana, los sitios adecuados para posar son acotados. Una gran parte
de los suelos consisten en microgours de filigrana.
Después de pensarlo un buen rato encontré el lugar de pose y la posición de
encuadre. Además tuvimos la suerte de que inmediato a la zona de posar, pero
fuera de la zona de protección, hubiese un rincón excelente como vestidor y
ropero. La distribución de los flashes la realicé calzado con calcetines
limpios y moviéndome con todo el cuidado del que fui capaz. Señales visibles no
dejé ninguna.
Las chicas estaban listas y comencé con unas
pruebas de iluminación. El flash Metz dio guerra como siempre, pero al final
las cosas se encauzaron. Nacho se encargó de él para que pudiese estar a media
altura y enfocado en la dirección correcta. El trabajo se realizó en posturas
difíciles y con todo el mundo en posiciones muy acotadas. Era fascinante ver el
potencial expresivo de las dos bailarinas encuadrado en un paisaje tan onírico
como El Volcán. La incongruencia alimentaba la belleza. Las cosas se prolongaron
lo suficiente como para que casi todos tuviesen tiempo de dar un paseo galería
adelante. Yo me iba concentrando cada vez más y el tiempo dejó de transcurrir
para mí. Acabamos las fotos en esa posición pero queríamos más y la hora de
comer podía esperar.
Las chicas se movieron un poco y se cambiaron a los
trajes de color naranja. Hubo que trasladar todos los flashes con extremo
cuidado cosa de la que yo me encargué en calcetines. La segunda parte duro
menos que la primera y fue mucho más ágil. Estaba claro que íbamos cogiéndole
el truco al Volcán. Al principio pensé que los trajes naranja destacarían poco
en un ambiente de tonos naranja/amarillo pero las fotos resultaron tan fascinantes
como las otras.
Un poco antes del Volcán hay unos bloques enormes
con zonas planas adecuada para sentarse. Allí mismo sacamos la comida y la
bebida. Mientras Miguel volvía de una de sus excursiones por los alrededores
nos tomamos parte de la infusión que atesoraba en su termo. Durante la comida
realicé unas fotos de recuerdo del grupo. Una de ellas salió bastante bien.
Ya no me preocupaba casi nada, salvo el detalle de
cómo iba a ser de difícil para Hada y Raquel el ascenso por las escalas.
Primero subimos Paco y yo para instalar la cuerda de seguro y una polea autoblocante.
Nacho se colocó a mitad del pozo, en el fraccionamiento, para instruir y ayudar.
Pensé que íbamos a tener que tirar de la cuerda de seguro pero las cosas
funcionaron de una manera muy diferente: Raquel subió en menos de un minuto con
una facilidad asombrosa y después Hada
repitió la hazaña. Como si lo hubieran practicado miles de veces. Sólo en los
dos metros finales, saliendo a la cabecera, -y debido al lío de la cuerda de seguro,
la cuerda fija y la escala junto al pequeño desplome- les costo un poco. Creo que a todos nos impresiono
la forma física y el entrenamiento de las dos chicas.
Afuera volvimos a sumergirnos en un calor tropical.
Las gafas se me empañaron. Cayeron cuatro gotas que alarmaron a Nacho. No eran
más que las cinco y media. Y solo teníamos que bajar con placidez. Tiempo de
disfrutar de la charla. La reordenación y ubicación de trastos nos llevo un
buen rato en el parking. Las redes de comunicación nos atraparon de nuevo. Un
poco después tomamos asiento en Arredondo para tomarnos unas cervezas. Cobrando
protagonismo aparecieron muchas historias sobre la mesa. Entre otras los
últimos acontecimientos mediáticos con Calleja en relación con el Gran Pozo
MTDE. Nacho nos contó muchas historias al respecto y nos mostró unas cuantas
fotos. Excelente y original alguna del Gran Pozo. Quedamos en hacer algo juntos
más a menudo que en estos últimos tiempos…
