Por unas razones o por otras César y yo habíamos
tenido que posponer nuestra salida a lo largo de varios meses. Aunque el uno de
mayo parecía que nos sonreía el destino, de nuevo estuvo a punto de irse todo
al traste por un problema dental. Un simple tornillo de un esos cacharros, ¿se
llaman ortodoncias?, que corrigen la posición de los dientes. Afortunadamente
las cosas volvieron a encarrilarse. Algo in
extremis pero… en fin que pudimos quedar para ir de cuevas. Mi propuesta
era volver al Carcavuezo y para darle más cuerpo invité a Miguel y a Guillermo.
Pero era demasiado tarde. Miguel tenía previsto entrar el domingo -30 de abril-
a una cueva, porque daban muy malo, y salir el lunes de excursión -porque daban
bueno-. Guillermo tenía que trabajar en su finca de San Pantaleón y, además,
estaba resfriado. Así que de nuevo estábamos solos ante una actividad que, como
todas las de espeleo-logía, es relativamente
comprometida.
A las nueve nos reunimos en Solares y media hora
después estábamos aparcando en Matienzo. Cuando pasamos por el sumidero me fijé
en que había bastante agua. El domingo había llovido con mucha intensidad y Matienzo
es una cuenca hidrográfica amplia cuyo drenaje es prolongado. Sin embargo
todavía tenía esperanzas. Por el camino hacia el Carcavuezo encontramos un
patito perdido. César lo cogió en la mano pero el animalito prefirió arrojarse
al suelo sin una sombra de duda. Era un patito enternecedor. Si hubiera habido
niños o mujeres el patito habría sido recogido y cuidado en casa. Nosotros confiamos
su cuidado a la madre Naturaleza.
La noche del domingo había mirado la web “Matienzo Caves” y vi que durante el
pasado enero los espeleó-logos ingleses habían
limpiado el acceso oficial al Carcavuezo. Tenían puestas varias fotos y vídeos
de los trabajos. Con esas imágenes en la mente encontramos a la primera y sin
ningún problema la entrada. Sin embargo la entrada que utilizamos en junio
pasado estaba irreconocible e imposible de utilizar. Además, según mis
recuerdos, en esas fechas la entrada oficial estaba desaparecida bajo un mar de
troncos y materia vegetal. Una maravilla. Hay además otro asunto: la entrada
que usamos Guillermo y yo, hace un montón de años, requirió un corto tramo de
cuerda para bajar un resalte. Nada de eso nos encontramos en la entrada
oficial. Así que he de pensar que estamos ante tres entradas diferentes. Sin embargo uno de los misterios sí se ha
resuelto: la entrada oficial conduce, tras unas decenas de metros, a la base
del resalte final en la entrada que usamos en junio del 2016. Este lío
continuará en próximas sesiones.
Tras avanzar sin problemas hasta el río del
Carcavuezo nos dimos cuenta de que para continuar era necesario mojarse mucho
o, quizás, mojarse entero. Intentamos varios caminos entre los bloques para
evitar el agua. Pero la cosa no se arreglaba así que decidimos irnos por donde
habíamos venido. En el camino de vuelta al coche ya no vimos al patito.
Teníamos la opción de ir a la Cueva de la Carrera
pero, desde mi punto de vista, estaba demasiado avanzada la mañana. Se me
encendió una lucecita: la Cueva del Torno. Estábamos muy cerca en coche, con
poca aproximación y un montón de cosas por ver. El corto paseo conduciendo nos
permitió disfrutar de unas vistas sobre el Mullir fantásticas. César mostro bastante
interés por subir ese monte.
Solo nos llevamos el arnés con los cabos. Hay un
pasamanos bastante aéreo y si se continua por la zona fósil hacia la la Sala
del Torno hay algunas dificultades más. La entrada de la cueva apenas tenía
humedad en contra de lo visto en el Carcavuezo. Hasta los caracoles estaban
escondidos. Tampoco había demasiadas arañas. Pero César, fiel a su vieja costumbre,
me dejo ventaja para entrar como un obús que no ve ni siente nada. Mi viejo
amigo enseguida apreció la calidad laberíntica de la cueva. Una cueva no apta
para niños según comentamos.
Nos fuimos encontrando muy a menudo murciélagos
salpicando los techos. Tras el pasamanos le pregunté a César si prefería ir por
la zona fósil o por la activa. Eligio la fósil. Inmediatamente pudo –pudimos-
disfrutar de las dos gateras de Andy’s Back, paso
obligado hacia la zona fósil. Fuimos a ver la zona arqueológica en donde se
encontró un cráneo humano datado en la Edad del Bronce si mal no recuerdo. Y
luego continuamos por hermosas galerías fósiles hasta la escala de 4 metros, el
pasamanos, el meandrito, los gours
fósiles y la desembocadura en Rampant Rabbit.
Primero visitamos, hacia nuestra derecha, hasta
donde comienzan las nuevas extensiones/exploraciones de los ingleses. De vuelta
nos paramos a comer en una cómoda
zona arenosa. Un poco después nos pusimos a mirar el meandro que desde Rampant Rabbit desemboca en Torno
Chamber. No me acordaba bien y no llevaba topografía
de la cueva. Decidimos que no nos apetecía empezar a hacer pruebas de por donde
se iba a Torno Chamber y que era mejor iniciar la
salida con tranquilidad. Quizás alguna foto.
Durante el camino de salida volvimos a apreciar la
calidad entrenadora de la Cueva del Torno. Nos paramos un par de veces a
descansar descansando. Pero antes de
que pudiésemos darnos cuenta ya estábamos fuera. El día seguía bueno, eran como
las seis y media y nos fuimos a tomar unas cañas y a charlar de mil cosas. Debíamos
preparar alguna nueva aventura…
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