30/1/21

Sima de El Tilo


            Hemos quedado a las siete de la mañana y me he levantado antes de las seis, pero apenas he dormido. Siento un poco de reparo a meterme en una sima algo exigente debido a mi falta de entrenamiento y a lo poco apetecible del madrugón. Me llevo la cámara y dos flashes. Si consigo que dos compañeros asuman la tarea de llevarlos tal vez podamos sacar alguna foto interesante.

            Cuando nos encontramos en un restaurante cercano a Tina Menor todavía es de noche. Pero justo a las siete abren la Casa Azul para servir desayunos en las terrazas. Aunque la verdad sea dicha no esta muy acogedor el ambiente. Desde hace varios días ha llovido mucho y hace frío. Saludo a los que conozco, Pon, Jaime, Suko y Vanesa, y me presentan a los que no, Álvaro y J. Antonio. Mientras nos sirven unos cafés me coloco a cierta distancia del personal, me preocupa contactar con un grupo tan numeroso y compartir luego los espacios angostos en la cueva. De cualquier forma pienso llevar mascarilla.

            Aparcamos unos tres kilómetros antes de Puente Nansa para cambiarnos de indumentaria en un lugar cómodo con una parada de autobús cubierta. Sin embargo tenemos que subir por una pista con los coches para acercarnos más a la boca. El problema es que arriba hay poco sitio para aparcar bien y ninguno para guarecerse. Dejo el coche abajo y subo con Pon en su furgoneta. En otra furgoneta suben Suko, Vanesa y J.Antonio. Hago entrega de los flashes a Suko y Pon. Mientras ultimamos los preparativos va amaneciendo. 

            Una senda poco marcada baja por un campo de tojos y arbustos hasta la pequeña y camuflada boca. El primer pozo es limpio y aterriza en una rampa de piedras medianas. Un poco más abajo se pasa una incómoda estrechez que, originalmente, estaba obstruida por bloques. Un trabajo excelente el sacar los peores bloques y asentar los que quedan con espuma de poliuretano. Esta zona estrecha se prolonga una decena de metros hasta desembocar en una amplia galería con distintos niveles que cambia bruscamente de dirección.



            Una serie de pozos rampa, que incluye uno especialmente largo y pesado, nos depositan en una galería activa por la que tenemos que agacharnos y mojarnos un poco. Un pasamanos nos permite evitar un pozo regado mediante varios pozos más pequeños. Abajo seguimos el arroyo que discurre por un meandro decorado de rayas blancas y grises. 

            Por una sala arenosa abandonamos el río, que se pierde a la derecha, y así entramos en una zona fósil. Se suceden subidas y bajadas, salas grandes con bloques y zonas de delicadas formaciones  que los exploradores han balizado cuidadosamente. Así llegamos a un confortable vivac, bien aplanado, con un gran toldo azul que lo hace muy acogedor. Paramos un rato a descansar y tomar algo. Parte del material que transportamos se queda aquí. 

            De vez en cuando hago alguna foto con la ayuda de los dos ayudantes que portan flashes. Esta zona tiene abundantes gours cristalinos y pequeños resaltes y pasamanos que van sumándose a lo ya recorrido hasta hacernos sentir cansados y muy lejos de la entrada. El principal problema de ir con la mascarilla puesta son las gafas empañadas. Es un tormento y a veces me las quito. 

            El objetivo es llegar a una estrechez especialmente estrecha que solamente permite pasar a algunos privilegiados. El grupo tiene la esperanza de poder ensanchar el paso lo suficiente para que puedan pasar todos los exploradores. Una breve inspección de la zona me indica que tenemos corriente de aire débil y en contra. Por otra parte está claro que la zona es de dimensiones reducidas. La conclusión es obvia: si se hace una desobstrucción el humo nos envolverá como una niebla. Como el plan de desobstruir sigue adelante opto por alejarme de la zona e ir tranquilamente hacia el vivac para esperarles allí.

            Durante la vuelta tengo la oportunidad de ir fijándome en más detalles que a la ida. Sin duda se trata de una zona muy bonita. Me siento a esperar en el campamento y me pregunto donde harán las necesidades en una zona con tantas concreciones y gours por todos lados. No tengo que esperar demasiado tiempo antes de verlos llegar. Solo han hecho un intento de desobstruir dado que el humo era inaguantable.



           Mientras se ponen a tomar algo decido seguir para empezar a subir la sima sin que nos amontonemos demasiado. Al cabo de un rato llego a un punto dudoso. Hacia la derecha sube una cuerda roja y sucia y hacia la izquierda sigue un pasamanos y un pocete. Doy un par de vueltas y como no recuerdo bien me siento a esperarles. Pero me fijo en una flecha con catadióptrico que no había visto en el primer momento y continuo. Cruzo la sala arenosa para luego alcanzar las primeras cuerdas. Después de subir tres pozos llego a un paso con un estribo para ayudar a remontar. Como no recuerdo ningún estribo me inquieto.  Espero un largo rato y revuelvo un poco yendo y viniendo hasta que veo a Jaime venir por los pozos. Me confirma que el estribo es paso obligado pero que a la bajada no se usa y pasa desapercibido. Enseguida se llega a la ratonera del arroyo y a los pozos de salida. Me cuestan bastante esas rampas resbaladizas con cuerda que chiclea. Finalmente alcanzo la salida cuando el sol se está poniendo sobre Peña Sagra

            Me espero hasta que sale Jaime. Empiezo a tener frío. Como aún tienen que salir cinco personas más las cosas pueden demorarse bastante. Decido subir hasta la pista y bajarme al coche tranquilamente para cambiarme  de ropa. Gracias a eso aguanto el frío y me siento bien. 

            Ya es de noche cuando aparecen todos en los vehículos y puedo recoger las cosas que deje en la furgoneta de Pon. Allí mismo nos despedimos. Estoy cansado -todos estamos cansados- pero contento de haber aguantado bien la actividad. 

            La Sima del Tilo merece la pena y dará para mucha exploración. Pero lo más importante es que los exploradores pertenecen a esa nueva generación en la que conservar, balizando, es tan importante como la propia exploración. Todos estamos cansados de la eterna historia de lo que era el paisaje subterráneo antes de que los humanos llegásemos y lo que es después de unos años de tránsitos. Estamos a tiempo de salvar muchas cuevas y de rescatar de la zafiedad muchas otras. Es lo único que dejaremos como recuerdo en el mundo espeleológico cuando todos nos hayan olvidado.   



 

23/1/21

Mina de Novales

 






          Contacto con Manu para hacer espeleo el sábado. Me cuenta que van a hacer una salida tranquila. Tal vez él y Joséan vayan a poner unas cuerdas pero el resto va a topografiar sin usar material de verticales. A las diez me encuentro a Manu eligiendo su desayuno en Los Abetos, un bar con buenos pinchos. Enseguida llega Joséan y poco después Adrián, Jara y Jordi. Charlamos en la terraza de todo un poco. Comentamos la posibilidad de que parte de Udías, laberíntica y tridimensional, tenga origen hipogénico.

En el trayecto con los coches voy siguiendo a Manu pero me despista la dirección que lleva. Todo el tiempo voy pensando en que vamos a entrar por Sel del Haya y deberíamos ir hacia Cabezón. Finalmente en un semáforo me bajo y le pregunto. Me dice que vamos a la Mina de Novales. 

Un poco más allá del pueblo aparcamos en un lugar muy tranquilo. La aproximación es un paseo de un minuto por la pista que parte del aparcamiento. Sale un arroyo por la galería minera que la ocupa por completo y que profundiza lo suficiente para inundar las botas de goma. Jara no lo tiene muy claro porque sus botas tienen la caña bastante baja. Adrián y Joseán se esfuerzan sacando piedras del cauce para bajar el nivel del agua pero no parece que baje lo suficiente. Me percato que por el lateral derecho, guardando el equilibrio y usando las manos con los agarres de la pared de la galería, se puede atravesar este tramo sin problema. Más allá el agua corre libre sobre un lecho de guijarros de poco fondo por el que se puede caminar sin ninguna dificultad.



Atravesamos una reja por un cómodo hueco. Enseguida desembocamos en una gran galería bien conservada, con los raíles del ferrocarril minero en buen estado. Hacia la izquierda parece que hay un terminal con unas casetas. La continuación principal es hacia la derecha. La galería tiene el firme en perfecto estado y esto nos permite ir bastante deprisa, un ritmo sudoroso. El caudaloso arroyo discurre por nuestra derecha. Es una salida espeleológica que se parece a un tranquilo y rápido paseo por un túnel asfaltado. No hay formaciones ni nada especial que admirar pero la charla es un aliciente poco común. Llegamos a un cruce en el que una corta galería a la derecha desemboca en un gran lago minero. Si el agua fuera termal sería la mejor piscina del mundo. Según les oigo decir yendo por la izquierda no nos acercaríamos a la zona de conexión con la Cueva de Udías. Así que seguimos de frente.

La gran galería minera sigue parecida pero a peor. Hay zonas inundadas que pasamos con mucho cuidado subiéndonos a los rieles del tren minero. Desgraciadamente la caña de las botas de Jara no da para tanta agua y sufren una pequeña inundación. Después de dos o tres zonas acuáticas llegamos al final de la galería. Un lago profundo lo ocupa todo pero, haciendo equilibrios por dos rieles a media agua, se puede atravesar hasta una escalerilla que sube a otro nivel. Mientras Adrián y Joséan exploran las posibilidades de que esa escalerilla lleve hacia la conexión, los demás nos quedamos haciendo tiempo y mirando la charca. Jordi, incapaz de estar quieto, intenta poner piedras gordas para facilitar el paso, Manu tira rocas para salpicarle -o salpicarnos-, Jara se quita las botas para achicar su inundación y yo hago fotos tontamente.



Aunque los dos exploradores han dicho que volvían enseguida nadie confía en su palabra. Ciertamente se han buscado la fama. Decidimos volver despacito haciendo alguna foto. A la altura de la encrucijada nos dan alcance Adrián y Joséan. Paramos a comer algo sentados en unas tuberías y luego durante un rato nos dedicamos a enredar por las galerías mineras que salen del cruce. Hay muchas y es una zona enrevesada. En una de ellas la explotación minera está en activo. Todas las máquinas y cableados están operativos. Es sorprendente que se trabaje aún en este sitio. Ya volviendo nos tropezamos con unos grandes fusibles antiguos vinculados a los raíles. Al poco tiempo salimos. 

Por la velocidad a la que hemos andado y el tiempo que hemos tardado bien podríamos haber recorrido casi diez kilómetros entre ida y vuelta. Así que estoy harto de andar. Aún así nos vamos a visitar la Cueva de la Presa, una surgencia cercana a esta y, por un camino con escaleras de madera resbalosa, la bonita entrada  de la Cueva de las Aguas, cerrada por contener restos y pinturas. Volvemos a los coches y nos cambiamos. Jara llama la atención al personal que va en su coche para que mantengan todo impecablemente limpio. Todos le damos la razón pero le aconsejo que use el látigo si es necesario.

Paramos en un bar con terraza antes de salir a la carretera nacional. Allí unas cervezas con patatas fritas me catapultan al paraíso. Mientras van subiendo los efluvios del alcohol y el nivel de voz se eleva, la charla gira en torno a temas "políticos". Yo me limito a llamar la atención sobre ciertas actitudes de los medios que me ponen en alerta. Prefiero poner en cuestión las versiones oficiales hasta que no se demuestre su autenticidad. Eso es lo que hago habitualmente. Para mí está claro que navegamos, al menos en estos tiempos, en el Mar de las Mentiras. Tengo que usar un instrumento para orientarme y agenciarme una tabla de salvación... En eso consiste la duda sistemática y la búsqueda de argumentos sólidos.