En Junio de 2010 retomé un viejo proyecto espeleológico. Lo había tenido aparcado y olvidado durante más de seis años. Un sueño acariciado, y algo polvoriento, se despertó con fuerza. Lo primero que tuve que hacer fue reencontrar la entrada Lost Pot Entrance a Vallina. Eso me costo tres excursiones. Una vez localizada de nuevo la escondida entrada, durante dos años exploté la nueva situación. Realizamos multitud de incursiones a conocer diversos sectores de Vallina Cercana y dos entradas para encontrar el camino a Vallina Remota. En la primera de ellas Miguel y yo conseguimos localizar un par de pasos clave entre Río Rioja y Río Grande. Durante la segunda, con Miguel y un buen grupo de Espeleo50, llegamos aguas arriba de Río Blanco hasta Novadome. Nos quedamos con la miel en los labios...
El fin de semana del 26 de Mayo teníamos prevista una estancia de dos noches en la Red del Gándara. Sin embargo las circunstancias no nos permitieron cuajar ese proyecto. Como compensación Miguel y yo coincidimos en señalar la deseada incursión a Vallina Remota. Nuestro objetivo era alcanzar la Galería de los Elefantes y Helictite Maze. La distancia y complejidad de esta excursión subterránea imponían un grupo de tres personas como mínimo. Por suerte Miguel pudo enrolar a Oscar que se unió a la expedición con entusiasmo. El sábado a las nueve y media nos encontramos los tres en la iglesia de Arredondo. Un poco después estábamos sobre la hierba preparando los petates.
El elemento más pesado que transportábamos era una cuerda de 50 metros para el pozo que conduce al Rio Rioja. En realidad el pozo tiene algo más de 30 metros pero en la cabecera hay un pasamanos y un resalte. En algo más de una hora alcanzamos el pozo desde la entrada y pudimos, así, desembarazarnos de ese fardo. En la base del pozo nos pusimos trajes de neopreno. Yo preferí llevar el neopreno sin nada encima, mientras Oscar y Miguel se pusieron, además, el mono exterior.
Las irregularidades en el cauce del Río Rioja exigen bastante atención. Las mayoría de badinas y pozas se pueden sortear fácilmente aunque hay dos o tres puntos en que te mojas hasta la cintura. Un par de cuerdas de cáñamo permiten cortocircuitar un pequeño sifón. Finalmente se llega a una confusa sala donde el Rioja se pierde bajo bloques en dirección a varios grandes sifones. Desde este punto una paso ascendente y una estrecha trepada entre bloques nos llevan a una sala con suelo arcilloso. Al final de esta sala atravesamos otro par de gateras. La primera es un tobogán con suelo de arcilla húmeda y deslizante. La segunda, de aspecto poco prometedor, requiere esfuerzo. Para pasar las sacas hay que montar una cadena humana. Finalmente seguimos durante un tramo muy lioso, pero corto, el curso de un arroyo hasta que trepamos entre bloques a Breakthrough Chamber.
A Río Grande se accede fácilmente por una galería amplia, arcillosa y con suave pendiente. El cauce de este río es amplio, cómodo y de creciente belleza según avanzamos aguas arriba. A mano derecha dejamos dos importantes desviaciones: Toc Gallery y Río Blanco. A partir de este último el cauce de Río Grande tiene una pendiente imperceptible, es plano y ocupa entre dos y cinco metros de anchura. El agua, totalmente cristalina, discurre creando un suave murmullo. El camino tiene encanto y se avanza muy rápido. Cerca del punto donde deberemos desviarnos en dirección norte, hacia First Osbow, se escucha el ruido de una cascada procedente de Waterfall Inlet.
Todo iba sobre ruedas. Pero nos quedaba una última sorpresa en este río: Nipple Freezer. Como el nombre indica no nos quedo más remedio que meternos en el agua hasta las tetillas. Al principio dudábamos de si habría paso porque el techo se acerca mucho al agua. Pero Oscar, con todas, se metió en las aguas profundas y nos grito que al otro lado había vida, había una playa y continuación fácil.
El afluente que seguimos hacia el Norte era estrecho. Sin embargo el tránsito era bueno. A veces tuvimos que ir de perfil. Subimos a un nivel superior -más cómodo- en un punto característico. Por ese nivel se avanza sin problemas hasta una trepada importante a la derecha. La galería continua ampliándose y asciende suavemente hacia el noroeste. Finalmente llegamos al borde de una sala enorme con forma de cráter. Aquí hay que tomar un sistema de pasamanos que nos conduce cómodamente hasta el inicio de la Galería de los Elefantes.
Habíamos tardado unas cuatro horas en alcanzar nuestro objetivo. Teniendo en cuenta el cansancio acumulado, y el pozo que tendríamos que jumarear, probablemente tardaríamos unas cuatro horas en salir. El horario se nos estaba disparando.
Miguel estreno su pequeño infernillo (a base de pastillas de gel de alcohol) calentando un té. Oscar: un bocata de tortilla con picante. Miguel: un sándwich de mejillones en escabeche. Yo: almendras, chocolate y dátiles. Cuando llevábamos medio kilómetro caminando por la Galería de los Elefantes comprendimos el por qué de su nombre. Auténticos bosques de pendants tapizan el techo de la galería. Durante algunos tramos éstos casi tocan el suelo. Nos sugieren las anchas patas, planas por su base, de los elefantes. El bosque de pendants permite el paso por los pasillos que dejan entre sí. Bruscamente la galería finaliza como había comenzado: en una sala enorme con forma de cráter. Enfrente y lejanas vislumbramos varias galerías colgadas sobre el borde del cráter. Sin cuerdas imposible seguir hacia ellas o hacia el fondo del cráter.
Disparamos una serie de fotos con trípode y exposición en el camino de vuelta. Cercano al punto donde habíamos comido tomamos una extraña galería, parte de una red de diaclasas ortogonales entre si. Podría decirse que la red tiene dos o tres niveles. En el nivel superior encontramos la zona de Helictites Maze. Aparte de las típicas agrupaciones de excéntricas filiformes de distintos grosores, lo más llamativo de esa zona es la existencia de excéntricas de calcita teñidas de rojo. Se impuso por necesidad una segunda sesión de fotos. Tuve suerte de conseguir que mi vieja cámara Lumix abriera el objetivo. Una vez conseguida la apertura -en el agresivo ambiente cavernícola- la lleve encendida, colocada en el trípode, y lista para disparar a lo largo de todo el recorrido. Hubiera sido una lástima que se quedase trabada…
Estábamos a un paso de Crystal River Passage y Miguel se estaba entusiasmando con la zona. Pero no queríamos prolongar más nuestra estancia. Ya teníamos asegurada, como mínimo, una actividad de más de diez horas. Así que comenzamos la vuelta al ritmo más alegre que pudimos encontrar. A medio recorrido de Río Rioja note la falta de precisión en movimientos que a la venida había hecho sin pensar. Miguel subió el pozo con el neopreno puesto. Oscar subió en segunda posición y finalmente subí yo. La saca me pesaba y me note cansado. Arriba ensacamos y ordenamos el material y fuimos llaneando hacia la salida sin tirar cohetes. Especialmente pesadas se nos pusieron algunas trepadas aparentemente inofensivas a la venida. Miguel nos guió diestramente, casi todo el tiempo, revalidando su título de guía de Vallina. Cerca del Dragón encontramos una cuerda proveniente del último pozo de la travesía Vallina >>> Lost Pot Entrance. Casi seguro que las había colocado el grupo de mi amigo Félix. En pocos minutos más estábamos arrastrándonos por las rampas de salida. Total: más de once horas de boca a boca.
Decidí no parar, so pena de no poder moverme luego, hasta llegar al coche. Así pues, conseguí subir a cámara lenta los escasos cien metros de desnivel que me quedaban. Los últimos rayos de sol se filtraban iluminando las laderas de Peñas Rocías. Éramos afortunados y nos sentíamos satisfechos...
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