16/12/07

Canicones (15/12/2007) Torca de Llaneces

 
Aparcamos frente a una cabaña en una zona algo más llana (¿sería Llaneces?) donde comenzamos los preparativos que luego continuaron en la entrada de la cueva y en el inicio del primer pozo. Varios compañeros luchaban con los tochos de carburo en un vano intento de romperlos en pedazos suficientemente pequeños para que cupiesen en los depósitos de los carbureros. Algún trozo salio volando despedido por el impacto de un pedrusco. En otro frente de batalla bregaban con el ajuste de los arneses para adaptarlos al tamaño deseado (culo pera, culo manzana o culo escurrío). El frío mordía en las desnudas carnes expuestas brevemente. Algunos perros vociferaban desde una granja de vacuno cercana. Había otros perros que hablaban menos en un chalet cercano. Ninguno de nosotros ladraba en voz alta ni tampoco aullaba.

Además de Julio, Encarna, Miguel, Antonio, Manu y Juan viene Noelia   (Ya tengo convencido pa Llanezas al padre rumboso q me lleva a Solares y al ex estable que acudirá a la cueva facilita, así que cuando sepáis la hora a la q tengo q estar en la gasolinera? la estación? me cuentas. Viva viva! Gracias.)        con Pablo. Hace un frío del demonio que ha dejado escarchada -como nevada- Cantabria. La subida al puerto de Alisas me hace arrepentirme de llevar el coche por un forzado y sorpresivo paisaje revestido de patinaje sobre hielo. Más tarde, en la plaza de Arredondo, hay que organizar la movida. Subiremos en dos coches los ocho hasta Llaneces. Uno será el mío y otro el de Juan. De camino aparecen la cabaña que recientemente han comprado los espeleólogos franceses, varios chales nuevos y la estación de telefonía celular de Airtel.
Pudimos andar por la pradera con calma, pero no lo hicimos con ese raro estado de ánimo sino con prisa. No supe encontrar la razón principal pero sí otras. La primera valla tenía un cierre de quita y pon, pero la segunda estaba hecha a propósito para el aprendizaje de la maledicencia. En un metro de altura tres líneas de alambre espinoso bien tensadas entre estacas cercanas. Se me cruzo la idea de partir las líneas de alambre. Más no lo hice porque no tenía la herramienta adecuada a mano. Luego llegamos a la dolina de la cueva. Muchos robles la rodeaban y la rellenaban con sus hojas, caídas a finales del extraño otoño.
Nos paramos y continuamos. Así varias veces hasta que paramos más tiempo en los aledaños del primer pozo. No tiene ninguna fijación. Hay que instalar en anclajes naturales. Manu se afana, creo que asumiendo la responsabilidad de la instalación, colocando con perfección una cinta ancha de color negro mate alrededor de un gran bloque plano de falso techo caído sobre una zona de roca más sólida, rejunteada con barrillo pringoso. La cuerda sale a 45º y apoya sobre el barroso borde del pozo. Imposible colocar un desviador en la roca  pudinga de cantos y barro seco. Mejor una saca para evitar el roce y luego un fraccionamiento a pocos metros. Añado un reaseguro a otro natural con unos cordinos que he traído. El pozo tiene menos de veinte. Una lluvia de gotas gordas riega su base pero escapamos fácilmente por una especie de portal hacia un balcón sobre una galería muy amplia. Las formaciones comienzan aquí. Mientras sigue el goteo de compañeros bajándose desde el balcón algunos comienzan a hacer fotos mientras otros instalan la pringosa rampa que sigue. Manu duda ligeramente pero no hay ninguna otra continuación que le suene. Es por ahí. 
La rampa de barro nos exigió colocar la cuerda en una estalagmita. Aparentemente hubiéramos podido destrepar sin cuerda la rampa pero, de hecho, era una trampa imposible de remontar como se demostró luego al subir. Una gatera embarrada pringo todo lo que habíamos mantenido limpio hasta el momento. Incluidas las gafas.  Desde la amplia plataforma a la que accedimos teníamos que bajar hasta una galería gorda –nivel de fondo de la cueva-. La instalación dejaba mucho que desear. Menos de 10 metros de vertical pero apoyando en el cortante borde de la plataforma (hueca por debajo) y con una cabecera formada por dos spits en el techo. La roña de las roscas no permitió meter a fondo los tornillos. Chapas que quedan locas en su emplazamiento... un poco demencial todo. Se nos ocurrieron dos posibilidades netamente mejores para instalar este pequeño pozo; una de ellas limpiamente por la IZQUIERDA  y otra por un pasamanos a la DERECHA.
Abajo nos ponemos a hacer fotos. Hay tres fotógrafos y sin embargo -o quizás por ello- no damos abasto. Excéntricas de aragonito, de calcita, cristales recubriendo las paredes, banderas, formaciones clásicas, estalagmitas de aragonito, y las formas de la galería. Pequeñas agujas de yeso se encuentran dispersas por el suelo. Poniendo la cámara sobre un trípode en el modo “fuegos artificiales” se dispone de 3 o 4 segundos para disparar todos los flashes de los que se disponga. Algunas fotos salen bien, otras mal y la mayoría regular. Al final de la galería nos paramos a comer. Encarna nos alimenta con los filetes de una novilla de su propio ganado. Y seguimos con las fotos. La desesperación lleva a Noelia, Pablo y Encarna a remontar el primer pozo y apostarse en la plataforma. Se justifican con la milonga de que ellos van más despacio que los demás en los ascensos. De cualquier forma ahora nos lanzamos hacia otro sector de la galería sin cristalizaciones llamativas pero con formas seductoras. Un fino suelo de barro seco absolutamente plano pavimenta una zona de bóvedas ondulantes. Continuamos haciendo fotos. Agarro una depresión por mi pequeño flash Metz que ha dejado de funcionar. 
Varados en Arredondo y tomando cervezas la conversación que mantengo con Encarna se centra en comparar el grosor de sus huesos con los míos. También en fiestas que se avecinan. Más tarde Noelia nos cuenta de su maravilloso benefactor que cataliza energías para que ella aguante en la biblioteca de Torrelavega estudiando las tres asignaturas que le quedan para acabar. Mientras conduzco cuenta una historieta sobre seres queridos, de una amiga o prima, empotrados contra un camión en un aparatoso accidente. Y cuando agota ésa comienza otra historia alucinante sobre cómo engaño a su madre para que no se diera cuenta de que se había merendado un paquete entero de sobaos gigantes El Macho (son enormes y con mucha mantequilla... lo paso fatal atiborrada de sobaos). Luego compró otro paquete y lo inicio para que todo pareciese normal. Por último, pero no menos interesante que lo anterior, Noelia se enzarza con Encarna en una discusión sibilina sobre la universalidad de la manipulación y la maldad. Maldad genérica. Los demás viajeros estamos estupefactos. Me acuerdo de los nueve gatitos que tiene la madre de Encarna ¿existirá una maldad gatuna universal? ¿serán los gatitos jóvenes manipuladores de tipo genérico? Los interesados en la respuesta pueden consultar enviándome un mail.

2/12/07

Quimera (1/12/2007) El Coverón

 
   Las nueve y media pasadas cuando llego a Solares. Juan me presenta a Jorge. Al principio me cuesta acordarme de su nombre. Jorge nos lleva en su espaciosa furgoneta Ford adecuada para cambiarse en días lluviosos como el de hoy, que se presenta muy similar al anterior fin de semana. Nos vamos al Coverón sin dudarlo (lo de Llanezas tiene fama de cascadas que te duchan y gateras embarradas). Al aparcar el coche en una curva entre Riba y el puerto de la Cruz de Uznayo tuvimos cuidado de que las ruedas no se metieran en el barrizal del comienzo de la pista. Una auténtica trampa de coches. 

    Embutidos en el mono, o en un impermeable, y protegidos por el paraguas nos acercamos a la cueva cruzando el bosque. La bienvenida estuvo basada en duchas y chaparrones de las ramas bajas de los árboles y en barrizales resbalosos. Un bosquecillo de robles tapizado de hojas amarillas y  una canal con helechos son la antesala del Coverón. Bajo las amplias balmas pudimos terminar de prepararnos y de paso hacer algunas fotos de la zona de entrada. 

   Nos impresionó, como la vez anterior, la rampa de entrada por las dimensiones que enseguida alcanza la bóveda sobre ésta. Decidimos ir hacia la derecha para alcanzar el resalte equipado con escala, que la vez anterior no subimos. De paso hicimos algunas fotos. El equipo fotográfico no era el adecuado pues sólo contábamos con mi cámara y la linterna Barbolight de Juan. Se trata de la linterna más potente que yo haya visto. De cualquier forma le poníamos mucho empeño a la tarea de hacer las fotos.

   Resulto que el resalte era más complicado de lo que nos esperábamos. Por eso está equipado con cuerda y escala. Hay que salir del resalte por una gatera deslizante que da, de inmediato, a una estrecha plataforma a orillas de un lago que ocupa parte de una amplia sala lobulada. Si sales con mucho ímpetu te vas al lago. Realmente es una curiosa estructura. Me recuerda esas piscinas elevadas modernas en las que el agua esta rasante sobre la orilla y se domina un amplio paisaje. Por una de las estrechas plataformas que rodeaban al lago repté con cuidado para alcanzar un lóbulo de la sala con formaciones. Desde este punto nos montamos varias fotos.

   La continuación resulto muy evidente hasta una zona en que un aparente desfonde nos cortó el paso. Bajando una rampa hasta su base una pequeña gatera pedregosa y sopladora nos indicó la continuación principal, explorada hace poco por el grupo Lobetum (a la continuación explorada hace más  años por el MUSS no le prestamos casi atención). Nos costo decidir entrar en “el Estrujón”  nombre usado por los espeleólogos del Lobetum para designar a la gatera. Como no las tenia todas conmigo me deslicé por la gatera con los pies por delante. Enseguida llegue a una pequeña salita en la que se podía dar la vuelta y hasta ponerse en cuclillas. Unos tres metros más de gatera arrastrada me llevaron a una amplia sala, comienzo de la “Extensión” la nueva zona explorada por los del Lobetum. Les di ánimos a mis compañeros y enseguida vinieron Manu y Jorge. Juan se negó a pasar.

   Durante un rato deambulamos por el laberinto de la Extensión mirando rincones. Alcanzamos un lago -y unas galerías a su derecha- de estructura sorprendente. Una quimera continua de sorpresas y de ambientes radicalmente diferentes. En vista de lo bonito del lugar volvimos hacia “el Estrujón” para convencer a Juan de que pasase. Para que resultara convincente que la gatera carecía de dificultades Jorge y yo volvimos a pasarla en sentido inverso. Juan no estaba al otro lado pero apareció enseguida, procedente de la zona clásica, en la que había recorrido un laminador ascendente sin mayor interés. Finalmente, después de contarle durante unos instantes las excelencias de lo que habíamos visto, Juan se animó a pasar la gatera. Tuvo que reconocer que carecía de dificultades.
   Primero fuimos hacia el lago por una galería con abundantes formaciones y pequeñas desviaciones laberínticas abarrotadas. Encontramos un murciélago que nos hizo dudar. Imposible que llegase por la gatera así que debe haber otra entrada -estrecha o ancha-. El lago estaba construido sobre una zona de falsos suelos que conducían a otros charcos o gours  debajo del lago¿?. Luego, por la orilla derecha del lago, accedimos a unas galerías en las que desembocaba una chimenea alta. Además un gran gour al mismo nivel que el lago -y con comunicación subacuatica con éste- hacia aún más extraño -si cabe- el paisaje de este lugar. Por unas estrechas gateras se accedía a un conjunto de salas abovedadas que acababan terminándose en ratoneras imposibles. Por otra zona la Extensión consistía en unas largas galerías paralelas, con desfondes y pozos cilíndricos que bajaban a otro nivel. Una ventana daba acceso a una sala repleta de formaciones y a una galería en forma de diaclasa que me llevo hasta un laminador arenoso. Continué hasta que llegué a una zona en que desaparecían las trazas de exploradores y se hacía necesario cavar para seguir. Pero sin duda se podía seguir. De vuelta nos volvimos a reunir todos de nuevo cerca del lago. Esta Extensión nos pareció un magnífico lugar para recorrer con calma. De vuelta a la salida fuimos a visitar brevemente la parte izquierda del Coverón. Por el resalte equipado con cuerda me acerqué hasta el pozo de 20 que descubrí perfectamente instalado.
    Seguía el tiempo gris y lluvioso. Tras una corta duda -era bastante tarde- decidimos presentarnos en Ogarrio para intentar comer. Nos metimos en el primer restaurante que encontramos, anunciado como “El Mirador”, pensando que sería el único. A parte de un precio inmejorable la comida resulto deliciosa. Al salir descubrimos que el restaurante tan famoso de Ogarrio no era éste, sino el Tomás en la plaza del pueblo. De cualquier forma como tenemos que volver al Coverón probaremos todos los restaurantes de Ogarrio.

25/11/07

Vírgenes (24/11/2007) La Hoyuca

 
Además de las tres virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, que pudimos aprender los que tuvimos enseñanza religiosa reglada en una época ya algo lejana, también aprendimos que la virgen había concebido a Jesucristo sin conocer a varón alguno, es decir sin follar en toda su vida. El soplo del Espíritu Santo había engendrado en un óvulo de la Virgen María una nueva vida. No sé si hay mucha o poca gente que crea en ese dogma de fe de la Iglesia Católica.  Pero seguro que son pocos entre los creyentes, y menos aún entre los no creyentes, los que se han tomado la molestia de reflexionar seriamente sobre el dogma de la virginidad. Yo si lo he hecho debido, en parte, a razones que no os quiero confesar y, por otra parte, a lo que podríamos llamar curiosidad universal.
No me cabe la más mínima duda que la virginidad le da un carácter sagrado y mágico a una mujer. Una virgen nunca ha experimentado lo que significa ser penetrada: tiembla y anhela lo desconocido. El hombre que desvirga a una virgen huella una nueva tierra nunca recorrida: es la misma emoción que la del explorador. Bien, pero ¿que es lo que hace que la tierra nunca recorrida por el ser humano sea tan valiosa? En primer lugar pensamos en lo desconocido. Lo desconocido es un pasaje en jet hacia lo no cotidiano. Lo cotidiano no motiva lo suficiente. Siempre, parece que, hacemos lo mismo: vemos el mundo cristalizado. Así que pisar tierra virgen es una promesa de cambio. De salir de nuestra estrecha mirada cotidiana. Parece. Pero si nos acercamos con más atención descubrimos que no se trata de que el mundo no cambie sino que es nuestra mirada la que no cambia. Todo está en cambio perpetuo, eso es lo único que tenemos asegurado (y nuestra mirada cargada de viejos hábitos tampoco cambia fácilmente). Así parece que éste valor de la virginidad -como algo que te permite explorar lo desconocido- procede de un espejismo en lo básico. Se trata de una idea infantil. No hay mayor milagro que lo cotidiano. Nunca hay repetición. Solo se repite el color del cristal de nuestras gafas. 
Entonces ¿cuál es el valor intrínseco de la virginidad si no se trata de esto? Sigamos otra ruta mental: lo no hollado permanece puro porque es virgen. Puro significa no contaminado por el ser humano (o por otros seres o por otras cosas en otras culturas. Como ejemplo los cerdos para los musulmanes). La naturaleza permanece pura mientras el ser humano no la toca. La mujer virgen es pura mientras no es penetrada , mientras no se mezcla con un varón. Y la pureza ¿que nos trae de bueno? Todo parece funcionar mejor mientras permanece puro. La contaminación -como bien sabemos- trae problemas de todo tipo. Así que si uno huella tierra virgen, esto es pura, pisa tierra no contaminada, en cierto sentido huella tierra sagrada. Nos sugiere lo mejor que puede ser -o funcionar-  algo. Surge una pregunta: y la mujer ¿al tener hijos no alcanza una plenitud mayor, una mayor perfección?. Esto, en el fondo, solo lo saben las mujeres que han tenido hijos. Y yo no soy el individuo adecuado para formularles esa pregunta. Me inquieta demasiado la respuesta (el dogma católico afirma que la Virgen María tuvo un hijo sin dejar de ser pura). En definitiva me parece que la pureza -o no contaminación- es el valor básico de la virginidad.
La Hoyuca esta cerca del barrio de La Iglesia de Riaño. Es un pequeño polje que da nombre a la cueva cuya entrada ocupa un rincón en su fondo. Cuarenta y cinco kilómetros de galerías para recorrer tranquilamente durante muchas incursiones. Ha dejado de ser absolutamente virgen poco a poco a lo largo de muchos años -más de veinte- de exploraciones del MUSS, pero si uno se lo trabaja con asiduidad puede encontrar todavía terreno virgen. Así, este fin de semana, después de algunos despropósitos durante un intento de ir a Llanezas el sábado con Manu y Juan, pude realizar con Miguel, el médico de Balmaseda, una visita a la Hoyuca. Estaba lloviendo intermitentemente algún aguacero. La elección resulto perfecta: poco coche -20 minutos-, poco acercamiento -2 minutos- , poco material -no hay verticales- y mucha cueva.

En la red laberíntica de entrada descubrí una forma alternativa -la cuarta que conozco- de alcanzar la gran galería zigzageante que te lleva hacia adentro-adentro. Le dedicamos varias sesiones a montar fotos en ese sector de la cavidad. No fue difícil encontrar rincones encantadores donde poder preparar hermosas composiciones (el flash esclavo empezó a darme problemas). Sin embargo por muy enrevesada que sea la red de entrada todos sus rincones están trillados por huellas formando senderos marcados. No es virgen en absoluto. Más adentro nos dedicamos a investigar todas las pequeñas ramificaciones que surgen de la galería zigzageante principal. Así fuimos viendo con detalle cómo el río, que luego te encontraras y seguirás, iba creciendo y entrecruzándose con la galería zigzageante en múltiples ocasiones. Pero apenas era posible seguirlo por lo estrecho o bajo del conducto. Luego, cuando el río se nos hizo accesible, insistimos en seguir por el nivel fósil zigzgeante. Pudimos continuar un par de zig-zags más -el último cortado por el nivel activo- hasta que en la entrada de Quadraphenia el nivel fósil colapsa definitivamente sobre el activo, desapareciendo cualquier vestigio del antiguo nivel. En ese punto volvimos a la carga realizando varias sesiones fotográficas más. El flash esclavo se puso borde disparando cuando le daba la gana. De todas formas seguimos intentándolo con mayor o menor éxito.
Nos internamos en la enrevesada red de Quadraphenia con ánimo de hacer más fotos en la zona de formaciones. Primero fuimos mirando con cuidado todas las desviaciones obvias que, en general, condujeron a ratoneras sin salida o estrecheces no apetecibles. Con la Stenlight pudimos observar con facilidad todas las galerías colgadas y ventanas.  Nos llamo poderosamente la atención una que se observaba en el techo poco antes de llegar a una sala con una cascada. En la sala con la pequeña cascada intentamos encontrar una ruta hacía ese nivel superior que se superpone con el principal. La encontramos tras un bloque gigantesco desprendido limpiamente del techo (15X3X4 metros cúbicos más o menos). La galería -lógicamente- se desfonda varias veces pero pudimos seguirla hasta una gran encrucijada. Miguel miro las ramificaciones hacia delante llegando a zonas estrechas que requerían entusiasmo de explorador titular. Sin embargo hacia la derecha había una galería mucho más ancha y alta. Llegamos a un desfondamiento que nos costo un buen rato decidir bajar. Trepando por el otro lado alcanzamos una galería parcialmente desfondada que pronto se hizo virgen. Avancé hasta un punto en que me pareció imprescindible la instalación de un pasamanos. Enfrente observe una continuación obvia. Llegar a una zona virgen me entusiasmo. Todo estaba sin contaminar. La arena primorosamente  depositada por la Naturaleza a lo largo de millones de años formando montones esponjosos con rocas mezcladas. Ninguna huella por ningún lado. Todo perfecto y puro.
De vuelta conseguimos encontrar un paso por la parte baja del desfonde que se convirtió rápidamente en una galería transitable con abundantes ramificaciones. La galería desemboco en otra de dimensiones superiores con tres enormes chimeneas ascendentes y una prolongación obvia. La complejidad de la zona nos aconsejó dejar de internarnos por el momento en Quadraphenia. Volvimos a escalar con cuidado y delicadeza el desfonde que nos había permitido conocer esta zona y nos sentamos a comer en una agradable zona arenosa algo más allá.
Al retornar volvimos a la carga con las fotos. Como el flash había dejado de funcionar me dedique a los primeros planos y a fotos en galerías de reducidas dimensiones. Conseguimos encontrar una grieta que nos simplifico abandonar Quadraphenia. Para llegar a la salida utilizamos otra ruta alternativa distinta. En el exterior todo seguía igual de -o quizás más- gris que cuando entramos. Tardamos poco en cambiarnos y partir hacia Hoznayo. Miguel se vino a mi casa siguiéndome en su automóvil. Mientras merendábamos encendimos la chimenea. Ya de noche, cuando Miguel se fue, seguía cayendo calabobos de forma intermitente, como es debido en un auténtico otoño cantábrico.

10/11/07

Extrusión (10/11/2007) Cañuela


   Estoy jodidamente jodido, con una infección y un picor de garganta del demonio y una mala hostia que me roe por dentro. Atiborrado de amoxicilina 500mgr. Me da la risa y estoy furioso. Como si en un rodeo tuviera al caballo subido a la chepa y tratara de sacudírmelo dando coces y saltos. Hasta que lo hago. Y salta por el puto aire y va a estrellarse contra el jodido suelo. El jodido caballo queda estampado como un ésputo en el jodido suelo. El puto y radiante día esta jodidamente frío y me pongo un jodido gorro de forro polar. Me cago en los muertos de la puta cuesta. Pero a la cuesta no le encuentro ningún puto muerto.

   Son dieciséis burgaleses y tienen la brillante idea de ir a la misma travesía que nosotros. Coches a Socueva, coches a Bustablado, coches a Socueva. Hemos visto cinco veces a la misma pareja que va de excursión desde Arredondo hacia no se sabe donde. Julio dice que si ve a la chica una vez más se va a enamorar sin remedio. Me parece que exagera para vacilarme. Lo intenta varias veces y tengo que recordarle que el horno no esta para roscas y que no debe vacilar a un ser debilitado por la enfermedad. A Pepe el paisaje de Cantabria le mola cantidad. Ha venido desde Madrid ayer viernes para recomenzar con la espeleo tras quince años de abandono. Manu pensaba que íbamos a salir de la travesía para la comida. Tengo que recordarle que hemos venido de espeleo y no de comilonas. De Eduardo y Fernando no hay nada que decir. De momento parecen dóciles.

    Comenzamos el ascenso sin nadie detrás pero algunos por delante. Han abierto una pista hasta casi la mitad de subida. Alcanzamos a un paisano con dos mulas tercas y rebeldes que quieren volverse cuesta abajo. Una de las mulas se pone borde y le atizo con lo primero que tengo a mano: un gorrazo. Unos segundos después se le acumula un varazo en el lustroso lomo. Se le ponen las pilas en funcionamiento. Podría echarme una siesta a lomos de la mula y dejarme invadir por todos los sueños eróticos reprimidos durante la semana laboral mientras subo la cuesta sin dar un paso. Pero sigo arrastrándome hacia arriba a base de calcetín. Salimos al sol y me quito ropa de encima.
    Manu y Julio empiezan a dudar de mi ruta hacia la Toño. Le doy cuartelillo a su paranoia: hemos cambiado de objetivo. Para no encontrarnos con la manada de burgaleses ahora vamos a Cueto. Por momentos el desconcierto crece como un circulo de brujas a mi alrededor. Pero este año no hay setas. Solo ruedas de coche aplastándolo todo a su paso. Y aviones pedorreando el cielo azul. El mito de Atila renace como cambio climático forever.
    Un avellano indica con el bailoteo de sus hojas el punto exacto del agujero que exuda una columna de aire más caliente que el exterior. Me he escrito una chuleta para no dudar de las longitudes de los pozos. Así puedo decidir entre la cuerda de 40 y la de 55 que llevamos. Los tres primeros pozos, tranquilos y felices, dan paso a un pozo grande con una pequeña oscilación a la izquierda antes de llegar a su final. Mientras preparamos la entrada a la estrechez vertical empiezo a oír en la lejanía al primer grupo de burgaleses. Eduardo me ayuda a rescatar el seno de la cuerda que ha quedado enganchado en un saliente al equipar la estrechez. Me parece cada vez más ancha pero muy incómoda. Te sientes como la pasta de dientes cuando aprietas el tubo: saliendo por extrusión. Pepe se confunde y sigue, tras la estrechez, los cabos de cuerda hacia abajo. Por suerte se puede remontar sin problemas. Coloco una cuerda nueva en el siguiente pasamanos antes de los resaltes que preceden al pozo del péndulo. A las viejas solo les quedan tres hilos del alma. El siguiente pozo, del péndulo, tiene una vieja instalación -muy cutre- pero en el lugar adecuado, y una nueva -de acero inoxidable- pero que obliga a las cuerdas a un roce importante. Convendría retirarlo todo y colocar una buena instalación definitiva en el lugar adecuado. Los siguientes pozos -muy cortos- están equipados con cuerdas fijas aunque algunas ya no son fiables. El pozo grande siguiente (de 20+13) también está equipado con cuerda fija y con un desviador que convendría sustituir por un mero fraccionamiento. De todas formas el natural al que esta anclado el desviador es un puente poco fiable y un desviador ejerce menos fuerza que un fraccionamiento. Julio cambia la última posición con Pepe. Se ha sentido estresado por la cercanía de los burgaleses y cansado de recoger las cuerdas. Los siguientes tres pozos -de unos veinte metros cada uno- se hacen con comodidad y despreocupación. Tras el paso de un meandro estrecho y ventoso se desemboca en el balcón sobre la sala Oliver Guillaume. La instalación es excelente pero da un poco reparo la oscilación sobre el vacío a la que obliga.
     Comemos a toda mandíbula en la sala y nos damos cuenta de que hemos perdido de oído a los burgaleses. Cuando estamos recogiendo para irnos éstos empiezan a bajar desde el balcón del techo. Se han fraccionado en un grupo de ocho y otro de seis.
    La ruta de salida desciende a lo largo de la gran sala por una montaña de bloques hasta una zona más reducida -la Antesala- y continúa por galerías de 15X30 que nos llevan hasta las sierras. Las sierras de la Cañuela son las más hermosas que haya visto en todos las cuevas que he estado. Grandes, de hasta cinco metros o más de longitud, anchas y muy finas; con el borde dentado perfectamente definido. Me quedo flipado cada vez que las veo. Realmente estos políticos cántabros no tienen ni idea del patrimonio natural que almacena el subsuelo de su komunidad. Pero quizás sea mucho mejor así.
    Antes de las siete estamos saliendo de la Cañuela. En su boca encontramos a dos burgaleses más que optaron por no masificar -aún más si cabe- la travesía. Luego de deshacer la movida de coches Socueva-Bustablado nos vamos a tomar líquidos al Marcos de Bustablado. El personal está contento de la actividad. En el bar hay varios paisanos con una gran cogorza. Intentan vendernos una cabaña en Socueva. Buena idea.

20/10/07

Góticas (20/10/2007) El Coverón

Inesperadamente en la mañana del sábado todo se cuadro. Ya bastante tarde -la noche anterior- Julio me había llamado por teléfono. Pasadas las nueve y media de la mañana Manu apareció bruscamente en Solares a causa de un mensaje de última hora. La subida al puerto de Alisas estaba salpicada de esforzados ciclistas a los que teníamos que sortear cuidadosamente. Me fije en el monumento al ciclista, ya cercano a la culminación del puerto, y en las palabras de Manu –¿o de Julio?- asegurando que era, de toda la komunidad, el puerto más subido por los esforzados ciclistas. Julio nos invito en Arredondo a unos pinchos con infusiones de manzanilla. Un poco por eso de las digestiones y otro poco por la ausencia de nubes.
Torcimos en Riva hacia Matienzo y en la segunda revuelta después del cruce de Ogarrio paramos a organizarnos bajo una sombra. Saqué el GPS y me indicó la posición del Coverón 550 metros hacia el noroeste. Hace, quizás, unos diez años fui con Guillermo de la Maza -cuando todavía le motivaba la exploración y  el curioseo-  a buscar el Coverón. Anduvimos varias horas por los alrededores del Hoyo Mortiro enzarzados en una jungla de lianas, plantas trepadoras, carrascas y espinos; subiendo y bajando agujas de lapiaz, pequeñas dolinas y regatos y trazando retazos de sendas perdidas en la maleza. La conclusión que sacamos fue desalentadora. Seguramente no lo íbamos a encontrar sin alguien que ya lo conociese. 
Semejantes a linces domésticos fuimos siguiendo las indicaciones del GPS. Como de pasada le preguntamos por la cueva a un paisano que andaba atareado arreglando su cabaña. Hacía poco que la había comprado y no tenía ni la más remota idea que había una cueva cerca y de donde estaba la entrada (a esto se le llama en el Sistema Educativo Español Conocimiento del Medio). Intentamos seguir la flecha -al oeste, 200 metros- pero el bosque nos cortó el paso con ahínco. Al poco caímos en la cuenta de que si, hacía bien poco, andaban reexplorando el Coverón y las demás cavidades de la zona tenía que existir alguna traza de senda por débil que fuese. Por lo tanto nos propusimos seguir cualquier trocha que penetrase en el bosque aunque no fuera en la dirección indicada por el GPS. Encontramos enseguida una, un poco más al sur, que, luego, se unió a otra mucho más marcada que marchaba en la dirección correcta. 
A  unos 30 metros de distancia del punto indicado por el GPS nos encontrábamos en una dolina con maleza. Anduvimos un buen rato barriendo la zona hasta convencernos de que allí no había ningún Coverón. No sirvió de nada cambiar el datum del GPS ni dar vueltas por los alrededores. Manu y Julio se fueron a seguir una de las desviaciones de la senda y yo me puse a seguir otra, menos marcada, que iba subiendo un poco. Desde luego la altitud de la boca no coincidía con la que, de hecho, marcaba el GPS. Al poco desemboque en un bosque de robles bastante aclarado que olía a cueva cercana. Un poco más al norte me topé con una enorme dolina rodeada de grandes balmas, de arcos naturales y rellena de exuberantes helechos. En su fondo estaba la boca de entrada al Coverón.
Terminamos los preparativos en una de las balmas y comenzamos el largo descenso de la resbaladiza rampa de entrada. De golpe y porrazo tomamos conciencia de las dimensiones de la sala en la que estábamos aterrizando. “La Sala” superaba el tamaño de la nave de una catedral gótica en alto, en largo y en ancho. De hecho toda la dolina estaba flotando sobre la inmensa bóveda. Vimos en la topo que la zona este enseguida requería cuerda y equipo vertical. Optamos por ir hacia el oeste a lo largo de la Galería del Árbol. La primera impresión se convirtió en la tónica dominante: grandes ensanchamientos abovedados sobre un suelo cómodo de transitar. De vez en cuando arcos y ventanas entre distintas bóvedas. Todo salpicado de hermosas formaciones; no excepcionales, pero si limpias y cuidadas. En suma, una cueva para visitar más de dos veces. Nuestra ruta oeste acabó llevándonos a un resalte extraplomado de unos siete metros instalado con una cuerda y una cochambrosa escala. Le hice un tiento a la escala pero no me gusto el aspecto de los peldaños ni el batacazo que me jugaba. Pero, como para resarcirnos de la frustración, descubrimos al lado justo de este paso una gatera que nos condujo a una sucesión de coquetas salitas separadas por cómodos pasos agaterados. 
La cueva nos iba pareciendo de lo mejorcito para visitas de iniciación y para hacer magníficas fotos. De nuevo desde la Sala nos metimos por una estrecha galería que al poco murió colmatada por derrubios. Una alta ventana llamó la atención de Julio pero era difícil de alcanzar... bajo unos bloques encontramos la continuación hacia la zona este que pronto se resolvió, como todo lo anterior, en grandes bóvedas de estilo gótico. Pasamos al lado de la cuerda de acceso al Minilaberinto y al río. Y algo más allá tomamos una desviación que se convirtió rápidamente en una red de pequeños meandros con charcos. Por una de las bifurcaciones conseguimos llegar de nuevo a la galería principal. Antes de iniciar el camino de retorno al exterior de la cueva dedicamos un rato a hacer fotos en esa bonita zona. 
Al pasar por la cabaña descubrimos sentados a la mesa de comer, en mitad del prado y a pleno sol, al paisano de los arreglos con tres acompañantes. No era un hambre furiosa la que nos poseía pero la apetecible visión del prado a pleno sol la azuzó lo suficiente como para darse prisa en recoger. No eran ni las cuatro. Nos fuimos a comer al Marcos de Bustablado aunque por el camino recordé las maravillas que me habían hablado los compañeros del AER sobre el restaurante de Ogarrio. Decidimos probar este último tras la próxima visita al Coverón que será, muy probablemente, en breve. El vino y la cerveza nos enredaron en proyectos a corto plazo; algunos de ellos algo ambiciosos, pero, de una forma u otra, motivantes

29/9/07

Fascinados (29/9/2007) Cubada Grande


Una semana antes de la fecha de entrada en la Cubada Grande me fui una tarde con Miguel, el médico de Balmaseda,  a buscar la CM20. En la búsqueda de la sima el GPS me dio un error enorme. Se trataba de lo que el programa del aparato llama el “datum”. Días después comprobé que el datum que da mejores resultados con los mapas actuales es el European 84. La coincidencia con las coordenadas del SYGPAC es total salvo, a veces, una o dos unidades. Pero esa tarde, por suerte para todos, Miguel utilizo métodos clásicos: una foto del SYGPAC con una cruz pintada sobre las coordenadas UTM de la CM20. La zona que indicaba la marca estaba formada por bosque de hayas cerrado y sobre lapiaz con escarpes altos. Cuando llegué a la boca que Miguel había encontrado empleando pura energía tuve que reconocer lo difícil que resulta localizar la CM20.
La CM20 es la entrada más cómoda al sistema de la Cubada Grande. Originalmente los exploradores utilizaron la CM6, primera entrada al sistema que se localizó, sima de mucha mayor dificultad que la CM20 que obligaba a puntas de exploración de 16 o más horas. El hallazgo de la CM20 fue muy celebrado por los exploradores ya que permitía ponerse en la punta en 2 horas. 

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La casa rural que alquilaron mis compañeros tenía la puerta de entrada pequeña, estilo de Castilla, pero por dentro era espaciosa y acogedora. Estaba a unos siete kilómetros de Espinosa de los Monteros. Procedentes de Madrid Félix, Zaca, Mariano, Miky, Antonio, Lobo, Chicha y Ángel llegaron a la casa algo después que yo. Hubo cena y sobremesa con cartas y copas. Durante un buen rato hablé con Chicha y Félix de espeleología, iluminación moderna y cosas del gremio. Yo estrenaba una nueva instalación de Leds -Stenlight S7- eficaz y compacta que atrajo su atención.
El sábado por la mañana se reunieron con nosotros en Espinosa de los Monteros Miguel y dos espeleólogos burgaleses uno de los cuales, llamado Roberto, conocía el sistema al dedillo ya que había participado en las exploraciones. Terminamos subiendo los doce en cuatro coches hasta el final de la pista del Bernacho. Roberto intento que fuésemos hacia la CM20 por la senda que el utilizaba hace bastantes años pero prevaleció nuestra opción, ya que hacía una semana que habíamos pateado atentamente la zona.
Los preparativos de un grupo tan numeroso son siempre confusos debido, más que al material personal, a la preparación del material colectivo: cuerdas, chapas, mosquetones y equipo de espitar en nuestro caso. Un responsable debe centralizar la información de que se ha metido todo lo necesario y de quien lo transporta. Finalmente no se llevo equipo de espitar por falta de una maza en condiciones. Sin embargo Roberto llevo un macho de roscar por si algún spit estaba demasiado roñoso después de tantos años. Aunque por lo visto  en el sistema se habían celebrado prácticas de rescate no hacía mucho y los spits en su mayoría no debían ser tan antiguos.
Como el tiempo amenazaba lluvia cundió la prisa y el grupo se fracciono, según íbamos estando preparados, en tres bandas de pirañas que se volvieron a reunir cerca, o en la boca, de la CM20. Mariano nos acompaño hasta la misma boca pero no entro. Le tiene mucho respeto al compromiso que puede derivarse de un fallo diabético en el interior de una cavidad compleja. 

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Me toco, o mejor dicho me apetecía, instalar el primer pozo que se divide en dos sectores cortos. La reseña indicaba que era suficiente una cuerda de 30 metros y, precisamente, había una cuerda marcada con tres rayas indicando esa longitud. Con cierta dificultad en algunos casos, fueron entrando los tornillos. Terminé la cabecera del segundo tramo y cuando faltaban algo más de cinco metros para el aterrizaje salió el nudo terminal de la cuerda ensacada.  Con  el centro de atención puesto en donde estaba el error (¿el marcaje de la cuerda o la reseña?) subí hasta el rellano intermedio y Miguel me pasó una cuerda de 20 para terminar la faena.
Y cuando estábamos tres o cuatro abajo empezamos a buscar la continuación que no resulto ser por lo evidente -es decir por abajo- sino flanqueando una cornisilla y remontando un meandro hasta el techo para acceder a una especie de buzón que volvía a dar continuidad al meandro. Al poco se desembocaba en el desfonde del pozo del Aigüe (unos 30m). De nuevo allí todos reunidos, Roberto nos fascino con las historias que contaba reafirmando sus palabras con enérgicas gesticulaciones. Su pasión es el espeleo buceo (ver http://www.espeleobuceoenburgos.com/ ) y puede que aún un poco la espeleología.
Para tener una ruta alternativa y rebajar las esperas, tanto en las bajadas como en los ascensos, Lobo y yo continuamos galería adelante seguidos por Chicha y Antonio hacia el pozo Directo de unos 50 metros. La cabecera de dicho pozo se ubica en el techo, sobre una limpia y aérea vertical que desemboca directamente en la galería principal del sistema llamada galería de los Ahivas por las expresiones que lanzaron los primeros exploradores.
                Debido a la roña un par de tornillos no entraron a fondo pero mi única preocupación fue que se volviera a repetir la movida del primer pozo y me viese obligado a remontar el largo aéreo. Así que antes de iniciar el descenso largué suavemente la cuerda hasta su mitad y luego solté de golpe el nudo de la punta. Se escucho un latigazo sobre roca.
                Ya todos abajo determinamos la dirección aguas arriba -no resultaba evidente por las vueltas que habíamos dado- para remontar hasta el punto de conexión procedente del pozo del Aigüe.  Al cabo de unos minutos alcanzamos una rampa regada por un regato que me pareció por la distancia y la orientación el punto que buscábamos. Pero mis compañeros andaban excitados y continuamos aguas arriba hasta que la distancia impuso que nos habíamos pasado del sitio.
                Una vez todos de nuevo bajo la rampa procedente del pozo del Aigüe Roberto nos sugirió visitar -aguas arriba- la Sala del Bloque y el Meandro de los Cristales para luego, de vuelta, visitar aguas abajo la galería de los Ahivas hasta el Volcán. A pesar de que Roberto había estado muchas veces en este lugar la búsqueda del paso hacia la Sala del Bloque no tuvo el éxito esperado así que nos fuimos a ver el Meandro de los Cristales. Primero tuvimos que remontar unos metros mediante unas fáciles trepadas llegándose a una zona horizontal con abundancia de gruesos cristales tapizando las paredes. Comimos en la sala donde confluyen el Meandro de los Cristales y algunas galerías más donde Roberto nos contó largas historias de espeleología.
                Chicha, Félix, Zaca y Miky se subieron por el pozo del Aigüe mientras el resto del grupo bajo a ver el Volcán, desfonde tremendo que barre la galería por completo obligando, para continuar, a bajar al nivel del río. Para subir nos repartimos entre el pozo Directo y el del Aigüe. En este último, y finalizando la subida, Roberto localizó a pocos metros de la cabecera un sector de la cuerda con la camisa cortada y el alma dañada. No conseguimos encontrar explicación alguna. Los cuatro espeleologos que habían subido hacía, poco más o menos, una hora no habían detectado nada
Terminé de desinstalar la sima como pude -algo aburrido por la larga espera en la base de los pozos- y emergí a una cálida y nítida noche de viento sur. La bajada estuvo jalonada por una secuencia de botellas de Aquarius y otros líquidos apetecibles que habían sido dejados en lugares estratégicos por  Mariano. Un gran detalle.
       Mientras los teléfonos móviles funcionaban a destajo durante un rato nos estaban preparando la cena en un pequeño restaurante de Las Machorras. Casualmente me había llamado Mavil por la mañana para confirmarme que sus últimas exploraciones en el sistema del Río Mundo habían sido un éxito. Volví a intentar hablar con él pero la cobertura era indecente. Parece que el ánimo para realizar más salidas de espeleo va creciendo en el grupo de Madrid. Se habló de la Rubicera, de Fuentemolinos y de alguna otra. Interesante. Pero más productivo sería salir a una zona de exploración con pocas verticales.

15/9/07

Penélopes (15/9/2007) Alto del Tejuelo


Podía ir a la travesía Buena/Bortal -que estaba esperando hace tiempo-, a explorar en la CA-32 -sima guapa y prometedora-, de espeleo con una par de amigos que querían salir y, por supuesto, también podía mandar todos los planes al cuerno y quedarme en casa soñando y leyendo...
Estuve jodido parte del jueves y también el viernes. La sobreabundancia de planes me corroía las entrañas. Me vino a confirmar lo que ya sabía desde hace siempre. Elegir supone renunciar a las posibilidades no elegidas. Y entonces hay que soltar lo que no vamos a vivir. A algunas personas, si son maestros en el arte de la vida, les cuesta menos que a otras. Me parece que el camino de la libertad es más difícil de lo que pensamos. Tengo un amigo que siempre tiene tres o cuatro planes para realizar. Hace poco le recomendé que se triplicase. Pero entonces querría hacer en vez de tres o cuatro doce o dieciséis planes. Y así sucesivamente. La solución a esta horrenda cadena de planes la tienen los maestros zen desde hace mucho, pero... te estás desviando demasiado de los intereses de tus lectores. Sigo pues con la lineal crónica espeleológica.
Decidí ir a explorar en la CA-32 y quede con Manu, Pedro y Lolo  -estos dos últimos miembros del SECJA-  para el sábado.

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Con elegancia no disimulada me fui de mañanita con Manu para San Roque y a las nueve y media nos encontramos con los compañeros del SECJA en el bar del camping. Nos enseñaron una topografía actualizada de la CA-32 y, como siempre, muy bien realizada. La propuesta de exploración consistía en hacer dos equipos de dos personas para trabajar en dos objetivos distintos:
a)       escalar, en el nivel de las galerías fósiles, una ventana que quedaba pendiente y
b)      seguir con el meandro descendente que habíamos descubierto en la incursión del mes
de Julio. Opiné que era mejor concentrar todos los recursos humanos y técnicos (cuerdas, taladradora, mosquetones, chapas y equipos de burilar) en continuar la exploración del meandro y si éste no daba más de sí volver a por la escalada.
Durante el ascenso al valle de Bordillas sudamos el mono interior a fondo. Un rato que fuimos a campo traviesa y a toda pastilla me cagué en los muertos de todo bicho viviente. El calor reblandeció los sesos de todos los participantes e hizo que Lolo y Pedro se empeñasen en ubicar la sima antes de tiempo. Por suerte recordaba un dato clave e inapelable: el gran tronco de haya caído en un prado entre las grandes agujas de lapiaz. La imposibilidad de olvidar ese lugar mágico me permitió señalarles el ansiado agujero.
A primeros de Agosto habíamos recibido un mensaje de Juanma avisando que el pozo de entrada tenia una cuerda que se acababa antes de tocar fondo. Lolo entró el primero a completar el equipamiento -que ahora empezaba por la esquina sur para evitar el sol directo sobre la cabecera del pozo-. Como la cosa se estaba prolongando demasiado me eche una siesta en la que, por unos instantes, perdí la noción del tiempo. Una hora después todavía seguíamos tumbaos en la hierba. Lolo necesito utilizar una de las dos cuerdas largas (¿40 o 50?) que llevábamos. Finalmente dio luz verde y fuimos entrando en rápida sucesión Pedro, yo y Manu. Debido a la garrulez general generada por la espera Manu y yo nos retrasamos “un poco”. Volvimos a reagruparnos con el resto de compañeros tras el paso del Cortafríos en la cabecera del pozo grande.
Cuando me vine a dar cuenta Pedro se había enzarzado con la escalada de la ventana y Lolo estaba entusiasmado. Iban a necesitar una cuerda y la taladradora. Apenas protesté pues calculé que tardarían menos en acabar la escalada de lo que Manu y yo en clavar todos los spits del comienzo del meandro y del primer pozo. Pero me equivoqué por completo. En poco tiempo instalamos la bajada al nivel intermedio del meandro. Solo necesitamos un anclaje natural en cabecera y un spit para completar un sencillo pasamanos y, simultáneamente, equipar la bajada de un resalte de tres metros. En la cabecera del pozo un anclaje a una robusta estalagmita permitió ahorrar tiempo y material. Luego metí un primer spit, más o menos a nivel, para acercarme a una caída limpia para la cuerda. Iba a comenzar el agujero del segundo spit cuando le dije a Manu que fuera a por más cuerda (la que tenía no alcanzaba el fondo del pozo)  y a por el taladro. Acabé de colocar el spit con los brazos doloridos por la retorcida postura y me puse a esperar. Cuando llevaba un largo rato esperando empecé a inquietarme. Volví hacia donde estaban los compañeros con un humor endiablado. Me encontré a Lolo encaramado a unos diez metros de altura y con trabajo para rato. Además seguramente no pensaba bajarse hasta acabar. Me tome una barrita energética y el trozo de empanada que me había sobrado de la comida y me fui con Manu a hacer fotos en la bonita galería fósil. Hicimos unas cuantas bastantes y al volver Lolo ya estaba preparándose para bajar. El resultado de la escalada fue una corta galería que daba acceso a un par de ventanas sobre la galería principal  y poco más. Cuando miré el reloj se me quitaron las ganas de volver a bajar al meandro. Pero Pedro y Lolo estaban dispuestos a rentabilizar al máximo su incursión en la CA-32. Es comprensible sabiendo que vienen desde Madrid. 

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Se fueron hacia el meandro y Manu decidió seguirles pero yo preferí subirme con calma a pesar de la curiosidad que sentía por la continuación. El ascenso se me dio bien y en el pozo de salida me tomé un rato y, por encargo de Lolo, dejé el montaje de cuerdas reducido a una única cuerda de arriba a abajo. Eran las diez y pico cuando me puse placidamente a escuchar los sonidos del bosque. Durante un rato dos cárabos estuvieron rondando por los alrededores. También escuché el aleteo de murciélagos cuando pasaban rasantes y casi al alcance de la mano. A las once y media apareció Manu maldiciendo en arameo. Me dijo que iba a pensarse lo de bajar a simas jodidas. Hasta las doce y pico permanecimos a la espera, pero nos dimos cuenta de que si se habían enganchado a explorar podíamos esperar sentados o mejor tumbados. Así pues iniciamos la vuelta siguiendo siempre las mejores sendas entre el bosque, las cabañas y los prados aunque Manu desconfiaba de todas las sendas. Por el camino “descubrí” dos cuevas utilizadas por los pastores y entré en una de ellas hasta un coqueto laguito. A la una y cuarto estábamos en los coches. Esperamos tumbados en los asientos y mecidos por la música de Atmósferas en RN3 hasta más allá de las dos de la madrugada. Les dejamos una nota y nos fuimos a casa.
Reseña telefónica del día siguiente: Pedro y Lolo bajaron en el meandro el primer pozo, ya instalado, y avanzaron conservando la altura hasta una zona en que el desfonde se hacía peligroso. Instalaron un segundo pozo de altura similar al primero para alcanzar el curso activo del meandro. Siguiendo el curso del arroyuelo avanzaron “bastante”, creo que solo Pedro, por una zona estrecha y sinuosa hasta alcanzar un resalte de cuatro metros desde el que se podía ver una cómoda continuación. Pero ya no tenía material.
Pedro y Lolo salieron de la sima a las dos y media de la mañana.