16/6/24

Bosque Silencioso

Fotos: Guillermo y Antonio

Texto: Ant on Ío 

 

La primera vez fui de excursión con Marisa  y nos quedamos a cien metros de la boca, pero la vegetación espinosa y el terreno lleno de agujeros y desniveles no era una invitación a perseverar. La segunda vez fuimos Guillermo y yo pero la amenaza de lluvias fuertes no invitaba a iniciar la búsqueda. La tercera vez fuimos otra nueva vez Guillermo y yo siguiendo, para seguirla necesitaba el silencio, la difusa y cambiada ruta del primer intento. Más helechos, más arbustos mas vegetación habían surgido. Lo importante es la cueva, el camino, sobretodo los compañeros. Pero otras veces lo importante es el silencio. Sin el silencio no se producen las cuevas, ni los caminos ni siquiera los compañeros. Todo ello es producto del Silencio. En realidad el Universo entero es el Producto del Silencio. Aunque esto no podamos comprenderlo es una profunda verdad. La razón es sistemática e intenta una y otra vez reducirlo todo a un sistema acotado, controlado e inteligible pero la Realidad es inasequible y no puede ser reducida, clasificada y metida entre límites definidos.

           Justo donde pensaba, allá donde lo dejamos en abril, a cien metros hacia el noreste, por una traza entre altas hierbas, agujeros y destrepes sobre roca y árboles, descendimos a una depresión cárstica llena de venerables encinas. El ambiente era otro. Y allá estaba, bajo los cortados de roca, al sur del hoyo o dolina, la Cueva de las Rozas. En su boca destacaba un número pintado en rojo por un espeleólogo, tal vez no hacía mucho. Había sido más fácil de lo que esperábamos. Nos sentamos a saborear el momento y el silencio. Nos estábamos preparando para entrar en la cueva con la afectación y la parsimonia del que está invitado a una gran boda y espera una sucesión de platos suculentos sin el más mínimo esfuerzo, sólo con el cuidado de no empacharse demasiado para poder seguir disfrutando del placer de comer con cada plato nuevo.

 

 

Un resalte corto, unos tres metros, daba acceso a una gran sala. Pusimos una cuerda para que resultase cómodo bajar y subir. Aunque habíamos traído arnés bastaba agarrarse a la cuerda y poner bien los pies en las repisas, sólo sería necesario un poco más de seguridad si viniesen niños. Primero anduvimos hacia el Norte/Noroeste por entre pedrera, coladas, gours, bloques, columnas, estalagmitas. Grandes grupos de estalactitas decoraban gran parte del recorrido. La tarea consistía en mirar, ver, admirarse y hacer fotografías con las cámaras de los móviles Samsung y con la Olympus macro. Una vez nos sentamos a interpretar el plano de la cueva porque no estaba muy claro como íbamos a continuar. La zona de los huesos de oso estaba esquilmada. Prueba de que no pueden publicarse tales cosas. Es un hecho que se repite una y otra vez. Puedes publicar datos técnicos de una cueva, sin adornos de ningún tipo y sin información práctica en exceso para intentar preservar las cuevas. Puedes balizarlas. Pero mejor puedes cambiar a los espeleólogos actuales por otros de un nuevo tipo, un modelo más adecuado y funcional. Espeleólogos deportistas, espeleoturistas y exploradores ansiosos por espeleólogos científicos, exploradores sin ansia y espeleoturistas del silencio. Y cambiar la federación de espeleología vinculada al deporte por una Asociación Espeleológica Nacional vinculada a Cultura, Medio Ambiente y Turismo. Pero para eso deberíamos ser todos muy honestos y humildes o, dicho de una forma más cercana, tener valores. Y aunque seamos egoístas, poco honestos, poco humildes y poco cuidadosos, sí que podríamos comprender que en la Realidad no todo es lo que parece y que el beneficio de hoy es la pobreza del mañana. Esto último lo entendemos todos muy bien ya que, desgraciadamente, asistimos todos los días a estas faltas de previsión.

Más tarde fuimos hacia el Sur. Había muchos gours, muchas coladas resbaladizas y muchas columnas. Hicimos más fotos y nos alegramos de estar allí. Volvimos al bosque. Comimos casi todo lo que habíamos traído en el placentero lugar que ocupaba el bosque de encinas venerables. Hicimos el equipaje. Y, nos dispusimos a volver con mucho cuidado para no perdernos. Mejor llevar muy bien puesta la atención para seguir las trazas y las débiles trochas a lo largo de dos depresiones, o hoyas boscosas, hasta que consigues emerger del Bosque a la zona de prados sembrados de cráteres. Sí, las vacas dejan el terreno como si hubiese habido un micro bombardeo. Y luego la hierba se encarga de camuflar los agujeros, llenos de agua por las lluvias pertinaces, convirtiéndolos en trampas de tobillo. Además todo esto está cuesta arriba. Pero bueno, si mantienes la calma y la concentración subes poco a poco. Luego llegas al aparcamiento, te cambias a ropa más agradable y te acomodas en el maravilloso asiento del coche.  Te dejas llevar por el poderío de los caballos y por el ronroneo del motor hasta que avistas un bar y te dices ¡tomemos una cerveza en este lugar! Y así lo hicimos. Sentados ante unas cervezas el mundo se reordenó, todo tuvo significado y todas las estrellas aparecieron en pleno día. Incluso fuimos felices.        

 

 

 

No hay comentarios: