Había quedado con Sergio para volver a la desobstrucción de la BL2 el viernes 20 de noviembre del 2015 pero él no pudo. De todas formas yo estaba muy animado. Sabía, además, que se aproximaba un drástico cambio de tiempo y que posiblemente no podría hacerse nada allí en varios meses. Así que no fue nada raro que tomase el camino del Valle del Miera y fuera conduciendo suavemente hasta el Puerto de La Lunada.
La idea que perseguía ese día era aterrazar con tablas y estacas la zona arcillosa par evitar su desplome en las próximas lluvias. Hacerlo en pequeño nos permitiría testar las posibilidades de extender el método a toda la excavación. Esta vez subí el coche justo hasta el lado de la dolina. Durante un par de horas trabajé en el agujero. Clavando estacas de hierro con un mazo y colocando tablas de castaño, desechadas de un entarimado, de forma transversal a la pendiente.
El arranque de la taladradora iba bien pero no tenía suficiente gasolina en el depósito para taladrar en posición vertical. Decidí dejar el tema de taladrar para la siguiente ocasión pues quería llegar pronto a casa. De todas formas intenté una última operación para conseguir sacar los dos pesados bloques que impiden continuar hacia abajo. La idea consistía en pasar una cinta, escarbando un poco la tierra por debajo, alrededor del bloque y tirar desde arriba. No me costo mucho el posicionar correctamente la cinta. De hecho quedo en una posición óptima para tirar desde arriba sin que el bloque se desestabilizase al subir. Pero el bloque no se movió ni un milímetro de su posición. Sencillamente pesaba demasiado.
Recogí todos los trastos, dejando las tablas de castaño para su posterior uso en el apuntalamiento, de forma ordenada y los transporté hasta el coche situado a cien metros de allí. Bajé con mucha suavidad la pista y con mucho cuidado el Puerto. Eché en falta unos cuantos quitamiedos más en esta estrecha y peligrosa carretera. Y alas cuatro estaba en casa.
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