A Iris le ilusionan las cuevas. Os costará un esfuerzo imaginar una ilusión tan grande. Nosotros, los espeleólogos que hemos entrado centenares o miles de veces en una cueva, seguimos sintiendo la magia de los mundos subterráneos. ¿Cómo de grande será entonces la ilusión y la magia en la mente de una niña de ocho años al entrar en esos mundos? Intentad poneros en su lugar recordando vuestra percepción del mundo a esa edad. Lo que ahora nos parece estrecho a esa edad era una amplia avenida y cualquier sala podría verse como un mundo inmenso. Los ruidos lejanos, las luces y las sombras eran un escenario, y la imaginación fuerza motriz de criaturas de ensueño, librando batallas en el subconsciente. Y las galerías conducían a catedrales repletas de seres petrificados en la roca, esperando a ser liberados por el poder de la mirada de una niña.
Estoy siendo acompañado de una gran soñadora. Y vamos a una cueva llamada La Verde en un día húmedo, cálido con nubes bajas. Podríamos estar en Costa de Marfil o en Camerún. Eduardo, Iris y yo nos abrimos paso en una espesura de ortigas, helechos y enredaderas que sobrepasan nuestra altura: el riachuelo de la cueva transporta agua. Recuerdo una fuerte pendiente llena de vegetación, raíces y barrillo para llegar a la boca. Hoy no es posible subir directamente por ahí. Tenemos que rodear la pendiente por la derecha. Los arbustos y los arboles nos ayudan a encontrar puntos de apoyo para ascender.
Ahí en la frontera está ese placer de abandonar la jungla tropical y penetrar en el fresco ambiente. Pero enseguida la boca lleva a tres destrepes en los que, por si acaso la gravedad juega con nosotros, supervisamos los movimientos de Iris. Hay una gatera memorable en la que compruebo con satisfacción que no hay gota de agua. Mis temores por las lluvias de ayer se esfuman. Los instrumentos de achique, esponja y cubito, seguirán ahí esperando a ser necesarios. Desde el otro lado de la gatera preparo unas fotos con flashes cuyo sujeto es Iris pasando la gatera. Hago varias, todas muy parecidas, buscando la luz ideal.
Una red de galerías con encanto nos entretiene por un tiempo corto mientras les cuento historias sobre esta cueva. Pero nos espera el largo laminador con columnitas que constituye el paso a las grandes galerías de la cueva. Iris se mueve por el laminador sin apenas agacharse mientras nosotros nos arrastramos con esfuerzo. Luego ya estamos en la hermosa sala con hermosas formaciones y hermosos recuerdos. Allí hice una gran sesión fotográfica con mi amigo J.Ángel hace unos tres años. También ahora hacemos fotos en la alta y estrecha galería repleta de coladas y formaciones. Un poco más allá hay un pasaje entre columnas con mucho encanto que conduce a una amplia galería baja. Esta avenida no acaba sino que se convierte en un laminador con tantas columnitas que hacen su tránsito prácticamente imposible. Pienso que esa zona se junta con los laminadores de entrada. Sin embargo no percibo ni una fracción del soplo de viento que siempre está presente en esos laminadores.
Avanzamos por la gran galería de la cueva sorteando por los lugares más fáciles las dificultades que se presentan. Subir y bajar bloques, flanquear coladas o cornisas, salvar grietas, todas ellas usuales en las cuevas. Entonces llegamos al comienzo del pasamanos-quitamiedos. Aunque en ningún momento hay que colgarse se transita por una estrecha repisa que bordea una grieta cuya profundidad va aumentando. No traemos arneses para nosotros pero lo que nos para en seco es que tampoco traemos arnés para Iris. Aquí no podemos, sencillamente, supervisarla sino que debería ir asegurada a la cuerda del pasamanos. Decidimos volver en este punto. Es una pena porque podría haberlo pensado ayer aunque, mejor pensado, lo que hemos visitado con Iris es un buen recorrido de iniciación.
A la vuelta los laminadores con columnitas son un poco cuesta arriba. Pero a Iris le resultan tan divertidos como cuesta abajo. Tanto es así que coge la saca de Eduardo y se encarga ella misma de ir moviéndola por esta zona. También trepa sin dificultades los resaltes hasta la entrada. Y baja por la jungla tropical sin inmutarse. Creo que llegará a ser una gran espeleóloga, doy fe de ello. Esperemos que este planeta pueda continuar siendo un lugar en el que merece la pena existir para nuestros niet@s, aunque los necios, los dormidos y los malos sigan existiendo y estropeando la armonía. Amen.
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