17/8/22

Cascajosas refrescada



Hacía mucho que María quería visitar una cueva. Y también estaban César y su hijo Mateo en Cantabria. Pensé en una actividad apta para principiantes, niños y adultos. Algo que tuviese encanto, pocas gateras y ninguna cuerda. Se me ocurrieron como posibilidades Montosas, Cascajosas y Puntida. Quedamos el martes 17 de agosto para ir.  Y mejor decidir la cueva sobre la marcha según el día que hiciese y las apetencias del grupo.


Al final César no podía venir por la mañana del miércoles pero, por otra parte, se apunto Carlos, un cuñado montañero. Después de mucha sequía el día se presentó auténticamente cántabro. Fuertes aguaceros y nubosidad cerrada. Como consecuencia elegimos la cueva con menos aproximación a pie. La Cueva de las Cascajosas.

A las diez nos reunimos con Jaime y María en La Cavada. A las once menos cuarto estábamos entrando en la cueva. A Carlos se le había olvidado el casco con frontal en casa, pero por suerte yo llevaba un frontal que le iba a prestar a María y que, finalmente, uso Carlos. Ella y Jaime llevaban sus frontales de montaña que no están nada mal. 


El ir con gente que no ha entrado apenas en cuevas es muy agradecido. Disfrutan muchos detalles que los espeleólogos experimentados ya apenas perciben por haberse acostumbrado a verlos. Y uno mismo disfruta también viendo el entusiasmo de los principiantes.  Las raíces que cuelgan, las gotitas de agua, las formaciones más corrientes, todo les parece maravilloso. Y lo es. Aunque a base de ir a muchas cuevas trivialicemos el paisaje subterráneo este es mágico y en cierto modo sagrado. Nos permite entrar en otro mundo, otro planeta, sin necesidad de ir a Marte ni a Encelado. Como en el mundo de los sueños, se trata de una puerta asequible, a casi todos, al "viaje"  interior. Pero es cierto que hay muy pocas personas que se sientan a gusto en el mundo subterráneo, bajo tierra y, a veces, con confinamientos severos en espacios reducidos.


Había visitado la Cueva de las Cascajosas en cuatro ocasiones anteriormente y no me preocupé de coger el mapa de la cueva. Sin embargo siempre es conveniente llevarlo para aclararse y como herramienta didáctica. Hubo un momento de desconcierto cuando no encontraba la "Casa" del Cariñoso. Saqué la brújula y poco después llegamos a los restos de objetos abandonados por el maqui.





Nos paramos a hacer fotos con flashes en cuatro puntos de la cueva: Casa del Maqui, Sala Javivi, Galería Holanda y Salida Oriental. La cosa de sacar y meter el material fotográfico del petate siempre se hace pesado. Y para pensar bien donde poner los flashes hay que estar muy inspirado. Pero los resultados siempre son muy gratos. La luz abundante de los flashes le da al paisaje subterráneo su verdadera conexión con lo humano. Luz en la oscuridad.

El momento de ver la salida, con el bosque recortándose en contraluz contra la luz del valle de Miera, es un aspecto de especial encanto en la Cueva de las Cascajosas. Además ese día estaba lloviendo fuera y veíamos las gotas caer sobre los árboles y la hierba. 


Nos cogió un pequeño chubasco cambiándonos de ropa al lado del coche. Acabamos nuestra pequeña incursión espeleológica parando en la Cavada a tomar unas bebidas con patatitas fritas y crujientes. Los principiantes recibieron con alborozo el nombramiento de "espeleólogos porteadores ayudantes"... y aseguraron que volverán para disfrutar del mundo subterráneo. Les hablé de la posibilidad de realizar la travesía Toño/Cañuela en un futuro cercano y se mostraron muy interesados.       

     

 



 

Fotos de la incursión

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