El día anterior habíamos preparado casi todo. Sólo teníamos que meter las cosas en el coche. Salimos de casa con bastante prisa y tuve que cambiarme en el coche (fue fácil la camiseta pero no fue fácil el pantalón).
Quedamos en Solares y Encarna nos presento a Juan y a María. Como era un tostón ir en dos coches fuimos sólo en uno. Cuando llegamos a donde se aparca el coche nos preparamos para entrar en la cueva. Al principio el camino fue fácil pero después se fue complicando. Estaba muy empinado y las hojas nos hacían resbalar (todo muy dramático).
La entrada comparada con la de la Cañuela era enana. Al principio de la cueva estaba lleno de cadáveres y huesos. De caballo, de vaca, de cabra, de oveja, de burro, de hipopótamo, etc.
Teníamos que entrar casi desescalando. Cuando llegamos a la gatera pasamos con bastantes dificultades excepto María y yo porque somos niñas medianas. Después de la gatera pasamos una galería donde empezó la parte bonita. Antonio iba poniendo las cosas esas brillantes que se ven a veinte metros de distancia (sólo puso dos). Luego pasamos por una zona que era bastante baja. Teníamos que ir a cuatro patas. Llegamos a una galería donde Antonio se quedó parado haciendo nada y nosotros nos fuimos a ver otra galería que estaba al lado donde la roca tenía forma de lágrimas.
Regresamos con Antonio y seguimos la ruta. Seguimos la galería y llegamos al pasamanos donde había varios metros de caída. No daba tanto miedo como el de la Cañuela pero aún así era impresionante. A continuación pasamos por una especie de puente formado por bloques.
Caminamos por una galería donde al final había hecho un castillo de arena. Yo contribuí haciendo una ampliación. Nos sentamos al lado del castillo a merendar. Mientras Antonio hizo varias fotos. Luego María se fue con su mamá (Encarna) a hacer pis.
Seguimos caminando hasta otra gatera con arena. Juan no quería pasar y se quedó en el otro lado. Por eso nosotros no avanzamos mucho más. En la siguiente galería había esas cosas que parecían piedras normales pero Antonio nos dijo que eran pisolitas. Hicimos varias fotos y volvimos con Juan.
Por el camino de vuelta fuimos hablando de cosas asquerosas. Saliendo de la cueva teníamos que pasar otra vez por todos los cadáveres que daban un ascazo que alucinas. Cuando salimos de la cueva fue como si te hubieran dado una bofetada en la cara porque pasamos del fresco a sudar. Llegamos al coche donde nos cambiamos y nos preparamos para ir después a cenar con Inés y Gonzalo. Enfrente de donde aparcamos el coche había unas vacas que eran la monda de graciosas. Nos reímos mucho.
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