Desfondes (8/11/2008)
Contactamos a finales de semana y quedamos el sábado para continuar nuestras incursiones en la red del Gándara. También le envié un mensaje a Miguel S que me contesto a última hora del viernes. Quedamos en Solares y nos reunimos con Miguel B en Ramales. Además nos acompañaron Eva e Izaskun.
El talante de Eva se alimentaba de su afán de superación. Los otros nos dedicábamos a representar la farsa habitual. Evidentemente éramos conscientes de una ridícula fracción de nuestra historia. El resto se nos escapaba como un gas noble de su vasija.
Poco después llegamos al aparcamiento. Como siempre tardaríamos mucho en prepararnos... pero no importaba, iba a ser un día tranquilo. Por ensayar el comportamiento de los demás me puse el mono exterior y el arnés antes de subir a la boca. Quería imitar el masoquismo generalizado.
Tardamos unos minutos en llegar al final de la galería de las Alizes. Había muchos charcos grandes y profundos donde cargar de agua el carburero. Los carbureros dieron problemas antes o después a todos sus propietarios. Al de Miguel B no le encajaba la rosca y el acetileno se salía por la junta. Un autentico coñazo que le persiguió toda la jornada.
El Delator no nos dejo pasar de pié pero esto no fue un handicap serio dado que todos nos lo tomamos habitualmente como el pago por la sesión de cueva que se nos proyecta a continuación. Resulta muy rentable si lo mides en unidades monetarias de tiempo (ver Banco del tiempo para más detalles) : 10 minutos de Delator por 10 horas de cueva.
Los desfondes y pasamanos comenzaban en el mismo sitio que la última vez que habíamos visitado esa zona. Sin embargo fuimos bastante rápidos al principio porque todo estaba instalado. Solo hubo que hacer algunos retoques y recogidas de cuerdas.
Finalmente alcanzamos, algunas ya iban pensando en el almuerzo, el punto remoto en el que nos habíamos quedado sin material durante la última incursión. Mientras los demás aprovechaban para papear sin compasión, yo ponía un spit para comenzar un pasamanos. Avancé unos metros horizontalmente en oposición e instalé a una oreja de roca con un cordino. Unos metros más con la misma técnica me llevaron al otro lado del desfonde. Miguel B paso a mi lado y mientras el clavaba otro spit yo papeé sin compasión. El spit se embozó de forma compacta y como se hacia imposible desalojar el polvillo apretado con las herramientas de que disponíamos desenroscamos, tras una larga lucha, ese spit y terminamos de colocar otro.
La impaciencia me llevo a salir disparado hacia el oeste en cuanto acabamos de instalar el pasamanos. Fueron pasando Miguel S, Eva e Izaskun. Esta última se cayó en el segundo sector del pasamanos golpeándose un codo de forma ligera. Esto obligo a poner, a pesar de lo fácil del avance, otra cuerda más en un pequeño desfonde.
Mientras todo esto ocurría la galería por la que avanzaba desemboco en una sala de grandes dimensiones (25x25x100 en una primera estimación). El acceso a la sala consistía en un delicado pasamanos resbaladizo y aéreo. Me di una somera vuelta por la sala y constaté que era inhóspita, neblinosa, resbalosa -debido a una pátina de barro color crema- y que un colapso de bloques (algunos tamaño bloque de pisos) colonizaba toda su superficie. Había verdaderos despeñaderos en algunos sitios. Me quede un rato con la luz apagada en plena oscuridad de la sala. Traté de imaginarme la soledad más absoluta. Pero algo en mi cuerpo se rebelaba a esa visión. Necesitaba la luz y las otras existencias. No me era posible imaginar la oscuridad. En el interior la luz no se apagaba.
Al cabo de un largo rato aparecieron Miguel S y Miguel B. Las dos chicas no quisieron bajar a la sala por el pasamanos de acceso y se quedaron dándole al palique sin freno ni medida. Para ellas pasaron dos minutos. Para nosotros varias horas de intensas búsquedas.
Primero exploramos, por la izquierda, unas coladas en las que tuvimos que emplear una cuerda. Bajamos rápidamente, para evitar una ducha helada. Abajo abundaban los gours con cristales de calcita amarillenta. Todo estaba formado por coladas. Nos dejamos varias bajadas más, de unos diez metros, que parecían llevar a sitios similares. Más al este, en este mismo nivel, encontramos un laminador que nos llevo a la pared norte de la sala. Un conjunto de pasos entre bloques daba acceso a una zona de pequeñas coladas y charcos profundos.
Más tarde fuimos hacia el oeste. Alcanzamos un pináculo de la sala con un despeñadero. En la aislada cumbre de un bloque observamos la momia de un mamífero de más de un palmo de largo. Imposible imaginar el camino que le trajo hasta aquí. También se observaban restos vegetales sobre el suelo aunque nos quedo la duda de su origen (traídos por los franceses quizás?).
Finalmente miramos unas plataformas algo más abajo cuyo acceso exigía dar un rodeo. Posado sobre un bloque encontramos un mazo de cuerda. Un poco más abajo se abría un pozo de unos 40 metros. En su fondo se oía con claridad un río. Algo más arriba observamos una posible continuación por una grieta ascendente.
Miguel S empezó a preocuparse por las chavalas. Llevaban demasiado tiempo solas. Sin embargo ni se enteraron de todo el tiempo que había pasado. Era bastante tarde. Comenzamos la vuelta. En una parada técnica que hicimos al cabo de un rato Miguel B miro su reloj y eran las 8 menos veinte. Nuestras estimaciones eran salir a las 11. Estábamos cansados pero las cosas se nos dieron bien a la vuelta y a las 10 y pico salíamos a una noche estrellada y fría.
Después de cambiarnos y ordenar todo, cuando ya estaba todo dentro del coche, resulto que no aparecía la llave del coche de Izaskun. Llevábamos media hora registrando el coche y todos los equipajes cuando Eva en una revisión de una bolsa, ya registrada por Miguel S, encontró la dichosa llave. Nos despedimos de Miguel B allí mismo y nos encaminamos hacia el puerto de Alisas. Miguel S y yo dormitábamos a ratos en los asientos traseros mientras Eva e Izaskun continuaban dándole al palique sin freno ni medida.
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