Como el huracán jodió la salida del sábado quedamos el domingo para volver a la Cueva del Torno (la ventaja de esta cueva es su cercanía a la carretera ya que desde el coche se tardan unos cinco minutos en estar dentro) Formábamos el grupo solo Miguel y yo. Julio, y la mayoría de los miembros del club, se fueron a Coventosa a preparar el cursillo de espeleo de este año. Fui con un paraguas -que deje clavado en la entrada- hasta la boca de la cueva. Como nuestros ancestros del Paleolítico, agradecimos el suave clima de la cavidad.
Nos enfrentábamos a resolver el enigma que la cueva nos había planteado en las dos incursiones anteriores: llegar a las grandes salas y galerías que tan evidentes son en la laberíntica topo. Esta vez traíamos un nuevo plan, fruto de nuestras exhaustivas lecturas de los reports del MUSS en su página web. En poco tiempo nos pusimos al comienzo del pasamanos –una media hora como mucho- y, a partir de ahí, fuimos mirando todas las posibles galerías a izquierda y derecha según íbamos avanzando por el meandro. Justo al final y a la izquierda localizamos la entrada de una gatera muy sobada y con pinta de ajustarse a las descripciones de los informes.
El acceso a Andy’s Back Passage comienza por una estrecha e incómoda gatera. Desde su final podemos visitar un conjunto, algo laberíntico, de pequeñas salas y galerías. Justo en la primera sala, y a nuestra espalda según entramos, una rampa que se trepa nos coloca en el comienzo de una pequeña galería, que se va estrechando progresivamente. Poco después nos encontrábamos en los aledaños de Skull Chamber. En menos de cinco minutos desde este punto se puede acceder al lugar donde fue encontrado el cráneo humano -que ya ha sido retirado para su estudio-. Una cinta de plástico protege la zona de excavaciones. Estábamos eufóricos. La galería presentaba un conjunto de banderas (o cortinas) que estuvimos fotografiando durante largo rato. Me di cuenta que el trípode que llevaba no era el adecuado. Utilizamos las técnicas de pintar la foto y a mano alzada.
Por la amplia galería avanzamos hasta la zona de Histeria 69 y The Posture of Progresión. Magnífico conjunto de hermosas galerías múltiplemente conexas, suaves curvas en las paredes, pendants y suelo arenoso. Al final una escala dejada in situ permite descender al nivel de Granny’s Slippers, conjunto laberíntico donde abundan las formaciones y los gours acuáticos. El entusiasmo nos llevo en volandas por todos los rincones y galerías que pudimos encontrar.
La continuación, algo liosa, nos obligo a pasar una cutre gatera con barrillo y agua. Así se llegaba a un meandro -de unos 4 o 5 metros de altura- por el que el avance no tuvo ninguna dificultad. En unos gours fósiles que había en un lateral nos comimos las provisiones y actualizamos los equipos. Poco después el meandro desemboco en una encrucijada de grandes galerías con algunos bloques de gran tamaño. Pusimos un hito para localizar el punto a la vuelta.
Primero fuimos, girando a la derecha, por un hermoso cañón hasta su final en una sala caótica. Hurgamos todas las posibles continuaciones, quedando una sin mirar debido a que había que arrastrarse por los charcos que formaba el agua de un arroyuelo. Se trataba del caos de bloques que obstruye la galería, pero se intuye una continuación al otro lado. A la vuelta descendimos un desfonde en el cañón que, por la topo, dedujimos que conducía a Torno Chamber. No seguimos por ahí debido a que había que destrepar una cascada con toda el agua cayéndote encima.
De vuelta a la encrucijada decidimos visitar el enorme meandro de Rampant Rabbit. El meandro es ancho y con grandes cornisas por arriba, permitiendo una progresión cómoda. En su centro un impresionante desfonde conduce un río de caudal importante. Al cabo de unos doscientos metros se puede seguir el meandro chapoteando por el fondo. Así llegamos hasta una zona en la que el río proviene de laminadores muy bajos. También le echamos un vistazo a dos desviaciones interesantes, pero sin recorrerlas a fondo.
A la vuelta Miguel siguió el río por abajo del meandro mientras que yo iba por arriba. Durante un largo rato nos perdimos el uno del otro. Estaba empezando a inquietarme y comencé a llamarle a gritos. Por fin me respondió desde el fondo del cauce: había encontrado el camino hacia Torno Chamber. Deje la saca arriba y bajé por un fácil destrepe. Seguimos río abajo. El río se había esfumado entre unos guijarros pero el meandro continuaba con iguales o mayores dimensiones dando revueltas y desembocando finalmente en la amplia sala que los ingleses llaman Torno Chamber. Justo a la derecha de esta entrada, a unos diez metros, desemboca el río en la sala, acrecentado con el que, nos pareció, debía ser el otro río importante de la cavidad recién unido a éste.
Dando la vuelta a la sala pudimos ver el acceso que habíamos dejado en la cascada. Conducía el arroyo por unos grandes bloques apoyados contra el techo en donde se observaba una gatera. Más abajo el río se sumía en una zona con guijarros imposible de seguir. Pero a su derecha un cauce fósil permitía avanzar algo más hasta una zona a desobstruir. Más allá, en nuestra vuelta, observamos un conjunto de formaciones aislado. Algunas estalagmitas mostraban un aspecto de huesos amarfilados. Nos sentíamos contentos con los hallazgos del día. Todavía quedaban bastantes cosas que visitar y algunas continuaciones por forzar pero nos dimos por satisfechos.
Salimos prácticamente de noche. En la bajada hacia el coche nos cruzamos con un caballo cojo. Hacía frío. Me quite el mono exterior y me puse el anorak. Mire en el móvil algunos mensajes. Conduje hasta Beranga. Miguel se quejo débilmente de un hombro pero no de la pierna. Me dijo que estaba algo cansado. Pasamos sus cosas al coche y nos despedimos. Quizás el fin de semana por venir nos encontraríamos con nuestros amigos de Madrid para reanudar nuestras visitas a la Red del Gándara.
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