22/1/11

Laberintos (22/1/2011)


Laberinto es una palabra que asociamos a situaciones en las que no encontramos salida. Sin embargo puede haber laberintos deliciosos cuando nos los tomamos como un juego del que no corre ninguna prisa salir; así estamos disfrutando de una “situación laberíntica”. En la cotidianeidad no suele ser el caso. “Estoy metido en un laberinto” es similar hacia peor de “estoy metido en un lío
Nuestro mundo mental refleja y es reflejado por nuestro mundo exterior. A veces las múltiples opciones constituyen un laberinto pues no sabemos como pegarlas entre si para que resulte lo que esperamos que será óptimo. La semana anterior, durante la asamblea del SCC, Encarna me dijo que vendría a cuevear el fds siguiente. Yo nunca me comprometo en estas fechas invernales, siempre a la expectativa de conseguir un día agradable para escalar. Espeleología podemos hacer siempre pero escalar muy pocas veces, por no decir casi ninguna en las zonas que me atraen más. Pero, como esperábamos, el fds no pudo ser peor: temperaturas cercanas a 0ºC por doquier, nubes y alguna nevadilla desde cotas muy bajas.
El viernes Encarna me llamo, ya habíamos hablado Miguel y yo de una salida sencillita para no asustar a las respectivas mujeres, así que quedamos en ir a conocer sectores de Vallina no remotos. Encarna no pudo sacar un equipo vertical del club (problemas de inventario) ni pudo conseguir un préstamo de dicho equipo. Además hubo un problemilla al decidir si íbamos sábado o domingo. Finalmente fuimos el sábado y el equipo lo reunimos entre piezas de Miguel y piezas mías.
             Hacia un frío especial a las diez de la mañana en las cercanías de Arredondo. Las laderas del Porracolina estaban escarchadas. Mientras reconstruíamos un equipo vertical para Encarna a base de trozos diversos tuvimos tiempo de congelarnos varias veces. Así que vivimos como un respiro la corta marcha de acercamiento a la boca de la cueva. Además dentro de la cueva la temperatura era unos 15º más alta que fuera, aunque tuvimos que alejarnos de la entrada para percibir esta diferencia de forma clara.


Unos 100 metros después de entrar por “Lost Pot Entrance” abandonamos el camino estándar hacia “El Dragón” y la zona remota de Vallina y torcimos a la derecha hacia “Haymarket First Chamber”. La ruta se dejaba hacer pero era laboriosa, con pequeñas dificultades y también pequeñas bellezas. Disfrutábamos reconociendo nuevos puntos de la cueva y comprobándolos en la topografía. Miramos también una bonita, y más cómoda, ruta alternativa a esta sala.
La continuación hacia  “Haymarket Second Chamber” se reveló bastante más complicada. Comenzaba por una pequeña galería agaterada que se cortaba algo más allá de un ensanche; sin embargo la parte inferior de un falso suelo permitía acceder a un caos de bloques con dos pasos estrechos que nos conducían a la, un tanto caótica, segunda sala.
La continuación hacia la tercera sala era bastante confusa hasta que se conseguía acceder a una galería rectilínea característica. Esta se prolongaba largamente por un meandro estrecho, pero había que abandonarlo a los pocos metros escalando por la izquierda, para entrar en una sala más amplia que las anteriores. A estas alturas teníamos la impresión de estar en una zona liosa. Desde esta última sala pudimos continuar nuestra ruta porque tuvimos suerte de encontrar la gatera por la que se sale. Una gatera muy pequeña, aunque corta, y que además tiene el suelo irregular y pinchoso.
Podíamos haber hecho trasquilón, para alcanzar más rápido la zona del Dragón, pero Miguel estaba empezando a entusiasmarse y seguimos por una galería cómoda y rectilínea hacia el norte unos cincuenta metros para volver de inmediato hacia el sur otros cincuenta metros. Los últimos metros, antes de volver al camino principal, consistían en un laminador pinchoso.
Las galerías desde aquí hasta “el Dragón” volvían a ser cómodas, aunque la topografía nos pareció un poco confusa. La mayor de las confusiones es que no pudimos identificar la pequeña sala inmediatamente anterior a la sala “Who knows? Chamber” ni tampoco los últimos metros antes de llegar al “Dragón”. Sin embargo ahora estábamos entusiasmados los tres con el laberíntico recorrido que estábamos realizando.
           Paramos un rato en la sala del “Dragón” y, antes de seguir, hicimos unas cuantas fotos. A lo largo del día tuve la sensación de llevar un ritmo tan endiablado que me era  imposible ponerme a pensar en las fotos. Salían como Dios quería que saliesen.

 





Nuestro siguiente objetivo fue la visita a un sector que se prolongaba mucho hacia el oeste, y al que se accedía siguiendo la ruta principal hasta la entrada de “Road to Nowhere”. Desde allí se seguía de frente hacia una sala en que la topografía indicaba una continuación evidente. Desgraciadamente no fue así. Además de caótica y peligrosa la sala no tenía ninguna continuación evidente, sino que había que trabajárselo bastante para encontrar entre los bloques ciclópeos la cómoda galería por la que continuar. Después del duro trabajo de buscar la solución -tuvimos que hacer un desagradable destrepe-  nos sentamos a comer latas de atún con pan y empanadillas de atún con tomate. Solo falto un turrón de atún con tropezones de bonito para acabar de redondear el tema de los atunes. Encarna y Miguel descubrieron su pasión común: el esquí de travesía. Desde este momento no dejaron de hablar de lo mismo hasta que nos despedimos  por la tarde. Hasta tal punto que me llegué a interesar por un viejo proyecto: subir el Cotiella con esquís y con ellos dos.
Un cómodo cañón hacia el oeste y en pocos minutos nos encontrábamos en el objetivo principal  de nuestra incursión. Sector laberíntico en extremo y en el que, gracias a dar cada paso verificándolo con la topo, no tuvimos la impresión de estar perdidos en ningún momento. Convertimos una encrucijada clave en nuestro sistema de referencia cartesiano. Con este sistema de coordenadas visitamos en las cuatro direcciones: 1º) un camino alternativo hacia este sector, mucho más cómodo y corto, y al que se accede directamente desde el “Dragón”,  2º) una hermosa sala llena de “corales como setas de árbol” a la que se llega por una curiosa galería llamada “Resistance Gallery”, 3º) una galería hacia el este que continua con un pasamanos, no instalado, sobre unos pozos que habíamos visto un rato antes  y  4º) lo mas importante: la continuación hacia el oeste a través de “Shatter Passage”.
Las gateras de “Shatter Passage” son verdaderamente jodidas. Yo tenía un poco de tortícolis y me las tome como un excelente masaje para disolver la contractura. Y de hecho estaba mejor al final que al principio, aunque la tortícolis seguía a la defensiva. El  “Shutter Passagees una sucesión de gateras de todos los tipos imaginables -y muchas- que te hacen sudar de lo lindo. Finalmente emerges a una galería hermosona y cómoda que te da un respiro. Un poco más allá encontramos un hito descomunal y una flecha de tizne.
Nuestros objetivos ya estaban a un paseo por galerías cómodas. En previsión de grandes sufrimientos no deseados dejamos a la derecha una ruta alternativa llamada “Centipede Crawl” (la gatera del ciempiés). Progresamos por una zona en que el suelo de la galería asemejaba una carretera empedrada y luego dejamos a nuestra izquierda el objetivo para una próxima incursión (quizás acompañados por nuestros amigos del SCC o de ESPELEO 50): “Barney Rubble Uranium Mine”. Se trata de un conducto de entrada modesta y nombre muy sospechoso pero que da acceso a un largo sector de galerías gansas. Continuando nuestra ruta no más de doscientos metros una doble galería muere en una obstrucción poco después de pasar por una característica y gruesa estalagmita.
Hicimos una corta parada forzada por mis necesidades y a los pocos minutos, ya saliendo, estábamos en el hito. Me metí, muy seguro de mi mismo, por donde indicaba la flecha, con el viento de frente. Encarna me siguió pero Miguel, empecinado en que por ahí no habíamos venido, se fue por otro lado. A los pocos minutos de avanzar me di cuenta que, aunque era mucho más cómodo y estaba trillado, Miguel tenía razón. Sin embargo seguimos avanzando un poco más y escuche a Miguel algo más lejos. El había vuelto por las jodidas gateras de “Shatter Passage” mientras que nosotros, gracias a mi confusión, habíamos encontrado una  ruta alternativa -mucho más cómoda- que es, de hecho, la que se usa.


  
          Paramos unos minutos antes de salir al exterior para secar el sudor. Mientras subíamos me fije en que la conversación seguía girando alrededor del esquí de travesía. Hicimos votos y promesas para subir el Cotiella en febrero o marzo. Eran más de las seis cuando deje a Encarna en Solares y, atravesando Orejo, me encaminé a mi casa. 



No hay comentarios: