Foto: Chus
Intenté convencer a varios compañeros del SCC para que vinieran a Sonámbulos pero no hubo manera. Ya tenían previsto salir el sábado y además estaba el partido del Racing haciendo sombra a todo. El domingo se votaban las elecciones europeas. Marisa y yo y pasamos por el colegio electoral a las ocho y media. Ya estaban todos los miembros de la mesa y lo tenían todo organizado. Pero no nos dejaron votar hasta la hora oficial de apertura: las nueve. Aproveche la ocasión, saludé a Raúl y le pregunté por su largo periodo de ausencia de las aulas.
A las nueve y un minuto salíamos de Rubayo por Heras hacia la autovía. La llovizna era muy fuerte y las nubes densas. A mayor altitud había niebla. Sin embargo hacia el interior de los valles no hacía tan malo. De hecho en Ramales no llovía. Aprovechamos la coyuntura y no nos demoramos. A las diez nos reuníamos con Mavil en la curva para subir a la Cueva del Gándara. Éramos un trío.
Cada vez que me planteo ir a esa zona se me hace un mundo el trayecto. Sabes lo machacante que es la continua sucesión -sin tregua- de trepadas y destrepes. Sin embargo si te colocas en la adecuada actitud las cosas mejoran: cada paso lo miras de forma aislada sin alimentar la expectativa de los pasos que le seguirán. De esta forma cada cosa adquiere su verdadera dimensión. Marisa tuvo dificultades con la larga sucesión de dificultades que fueron minando sus energías.
A las dos y media alcanzábamos el acceso a la zona. Habíamos entrado en la cavidad a las once menos cuarto. Marisa se había cansado bastante. De hecho hubo un momento, unos veinte minutos antes, en que quiso quedarse a esperarnos. Pero la disuadí de ello. Antes de visitar la zona -y de ponerme a trabajar- almorzamos seriamente: bocadillos variados y postre: plátano y chocolate. Se nota la ventaja de venir con una chica que se preocupa por la alimentación.
Hicimos un recorrido somero hasta llegar al final del largo pasamanos. Mientras ellos visitaban el sector principal reorganicé el material de instalación y me puse a la tarea. Cambié las chapas recuperables por chapas de acero inoxidable y también puse maillons de acero inoxidable. Los maillons náuticos son excelentes pero hay que tener mucho cuidado al roscarlos porque tienen una pieza independiente que puede caerse. Corté el cable con una sierra radial ajustada a la taladradora. En algunos fijaciones, por la posición del cable, me costo hacer el cambio. Luego eliminé un anclaje a una hermosa columna y metí dos parabolts de cabecera. Una cuerda más nueva y de mayor diámetro mejoró este punto. A continuación metí cinco fijaciones para tender el pasamanos por un conjunto de repisas a mayor altura pero más cómodas. Mejoro mucho la salida a la plataforma intermedia.
Empezaba a sentirme cansado. A Marisa y Mavil les escuche pasando de un sector a otro, pero hacía ya mucho tiempo. El montón de trastos que llevaba, en mi atolondramiento, se habían enredado entre sí un par de veces. Prueba de que no andaba muy fino. Termine de tender las cuerdas, almacené en un rincón todo el material y volví al final de los pasamanos para recoger el resto de las cosas. Hice la saca al montón y salí en dirección al pozo de acceso a la zona. En la base del pozo estaban Mavil y Marisa pero no hacía mucho que esperaban. Hicimos una merienda-cena –ya eran más de las siete- rellenamos las botellas de agua, distribuimos el peso –el equipaje había disminuido- y comenzamos la vuelta.
Por el camino Mavil me acribilló a preguntas sobre la cueva. Tuvimos que hacer un par de descansos para recuperar. El amontonamiento era progresivo. Los laminadores finales acabaron de darnos la puntilla. A las doce salíamos al exterior. Tiempo en calma, 7ºC y nitidez en el ambiente.
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