La primavera estaba por doquier. Como la sonrisa de una mujer feliz, como el canto de los mirlos, como la fiebre de un enamorado, como los prados atiborrados de flores. Cualquier cosa que pudiese hacer rodeado de tanta primavera, era perfecta. Mientras conducía hacia el este como un poseso puse Karitas Habundant de Hildegard von Bingen en Spotify. Acompañado de esa música mis sensaciones crecieron varios puntos más hacia el éxtasis mientras los árboles explotaban de verdor como si les sobrase vida.
El hotel y los bares del cruce se negaban a darme un buen café hasta que me fijé en el bar La Barca de Treto. Aunque algunos clientes tomaban ya su desayuno en la terraza lucía muy tranquilo. El interior se mostraba acogedor y los camareros me sirvieron con alegría un gran vaso de café con leche acompañado de un generoso sobao pasiego. Por el acristalado ventanal vigilaba la llegada de Guillermo y su hermano Blas. Apuré mis placenteros alimentos y salí a saludarlos. Mientras Guillermo se atareaba con todos los detalles -de lo que llevaríamos o no- me quedé contemplando la escena. Traje mi saca de espeleo y un petate de saco blanco con todas mis cosas y me instalé en el asiento trasero para disfrutar del paisaje sin más.
Había varias rutas de circulación para llegar a Seña desde Treto pero la que triunfó fue la vieja carretera, conocida por Blas, que sube desde Limpias por la ladera este del valle y alcanza Seña de forma directa. Las vistas sobre la ría eran hermosas. Aparcamos justo al lado de la iglesia de Seña. Con la solana y el ambiente nítido extendimos el material sobre la acera y preparamos todo sin obstáculos, las cabezas estaban bien nítidas. Un paseo en suave cuesta abajo por un viejo camino empedrado -en parte- nos llevo en cinco minutos a las cercanías de una cabaña. Giramos a la derecha por un prado y luego torcimos a la izquierda siguiendo el prado entre bosques. Este acabó justo sobre la pendiente de entrada a la cueva. El arroyo que habíamos cruzado más arriba se sumía en la cavidad.
Un desprendimiento relativamente reciente había alterado la morfología de la boca de entrada de la Cueva Hoyo Molino. Pero se podía pasar sin dificultad por el lateral izquierdo. Cerca de la entrada encontramos los cadáveres momificados de unos grandes insectos negros con aspecto "entre saltamontes y chicharra". Con facilidad caminamos junto al arroyo, hacia el sur, hasta la primera sala. Trepando al oeste un par de metros visitamos la Galería Nolavieron donde nos entretuvimos haciendo unas fotos con los flashes. Más adelante el arroyo giró bruscamente hacia el oeste y se encajonó en un estrecho meandro que se negociaba parcialmente por el arroyo, con algunos pasos en oposición, o con pies a un lado y manos al otro, para evitar el agua profunda. Poco después desembocábamos en la Gran Sala de las Coladas. Desde aquí visitamos el bonito Afluente Norte lleno de formaciones variadas.
Aguas abajo el arroyo se hizo más difícil de seguir. En algunos sitios había que agacharse un poco, o trepar y destrepar zonas de bloques, o coger conductos fósiles alternativos durante cortos tramos. De esta forma avanzamos hasta una zona donde abundantes coladas bajaban desde arriba a la derecha. Subiendo un poco visitamos la rectangular Sala del Manuscrito, de suelo llano y arenoso. Las coladas volvían a llevarte hasta el arroyo en una zona de aguas más profundas, al menos en apariencia. Ninguno tenía ganas de mojarse y, cuando menos, el agua se hubiese colado por la caña de la bota. Decidimos empezar a salir lo cual nos costo algo menos tiempo que entrar.
Fuera el sol calentaba bien y el cielo estaba azul y nítido. Volvimos por un camino alternativo un poco mejor que el de ida pero con una zona embarrada, llena de huellas profundas de vaca, que nos puso pérdidas de barro las botas. Por el camino las fuimos limpiando como pudimos con la hierba. El mesón de Seña tiene una terraza magnífica con unas vistas al sur fantásticas. Nos dieron bebidas y bolsas de patatas pero la cocina ya no funcionaba. Una lástima, casi siempre llegamos tarde a todos los restaurantes y bares. Nuestros horarios de espeleólogos son así...
Topografía hecha por el Grupo Ademco
Se trata de una cueva con pocas dificultades pero muy divertida. Es apta para niños intrépidos con padres sin complejos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario