Erase Heads:
El primer día llovió. El segundo día llovió también. Pero el tercer día hubo nubes y por la tarde no llovió. Solo la bruma y algo del fresco dejado por la lluvia de días anteriores. Ya no hubo más lluvias.
Era domingo a las seis de la tarde y todo estaba fluido. Conducía por la pista hacia la Plataforma Entremazos y me encontré a Cristobal con Wychy bajando en un coche. Nos saludamos brevemente. Ya estaba casi preparado con mis bultos y entonces llego P.Hierro con su mujer de la que se despidió suavemente hasta el jueves. Caminamos los dos a la par hacia el Campamento de Fuenfría y charlamos sobre cosas cercanas. El camino al Campamento nos llevo entre hayas y me hizo pensar en cuentos de lobos y caperucitas.
Alfredo cocinaba unas lentejas de madre para los espeleólogos del Camp y a la vez cortaba tajadas de un pata negra soriano con tradición familiar. El desordenado orden reinante simplificaba todo y Ángel bajó conmigo a fregar los cacharros.
En el luminoso anochecer me alejé del Camp hasta un lugar abierto en que conecté con la red MoviStar y escuche con nitidez a los lobos de Salzoso y Masallo aullando. Pensando en los lobos y en la fragilidad de los humanos no me alejé demasiado ni demasiado tiempo. Volví al fuego del Camp y dejé que varias rondas de orujo y hierba pasaran por mí hasta que me fui, bajo una haya nervuda, a disfrutar, en soledad, de la noche.
Era lunes y la bruma había dejado, al sol, gotas de rocío sobre el mundo. Los grupos de trabajo se perfilaron y cada uno se acerco al proyecto que más atractivo le pareció. Quedó claro que yo iba a ir a la desobstrucción del Mortero del Crucero y que me acompañarían Juanchi de Soria y Pep de Andorra. Planeamos hasta la boca de la cueva y allí nos vestimos el mono y el equipo de verticales. Un pozo limpio y un corto estrechamiento, donde el cadáver de un caballo permaneció el año pasado entero, nos llevaron a una corta vertical. Enseguida enlazamos con el río del Crucero y lo seguimos unos veinte minutos. El paso estrecho no goteaba demasiado y pudimos pasar sin ducharnos, como la última vez que estuve aquí. El trabajo de desobstrucción resulto pesado y poco agradecido; la roca quebradiza, fracturada y troceada hicieron difícil trabajar con la broca de 60 cm. La taladradora de gasolina y la postura en la gatera hicieron cansadas las operaciones y a las seis de la tarde recogimos nuestras cosas y nos volvimos. Esa noche Alfredo cocinó unos garbanzos de madre en la olla a presión y la impaciencia de Juanchi hizo que una parte del caldo saltase como un surtidor desde la olla abierta; pero hubo garbanzos para todos y orujo y hierba y whisky.
El martes trajo claridad, rocío y ganas de ir a otras cavidades. La aproximación a la Sima de la Mole es entre bosque de hayas y sobre lapiaz y las nubes nos dieron frescor al caminar. En menos de una hora, por el camino a Peñas Rocías, y sin perder las señales pudimos sentarnos en la plataforma de caliza sobre la que se encuentra la Mole y Natalie, Bernard, Ángel, Alfredo y yo nos tomamos con placer los preparativos. La sima soplaba aire helado y tras un hermoso pozo, vertical e iluminado por luz del día, un pasamanos aéreo y un péndulo nos condujeron a una enorme ventana. Desde la ventana un incómodo pozo, ramposo y con bloques inestables, nos llevó a una serie de estrechos agujeros que soplaban, como turbinas de avión, aire helado; con una cadena humana pudimos pasar las cinco sacas (tres sacas de cuerdas con 90/80/80) y con paciencia pasar nosotros. Todas esas cuerdas se llevaban en previsión de un posible gran pozo que se había detectado el día anterior; en el inicio del pozo Bernard lanzo la piedra más grade que encontró (de unos cuarenta cm) y tras unos tres segundos de caída la piedra dio un golpe contra la pared del pozo y luego se comenzó a oír un zumbido creciente que se difuminó en una nada. No hubo golpe (¿?). Mientras Bernard iba instalando el pozo y Alfredo iba entusiasmándose, los demás íbamos adquiriendo frío; algunos sacaron los pasamontañas y Ángel le dio friegas en la espalda a Natalie. Uno a uno fuimos empezando a poblar las tiradas entre fraccionamientos en el descomunal pozo. El sonido apagado de la taladradora y, abajo, una lucecita apenas visible significaban que Bernard seguía trabajando en la instalación. Comunicándonos en cadena me llegó la noticia de que a Bernard se le habían acabado las cuerdas sin tocar fondo en el pozo y que le había faltado poco para alcanzar una sala con varias galerías (¿?). Desde la cabecera del gran pozo Ángel y yo comenzamos a topografiar la sima y, en el ascenso, uno de los puntos de estrechamiento obligó a Ángel a quitarse todo el equipo y a ensayar posturas diversas. Tomamos la decisión de, próximamente, volar en algunos puntos la estrechez y de facilitar el paso maceando varios salientes. La velada estuvo amenizada por los relatos de los exploradores de la Mole (y de otra sima cercana a ésta), y unos ricos espaguetis -con atún, tomate y huevo duro- cocinados por Carol nos apagaron el hambre. Esa noche Wychy volvió al Camp y un animal grito parte de la noche como si lo estuvieran atormentando.
El miércoles estaba claro y soleado y no hubo duda; me fui a la Mole a desobstruir la estrechez. Wychy, Juanchi y Luismi a seguir explorando la sima y Pep conmigo a realizar las voladuras. Pero las cosas no marcharon como estaban previstas y hubo cambios de planes. El primero que entró en la sima fue Wychy que se perdió en las profundidades tras escucharle pelear un rato con la estrechez; Luismi se enfermó al entrar en contacto con la frialdad de la sima, Juanchi se negó a pasar la estrechez y Pep, que pensaba quedarse de ayudante conmigo, se fue detrás de Wychy para no dejarle solo. Juanchi se quedo para ayudarme y al cabo de un rato Luismi se subió. Después de retirar todas las cuerdas del sector de trabajo tres tiros liquidaron la primera estrechez y la segunda incomodidad. Cuando estábamos haciendo el cuarto agujero para acabar con la tercera estrechez nos quedamos sin baterías y sin más novedad que un par de martillazos en un dedo y una buena ración de frío abandonamos la sima. A las ocho ya cocinábamos en el Camp un arroz con pimientos y tocinillo y nos dedicábamos a charlar animadamente de todos los sucesos del día. Esa noche vinieron al Camp P.Merino y un amigo de Ramales y se marcharon Alfredo, Bernard y Natalie.
A las 12 de la noche Wychy y Pep no habían vuelto; Ángel y Carol salieron, entre niebla, hacia la sima, llegaron hasta la boca, comprobaron que habían salido y volvieron al Camp. De nuevo, poco después, Ángel con P.Merino volvió a buscarles; esta vez tuvo más suerte y les encontró por el ruido en un campamento improvisado en donde habían encendido un fuego con los croquis de la sima. A las 6 de la mañana del jueves estaban todos en el Camp y Pep siguió camino abajo, hacia la Plataforma, para irse a Andorra.
El jueves amaneció en calma total tras la agitada noche. Todos estábamos de un talante jovial y Wychy nos contó que abajo del gran pozo pincharon una galería de 20x10 que siguieron hacia la izquierda (¿?) unos 2 kilómetros hasta aburrirse y volverse. Tardaron 3 horas en ascender la sima y salieron ya de noche; y al primer intento de ir hacia el Camp se perdieron. Yo contemplé durante toda la mañana el Camp y el bosque buscando el secreto de borrar preocupaciones; de borrar la cabeza y de dormir 9 horas de media cada noche despreocupado y feliz. Me despedí de este lugar hasta el año que viene y de los compañeros del Camp hasta pronto y me bajé acompañado por la tropa soriana que quería comprar tabaco en La Gándara.
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