Una crónica de speleo es poco más que eso. Podemos hablar del paisaje que rodea las cuevas, de lo que dijeron, sintieron o pensaron los speos y podemos callar todo eso, o parte de ello, por distintas razones. Luego lo podemos guardar cuidadosamente en la urna de las imágenes olvidadas.
Un día, viernes 22 de julio, caluroso y brumoso. Me esfuerzo en preparar todo lo necesario, incluida comida poco grasienta, para subir tres días al campamento de speleo de la Fuente Fría organizado por el AER del 22 al 30 de julio. Se me va desmoronando la tarde del viernes entre preparativos y llamadas telefónicas. Oscurece cuando salgo hacia Soba y son las doce al llegar al aparcamiento. Estoy somnoliento y con poco ánimo para ir solo. Tras dudar un rato extiendo la colchoneta y el saco. Cuando llevo una hora dentro del saco oigo venir un coche. Gelo, Dani y Carolina se disponen a subir. Me animo a ir con ellos. Vamos charlando. Le pregunto a Dani que le ha hecho a P.Merino para que le maltrate tanto en sus crónicas. Dani le quita hierro al asunto. Un mar de nubes sobre Soba y llenando Cellagua refleja la luz de la Luna. Rara visión. Más o menos a las dos de la mañana monto mi tienda Trak bajo el mismo haya que el año pasado y me acuesto.
El sábado me voy con P.Merino, Wichi y Pep a la desobstrucción del Mortero del Crucero. El campamento minero posee comodidades insospechadas, como una tienda fabricada con mantas térmicas que le dan al lugar un aspecto de misión espacial en la Luna. Tras ocho horas de trabajo mantenido en que sacamos varios metros cúbicos de rocas y machacamos la endeble linea eléctrica varias veces vislumbramos un hueco suficiente para revolverse al otro lado de la Trinchera. Volvemos contentos con las perspectivas pero en el campamento la burla, la chanza y la ironía es la respuesta a nuestra esperanza. Veinticinco días de trabajo, a ocho horas diarias, repartidos entre tres años son los responsables de que nadie se tome en serio el final de la desobstrucción. A pesar de las buenas perspectivas no quiero dedicar los tres días que voy a estar en el campamento al Mortero del Crucero. Me apetece ir a La Mole al día siguiente. El año pasado me quede sin bajar el Pozo Buldo.
El domingo me voy con Cristóbal a La Mole. Nadie, salvo nosotros dos, parece querer ir. Pero cuando ya estamos andando se apunta Luis también. Mejor tres que dos. Cristóbal y Luis caminan rápido y yo sudo tras ellos. Tardamos media hora en alcanzar la boca de La Mole (¿?). Voy un poco renqueante en los pozos y las estrecheces iniciales pero me pongo las pilas en cuanto llego al Gran Pozo. Luis y Cristóbal se pierden en las profundidades del Pozo Buldo mientras yo me lo tomo con calma. Pierdo la cuenta de los fraccionamientos de este pozo de 300 metros. Solo la última tirada chiclea en serio (son más de 50 metros). Los demás trozos no pasan de 40 en general. Me gusta el pozo. Lo bajo bien atento remirando cada operación y revisando cada fijación. Unos 100 metros antes del aterrizaje ya oigo el murmullo de sus voces. Pocos minutos después desemboco en el balcón que da acceso a una galería “tamaño Asón” llena de bloques. Rápidamente nos ponemos en marcha hacia el sector Este en el que hay una serie de pozos, laterales a la gran galería, de los que se han explorado solamente los tres primeros. Después de pasar un par de montañas de bloques la galería se convierte en algo más fino y elegante. El borde del primer pozo a explorar es un plataforma plana y amplia sobreelevada unos cinco metros por encima del fondo de la galería. Cristóbal prepara con rapidez la cabecera y baja seguido de Luis. Mientras, me dedico a reconocer la zona. Localizo el siguiente pozo a explorar y subo a mirar algunas zonas que me llaman la atención. El primer pozo da unos 40 metros y no hay continuación. Nos trasladamos a una cómoda planicie, cabecera del segundo pozo a explorar, y Cristóbal se pone a buscar una manera de instalar. No es fácil por lo descompuesto y terroso de las rampas iniciales. Fijamos la cuerda a un gran bloque y Cristóbal mete un spit en una zona de techo que esta justo en el borde. El comienzo del descenso es patético. Todo se desmorona. Por las piedras que hemos tirado se detecta un pozo mayor que el anterior. Mientras bregan con la instalación me voy a conocer algo más de la galería este. Encuentro muchas formaciones, otro pozo a explorar y una rampa que conduce a una galería lateral. Cuando vuelvo Cristóbal está sobre un bloque saliente en la pendiente y cuando va a terminar la instalación se rompe el spitero. Mala suerte. Sube y nos ponemos a comer. Cristóbal propone ir a conocer la galería Este y a mirar una escalada. Como pienso que iré lento en el pozo Buldo decido volver, darme un corto paseo por el sector Oeste y comenzar la subida. Al principio veo claro el camino de vuelta pero llego a una triple desviación en que dos de los ramales exhiben llamativos hitos. Recorro un tramo de uno y de otro, pero como no me suena ninguno de los dos decido volver a un punto clave y esperar tranquilamente que vuelvan mis compañeros. Si a la ida hubiera ido más despacio y mirando me acordaría. Me jode desperdiciar este tiempo que podría utilizar para subir con tranquilidad. No me gustan que me esperen ni impedir que otros vayan a su ritmo. Mientras tanto, alucino con la sensación de aislamiento que se siente en el fondo de esta sima. Bueno, una hora después vuelven y, tras unos minutos, volvemos al pozo Buldo tomando el ramal de más a la derecha. El hito del ramal de la izquierda debe ser un error. Los dos ramales de la izquierda forman un bucle. Si hubiera tenido la topo lo habría visto claro. Mientras mis compañeros toman un café yo comienzo la subida. Pillo un ritmo y no se me da mal. El patín me cansa la pierna derecha. En contra de mis premoniciones lo peor de la subida no es el pozo Buldo sino las estrecheces y las rampas que vienen a continuación, más por la saca, que se engancha en todos lados, que por la dificultad intrínseca. Cristóbal y Luis me adelantan en las estrecheces. Cuando salgo hay niebla y llovizna. Seguimos con cuidado los indicadores de plástico para no extraviarnos -como les paso el verano pasado a Wichi y Pep-. Llego un poco cansado y algo silencioso al campamento. Les pregunto a los del Mortero del Crucero por la desobstrucción pero me responden vagamente. Parece que no se acaba. Al poco Pep se acerca sigilosamente a mí y me comunica que han pasado la desobstrucción y que se abren galerías amplias al otro lado. Me dice que no han continuado por el humo acumulado (¿?). Me pone contento esta noticia.
Al día siguiente, lunes, a pesar de tener mojado el mono interior, me preparo pronto para ir al Mortero del Crucero. Cuando vengo a darme cuenta Cristóbal me comunica que ya hay ocho personas para ir al Mortero del Crucero y que son demasiados. La noticia del final de la desobstrucción se ha corrido de forma sigilosa entre los speos del campamento. Le pregunto a Wichi que es el organizador. Al final uno de los que iban a ir se raja por tener todo el equipo mojado y contándome a mi vamos siete personas: Wichi, P.Merino, Belén, Pep, Cristóbal, Turry y yo. Cristóbal va como una bala hacia delante para alcanzar los pozos que sospecha que enlazan con Cellagua. Y va cargado de cuerdas. Yo me quedo de los últimos con P.Merino y Belén. Al cabo de un rato alcanzamos al Turry en las rampas. Ha tenido la mala fortuna de que su saca se deslizase por una fisura impenetrable en el suelo y se encuentra fuera del alcance de la mano. Intentamos pescarla durante un rato pero lo dejamos. Es un consuelo saber que no contiene nada especial, un poco de comida y carburo. Los demás speos están esperando al otro lado de la Trinchera. 15 metros de túnel horadado en un cutre laminador. Allí nos distribuimos: Cristóbal, Pep, Turry y P.Merino (que esta solo disponible para explorar) seguirán por la vereda alante para descubrir y encontrar. Wichi, yo y Belen vamos a topografiar y a fotografiar. Me siento bien haciendo la topo. Lo miras todo con tranquilidad.
Las tiradas son largas. Muchas a tope de cinta métrica, 25 metros. Hay galerías rectilíneas, perfectas como el pasillo de una casa y muy largas. Magnífico. Luego se ensancha y el río forma pequeñas marmitas. Tras un recodo de 90º a la izquierda dejamos la galería del río y seguimos por una amplia y cómoda galería arenosa. Al final, cuando vamos a comenzar a descender hacia el nivel del río, nos encontramos a los exploradores con unos caretos descorazonadores. Se han topado con una zona caótica que les ha impedido continuar de momento y, además, algunos están empapados de arrastrarse por zonas acuáticas. Nos detenemos todos en la galería arenosa y comemos. Wichi comienza a hacer fotos. Lleva un sistema de células fotoeléctricas muy eficaz. Tras la comida se produce una situación confusa en que todos hacemos lo que nos da la gana. Exploramos varias escaladas y ramales con escasos resultados y mientras el grueso de la tropa empieza a salir, Pep, Wichi y yo nos dedicamos a hacer fotos tranquilamente. Al llegar a la Trinchera dejamos la actividad fotografica y nos movemos rápido hacia la salida. Hacemos una parada en donde el Turry perdio la saca y Wichi, tras probar varios sistemas, termina pescando la saca. Bravo!! Salimos de la sima a una tarde neblinosa y nos vamos hacia el campamento. Nos encontramos a Cristóbal que se baja. Todavía tiene tiempo de reprenderme por llevar una de mis sacas, vacía, atada como un perro para que el rocío la limpie un poco.
Mucha gente se baja hoy lunes, que es festivo. Poco después Pep y yo, también, vamos recogiendo todo para bajarnos esta noche. Bajar en su Terrano es más difícil y duro que hacer espeleo. Esa noche acabamos bebiéndonos dos botellas de sidra para regar una buena cena que nos prepara Marisa en casa.
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