Hace unos días me llego un mail de Félix Martínez, uno de mis antiguos camaradas del SEII. Están proyectando una estancia en una casa rural en Barruelo de Santullán para practicar espeleo en el norte de Palencia. La idea es visitar el sábado la Cueva del Cobre y el domingo la Cueva de Basconcillos. Al principio no tengo claro si podré ir. Pero todos los obstáculos que podrían haber impedido la salida finalmente se desmoronan. Quedo con ellos el sábado 1/10/05 en Sta. María de Redondo a las once y media. El viernes, 30/09/05, me subo a Liébana y escalo con Alberto unas cuantas vías en Pendes. Duermo en Cahecho y el sábado poco después de las 10 me reúno de nuevo con Alberto en la venta de Vieda para cruzar el Puerto de Pidrasluengas. Había dos o tres interesados más en visitar la Cueva del Cobre con nosotros pero al final no pueden venir.
A pesar de que las previsiones son pluviosas el tiempo, hoy sábado, está incluso mejor que ayer. No hay ni una nube a la vista. La subida al puerto esta preciosa y la bajada por la vertiente palentina anda a pocos de sequía pero verdea ya algo más. Unos pocos kilómetros tras pasar el puerto de Piedrasluengas tomamos un desvío a la izquierda en que señala a Santa Maria de Redondo y a la Fuente del Cobre. El valle se hace amplio y encantador. Pasamos otra aldea antes de llegar a Santa María. En una elevación a la derecha de la carretera observo dos antenas que me parecen de móviles. Creo que tendremos cobertura. Cuando llegamos me pongo a buscar a Félix y a sus compañeros. Pero no les encontramos. Intento llamar a Félix pero ni Movistar ni Amena tienen cobertura. Mientras llegan cambiamos a un aparcamiento con menos mierda de vaca y menos polvo. Veo pasar unos coches con gente que me suena. Avanzo hasta donde han aparcado y consigo reconocer en el grupo a Félix y a su hermano Juan. Creo que hace más de veinte años que no les veo y a algunos del grupo no les conozco ya. El reencuentro más bien parece una presentación de gente desconocida. De Zaca, Perico y A.Benito no puedo acordarme. Pero es seguro que salí con ellos. Además ha venido la sobrina de Félix, embarazada de cuatro meses, y su compañero. Ambos son escaladores pero también practican espeleo.
Mientras caminamos por la pista, valle adentro, Félix, Á.Benito y yo nos ponemos al día de dedicaciones e intereses. Félix sale muy poco de espeleo en parte por que tiene una hija pequeña y por falta de motivación también. Y los demás por unas razones o por otras tampoco salen gran cosa. El que más me sorprende es A.Benito que se muestra como un viajero empedernido. China, Malasia, Papúa Nueva Guinea, desiertos de China y de África...y contando mil batallas las casi dos horas de camino a la Fuente del Cobre parecen dos minutos. Por el camino nos sorprende la multitud de personas que se han animado a hacer esta excursión. Familias enteras forman un rosario a lo largo del camino. La última parte de la aproximación vamos protegidos del solazo por la sombra del bosque de abedules. Pese al calorazo nos golpea el aire frío que vomita la Cueva del Cobre. El contraste. Nos apartamos a los laterales para prepararnos. Aquí compruebo la buena suerte que tienen Félix y Zaca: todavía poseen un carburero de inyección directa krakatoa en buenas condiciones que les permite ver cuando y todo lo que quieren. En cuanto aprietan la válvula se inyecta agua en el depósito de carburo y la respuesta de la luz es prácticamente instantánea. El krakatoa de Zaca esta realmente bien conservado y con mejoras importantes. Los preparativos siguen a buen ritmo. Percibo cierta ansiedad en los espeleólogos que practican espeleo raramente.
El arroyo que sale de la cueva es mortecino. No parece el nacimiento de un gran río, como se supone que es el Pisuerga. Mas allá de la entrada rápidamente llegamos al final de la zona que conozco. Hay una galería lateral fósil en plan meandrito divertida de recorrer. Pero enseguida volvemos a la vía principal. El río lleva poca agua y no hay ninguna dificultad en seguir su cauce todo el tiempo. Pero para mayor comodidad llevo puestos unos escarpines de neopreno y unas botas de monte. Zaca, Félix y yo vamos rápido hacia dentro y paramos de vez en cuando para esperar a los demás. En una de las veces que nos separamos nos quedamos en avance solo cinco: Alberto, Zaca, Félix, A.Benito y yo. Creo que el resto se vuelven hacia la entrada. La tónica dominante es el avance sin obstáculos bien por guijarros y cantos rodados, bien por roca lisa por la que corre el arroyo limpiamente formando meandros. Me encuentro con tres espeos que vuelven todos vestidos igual, con un jersey azul que lleva una inscripción de un grupo de rescate. Me cuentan que hay que mojarse un poco más adelante. Nos frenan un par de zonas en que hay que hacer equilibrios para no mojarse los pies. Y algún sitio en que hay que agacharse. Luego, ya casi al final del río, un paso bajo con abundante agua y viento obliga a mojarse hasta el culo. El agua está realmente muy fría y hay varias remojadas más que nos llevan hasta una bóveda sifonante. Volviendo un poco atrás encontramos a la izquierda un meandro sin río que nos va llevando en varias remontadas hacia el final de la cueva. Según Zaca es aquí donde esta el sentido del nombre de la cueva: parece que hay una colada de carbonato de cobre azul. Los dos primeros resaltes los subimos con un puño para todos y un poco de inventiva. Pero el tercero es de unos 10 metros y más vertical. Decidimos no arriesgar nada. La vuelta se hace rápido salvo una corta parada para tomar un poco de comida.
Cuando salimos nos damos cuenta que el tiempo ha cambiado. Hace frío y las nubes se arrastran por las cumbres hacia el valle. A mitad de bajada alcanzamos a Perico y Juan. Félix me cuenta cómo comenzaron las exploraciones en La Calaca de Soba: un paisano de la zona les había robado parte del material que habían dejado tras un fin semana. La siguiente vez que fueron decidieron dejar el material abajo de ese agujero que había junto al sendero, y ese agujero resulto ser una interesante cueva: La Calaca. Poco después, durante una incursión exploratoria a La Calaca, Félix se fue tras unas piedras a mear y así descubrió la continuación hacia el Mortero del Crucero. Todo casualidades. El tiempo pasa volando y nos despedimos de mis antiguos compañeros de espeleo ya casi de noche. Se agradece entrar de nuevo en el coche para calentarse un poco. Es como si hubiera llegado el invierno de golpe. Nos vamos hacia Liébana donde llueve con abundancia. Eso es bueno.
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