Durante el verano el interior de Murcia es un infierno : Así opinan la mayoría de sus habitantes, es decir los murcianos, y, en consecuencia, en cuanto tienen la más pequeña oportunidad, emprenden la huída al verde norte. Primero llegaron Mavil y Esperanza y unos días más tarde Joaquín y Ono. Nos reunimos en Lomeña, cerca de Pesaguero, donde habíamos alquilado una casa rural. Los dos días siguientes los dedicamos a escalar algunas vías en Peña Cigal. Y a comer los deliciosos quesos que Mavil había comprado. Pero el domingo abandonamos Liébana y establecimos nuestro campamento en mi casa de Setién.
El lunes lloviznaba, había algún que otro cansado de las escaladas y, sobre todo, se trataba de realizar una actividad al alcance de todo el grupo. Decidí que fuéramos a La Hoyuca. Es una cueva muy cercana, bonita, sin complicaciones de cuerdas y con algunas gateras cortas y muy divertidas. En media hora Espe, Ono, Mavil, Joaquín y yo nos presentamos en el barrio de La Iglesia de Riaño.
Esperanza ya nos había avisado que sufría de un indeterminado nivel de claustrofobia. Sin embargo cuando vio la entrada de la cueva se negó en redondo a seguir. Mavil intento convencerla durante un par de minutos pero me di cuenta por su tono de voz que iba en serio. Quedamos en realizar una visita de unas tres horas y reunirnos con ella en el coche.
Los primeros conductos sorprendieron a mis acompañantes. Les conté algo sobre la estructura de la cueva y sobre sus exploradores, los ingleses enamorados de Matienzo. En el paso de la diaclasa, uno de los varios que permiten atravesar la laberíntica red de entrada, Ono se quedo atascado por la caja torácica. Afortunadamente existen otros pasos para alcanzar la red interior. Le lleve por un hermoso camino, con algunas pequeñas dificultades, pero sin estrecheces. Todos juntos recorrimos la amplias galerías zigzageantes hacia el sur.
Al llegar a la zona activa les di una pequeña lección sobre la morfogénesis de los entrelazados conductos de esta zona. Ono asistió a la lección con gran interés: creo que sería un gran alumno. A la altura de Quadraphenia abandonamos First River y tomamos su acceso a la derecha. Visitamos muchas galerías, algunas de ellas con bonitas formaciones. Puntos de topo recientes nos revelaron que los ingleses trabajaban en la zona y ,además, un pasamanos hacia un nivel superior parecía indicar nuevos desarrollos en la exploración de la cavidad.
Para salir elegimos otro divertido paso que conllevaba atravesar un meandrito ascendente, una gatera ortodoxa y un meandro desfondado. Poco después volvíamos a salir a la llovizna. En el entreacto Espe había contactado con los paisanos del lugar y visitado el bar del pueblo. Por lo que percibí los turistas espeleólogos no salieron demasiado entusiasmados de la cueva. Mavil llego a decir que no le había gustado. Quizás –es una lástima- hay una incapacidad en algunas personas para apreciar la belleza en la combinación de lo modesto y lo discreto. Se olvidan también de lo misterioso. Para mí La Hoyuca es una verdadera joya...
El martes amaneció un día agradable. Mavil se sentía cansado y se quedo tumbado en la tienda que habíamos montado para él bajo los cipreses y avellanos del norte de la casa. El resto del grupo fuimos a la Cueva de Tocinos, cerca de Ampuero. Tuve la corazonada de que Espe iba a entrar sin problemas en esta cueva. Marisa nos acompaño en esta ocasión.
Me deprimió observar las nuevas plantaciones de eucaliptos y la necesarias ampliaciones de la pista que conllevaban. ¿Nunca aprenderán los españolitos a apreciar y respetar el medio ambiente, a conjugar desarrollo y conservación, a hacer las cosas con armonía? Se pueden plantar eucaliptos, quizás es una necesidad, pero se puede hacer de forma que solo salpique débilmente el paisaje. Y lo de las pistas mejor no comentarlo.
A la boca de la cueva llegué un poco por intuición. Nunca voy por el mismo camino. La galería de entrada estaba muy resbaladiza, más que nunca. Íbamos descendiendo con mucho cuidado, mirándolo todo y haciendo fotos. A la entrada de la galería que cortocircuita el río a un nivel fósil hicimos una parada y Joaquín me acompaño a echar un vistazo a la parte alta y final de la galería transversal de entrada. Arriba del todo encontramos una acogedora capillita.
La galería fósil del cortocircuito es muy bonita. Paramos a hacer más fotos. El río que aguas abajo habíamos visto con un pequeño caudal, aquí presentaba una sequía total. Pudimos avanzar por la amplia galería sin mayor problema, salvo pequeños resbalones en los cantos rodados untados de barro. Bajo la segunda galería transversal hicimos un alto. Animamos a Ono y Espe para que trepasen al nivel de ese enorme conducto pero, finalmente, solo lo visitamos Marisa, Joaquín y yo. Hurgamos hacia el este hasta el final-final y llegamos a una zona colmatada de barro seco y tierra sin posibilidades de continuación. Había pocas huellas. También subimos hasta unas bellísimas formaciones en la zona oeste. Cuando volvimos intentamos sin éxito animar a nuestros compañeros a realizar la trepada pero no hubo manera.
Ya de vuelta a la galería del río -aguas arriba- empezamos a hablar de comer. Les dije que esperasen hasta llegar a la tercera galería transversal. Tuvimos que vadear varios pequeños embalses que habían subsistido a la sequía. Llegue unos minutos antes que el resto del grupo al cruce y eche un vistazo a la zona alta de la tercera galería transversal. Comimos algo liviano. Después Joaquín y yo visitamos el río aguas arriba hasta que se hizo necesario vadear profundos lagos.
Hicimos la vuelta a la superficie en mucho menos tiempo que la ida. Nos recibió un calor tropical. De primeras dudamos entre cocinar o irnos a un restaurante. Era media tarde, tiempo de nada. En un hiper a la entrada de Laredo realizamos una gran compra de pescado, langostinos, cervezas y aperitivos. Esa noche nos pusimos moraos para celebrar las últimas actividades...
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