Texto: Antonio G. Corbalán
Fotos: Miguel F. Liria
Aquel día había nevado. Mavil tomo la sabia decisión de evacuar, sin esperar a vernos, su campamento en Soba y coger rumbo al Sur. El deseo de conocer las cuevas de Cantabria sólo le dio ímpetu para cinco días. Pero con el invierno cantábrico no se puede jugar impunemente. Así las cosas llamé a Miguel y acordamos una incursión leve en la Red del Gándara. Había que acabar algunas tareas de balización y revisar algunos desperfectos en las zonas ya instaladas. Pero fundamentalmente teníamos que realizar algunas instalaciones nuevas, balizaciones urgentes por su cercanía a la entrada de la cavidad. Me hubiera gustado contar con un grupo más nutrido de colaboradores pero las circunstancias no lo permitieron.
Eran casi las once cuando llegamos a la desviación del Portillo de la Sía. La carretera estaba bloqueada por un rebaño de vacas. Dos chicas jóvenes, con aspecto saludable y enérgico controlaban el rebaño. Iban a pie y portaban flexibles varas de avellano extremadamente disuasorias para los bóvidos. Al fijarme en el ganado me sorprendió el evidente cruce de razas que pintaba en su piel: vacas rubias, al 50% o más, con tudancas. Algunas portaban los típicos anteojos de esa raza. Me apeno que no fuesen 100% tudancas. Me gustan las tudancas: ágiles como cabras. Pare el motor para saborear el espectáculo. Era evidente que la amenaza de las nieves tempranas les había obligado a hacer ese trabajo el sábado por la mañana. El telón se cerro con dos adolescentes a caballo. Seguramente eran los hermanos pequeños de las chicas.
Unos doscientos metros carretera arriba accedimos al aparcamiento acostumbrado. Un enjambre de espeleólogos rodeaban los tres coches aparcados. Sin dudar ni un instante dimos la vuelta para dejar el coche más abajo, junto a la curva de la desviación. En cinco minutos estábamos listos y andando. Camino de la cueva nos mezclamos con un pequeño grupo de británicos. Uno de ellos comentó que iban hacia la Sala del Ángel. A pocos metros de la entrada nos sobrepasaron casi todos. Teníamos que revisar las fijaciones del hilo a las varillas.
No tardamos mucho en reparar todas las instalaciones hasta el Delator. Sólo faltaban algunas fijaciones que habían saltado, con toda probabilidad, por la fuerza producida al formar el hilo ángulo obtuso en un plano vertical y no estar bien afianzado. De cualquier forma una revisión anual o bianual sería suficiente para las instalaciones más transitadas. Realmente es muy raro que alguien tropiece y rompa una varilla y mucho menos el hilo. Que yo recuerde solo he visto, en los más de tres kilómetros que están balizados en las cavidades cántabras, una varilla rota por un tropezón.
El objetivo principal consistía en terminar la balización en la Sala del Mago. Desgraciadamente encontramos una de las cuerdas de acceso a la Sala del Mago en un estado lamentable. A unos cinco metros de altura la camisa estaba destruida por completo debido a un roce. El alma era perfectamente visible a lo largo de cinco centímetros al menos. Intentamos acceder a la cabecera escalando en chimenea hasta una cornisa. Pero la cornisa se cortaba exigiendo un paso arriesgado. La seguridad requería colocar alguna fijación y el uso de cuerda de escalada. Es digno de destacarse que la realización, por parte de los últimos usuarios, de un sencillo nudo hubiera facilitado el ascenso y sustitución de las cuerdas.
La balización de una desviación de la Sala del Fisc exigió poco esfuerzo mental y físico. Justo después de acabar fuimos a visitar una zona cercana, que no conocíamos ni Miguel ni yo. Encontramos, más allá de unas gateras, una sala con un pozo y unos aportes cuyas posibilidades de prolongarse resultaban obvias. Hará falta material y esperar una época de menos lluvias para poder mirarlas.
Mientras Miguel iba de visita a la zona superior del Jacuzzi, comencé la colocación de varillas en la Galería preliminar a la Sala del Fisc. Ésta zona, que en un primer análisis no parecía requerir balización se ha mostrado interesante al mirar con más detalle. Corales y riachuelos salpican el suelo y, tanto en su comienzo como en su final, es necesario indicar sin ambigüedades donde se debe pisar (para no pisotear todo) Mientras terminábamos este trabajo pasaron de vuelta los británicos. No habían conseguido llegar a la Sala del Ángel por falta de cuerda en los pozos.
Salimos relativamente pronto y descansados. Dedicamos un rato, sobre el plano, a estudiar las posibilidades de continuación pero, mientras elucubrábamos, cayeron varias cervezas en el Restaurante de Casatablas. Lo que está claro es que se presenta un conjunto de atractivos proyectos espeleológicos para el próximo año. Y la necesidad ineludible de balizar las zonas sensibles de las cuevas transitadas por multitudes.
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