Ninguna actividad subterránea me resultaba atractiva ese fin de semana. Mavil iba a ser mi único compañero. Costo concretar lo que íbamos a hacer: desobstruir en el Ojón el HO1. Nos encontramos en una mañana soleada en el centro de La Gándara. Le había pedido que subiéramos en su furgoneta pero al final decidí llevar mi utilitario. Un coche duro y sencillote.
La subida por la pista fue de pegada. El coche subió con alegría todo el tiempo. Incluso la zona de grava y montículos. Lo abandonamos donde la pista emerge del bosquecillo de abedules. En diez minutos estábamos instalados junto a la dolina del HO1.
Trabajamos con tranquilidad y entusiasmo sacando piedras cuando su peso lo permitía y moliéndolas adecuadamente cuando eran demasiado pesadas. A las tres hicimos una parada para almorzar.
Echábamos en falta un capazo para sacar tierra y piedrecillas. Fuimos a una de las cabañas cercanas a buscar un saco viejo. No encontramos ningún saco pero si un capazo. Como no había nadie a quien pedírselo (pero si había un coche aparcado en las cercanías) decidimos no tocar nada. No deseábamos ningún malentendido.
Seguimos con nuestro trabajo hasta el atardecer. El resultado fue un agujero muy notable. Para bajarlo era necesario un destrepe. Lo que no conseguimos fue ver un hueco importante hacia abajo. Además no percibimos, en ningún momento del día, un flujo de viento como el que nos llevo, hace años, a fijarnos en HO1. Bastante inquietante…
Volveremos al tajo en un futuro cercano. Quizás con una taladradora más eficaz...
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