8/5/2015
Había recibido una convocatoria para ir de visita al infierno. Lo sabía de antemano. Esas cosas se saben aunque nadie hable de ellas. Para ser fiel a la verdad si que se hablaba y mucho. Cada cual dentro de su círculo de confianza, o un poco más allá si me apuras, comentaba la misma cantinela. En Internet ya era un clamor hace días. Hable varias veces con unos y con otros. Aquello no tenía muy buena pinta. Unas ganas ínfimas, alimentadas de una pretendida responsabilidad, de un sentimiento del deber, me llevaron hasta allí. No me sentía, ni me siento, identificado con ninguna posición. Soy -he sido siempre- un francotirador pacífico y solitario. No he estado ni jamás estaré, por más que algunos me interpreten cantos de sirena, en ninguna trinchera de infantería.
Antes ya, y durante varios meses, pude constatar la falta de habilidades diplomáticas de unos y de otros. Aparte de eso solo había un hecho certificado por mi propia observación. Un único, claro, incontrovertible y solitario hecho:
antes de la cristalización del espeleosocorro, pocos meses hace de ello, había nubecillas en el cielo. Que no era un cielo claro del todo saltaba a la vista de cualquiera, pero al menos sólo eran nubecillas. Después de recibir la subvención de 14.000 € se espesaron las nubes rápidamente. Ahora teníamos encima nuestro una tormenta tropical. Y el viernes ocho de mayo se anunciaba un violento tornado.
Todo lo que pudieran contarme, aparte de lo dicho, estaba, y está a día de hoy, de más. ¿Por qué habría yo de luchar en esta guerra? Unos y otros afirman cosas de las que no tengo, de momento, pruebas documentales. Y aunque en un futuro puedan presentarse dichas pruebas lo correcto sería llegar, mediante el dialogo, a acuerdos. Acuerdos que beneficiarían a todos.
La Asamblea de la FCE fue un batalla a muerte desde su comienzo, ocho de la tarde del viernes 8 de Mayo del 2015, hasta su finalización, las cero horas y treinta minutos, del día siguiente, por lo menos. Digo por lo menos ya que, agotado psíquicamente, me marche a las doce y cuarto cuando se discutía el último punto y faltaban aún los ruegos y preguntas. El estilo de la batalla fue el tiro al blanco en barraca de feria. Desde varias posiciones se tiro libremente a la diana, a los monigotes y a los premios. Algunos asamblearios mostraban una sonrisa magnífica. Quizás el placer de hacer sufrir al enemigo, tal vez de destruirle, actuaba especialmente sobre ellos. Desde la barraca se desviaban las balas con gran habilidad. Alguna bala, incluso, llego a darse la vuelta camino de los asamblearios. La barraca lucho básicamente a la defensiva pero con gran contundencia todo el tiempo. Evidentemente esto, como todo proceso incendiario, inicio focos nuevos que a su vez iniciaron otros y así sucesivamente de forma que el resultado, a la larga, es del todo imprevisible. Siembra vientos y recogerás tempestades. Siembra tornados y recogerás tifones, terremotos y volcanes. La guerra no se ha acabado.
La gota que colmó el vaso de mi paciencia fue el constatar que a la mayoría de los que forman el colectivo les importa un carajo que se haga algo positivo en el otro bando. La emergencia en Perú hacía muy comprensibles, fácilmente perdonables, algunos errores de uno de los lados. Por el otro, todo el trabajo de conservación de cavidades, y el esfuerzo de lanzarlo, era también ignorado: muchos clubs ni siquiera habían pasado a recoger los calendarios (de conservación) patrocinados en esta ocasión por la FCE. Una vez que el otro es declarado enemigo toda iniciativa suya, y cualquier virtud que posea, es interpretado como algo negativo. Pero ¿acaso no es así como funciona el sistema político? ¿Por qué el resto de la sociedad iba a funcionar de otra manera? ¿Por ventura no somos los mismos latinos, patriarcales, mafiosos y vengativos? Unos con más poder y otros con menos, o con ninguno en absoluto.
Una amargura especial me invadió. Era la constatación de que el colectivo que disfruta del Patrimonio Natural Subterráneo somos un grupo de gente muy vulgar, digamos que algo raros por su afición a estar bajo tierra, pero claramente con pocas luces y muchas sombras, valga la analogía. Un hecho que he estado negándome a asumir durante décadas, pero que ahora me pesa como una losa de plomo. Nuestra vulgaridad nos convierte en un enorme peligro para el Patrimonio. Por otra parte, es triste reconocerlo, ni siquiera hemos podido ponernos de acuerdo para organizar un sistema de rescate por si a alguno de nosotros, Dios no lo quiera, le pasa algo dentro de una cavidad. Somos un auténtico fracaso. Que nadie se consuele pensando lo más simple: es el otro el que tiene la culpa. Falso. Tenemos lo que hemos construido. Nos encontramos con nosotros mismos reflejados en un espejo. ¿Acaso a estas alturas alguien piensa que si se hubieran intercambiado los papeles de los protagonistas no hubiéramos tenido problemas similares para gestionar los 14.000€ de marras? ¿Por qué no observáis los procesos que se han producido en los últimos veinte años en vuestros propios clubes para aclarar este punto? La sucesión de fisiones, rupturas y transferencias por rencillas diversas forman una serie sin fin.
Dicho todo esto aún me quedan fuerzas para pensar en positivo. Algo aprenderemos de esta guerra. Supongo que terminarán aclarándose las cosas que están poco claras. Porque más turbias que están ya no pueden estarlo. En cualquier caso las cuevas siguen ahí, los espeleólogos también seguimos, unos más y otros menos, y, de alguna manera que no imagino ahora, las cosas cambiaran. Que sean diferentes nos ayudará a verlo todo de otra manera. Además, y no está de más decirlo, después de las guerras suele venir un periodo de paz. Sólo por pura hartazón y cansancio. Y no por que los homo sapiens vayamos a cambiar en el fondo.
9/5/2015
Otra guerra diferente:
UNO
DOS
3 comentarios:
No te preocupes Antonio. Para las emergencias está la Guardia Civil: jerarquía, disciplina, preparación y vocación de servicio. Por lo demás, a mi modesto juicio, a estas aficiones de riesgo les pasa como a la fiesta de los toros: si no hubiese de vez en cuando una tragedia carecería del menor interés.
Puedo entender esa neutralidad si hablamos de discusiones sobre como gastar el dinero, que cosas hacer o no hacer en la FCE, Pero esta claro que en este momento hablamos de parar a un dictador bolivariano, que usa tacticas rastreras para anular los votos que no le son fieles, represalia a cualquier grupo que le lleva la contaria, se niega a presentar cuentas con disculpas adsurdas.
Ante eso no se puede ser neutral, luego cuando se le pare , podemos volver a nuestro pasotismo intrinseco sobre la FCE, la conservación de cavidades, la política...la vida en general...
Pues sí, de acuerdo, pocas cosas son más estimulantes en esta vida que intentar parar los pies a un dictador. Si es bolivariano todavía más. Por cierto, ¿conoces algún dictador que no considere a los perros más fiables que a las personas?
Publicar un comentario