Las cosas iban a ir mejor esta vez. Lo sabía de antemano. Con más parsimonia que usualmente, a las once más o menos, penetrábamos en una cueva que ya habíamos visitado varias veces en los últimos meses. El tiempo atmosférico estaba siendo una sabia mezcla cuyo sabor aromatizaba con suavidad todo el territorio. Primaveral y tropical al 50%.
Nacho y yo emprendimos la marcha un minuto después de parar el coche. Hacía calor. De todas formas la saca pesaba más. O menos. A lo lejos vimos perros con su dueño. Yo no quise hacer mención de nada especial.
Solo un poco de tiempo nos separaba del Mulhacen. Los ciclistas se acercaban demasiado al centro de la carretera. El tema especial del periódico era el mundo musulmán y el estado islámico. Hay que comprender que están frustrados. Pero también hay mucha otra gente frustrada en el mundo. En realidad todos estamos frustrados. ¿y que?
Todo seguía igual a sí mismo. Nada había cambiado aparentemente. El aire soplaba con fuerza en la estrechez. Me inclinaba a ser práctico. Primero iríamos a la zona que habíamos dejado medio balizada la última vez. Coladas de un blanco cremoso con micro gours rellenos de frágiles cristales. En un santiamén estaríamos allí.
Poco después de comenzar la cosa estaba encarrilada. Y poco después del poco después la cosa estaba complicada. ¡Con lo contentos que íbamos! El taladro recién arreglado funcionaba de pegada. Aquellos problemas desesperantes se habían resuelto. Un contacto suelto provocaba interrupciones aleatorias en duración y posición. No había ningún factor claro. Un contacto falseando en el interior de la máquina. Maquina barata pero con pocas garantías. Pero estaba resuelto por unos módicos 15 € en Óxido 21. ¡Y ahora la habíamos cagado otra vez!
La primera fue la china de 3,45 € comprada en Merlin Leroy. Sólo se me ocurre meter la otra, “la mejor broca”, en el mismo agujero. Cascó en dos segundos. Aparentemente se había acabado el trabajo por hoy. Pero no íbamos a dejarlo sin luchar. En primer lugar la broca hacía agujero pero muy lento. En segundo lugar había terrenos de arena o barro compactado. Y había coladas costrosas.
Pudimos acabar el trabajo en el extremo izquierdo de la galería grande. La colada final está impoluta. Es una zona interesante, al estilo de lo que nos tiene acostumbrados la cueva. Recogimos rápido y nos fuimos a otra zona de acceso un tanto enrevesado. Por el camino tuvimos que hacer algún malabarismo para no rompernos la crisma.
Las galerías que fuimos recorriendo eran grandes. Había formaciones abundantes y dos zonas de grandes coladas de un blanco cremoso pastelero con zonas de blanco intenso. Avanzamos bastante hasta un punto adecuado para una comida-merienda. Tenía un bocadillo de rollitos de cangrejo mezclado con salmón ahumado y un poco de mostaza. Me lo había preparado yo mismo por la mañana. Estaba para merendárselo. Además teníamos una manzana y algo de chocolate.
El trabajo en la primera colada (zona del Volcán), la grande, fue sobre ruedas. Mejor imposible. Quedo una señalización bien discreta pero muy eficaz. Apenas se nota. El trabajo en la segunda colada también fue bien pero lo dejamos porque la roca madre no era taladrable con la broca descabezada. No importa. Volveremos a terminar el trabajo tranquilamente. Mente.
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