20/1/18

Cueva Equis


Ese día estuve indeciso y remolón al despertar. A mi parecer habían quedado muy temprano para la actividad prevista. Una cueva de unas dos o tres horas y a quince minutos andando desde el coche. Para luego, a las tres de la tarde, ir a comer en un restaurante situado justo al lado del aparcamiento. Y yo me preguntaba que para qué era necesario quedar a las ocho y media. Sumando tres horas de cueva y una hora de preparativos y caminatas daban cuatro horas. Con tal de estar a las diez en la Molinuca nos iba a dar tiempo de sobra. Así que me lo tomé con mucha calma. Llegamos tarde a la primera cita, ocho y media, y a la segunda también, nueve en la Casa Azul. Y llegamos tarde a los preparativos. Menos mal que Paco se apiadó de nosotros y nos esperó con un grupito del SCC, Julio, Lucy, Nano, … para indicarnos por dónde se iba a la cueva.
El día estaba primaveral en las cercanías de Panes, Valle del Cares. Pero todavía hacía un poco de fresco que invitaba a caminar. Con la presión de que todos nos tuvieran que esperar, ser los últimos, en menos de cinco minutos Marisa y yo estábamos ya en marcha. Una cómoda pista hormigonada nos condujo directamente hacia la Sierra de Cuera. La pendiente era fuerte pero pocos minutos después nos encontrábamos en la boca de la cueva. Aproveché la ocasión para disparar varias fotos a traición en el tumulto que se había formado en la boca.
El tránsito dentro de la cueva era cómodo con pequeñas dificultades puntuales. Las salas, medianas más bien, se sucedían unas a otras. María no recordaba bien la ruta principal de visita. La desorganización y la dispersión fueron creciendo hasta ser la tónica dominante. Pero eso tenía muchas ventajas, entre otras la de poder sentarte relajadamente a mirar. Mientras la mayoría rebuscaba o visitaba algo interesante me dediqué a hacer fotos, más bien retratos espeleológicos.
           En un momento dado me entro la vagancia. Me quedé solo, en la inopia, escuchando a todo el grupo en la lejanía. Cuando ya apenas les escuchaba me entro el temor de perderles y de perderme. Me puse en modo rápido y les di alcance en una amplia sala. Se disponían a almorzar. Un buen tiempo para sacar la cámara y dispararles a traición. Casi siempre es a traición cuando salen las mejores fotos-retrato.


En otro tumulto que se formo en la parte alta de la sala se desprendió un bloque que rozo a Julio. Le dolía la pierna. Además Juan, el nuevo, tenía un problema en el pie debido a una rotura de la que estaba en recuperación. Con Lucy, Fernando y su compañera decidimos salir mientras el resto del grupo visitaba otra sala. Durante el trayecto de vuelta estaba bastante despistado. Me entretuve haciendo chistes sobre la pérdida en el laberinto subterráneo. Pero no paso más de media hora y estábamos fuera. Nada mas llegar al aparcamiento llego el grupo que se había quedado.
La comida no estaba preparada y aprovechamos para comenzar a beber cerveza. A las tres seguíamos esperando y a las tres y media también. Se ve que el restaurante solo nos tenía a nosotros por comensales. Cerca de las cuatro menos cuarto nuestra hambre había crecido peligrosamente. Nos metimos en tumulto al comedor y la mayoría comenzó a comer trozos de pan y s beber vino. Por suerte llegaron los primeros: risoto o fabes. Luego llegaron los segundos: filetón o revuelto. Luego llegaron los terceros:  picón con membrillo u otras cosas menos notables. Y luego café  con memeces para podernos levantar.
Jimmy nos quería llevar a una mina a unos tres kms. desde allí. Nos dijo que tenía formaciones notables. Fuimos en los coches hasta un aparcamiento cercano. Yo no tenía intenciones de entrar pero Lucy me ofreció botas y frontal, y fui a ver que había. No me arrepentí. Un conjunto de notables formaciones verde-azuladas en ambiente minero.
Cuando salimos se produjo la dispersión. Unos volvieron a sus casas y otros se fueron a Liébana. Una interesante salida y una excelente comida a un precio inmejorable: 12€.  


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