Hace pocos días estuvimos en la torca de la Luna Llena Moisés, César, Susanna & me. Nos quedamos con la miel cerca de los labios. Y este sábado, 26/11/2005, pensábamos repetir en la torca los mismos actores. Sin embargo el viernes me entero de que César no viene -aún siendo el promotor de la fecha- y, por otro lado, también me entero de que Manu se anima a venir. El tiempo es garrafal. Diluvia, nieva y la temperatura anda por 3º. Esto es así desde el viernes y todo el fin de semana promete continuar en la misma línea. A pesar de que todos los elementos nos aconsejan quedarnos en casita metidos en la piltra nosotros hacemos caso omiso y quedamos a las 10 en Monpía. Cuando llego Manu lleva esperando diez minutos en su furgoneta verde. A las 10 1/4 Manu y yo empezamos a sospechar de Moisés. A sospechar que no aparecerá. Pero si aparece. Y nos montamos todos en la furgoneta verde de Manu para ir hacia Toporías, en donde vamos a dejar el coche. Por el camino nos amenizan un par de granizadas y cuatro o cinco chubascos. A partir del Alto de Quijas la nieve salpica el paisaje.
Diletantes, andamos buscando un aparcamiento. Aún necesitamos convencernos de que vamos a subir a la Luna Llena.... Algunos tienen que cambiarse de indumentaria. Por suerte yo he venido listo para salir andando: llevo puestas, incluso, las botas de pocero. Pero para mejorar aún más mi situación me pongo el mono exterior, un anorak y me cubro con un paraguas. Moisés&Susanna se han metido en una obra a cambiarse. Salen listos para la guerrilla. Manu se cambia dentro del coche. Se queja de lo fríos que estan los escarpines. Para mis adentros pienso que más fríos van a estar dentro de un rato. Manu y Moís se guarecen bajo paraguas y Susanna mucho más aguerrida y vital pasa de paraguas.
Durante la aproximación pisamos casi de continuo la nieve que ha engrosao uno o dos dedos. El frío se nos pasa andando. Nos cruzamos con una rebaño de vacas, estilo Tudanco, con hermosos cuernos de puntas blancas y remate negro que bajan rápido del monte. Se las ve lustrosas y ágiles. Moisés se dedica a sortear charcos para no inundar sus botas agujereadas. Los charcos tienen una fina capa de nieve por encima. La torca de la Luna Llena fuma. El penacho de aire caliente que sale forma una neblina. Moisés descubre a poca distancia de nuestra torca, a la misma mano de la pista y en lo más denso del bosque otra fumata que forma nube. Acabamos de descubrir una nueva sima. Manu y yo nos metemos debajo de un hermoso árbol a ponernos los arneses y dejamos los paraguas colgados de una rama mientras Moisés&Susanna se los ponen en la misma pista.
Entro a la sima el primero seguido de Manu, de Moisés y de Susanna. Al principio solo encuentro goteos insistentes que, para nuestra desgracia, enseguida van formando chorrillos, reguerillos, arroyuelos, para acabar siendo cataratas. La sima no esta húmeda sino mojada; totalmente mojada. En los tres primeros pozos nos escapamos del agua sorteando con habilidad los chorros; pero el cuarto pozo nos hunde en la miseria. Justo en la repisa que se toma para ir hacia la gatera y el pozo paralelo, justo en esa repisa cae una catarata que te da en los morros. Acabo alcanzando el inicio de la gatera estilo bacalao en remojo. Además durante las esperas se va incrementando la humedad a base de gotas en el pescuezo o chorrillos por el manguito del mono o sentadas en reguerillos acuosos. Para cuando vengo a darme cuenta ya estoy empezando a hartarme de la sima. Por lo menos nos queda Marlboro, el sabor de la aventura.
Al cabo de un rato interminable nos reunimos todos en la cabecera del Pozo Diaclasa y empezamos a preparar los instrumentos de desobstrucción ya que justo en el lugar de la acción va a ser bastante difícil hacerlo por la ausencia de repisas amplias. Conectamos el pack de baterías para taladrar e insertamos los terminales del cable. Verificamos que el invento funciona. Metemos en una saca todo esto y al lado el taladro. En otra saca llevamos el resto de instrumentos para ayudar a hacer agujeros... Dejamos la comida, el agua y todo lo prescindible, incluyendo la cámara digital, en la cómoda salita.
Moisés baja conmigo como ayudante de operaciones. Para abrir boca cuando conectamos la batería el taladro se queda en off. Luchamos con la razón. Con lamentos de todo tipo sacamos las baterías que embalamos en la saca y, con mucho cuidado para que nada se despeñe por el estrecho pozo conjuramos un fallo de conexión. Las paredes del pozo que el primer día estaban secas hoy rezuman un barrillo pernicioso que se pega a todo lo que tocamos. Un patina de color mierda empieza a invadirlo todo de forma siniestra. Inspecciono la estrechez y elijo el punto más cómodo y ancho para mejorarlo arrancando un buen trozo de roca. No más comenzar a taladrar me doy cuenta de que esta vez no va a ser nada fácil acabar el agujero. El barrillo se introduce en el agujero haciendo que la resistencia bloquee la broca. Es necesario un movimiento de mete-saca para poder desalojar el polvo húmedo...Y luego soplar bien con el canutillo para limpiar mejor. Sin embargo el canutillo tiene la manía de obstruirse con los barrillos. Tras quince minutos de bregar conseguimos terminar el agujero. Conseguimos un desmoronamiento impecable.
En cuanto bajo me meto por el estrechamiento que ha quedado “suficiente” pero algo incómodo; si las exploraciones se prolongan habrá que abrir un poco más. Moisés se reúne conmigo y me convierto en su ayudante para instalar la incómoda cabecera de lo que sigue. Metemos dos parabolts y dejamos el taladro y las baterías en una terracilla.. Moisés baja buscando el camino más ancho. El pozo me recuerda la estrechez de la Toño-Cañuela. Enseguida Mois me llama y nos reunimos en un amplio ensanche. Fraccionamos en un puente natural y Moisés sigue bajando hasta que el pozo desemboca en el techo de una amplia sala. Durante veinte o treinta minutos Mois burila para meter un spit que se hace el duro. La roca ha cambiado de nuevo de arenisca asquerosa a buena caliza. Los de arriba gritan desesperados de frío y yo les grito desesperado que bajen. Pero la forma del pozo impide que nos entendamos. Solo se oye un farfullo ininteligible. Por fin Mois consigue acabar y bajamos expectantes los dos.
La sala exhibe a media altura uno o dos laminadores arenosos que habrá que mirar. Enfrente de donde bajamos, y previo un pequeña resalte que habrá que escalar, confluyen distintos conductos que se ven amplios. Pero seguimos hacia el fondo del pozo e instalamos en un natural alcanzando un par de galerías que soplan débilmente y que necesitarían desobstrucciones para proseguir. Como sabemos que los de arriba estarán congelados decidimos empezar a subir aunque de buena gana nos quedaríamos ahora que tenemos los frutos del trabajo frente a nosotros.
El Pozo Diaclasa es laborioso pero se deja subir. Hay un tramo en que mejor que jumarear es escalar asegurándose con el croll. Las paredes tienen abundantes salientes para poder ir apoyándose y se mueve uno mejor libre de aparatos. Pronto descubrimos que Susanna y Manu han huido. De ser más inteligentes todos habríamos huido desde esta mañana. Mois y yo alcanzamos la gatera rastrera en donde comienza de nuevo el infierno de viento y agua. Espero mi turno hasta que Moisés completa su ascenso del cuarto pozo. Me grita un berrido inhumano y salgo disparao de mi escondite bajo la lluvia de la cascada. Me lanzo cuerda arriba y solo descanso en la cabecera del pozo, ya lejos del cruel chaparrón helado. El resto del ascenso lo realizo como un excombatiente perdido en la llanura. Salgo un poco a rastras.
Fuera nos espera la nieve, la noche y el frío que incrementan las sensaciones desagradables. Pero, todo hay que decirlo, nos sentimos satisfechos por los resultados del trabajo. Y nos damos todo el autobombo que nos merecemos. Bajamos directos al coche gracias a que Moisés se conoce esto a la perfección fruto de mil correrias entre Comillas y Cabezón. Borracheras épicas perdido en las pistas de la zona eludiendo los controles de alcoholemia. Y cuando llegamos encontramos a Susanna y Manu intentando calentarse dentro del coche. Susanna esta enfadada por no haber bajado a ver los nuevos mundos descubiertos. Manu solo piensa en huir del frío. Sentimos calor cuando nos quedamos en pelotas al cambiarnos. Y mucho más cuando nos ponemos la ropa seca. Paramos a tomar algo caliente en un bar llamado La Gándara. Nuestra sorpresa es luminosa cuando nos encontramos con Eduardo “Momy” y varios amigos de su banda, entre otros Joserra, que han venido a visitar la cueva de Udías. No podemos creernos la casualidad: Joserra fue el primer explorador de la torca de la Luna Llena. Charlamos un buen rato al calor del bar. Miro a mi alrededor y me encuentro con una colección de minerales y un acuario con dos pirañas. Curioso. La dueña del bar juega en un portátil acodada en la barra. De buena gana me quedaría charlando en este lugar. Pero nos vamos cada uno a nuestra casa. A tomar un buen baño de agua caliente.
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