No fuimos ni el fin de semana anterior ni tampoco el penúltimo a hacer espeleo. Pero este del 6/11/05 si vamos. El esperado César aparece por Cantabria matando muchos pájaros de un tiro. Entre otros visitar la torca de la Luna Llena para explorar la vía recientemente encontrada por el y Mois. Por descontado Mois, enamorado de la zona de Udías, es el principal promotor de esta salida. Y Susana tambien es embarcada en la movida.
La fría mañana del domingo esta despejada. Quizás 5ºC en algún momento. Quedo con César, Mois y Susana justo en Monpía a las ocho y cuarto de la mañana por eso de que hay que ir temprano para que César pueda volver al bonito infierno de Madrid a una hora razonable. Dentro del coche hace buena temperatura. La verdad es que se esta bastante bien. Sin embargo el exterior está frío y húmedo. Susana se queja un poco. Yo me quejaría más aún pero me contengo. Nos entretenemos preparándonos con parsimonia. Todos me vacilan con mi nuevo mono gris aspecto oso de peluche. La verdad es que miran con mucho interés. A veces dudo de las tendencias sexuales de mis colegas. Son muy raros. La única de la que me fío es de Susana.
He estado dos o tres veces en esta zona que se extiende por encima de la cueva de Udías. El interés de la torca de la Luna Llena es que puede conectar con una zona lejana a la entrada de la cueva de Udías. La profundidad estimada de la sima superaría, de conectar, los 200 metros. Es un agradable bocado para cualquier espeleólogo con el interés añadido de que se podría realizar una interesante travesía. Además es una zona que ya han trabajado antes, sin éxito, tres o cuatro grupos lo que arroja un aliciente más (o un desánimo mayor según la actitud del que mire).
Normalmente para ir a la sima de la Luna Llena se transita por una pista que pasa por la entrada de una mina y por varios pozos mineros. Pero hoy, en vez de seguir la pista, nos movemos por la ladera del polje hacia un bosque de eucaliptos en la cumbre de la colina. Moisés realiza el ascenso a toda pastilla, a pesar de ir lastrado con baterías de plomo y taladro (o es César el que va lastrado??), y los demás le seguimos como podemos por unas sendas mínimas entre brezos y prados. Yo llevo dos sacas una con el material de desobstrucción, que nadie quiere tocar (rrr sobre todo Moisés) y otra con cuerdas. Hay ganado pastando por todos lados. Al cabo de un rato desembocamos en la pista que nos acerca con cuestas abajo/arriba y llaneando hasta la dolina de la torca. Moisés comparte un asa de mi segunda saca.
Nos preparamos en la pista a pocos metros de la zona de la entrada, que es un poco escasa para cuatro. Como las dimensiones de la torca no son excesivas me llevo, sólo, el invento de leds. Todo va un poco rápido, para mi gusto, pero bien. Cesar y Susana van a recoger algo de material en una torca que hay enfrente a 20 metros de la de la Luna Llena. Moisés se mete rápidamente a instalar los pozos y yo le sigo de cerca. Hay que llevar mucho cuidado con las piedras en la entrada de esta sima. Se las puedes tirar al de abajo y pueden enlazar un pozo con el siguiente. En el segundo pozo hay un desviador que debo retocar para que la distancia a un saliente sea más segura. Luego otro bonito pozo que se plantea, también en la cabecera, con un desviador demasiado largo que acorto para evitar un potente roce. Creo que va a ser muy incómodo salir de la cabecera en el ascenso porque el desviador está demasiado cerca. Por lo demás los pozos de la Luna Llena son limpios, acampanados y muy, muy bonitos. El cuarto tiene un meandrito que desemboca en un estrecho balcón asomado a un limpio pozo de caliza blanca. Es en una cornisa intermedia de este pozo en donde se asciende unos metros llegándose así a una gatera que nos conduce a un pozo paralelo en roca areniscosa (o quizás caliza de muy mala calidad). De la gatera hay que salir con cuerda y marcha atrás hacia la cabecera de un pocete que puede destreparse. Sin embargo es recomendable andar siempre con la cuerda pues la roca es muy quebradiza y las presas tienen la manía de romperse. Aquí dejamos la mayoría de lo que transportamos pues 10 metros más abajo esta el punto que deberemos desobstruir.
Me acompañan hasta el fondo del pocete César y Moís con todo lo necesario para taladrar: la Hilti de 36 V, tres baterías de 12 V que pesan como muertos y las brocas. Después de inspeccionar un rato la estrechez Mois me aconseja que liquide un saliente y deje un paso justo. Sin embargo taladrar en ese saliente tiene dos problemas importantes: uno es que habría que colocarse cabeza abajo en el pozo que forma la estrechez, ya que la broca tiene 40 cm y el lugar no permite un cuerpo humano y una taladradora. La segunda es que el saliente está plagado de cárcovas con lo que los agujeros del taladro terminarían saliendo al aire por otro lado perdiendo toda su eficacia. En vista de la situación decido taladrar algo más arriba con la esperanza de que todo funcione bien. Desgraciadamente los dos primeros agujeros taladran por completo la roca saliendo al aire por cárcavas al otro lado. César y yo nos miramos un poco desesperados. Pero con el tercero tengo éxito. Poco después podemos desmoronar un buen trozo de esta roca mediocre lo que nos permite pasar cómodamente la estrechez. Nos ponemos contentos como castañuelas. Al otro lado hay un amplio ensanche con una plataforma que da acceso a un pozo en forma de diaclasa.
En cuanto bajan Susana y Moisés nos ponemos a estudiar la instalación. En vistas de la escasez de chapas y mosquetones montamos en un gran puente de roca natural. A unos 10 metros Moisés mete un parabolt para fraccionar pero no continúa bajando la taladradora Hilti ya que el cable que une el taladro a las baterías se ha acabado. Por supuesto las baterías pesan demasiado para utilizarlas en la instalación de un pozo y la batería propia del taladro no se ha traído. Poco a poco perdemos de vista a Moisés. Al cabo de unos minutos nos informa a gritos de que la diaclasa se estrecha tanto que habría que desobstruir. Después de varios diálogos a gritos para decidir las acciones a realizar nos inclinamos por no hacer la desobstrucción hoy para poder salir a una hora razonable. Lo que si hacemos, hago, es bajar a efectuar una primera inspección de la estrechez. Calculo que Mois habrá bajado, al menos, unos veinte metros que añadidos a los más de diez que ya se han bajado hasta aquí hace que nos pongamos en un descenso total de entre 30 y 40 metros.
Hasta donde se encuentra Moisés el pozo es muy cómodo, pero un metro más abajo la diaclasa cambia; de llevar una inclinación de unos pocos grados pasa a estrecharse y a ponerse vertical. En el punto de cambio el paso es crítico para luego volver a ensancharse un poco. Sin embargo la textura de las paredes es muy irregular y pinchosa lo que hace más difícil aun la progresión. Después de estudiar un rato el lugar decido intentar pasar sin el equipo vertical. La cosa carece de peligro pues justo tras el paso crítico, dos metros más abajo hay una repisa. Cuelgo todo de un mosquetón anclado a la cuerda y me meto por la fisura haciendo contorsiones. Tras un breve forcejeo paso las caderas y el pecho y me quedo empotrado por el casco. Haciendo movimientos mínimos voy desempotrándome y por fin destrepo a la terracilla. Me asomo a la diaclasa y arrojo varias piedras que me auguran una larguísima bajada emparedao. Sin embargo observo que hay ensanches. Bajar es perfectamente posible, quizás algo incómodo. Lo más difícil será volver a ascender. El retorno por la estrechez me resulta mucho más fácil que la bajada. Cuando le contamos a César y a Susana todo esto César pone cara de desánimo. Se había hecho la ilusión de que la progresión iba a ser fácil a partir de aquí. Esta cansado de que todas las exploraciones que iniciamos nos lleven a estrecheces y complicaciones sin final. Moisés también se desanima un poco. Durante un rato nos dedicamos a buscar un gafe. Todo apunta a Moisés. Desde que él llego a explorar con nosotros, todo lo que encontramos es estrecho. Bueno, parece que habrá que aceptar nuestro destino.
El ascenso se hace rápido y sin complicaciones. Como esperaba, el desviador de la cabecera del tercer pozo se pone un poco recalcitrante. Cuando salgo me dedico a hacer fotos a César esperando que ponga cara de buen ánimo pero, como el mismo me indica, es imposible. Sin embargo Susana se muere de risa durante un rato. Es la más animada del grupo. Menos mal. Sin embargo antes de llegar al coche estamos haciendo planes para ver cuando volvemos. Son cosas de espeleólogos.
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