Hacía varios meses que estaba mareando la perdiz con el tema de balizar en Udías algunas zonas delicadas. La última vez que pensé en hacerlo andaba con muy pocas ganas de entrar en una cueva y uno de los objetivos, hacer fotos con la nueva cámara de Marta, resulto imposible a última hora. Pero esta vez no iba a dejar pasar la oportunidad. Así que me uní a la pequeña expedición cuando me enteré de que volvían a esa zona frágil. Marta y yo balizaríamos una interesante galería mientras Adrián y Manu exploraban algunas posibilidades a partir de ella. Nos reunimos en la entrada de Sel del Haya a las nueve y media. Pero Marta, que había sido la promotora del madrugón, se retraso: cosas de la maternidad. Para compensarnos nos invito a café casero, que traía en un termo, y a sobaos gansos como los del Macho.
Eran casi las once cuando nos metimos en la mina. Aplaqué la velocidad de Adrián para no sudar. También, con la misma intención, me quite ropa y me até el mono a la cintura. Al cabo de un tiempo pesadote caminando por feos lugares de cueva y mina alcanzamos la zona. Allí nos enzarzamos en la instalación de un pasamanos. Sin pasamanos no pasaré, dije. La seguridad es lo primero y principal, dije. Además voy cargado a tope, dije. Y cuando digo a tope no me quedo corto, dije. Así que eso de andar por cornisas inclinadas con barro patinoso no esta en mis planes, dije. Nos demoramos una eternidad hasta que por fin pasamos.
Empecé de inmediato a colocar varillas. La balización de fortuna que se hizo el día del descubrimiento me ahorró tener que tomar decisiones. Marta iba algo detrás instalando el hilo. Primero por un lado, pero luego por los dos lados y más tarde, de nuevo, sólo por un lado.
Pasó el tiempo volando y sentí hambre. Pero había cogido inercia y me era difícil parar. Adrián y Manu empezaron a marearme con el lugar donde comer. Al final les hice caso y me fui a comer con todos al final de la galería. Faltaba poco por hacer pero había que hacerlo después de comer. Entre otras cosas había que determinar donde acabar la balización. Pero también retirar el hilo antiguo, recoger las piedras que lo mantenían en algunos sitios y llevarlas a algún sitio donde se armonizaran con el entorno. Y terminar de tender el hilo. Sea como fuere esta segunda fase, tras la comida, se me hizo más trabajosa que la primera. Pero lo acabamos. Hicimos fotos durante quince minutos. De vuelta terminamos de retirar el hilo viejo y efectuamos algunas correcciones.
Mientras comenzábamos el camino de vuelta Marta y yo escuchamos las voces de nuestros compañeros acercándose. Nosotros dos íbamos lentitos. Nos confundimos de ruta un par de veces. Para cuando terminamos las cuestas y salimos al anochecer nuboso y gris-azulado nuestros compañeros no nos habían alcanzado. Eran las ocho de la tarde. Marta se quedo esperando a Adrián y Manu, aunque llegaba tarde a una celebración. Estaba un poco preocupada por ellos. Yo comencé la vuelta a casa. Al poco me enteré, a través de Marta, que habían llegado justo después de irme yo. La incursión había cumplido sus objetivos y todo había salido bien. Pendiente queda hacer más fotos de la zona hermosa y frágil.
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