Quede con
Encarna el viernes a las tres en Solares. Así le daba tiempo a recoger a María.
Me pregunto si podía venir Daniela con su madre Asun. De esa forma serían dos y
estarían más entretenidas. No me importo. Al contrario, pensé que podrían
producirse buenas imágenes al jugar entre ambas. Y también con Pandy y Foxy.
Asun se
retraso un poco pero como yo no tenía prisa me importo poco. Aunque llegué a
pensar que no vendría. Pasadas las tres y media nos montamos los cinco en mi
coche. Atrás colocamos las sillitas infantiles para coche más simples y
facilonas que he visto. Aunque, por lo que me contaron, según la ley los niños
deben pesar más de 20 kilos para que puedan usarse esas sillitas facilonas. De
cualquier forma el tramo de carretera era corto, cinco kilómetros, y muy
tranquilo. Allí, en La Cavada cerca de la carretera a Rucandio, aparcamos en
una desviación que lleva a hasta unas casas en las que comienza la pista de
hierba que lleva a la cueva.
Los
preparativos fueron escasos: ponerse las botas de goma. Yo lleve la saca de
fotografía, Encarna una bolsa (y a Pandy
de vez en cuando) y Asun otra bolsa con más ropajes. Como ya les había avisado
nos encontramos con un par de tramos de barro en que tuvimos que ayudar algo a
Daniela y María. Lo que no me esperaba era que el río que sale del sistema de
la Cueva del Canónigo estuviese crecido. Tuvimos que cruzar en brazos a las
niñas y Asun paso en zapatillas mojándose los pies. En realidad había llovido
los días anteriores, pero no demasiado. Lo más extraordinario fue encontrarse
con la entrada de la Cueva del Canónigo inundada por el río. La cueva actúa
como trop-plein de la surgencia
principal pero yo no lo sabía. El día que fui a investigarla estaba seca por
completo.
Pensé que
la cosa se iba a acabar allí mismo dado que las madres suelen ser
extremadamente prudentes. Pero no contaba con que Encarna es más echada pa alante de lo que puede
esperarse de una temerosa madre española. Se vino conmigo cueva adelante por el
río hasta una zona que dejaba de ser activa. Exactamente la salita en que yo
pensaba hacer las fotos. Vimos que el tramo inundado era corto, fácil y sin
problemas (si se calzaba botas de goma). Dicho y hecho: volvimos a por María y
Daniela que fueron transportadas a cuchos. Hubo que avisar a las nenas para que
no se dieran coscorrones con el techo en algunos sitios. Más divertido que
cualquier otra cosa. El resto del equipaje paso también sin problemas incluido Pandy. Y allí nos asentamos para prepara
las tomas.
Al
comienzo la novedad hizo que las nenas se entretuvieran, pero entre poner los
flashes y hacer que todo funcionase tardé una media hora. El tiempo que
necesita una niña de cuatro años, para empezar a impacientarse. La impaciencia
se convirtió en quiero irme justo
cuando empezaba a hacer las tomas interesantes. Pero he aquí a las madres que
todo lo resuelven. Y entonces empezaron los cuentos y la sugerencias que “dile al oído tu secreto…”, “coge a Pandy en brazos…”, “poneos de espaldas una contra otra…”, … Sin
las madres las fotos no hubieran sido posibles.
Hubo
cambio de trajes y cambio de tercio. Los vestidos eran bonitos y encima de las
niñas más todavía. Finalmente las madres estaban más entusiasmadas que yo
mismo. María empezó a decir que tenía frío. Tuve que convencer a Encarna de que
mejor hacíamos caso a las niñas para que les siguiera gustando entrar en cuevas
y hacer cosas algo aventureras. Así
que las animé a cambiarlas e irse a la otra salida de la cueva. Esa salida da a
unos prados junto a Rucandio y el paisaje que se ve desde la boca es
encantador. En cuanto recogí y empaqueté el material me acerque a donde
estaban. Las niñas recogían flores y hacían ramitos. Eran felices.
La
travesía entre bocas nos llevo unos diez minutos. Luego hubo que atravesar los
dos ríos y los barrizales. Pero ya daba un poco igual mancharse. La tarde
estaba espléndida y todos de buen humor. La actividad de la Cueva del Canónigo
quedo señalada como ideal para niños. Durante la vuelta a Solares las niñas
chillaban como solo las niñas pueden chillar. Pero la cosa estaba hecha.
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