Texto: A. Gozález Corbalán
Fotos: Paco
Habíamos
organizado una visita a una cueva buena, bonita y barata para Iris. Por
supuesto con su papá Eduardo. Y sobre todo pensando en hacerle a la niña una
sesión fotográfica. Lo
hablamos el sábado, el domingo y lo ultimamos el lunes. Así que por la noche me
dediqué a poner en orden el material fotográfico y a conseguir iluminación
suficiente para los tres y ropa adecuada para arrastrarse. Pero cuando llegó el
momento, por la mañana del martes, resulto que Iris había cambiado de parecer. Ya
no quería ir. Cosas de niñas. Por otra parte tenía los ojos algo irritados y
necesitaba colirio. Vistas las circunstancias decidí marcharme sin niña, ni
padre, y centrarme en algo útil: conseguir buenas localizaciones para hacer posteriores
sesiones fotográficas. Por suerte un grupo formado por Paco, Fernando, Luci y María habían decidido ir a la misma cueva -y a la
misma hora- que nosotros: la Verde de La Cavada.
Me
encontré con ellos frente al Covirán de la Cavada
poco después de las diez de la mañana. Aunque Luci vive
muy cerca se retrasó un poco debido a que la impresora no le imprimía la topo.
Son cosas que ocurren cuando tienes prisa. De cualquier forma, tras la usual
visita al bar más cercano, nos montamos en los coches, el mío y el de Paco, y
nos fuimos a buscar la cueva vía Barrio
de Arriba. Y digo eso porque también se puede ir por la carreterilla que pasa
junto al ayuntamiento y la iglesia. Aunque yo acordarme lo que se dice
acordarme no me acordaba de una papa.
Una vez
aparcados los coches junto al puentecillo sobre el Riotuerto,
cercano a la surgencia, se coge la orilla izquierda y
se remonta por pista-prado hasta la puerta de una finca. Tras pasar la valla se
remonta el prado hasta una zona media -el bosque está invadiendo el prado- y se
flanquea horizontalmente hacia la derecha hasta entrar en el bosque. Si tienes
suerte encuentras la boca. Mejor que eso es subir junto a la valla, fuera de la
finca, en el límite entre bosque y finca. La cueva se encuentra directamente
sin problema. Además a medio camino existe otro agujero que habría que
investigar.
El
Estrujón estaba lleno de agua pero lo achicamos sin problemas con media botella
de plástico y una esponja. Pasamos todos aunque algunos pariendo (pero pasamos).
La zona de la red de entrada y de las columnitas tiene mucho encanto. La ruta
ideal está bastante transitada y se
sique sin esfuerzo. En la Sala del Menú tomamos hacia
el norte y fuimos a dar, a través de una sinuosa ruta entre columnas, a una
zona en que no había estado en las anteriores visitas. Después
de eso nos fuimos por la ruta principal hasta la Sala de las Pisolitas y el
Gran Salón. Por suerte la sequía hizo que los pasos sifonantes
estuvieran totalmente secos.
Tras tomar
unos cacahuetes y un trozo de chocolate, los demás se tomaron unos
bocatas, volvimos por donde
habíamos venido. Cerca del final de la zona de barrotes nos despistamos medio
minuto. Es lógico ya que hay varias bifurcaciones de la traza. El Estrujón fue
más fácil de salida. Con mucha calma nos acercamos a La Cavada y nos tomamos
unas cervezas en el bar de la esquina. Las conversaciones giraron alrededor del interesante trabajo de María. A veces un anciano le deja ver las
riquezas de la vida que ha vivido…
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