20/11/16

Urbana


Con Alba tenía claro que había posibilidades de hacer una sesión interesante. Lo habíamos empezado a hablar hace varios meses pero la acumulación de trabajos y actividades lo fue retrasando. Así hasta que una tarde hablé con su mamá, Eva, para organizar la salida. Sin embargo ella me remitió directamente a Alba. Cuando le envié un wassap me respondió enseguida positivamente: mejor el domingo. La cueva elegida fue La Hoyuca, sector de Quadraphenia. Además su papá, Elías, vendría como ayudante. Genial.
Ya en Riaño un paisano tuvo que apartar su coche de la pista que se acerca a la Hoyuca para que pudiésemos pasar. El tiempo estaba muy agradable. Los preparativos consistieron en descartar un montón de objetos no necesarios, se notaba la preocupación y deshabituación de Elías al mundo cavernícola, y en dejarlo todo reducido a dos sacas manejables. La que llevaba la maleta de flashes la transportaba yo y la de los trajes y la maleta de la cámara la llevaba Elías. Alba fue con las manos en los bolsillos. Aunque para ser sincero esto es solo una manera de hablar ya que el mono espeleológico, rojo y nuevo, que llevaba prestado carece de bolsillos. Para mi sorpresa, y sobre todo para la de su padre, Alba se movió con más facilidad que nosotros por todas las estrecheces, gateras y demás milongas que presenta el mundo subterráneo.  A la chica solo había que darle una oportunidad de demostrar lo ágil que es.
El recorrido por la red de entrada y las grandes galerías zigzagueantes nos condujo a la entrada de Quadraphenia. Luego por enrevesadas galerías, todas similares, atravesando una sala caótica, recorriendo una galería sembrada de pozos trampa, pasando un desfondamiento por un puente de roca, llegamos a una estrecha grieta que sube a un segundo piso. Avanzando por este piso pronto alcanzamos una zona en la que las formaciones son notables. Aquí estaba nuestro marco para realizar las fotos a Alba.
Entre pitos y flautas colocar los flashes, ubicar la cámara, determinar el encuadre, extender los trastos y montar el vestuario se nos fue una hora. Elías terminó aburriéndose y desapareciendo para explorar los alrededores. Finalmente Alba se vistió de urbanita deportiva y se puso delante de la cámara. La chica posaba muy bien. Luego cambio de traje: ahora era miembro de la tribu urbana. Hicimos fotos en tono de admiración y luego en tono de provocación y luego en el tono que quiso Alba. Porque Alba es una chica que no se anda con tonterías… cuidadín con ella.
            Volvió Elïas y nos hicimos unas fotos de recuerdo los tres juntos antes de recogerlo todo. Volvimos disfrutando el paso de las estrecheces. Nos cambiamos con mucha calma y luego paramos en Hoznayo a comernos la rica tortilla que había preparado la mamá de Alba. Tortilla acompañada de cervezas en el bar-tienda. Poco después de salir de Hoznayo, domingo de sobremesa, me paró la guardia civil para soplar. A pesar del susto resulto que no llegaba ni a la cuarta parte de lo permitido. Menos mal. En breve saldremos con Alba para hacer espeleología. De tal palo tal astilla, suele decirse por ahí…


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