Con Alba
tenía claro que había posibilidades de hacer una sesión interesante. Lo
habíamos empezado a hablar hace varios meses pero la acumulación de trabajos y
actividades lo fue retrasando. Así hasta que una tarde hablé con su mamá, Eva,
para organizar la salida. Sin embargo ella me remitió directamente a Alba. Cuando le envié un wassap
me respondió enseguida positivamente: mejor el domingo. La cueva elegida fue La
Hoyuca, sector de Quadraphenia.
Además su papá, Elías, vendría como ayudante. Genial.
Ya en
Riaño un paisano tuvo que apartar su coche de la pista que se acerca a la Hoyuca para que pudiésemos pasar. El tiempo estaba muy
agradable. Los preparativos consistieron en descartar un montón de objetos no
necesarios, se notaba la preocupación y deshabituación de Elías al mundo
cavernícola, y en dejarlo todo reducido a dos sacas manejables. La que llevaba
la maleta de flashes la transportaba yo y la de los trajes y la maleta de la
cámara la llevaba Elías. Alba fue con las manos en los bolsillos. Aunque para
ser sincero esto es solo una manera de hablar ya que el mono espeleológico,
rojo y nuevo, que llevaba prestado carece de bolsillos. Para mi sorpresa, y
sobre todo para la de su padre, Alba se movió con más facilidad que nosotros por
todas las estrecheces, gateras y demás milongas que presenta el mundo
subterráneo. A la chica solo había
que darle una oportunidad de demostrar lo ágil que es.
El
recorrido por la red de entrada y las grandes galerías zigzagueantes nos
condujo a la entrada de Quadraphenia. Luego por
enrevesadas galerías, todas similares, atravesando una sala caótica,
recorriendo una galería sembrada de pozos trampa, pasando un desfondamiento por
un puente de roca, llegamos a una estrecha grieta que sube a un segundo piso.
Avanzando por este piso pronto alcanzamos una zona en la que las formaciones
son notables. Aquí estaba nuestro marco para realizar las fotos a Alba.
Entre
pitos y flautas colocar los flashes, ubicar la cámara, determinar el encuadre,
extender los trastos y montar el vestuario se nos fue una hora. Elías terminó
aburriéndose y desapareciendo para explorar los alrededores. Finalmente Alba se
vistió de urbanita deportiva y se puso delante de la cámara. La chica posaba
muy bien. Luego cambio de traje: ahora era miembro de la tribu urbana. Hicimos
fotos en tono de admiración y luego en tono de provocación y luego en el tono
que quiso Alba. Porque Alba es una chica que no se anda con tonterías… cuidadín con ella.
Volvió Elïas y nos hicimos unas fotos de recuerdo los tres juntos
antes de recogerlo todo. Volvimos disfrutando el paso de las
estrecheces. Nos cambiamos con mucha calma y luego paramos en Hoznayo a comernos la rica tortilla que había preparado la
mamá de Alba. Tortilla acompañada de cervezas en el bar-tienda. Poco después de salir de Hoznayo, domingo de sobremesa, me paró la guardia civil
para soplar. A pesar del susto resulto que no llegaba ni a
la cuarta parte de lo permitido. Menos mal. En breve saldremos con Alba para
hacer espeleología. De tal palo tal astilla, suele decirse por ahí…
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