Me avisa Pon de que preparan una salida a la Cueva de las Cascajosas cercana a Merilla. Se trata de un cavidad de pequeño desarrollo aunque posee al menos tres entradas. Fue utilizada por un maqui apodado "el Cariñoso" y sus compañeros durante algunos años después de la Guerra Civil (de 1937 a 1941). Como esta semana está diluviando me reservo la decisión hasta el fin de semana. Por suerte al final hay un respiro el domingo y decido ir. Marisa viene conmigo hasta el lugar de reunión para ir de excursión mientras entramos a la cueva.
Hemos quedado alrededor de las once cerca de Merilla (Miera). Nos juntamos para entrar en la cueva más de doce personas (todos llevan mascarilla) de las cuales conozco a menos de la mitad. Mientras nos preparamos Marisa comienza una excursión de unas tres horas. Es el tiempo estimado que estaremos dentro.
La aproximación es muy corta y enseguida nos agolpamos en la entrada. Estaba previsto haber hecho tres grupos de unas cuatro personas pero de hecho esto no sucede. Todos vamos en manada. Suele suceder lo mismo siempre que se plantea algo así. El espíritu gregario impera sobre cualquier otra consideración en la gente ibérica.
El interior de la cueva es muy amplio y todos llevamos mascarillas. Las posibilidades de contagio son, como mucho, las mismas que al andar por una calle del centro de Santander o entrar en un Mercadona. A unos metros de la entrada hay que agacharse pero luego todas las galerías son bien anchas y altas.
Tomamos una gran galería a la izquierda que nos conduce en cinco minutos al campamento de los maquis. Esparcidos sobre una gran losa plana están los objetos que dejaron: distingo algunos zapatos, botellas, una azada y poco más. Allí nos paramos un rato y los que saben un poco más de esa historia se la cuentan a los que saben un poco menos. A unos metros del campamento se encuentra una de las entradas de la cueva pero actualmente se ha derrumbado y no es posible usarla. En el tiempo del Cariñoso seguramente entraban por ella.
Volviendo sobre nuestros pasos una parte del grupo, trepando un poco, visita unas galería muy grandes con algunas ramificaciones y algunas capillas con formaciones. Es difícil de creer que una cueva con estas galerías no tenga más extensión conocida. Luego volvemos a la ruta principal por donde han seguido el resto del grupo.
La galería se va haciendo cada vez mas hermosona y bruscamente cambia su dirección 180º: de NE pasa a SW. Una nueva revuelta y ya vemos la amplia salida que da hacia el N. Nos reagrupamos todos fuera en una zona de bosque de pinos y hacemos una foto de grupo en la que, durante un segundo, nos quitamos la mascarilla para poder ver los rostros.
Una corta marcha por la carretera nos lleva hasta los coches de nuevo. Marisa está en la ladera de enfrente y me grita para que la vea. Mientras parte del grupo sube a San Roque para tomar una cerveza en la terraza de un bar, la mayoría se van a casa y yo me quedo esperando a que regrese Marisa. Hago tiempo buscando unas grietas por las que sale un gran chorro de viento helado. Las encontré hace poco tiempo buscando una cueva de la que me habló Pon, la Yegua Blanca.
Marisa y yo decidimos unirnos al pequeño grupo de S. Roque y tomar una cervecita. Siempre resulta agradable tener una charla real en estos absurdos tiempos que nos ha tocado vivir.
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